"Lo 'Porteño', lo 'barrial' y lo idéntico": Acerca de la gestión cultural en la Ciudad de Buenos Aires. (1)Dra. Mónica Lacarrieu (2) E-mail: mobla@pinos.com. Artículo publicado originalmente en Revista NAyA - AÑO 2 Número 14 - Junio 1997 |
Las páginas que siguen acercan algunas reflexiones sobre las políticas culturales y la construcción de identidades sociales. Abordaremos estas problemáticas en relación al tema de las grandes ciudades, si bien focalizando en la ciudad de Buenos Aires.
Para hablar de la ciudad de Buenos Aires e intentar articular los problemas que constituyen el punto de discusión que recorre este escrito, habría que comenzar por preguntarse ¿qué atractivo pueden tener los problemas de la cultura en relación a la ciudad?; ¿a quién puede interesarle debatir acerca de la dimensión cultural de la ciudad cuando aparentemente estamos abocados a otros grandes temas?; y en todo caso si se formula como cuestión, ¿qué lugar ocupa en relación a esos otros grandes temas supuestamente aprensibles desde un discurso racional y técnico, el mismo desde el cual aparentemente la cultura se vuelve inasible?
Sin duda la constitución de ese lugar -el de la cultura- aparece invariablemente articulado al contexto socio-político en el que se desarrolla. Aún así la asociación de esta dimensión al orden de lo espiritual o de lo simbólico, implica cierta subordinación respecto de los otros aspectos que configuran a la urbe. Su constitución en campo de creatividad, experimentación y libertad en los espacios públicos de la ciudad (como fue durante la primera etapa del gobierno municipal radical), o en ámbito reducido a un concepto de cultura más elitista limitado a los espacios institucionalizados de aquélla (como se ha configurado en los últimos años -hasta la gestión municipal de Domínguez-); implica concepciones diferenciales acerca del significado de esta problemática y de la toma de posición en relación a la misma desde el gobierno local. Pero también conlleva semejanzas en relación al tópico que nos parece central: la conformación de una brecha taxativa entre política y cultura, colocando a ésta en dimensión subordinada.
Si fijamos la atención por un instante en lo que ha sido en los últimos tiempos el gran tema para los políticos, funcionarios, y habitantes de la ciudad de Buenos Aires, es decir la autonomía de esta ciudad (3), la que comporta un complejo proceso de descentralización del gobierno local cada vez más centralizado; sorprenderá el tratamiento trivial y los términos en que la dimensión cultural aparece. Cuando desde hace tiempo el gran debate se centra en si tendremos o no policía local y en si disfrutaremos o no de justicia local, a nadie se le ocurre preguntarse que sucederá con la cultura local. Tal vez porque paradójicamente, la cultura ha sido la problemática 'más descen- tralizada' en los primeros años de la democracia (nos referimos al Programa Cultural en Barrios-Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires).
Y aquí aparece, creemos, la clave en que se sintoniza la cultura de la ciudad y la gestión cultural hacia la misma. La pretensión de armonizar modernización y crecimiento urbano con preservación de la memoria, rasgos tradicionales, prácticas culturales fuentes de una identidad cultural peculiar a esta ciudad, parece ser el eje que subyace al modelo de política cultural que se plantea desde los organismos municipales dedicados a esta temática, pero también la base a partir de la cual se construyen los diferentes proyectos sobre la autonomía de la Capital. La dimensión cultural de la ciudad no ocupa más lugar que el de la necesidad de inventar un discurso de la identidad que procura 'revivir lo pequeño, lo cercano y lo homogéneo', o en otras palabras, 'lo porteño, lo barrial y lo idéntico'.
Si bien los problemas que atañen a las ciudades contempo- ráneas, o sea los procesos relacionados a lo global y lo local, a lo moderno y lo tradicional, constituyen el marco en el que se inscriben los planteos actuales provenientes de la gestión cultural hacia la ciudad, simultáneamente encubren un retorno a la cultura urbana como modo de vida y todo equilibrado, o bien incorporan el recurso del relativismo cultural "como valor que tiende a reforzar el nihilismo ético latente en la cultura contemporánea..."(4) . Desde esta perspectiva se pretende instaurar la simple y vieja dicotomía entre "lo tradicional que preexiste y lo moderno que avanza aceleradamente" que remite ineludiblemente a "viejas oposiciones entre lo rural y lo urbano".
Por un lado, se plantea al crecimiento urbano visualizado en términos de 'desorden y caos', donde lo urbano se expresa como sistema integrado con características antitéticas a 'lo folk'. Por el otro, se vuelve sobre la necesidad de recuperar 'lo folk' como fuente de la cual emanan los lazos intensos, estables, las relaciones cara-cara, observado del mismo modo como un todo cerrado, estático, ahistórico y armonioso, del que surge una identidad peculiar que uniforma a todos los ciudadanos por igual. En este sentido, se asume el peligro que puede azotar desde un proceso de crecimiento urbano y moderno promotor de homogeneización, por tanto por oposición se reacciona con la posible recuperación o construcción de entidades locales imbuídas de cierta tradición supuestamente integrada resultado de prácticas culturales que aunque diversas operan en pos de una identidad única: la identidad cultural porteña.
El juego entre la necesidad de una identidad monolítica para toda la ciudad y la de identidades territoriales barriales que lleven a dicha integración, se vuelve una constante. Reivindicar la porteñidad en aras de un proyecto autónomo para la Capital, lleva a colocar el problema en la búsqueda de una cultura de la solidaridad. Y una vez conseguida, parcialmente, dicha autonomía, ésta -retomando palabras de la Secretaria de Cultura del Municipio- se vuelve "una etapa...ideal...para que la Capital se integre al mundo con un perfil propio" (5). Ante una mayor integración del mundo, conocida como globalización, desde el gobierno local se intenta gestar una "profundización de la cultura urbana, [de] la ciudad entendida como un espacio común que integra y no discrimina", fundamentalmente "reforzar la identidad del vecino de Buenos Aires" (6), creando y recreando símbolos propios como una bandera y escudo oficial o recuperando historias y tradiciones peculiares a esta ciudad (7).
Procurar una descentralización basada en alcaldías o distritos que agrupen barrios con identidad histórica y cultural (como lo fundamenta en su propuesta, G.González Gass), vuelve la dimensión cultural hacia la problemática de la integración y la identidad, y hacia el regreso de una 'realidad tribal armoniosa y funcional' que acepta la diversidad cultural, no así la atomización y que por ende olvida la posibilidad de conflictos. Bastaría con hojear cada una de las propuestas existentes respecto del nuevo estatus para Buenos Aires, para encontrar a la cultura en un lugar relegado, ligado a identidades locales productos de unidades territoriales con "personalidad social y/o cultural", con coherencia interna, con signos y símbolos propios, con intereses comunes, desde las cuales se justifique la existencia de estructuras políticas representativas y se facilite la participación ciudadana. Siendo éste el fundamento para descentralizar, desde el cual se arriba a la reivindicación de la unidad histórica, política y cultural de la ciudad entera (8).
Los mismos candidatos a intendente han postulado una descentralización basada en la asociación barrio e identidad. La consigna de los barrios al centro lanzada por De La Rúa, se constituye desde el mero convencimiento de la existencia de 'comunidades barriales' arraigadas en sí mismas. En el caso de La Porta, aparece explícito el juego ya mencionado entre la consagración de una 'identidad porteña' y la sobrevivencia de las múltiples 'identidades barriales' naturalizadas, cuando el político plantea: "estamos ante un contínuo urbano en el cual podemos reconocer ciertas identidades barriales que subsisten por una parte, pero también, ante una creciente vivencia de la ciudad como conjunto" (9). Fundamentos explícitamente retomados desde el gobierno local, ya en su nueva etapa, cuando se postula que "esto es entender a Buenos Aires -y el perfil de sus míticos cien barrios- como una sociedad plural..." (10).
Si algo queda claro en cada uno de los discursos y propuestas existentes, es que a nadie le interesa reflexionar acerca de qué es lo que signfica ser habitante de esta ciudad y de si las identidades barriales constituyen una realidad, o una simple invención proveniente de una fantasía sentimental que supone revitalizará la ciudadanía y su participación social, por ende la democracia.
Que la modernización y el crecimiento urbano se hallan presentes en esta sociedad, es un hecho. Que dicho crecimiento a pesar de proclamar uniformización, no se construye indepen- dientemente o sobre 'la muerte' de las diferencias culturales presentes, sino que se nutre de un interculturalismo, es otra cuestión a considerar. Una más que se une a la imposibilidad entonces de mirar desde aquélla óptica a la ciudad como un conjunto de pequeños mundos, mosaicos o subculturas autónomas que se tocan pero no se compenetran. La antinomia (modernización versus tradición) no resuelve el problema, si es que éste existe. Porque en todo caso, dicha antinomia visualizada en estos términos, resulta inexistente.
Cada uno de los planteos emergentes del gobierno local, como los propuestos para el futuro, no hacen otra cosa que negar los caminos curvosos o -como diría Safa- retorcidos y complejos propios de la pluriculturalidad que hace a la modernidad. No hacen más que ocultar la cuota de poder sobre la que se construye dicha modernidad, asi como obviar las disputas, transacciones y desigualdades, los "espacios de negociación de identidades y status" (11) que se desenvuelven en los ámbitos de lo local caracterizados por fuertes desigualdades sociales.
En la medida en que se parte del presupuesto que conduce a forjar la idea de una identidad única construída en la memoria por oposición al crecimiento urbano actual, se recupera un concepto de identidad esencialista, ensimismado, singular, naturalizado y encarnado como "algo dado" y evidente. Una conceptualización de la identidad que incorpora aspectos de la desarrollada en vinculación con la categoría de cultura, por la corriente antropológica culturalista norteamericana de principios de este siglo, nos referimos a observarla bajo las características de integración, territorialidad y centralidad. Porque como señala Ortiz, para estos antropólogos "la cultura es...un todo integrado...[con] una capacidad de inclusión [que] se limita a un territorio físico...en el interior de su territorialidad toda cultura es una, indivisa...y se define por una "centralidad" particular" (12).
Desde esta conceptualización, se acentúa la articulación entre 'cultura pura' y personalidad. Como fue postulado por los antropólogos culturalistas y hoy retomado en planteos políticos -como los recuperados en este texto-, el 'carácter' de un pueblo definía su identidad, de tal modo que por ejemplo, la 'cultura zuñi' implicaba la existencia de una 'identidad zuñi'. En este sentido, la definición de la ciudad de Buenos Aires con el objeto de su autonomía y descentralización, gira en torno de la constitución de una 'cultura porteña' identificada en los contornos y el 'carácter' de una 'identidad porteña', construida internamente por las múltiples subculturas (barrios) y por las personalidades e 'identidades barriales'. Una tensión entre universalismo y particularismo subyace a los planteos actuales de constitución de la ciudad de Buenos Aires. La tendencia a buscar homogeneización desde una cultura porteña que integre la ciudad con perfil propio, se diluye en la desagregación de muchas identidades que caracterizan a los distintos barrios de la ciudad, pero que sin embargo se constituyen de manera integrada, al consolidarse por arraigo a determinado lugar vecinal. En suma, se recorre un camino que lleva de 'la identidad' a 'muchas identidades' y que devuelve a 'una identidad' desde donde sería factible la integración de la ciudad y la ciudadanía.
Que en ciertas coyunturas la 'porteñidad' sea asumida por los ciudadanos en esta clave, no implica desechar de la cuestión los procesos de lucha que se dirimen por el reconocimiento social llevando a la constitución de identidades sociales/urbanas y locales precarias, dinámicas y cambiantes. Quedarse en la primera posibilidad conduce a la configuración de proyectos que cristalizan un ordenamiento socio-cultural, pero que imposibilitan encajar situaciones y 'prácticas de batalla entre unos y otros' cada vez más presentes en nuestra ciudad. El 'acontecimiento Villa 31' o los sucesos del estereotipado "Fuerte Apache" ofrecen un ejemplo acabado de procesos de juego de reconocimiento, clasificación y legitimación derivados de dos vías: el como yo percibo a los otros y el como yo creo que los otros me perciben a mi. La cohesión de unos diferenciados respecto de otros, su potencialidad para definir con quién y cómo interactuar por lo menos para el contexto de cada una de las situaciones mencionadas, forman parte de procesos de disputa por apropiaciones y puntos de vista que exceden una concepción de lo local o de lo barrial como nostalgia, tradición o 'cultura pura'.
En la ciudad moderna, en la que priman diversas concep- ciones del mundo, por otro lado cambiantes y precarias, la identidad cultural homogénea y única se vuelve inalcanzable. Sin embargo, negar la presencia de una identidad cuyo soporte es la memoria, lo típico, lo patrimonial, desde la que se retorna a un pasado ideal eje directriz de modelos de valores, es también impensable. Que este tipo de identidad tiene presencia en la ciudad, es indudable, de allí a que consideremos que la misma deba concebirse como el lugar de lo preservable, de recuperar el "terruño" visualizado como el ámbito de homogeneidad interna, creemos que es invíable ante la necesidad de una gestión cultural de la ciudad.
Redimensionar la cuestión implica superar un modelo que potencie la memoria en términos de 'tradición y pasado congelado', la identidad cultural urbana y la cultura de las relaciones sociales supuestamente generadora de ciudadanía. En todo caso, consideramos -obviamente imbuídos de nuestra perspectiva antropológica-, que cada vez con mayor frenesí la comprensión de lo que acontece en las ciudades debe ser develado desde una óptica fundamentalmente centrada en las relaciones sociales conflictivas y dinámicas desplegadas en torno de lo local. Mirar lo local no implica olvidar procesos sociales más amplios, ni siquiera postular políticas que aunque asentadas en dichos espacios se conformen por homogeneidad (13).
La inquietud formulada por P.Safa creemos que en este punto se vuelve pertinente: "¿Cómo pensar a lo local no como una añoranza sino como espacio de negociación de identidades y de estatus en un contexto de fuertes desigualdades y diferen- ciaciones sociales que caracteriza a las sociedades contempo- ráneas?" (14). Y si bien la respuesta puede quedar abierta, nos retorna sobre la propuesta que formulamos: lo 'barrial' en franca articulación con los procesos desenvueltos en la ciudad moderna, lo moderno visualizado en términos de intercultura- lismo, el crecimiento urbano fundado en las diferencias y generando desigualdades, en medio de negociaciones y disputas por formas de reconocimiento y legitimación.
Para concluír: qué modelo de gestión cultural podemos proponer sin antes mirar qué lugar de vivencias y qué vida cotidiana 'inventan' los sujetos? Porqué pensar en 'armonizar' buceando -como aquéllos antropólogos de nativos- en una posible sociedad equilibrada en la que una identidad común inexistente como 'realidad' nos sostenga ante la modernidad? Porqué suponer que la memoria como 'pasado inerte' es legítima y que las prácticas culturales consideradas tradicionales deben preservarse ? Porqué recuperar una supuesta identidad perdida, que probablemente vista desde este lugar mucho de relación tenga con una 'identidad nacional' monolítica? Porqué temer, entonces, observar los procesos culturales, las identidades y relaciones urbanas en términos de conflicto, disputa, negociaciones y poder? Finalmente, porqué no pensar en una propuesta cultural para la ciudad que más allá de buscar unidades, incorpore experiencias de identidad, visualizadas éstas como identidades locales que exceden delimitaciones geo-políticas y comunitarias, y que por tanto se constituyen desde los imaginarios en ejes desde donde se articulan demandas de los diversos actores sociales?
BIBLIOGRAFIA GENERAL
ARGUELLO, Jorge. 1994. Anteproyecto de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Bs.As.
BORJA, J., VALDES, T., POZO, H. y MORALES, E. 1987. Descentralización del Estado. Movimiento social y gestión local. ICI-FLACSO-CLACSO. Chile.
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BRUNNER, José Joaquín. 1992. América Latina: cultura y modernidad. Grijalbo. México.
GARCIA CANCLINI, Néstor. 1992. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.
GONZALEZ GASS, Gabriela. 1994. Anteproyecto para la autonomía y descentralización de la ciudad de Buenos Aires. Bs.As.
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ORTIZ, Renato. 1996. Otro Territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires.
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SAFA, Patricia. 1994. De historias locales al estudio de la diversidad en las sociedades contemporáneas. Una propuesta metodológica. Mimeo. México.
WIRTH, Louis. 1962. El urbanismo como modo de vida. Ediciones 3 Buenos Aires.
NOTAS
(1) Una primera versión de este trabajo fue presentado al Panel: Políticas culturales y construcción de identidades en América Latina", desarrollado en el II Congreso Internacional de Literatura y Crítica Cultural (noviembre de 1994). El mismo recupera reflexiones provenientes de los diferentes trabajos que hemos realizado en lugares de la ciudad como La Boca y San Telmo, y que hemos vinculado con los planteos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
(2) CONICET. Instituto de Ciencias Antropológicas. UBA. Lic. en C.Antropológicas (UBA). Posgrado Antropología Social (INA-Fulbright). Dra. en Filosofía y Letras (UBA). Investigadora Adjunta sin director (CONICET). Prof.Adjunta Fac. de Ciencias Sociales (UBA). Directora (con Bayardo y Rotman) del Programa Antropología de la Cultura (ICA-UBA). Prof.Visitante del Programa de Estudios de Cultura Urbana (Dir.N.G.Canclini) Univ.Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (México).
(3) La autonomía de la ciudad de Buenos Aires concretada en el año 1996 mediante la elección por voto del Intendente de la ciudad, se constituyó en el meollo de los debates sobre la Capital en tiempos previos a dicha concreción. Su protagonismo se vio fuertemente articulado a múltiples proyectos de descentralización propuestos para Buenos Aires. En la actualidad, la autonomía plena continúa en proceso de constitución -sobre todo respecto de determinados temas- y en relación a la descentralización de la ciudad aún se discute sobre la propuesta a implementar.
(4) Montero, P.;1991:42.
(5) "Una ciudad en busca de su identidad cultural" por María Saénz Quesada. En: Clarín, Tribuna Abierta, Sección Opinión. Buenos Aires. 4/12/96, Pp.16.
(6) "Una ciudad en busca de su identidad cultural", María Saénz Quesada. Op.cit.
(7) Aunque no sea objeto de este texto, se vuelve importante recordar las disputas que a partir de estas 'ambiciones porteñas' se generaron con el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, desde cuyo ámbito se proclamaba una 'identidad bonaerense' -fundada en símbolos típicos y en su historia- arraigada en cada ciudadano y en todo el territorio de Buenos Aires. Desde esta proclama se discutía la independencia de Buenos Aires respecto de la Capital, asi como la cuestión de la identidad se volvió un asunto político: la disputa en torno de experiencias de identidad encubría el problema del protagonismo político centrado en la oposición oficialismo (peronismo- menemismo) vs. oposición (radicalismo).
(8) Propuesta de descentralización, Gabriela González Gass. Pp.146.
(9) La Porta, N. Democratización y descentralización para el nuevo gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires, 1996. Pp.286.
(10) "Una ciudad en busca de su identidad cultural", María Saénz Quesada. Op.cit.
(11) Safa, P.;1994:4-6.
(12) Ortiz, R. Otro territorio. Buenos Aires, 1996. Pp.71-72.
(13) Nos referimos al Programa Cultural en Barrios, que aunque interesante como propuesta en sus orígenes, culminó en un planteo homogeneízante para los diferentes habitantes de los diversos barrios de la ciudad de Buenos Aires.
(14) Safa, P.;1994:6.
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