COICA y su visión sobre áreas protegidas y 
                  Territorios |   
            La gran Amazonía, que se extiende sobre aproximadamente 
            7.584.331 km2 (*) es poseedora del bosque tropical húmedo más 
            extenso del mundo, con flora y fauna que constituyen, por sí solas, 
            más de la mitad de la biota mundial, conformada por cientos de miles 
            de plantas y millones de animales, muchos aún desconocidos por la 
            ciencia occidental. Al mismo tiempo, sus aguas representan entre 15 
            al 20% de toda la reserva de agua dulce del planeta Tierra y solo el 
            gran Río Amazonas vierte el 15.5% de las aguas no saladas al océano 
            Atlántico. En este mundo de 
            extraordinaria diversidad de especies, estamos los Hunikuin, Shuar, 
            Yine, Kichwa, Tagaeri, Machsco y tantos otros centenares de Pueblos 
            milenarios denominados indios, protectores de nuestros territorios, 
            en los que está casi el 100% de bosques y su biodiversidad hoy 
            existentes. Amenazada por factores políticos, económicos y sociales, 
            la Amazonía se encuentra en un proceso continuo de ocupación, 
            tensiones, conflictos, daños humanos y ambientales, justificados por 
            el mito de la integración ó de la necesidad de aliviar la pobreza de 
            otras regiones. Los diversos 
            intereses sobre los recursos estratégicos existentes en la Amazonía 
            (uranio, petróleo, níquel, zinc, cobre, oro, recursos genéticos, 
            entre otros), han hecho de esta vasta región un lugar propicio para 
            la generación de conflictos, habiendo creado figuras y conceptos 
            para adjudicar adjetivos a la naturaleza bajo la figura de áreas 
            protegidas, como parques nacionales, reservas forestales, 
            faunísticas, ecológicas, etc. Ninguna de estas figuras representa 
            garantía de protección verdadera de los territorios indígenas 
            afectados por las 181.251 hectáreas de zonas protegidas en los 
            países de la Cuenca Amazónica, ya que son absorbidas por intereses 
            de explotación minera, petrolera, maderera, colonización y 
            turismo. Para nosotros, 
            los impactos son aún más complejos, considerando las prácticas 
            habituales de asistencialismo, división y cooptación para justificar 
            los supuestos acuerdos o consultas a las comunidades, pueblos y 
            organizaciones. Como forma de 
            superar estos conflictos es indispensable asegurar las garantías de 
            nuestros territorios como medio de protección de la naturaleza. Lo 
            anterior debe ser respetado y apoyado principalmente por los 
            gobiernos, porque es la mejor garantía de hacer conservación con la 
            presencia de vida humana, que la representamos los pueblos 
            indígenas. Entonces, solo así se pondría en práctica la declaración 
            de principios de la Cumbre de la Tierra, la Agenda 21, el Convenio 
            sobre la Diversidad Biológica, el Foro Intergubernamental sobre 
            Bosques, y de los otros instrumentos internacionales de relevancia 
            en materia ambiental. En los casos en 
            que se superponen las áreas protegidas a nuestros territorios, se 
            debe reconocer nuestra preexistencia y los derechos ancestrales 
            consecuentes existentes, incluso antes de la adopción de cualquier 
            norma legal de reconocimiento del uso y manejo de los recursos 
            naturales existentes en los territorios indígenas, así como la 
            responsabilidad de co-administración con la participación de 
            nuestras instituciones de gobierno local.
  Entonces, 
            básicamente resaltamos los siguientes planteamientos: 
                 La preeminencia de nuestros derechos territoriales sobre 
                  cualquier figura de protección, así como el libre acceso y control 
                  de los recursos naturales existentes. 
                    La prohibición de todo tipo de actividades extractivas externas 
                  en las áreas protegidas ya declaradas y garantizar a los Pueblos 
                  Indígenas los beneficios económicos por los servicios ambientales. 
                    La eliminación de superposición de áreas protegidas, en 
                  particular aquellas que afectan a nuestros territorios.  
                    La participación directa de nuestras organizaciones representativas 
                  en la toma de decisiones políticas, jurídicas y otras que nos 
                  afecten. 
                   
                  (*) Bolivia 824.000 
                  km2; Brasil 4.982.000; Colombia 406.000; Ecuador 123.000; Guyana 
                  5.780; Perú 956.751; Venezuela 53.000; Surinam 142.800 y Guyana 
                  Francesa 91.000. 
                   
                  Por: Sebastião 
                  Haji Manchineri, Coordinador General de la COICA (Coordinadora 
                  de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica), Quito, 
                  julio 29 de 2003
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