49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

Delia Salazar Anaya y Eduardo Flores Clair.

49 Congreso Internacional de Americanistas

Mesa: Hist. 2, América Latina ante la Segunda Guerra Mundial.

Titulo de la ponencia:

El Escuadrón 201. Su participación en la defensa hemisférica.

Autores: Delia Salazar Anaya y Eduardo Flores Clair.

El Escuadrón 201. Su participación en la defensa hemisférica.

Lic. Delia Salazar Anaya y Lic. Eduardo Flores Clair

Dirección de Estudios Históricos. Instituto Nacional de Antropología e Historia

México.

En esta ponencia se intenta rescatar una parte de la memoria de la participación de la única fuerza militar con la que México participó en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Mediante entrevistas a los sobrevivientes, aunadas a la revisión de otras fuentes, tales como, archivos, hemerografía y bibliografía, pretendemos explicar algunas de las razones por las cuáles México envió a una pequeña fuerza simbólica al frente de guerra (300 hombres). El Escuadrón 201 constituyó un símbolo de la Unidad Panamericana y sirvió como un elemento aglutinador frente a la opinión pública nacional que se mostraba recelosa frente a la alianza estratégica entre México y las naciones aliadas, en especial con Estados Unidos. De igual forma, la creación de esta fuerza simbólica fue un elemento más de la politica modernizadora del ejército nacional y contribuyó en cierta medida a disminuir la influencia castrense norteamericana sobre el ejército mexicano. De tal forma, a pesar de que su participación fue mínima en el nivel bélico, el envío de esta pequeña fuerza militar tuvo importantes efectos en el ámbito político, social y militar de México, durante el régimen del presidente Manuel Avila Camacho.

El Escuadrón 201. Su participación en la defensa hemisférica.

Delia Salazar Anaya y Eduardo Flores Clair

Dirección de Estudios Históricos

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

En la historiografía del periodo avilacamachista, se ha resaltado la importancia de la Segunda Guerra Mundial, como una coyuntura a partir de la cuál se revitalizó el proceso de industrialización del país, mediante el ingreso de capitales externos y la resolución de algunos problemas bilaterales entre México y Estados Unidos. De igual forma, se han analizado los cambios en la política interna y externa surgidos bajo los lineamientos de la unidad nacional y el panamericanismo, que llevaron a México a participar en el conflicto mundial al lado de las naciones aliadas. Pero, dentro del marco de los acuerdos militares, concertados en aquel entonces, se ha hecho hincapié en la organización de la defensa interna y en particular en las acciones del general Cárdenas al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional, y poco se sabe sobre la participación directa de los mexicanos en el frente de batalla, no sólo de aquellos que se insertaron en la lucha bajo la bandera norteamericana, sino también de los que lo hicieron bajo la bandera nacional.

La participación de los soldados nacionales en la Segunda Guerra Mundial, ha pasado a la historia sólo como una línea, en donde se menciona la fuerza simbólica del Escuadrón 201. Indudablemente, la participación de 300 soldados mexicanos en el frente de guerra, al lado de millones de soldados de otras nacionalidades, poco pudo incidir en el desarrollo de un conflicto de la magnitud de la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿cuál fue el sentido de esa participación simbólica?, ¿qué objetivos persiguió el estado mexicano al crear a la fuerza expedicionaria mexicana?, ¿qué importancia tuvo dentro del debate político nacional e internacional?, ¿qué representó el Escuadrón 201 en el contexto del proceso de modernización del ejército nacional?, ¿por qué se decide el envío de una escuadra mexicana al frente de guerra cuando se avecinaba el fin del conflicto? Estas interrogantes han guiado este trabajo, que si bien ahora sólo se presenta como un avance, intenta contribuir al conocimiento de un hecho histórico poco conocido, pero que tuvo diversas repercusiones en la arena política, ideológica y militar del México de los cuarenta.

Para la exposición de los problemas anteriormente mencionados, hemos dividido este ensayo en cuatro apartados. En el primero, nos centraremos en la problemática internacional que antecede el ingreso de México en la Segunda Guerra Mundial, haciendo particular hincapié en la tónica de las relaciones Mexico-norteamericanas. En el segundo, analizaremos algunos aspectos de la política interna del régimen avilacamachista, tendientes a crear un clima de opinión favorable al ingreso de nuestro país en el conflicto mundial, no sólo mediante la batalla de la producción, sino también con el envío de soldados al frente de guerra. En el tercero, nos referiremos al proceso de modernización del ejército nacional y a los cambios internos operados bajo la óptica de la defensa estratégica. Por último, nos centraremos en el debate ideológico en el cual aparece el Escuadrón 201, así como en su composición, adiestramiento y participación en la contienda. Cabe mencionar, que hemos dejado para un trabajo posterior, la memoria personal de los excombatientes mexicanos, que integraron aquel mítico escuadrón 201.

México y el buen vecino

Una vez iniciada la revolución mexicana de 1910, el gobierno norteamericano mostró una clara preocupación por los intereses de sus conciudadanos residentes en México, no sólo por el temor por la pérdida de su vidas o propiedades, sino también por la posibilidad de una intervención europea que atentara contra los principios de la Doctrina Monroe. De tal forma, durante la lucha armada y el proceso de pacificación y reconstrucción interna del país, las relaciones entre México y Estados Unidos fueron particularmente conflictivas, pasando por momentos de franca hostilidad a otros de tolerancia mutua. México tuvo que resistir la intervención militar norteamericana en el puerto de Veracruz en 1914, así como la expedición punitiva de 1917. En las décadas siguientes, el gobierno nacional cabildeó con los diplomáticos norteamericanos para evitar nuevas incursiones militares y para hacerse acreedor del reconocimiento internacional, al tiempo que se encontró aislado de los mercados financieros mundiales.(1)

Durante la primera mitad de la década de los treinta, el peligro de una intervención norteamericana en México disminuyó por los efectos de la crisis económica mundial, que obligaron al gobierno norteamericano a replegarse en el arreglo de su problemas internos. En 1933, el nuevo presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, planteaba una política de buena vecindad, mediante la cual se comprometía a no intervenir en los asuntos internos de las naciones latinoamericanas.(2) En el contexto nacional, entre 1928 y 1935, las relaciones entre Estados Unidos y México fluyeron con mayor facilidad, debido a que el general Calles se abstuvo de lesionar los intereses norteamericanos. Pero, al finalizar la década de los treinta, la relación entre México y Estados Unidos volvió a entrar en crisis, aunque en ese momento con grandes contradicciones. Por un lado, algunos sectores del gobierno y la opinión publica norteamericana ejercieron una presión considerable sobre el régimen cardenista, al intentar salvaguardar los intereses de sus conciudadanos en México, en especial después de la expropiación de la industria petrolera y la reforma agraria, y por otro lado, se intentó respetar los acuerdos de mutua convivencia y no intervención que regían la política panamericana de la época.(3)

El enfrentamiento en el ámbito de los intereses económicos y políticos, de México y Estados Unidos, alentó la oposición en la opinión pública de ambas partes. En México, el nacionalismo llegó a su clímax durante el régimen cardenista y de su mano un profundo sentimiento antinorteamericano entre las clases populares, atizado por la dirigencia política del país, que mostraba a Estados Unidos y a sus ciudadanos como representantes del imperialismo mundial y enemigos de la revolución. De igual forma, la imagen de México y los mexicanos en la opinión pública norteamericana sufrió un claro deterioro; se acusaba al gobierno de violar los derechos inalienables de la propiedad privada y se aludía a la existencia de un régimen comunista y rojo, al que también se calificaba de fascista y nazi. Sin embargo, en búsqueda de consolidar el espíritu panamericano, el gobierno de Roosevelt llevó a cabo una campaña de convencimiento, sobre el Congreso y la opinión pública norteamericana, tendiente a resaltar los beneficios de la buena vecindad.(4)

Al finalizar la década de los treinta, ante el peligro que representaba el avance del fascismo europeo, los norteamericanos moderaran su actitud imperialista e intervencionista hacia México y el resto de las naciones americanas. Por un lado, Estados Unidos se colocó en una posición aislacionista frente a los avances de Alemania, Italia y Japón, y por otro lado promovió la integración política, económica y militar dentro del hemisferio occidental, bajo el argumento de resguardar la seguridad continental.(5) Este viraje en la política norteamericana, favoreció a México, que aprovechó la coyuntura mundial para negociar sus problemas bilaterales con Estados Unidos, en el marco de las conferencias panamericanas llevadas a cabo en ese entonces.

Si bien, el panamericanismo, como doctrina política integracionista, se inspiró en el espíritu bolivariano, al finalizar el siglo XIX los norteamericanos intentaron adecuarla a los lineamientos de la Doctrina Monroe.(6) Prueba de ello fueron las primeras reuniones panamericanas, llevadas a cabo entre 1889 y 1928, en donde el carácter central de las discusiones se resumió en la defensa de la independencia política y económica de las naciones latinoamericanas frente al imperialismo norteamericano.(7) Todavía, durante la Conferencia Panamericana de Montevideo, llevada a cabo del 3 al 20 de diciembre de 1933, la tónica principal de las negociaciones se rigió por la búsqueda de acuerdos comerciales. Estados Unidos se esforzaba por lograr la liberación aduanera con Latinoamérica, para aumentar la venta de sus manufacturas, al tiempo que buscaba acceder a materias primas en condiciones favorables. En contraparte, la posición latinoamericana se manifestaba recelosa frente al imperialismo norteamericano y en particular en relación a su intervencionismo militar, como fue el caso de México que temía una incursión armada para presionar sobre el pago de la deuda externa y los daños sufridos por sus ciudadanos durante la revolución.(8) A cambio de ciertos acuerdos comerciales, políticos y militares, Estados Unidos tuvo que pagar su cuota de no intervención sobre Latinoamérica, al retirar sus ejércitos de Nicaragua y Haití en 1933 y 1934.(9)

La siguiente reunión interamericana se llevó a cabo en Buenos Aires, Argentina en 1936. En ella el interés norteamericano se concentró en disminuir la influencia económica y política de los estados nazi-fascistas sobre América. Entre los acuerdos, promovidos por las naciones latinoamericanas, se establecieron los principios de no intervención y consulta como normas de convivencia. Así mismo, se ratificó la posición neutral del continente frente a los conflictos mundiales.(10) Un año antes, en Estados Unidos, el Congreso había aprobado una ley de neutralidad, que se hace permanente a partir de 1937, mediante la cual se prohibía la venta de municiones y armas a cualquier nación beligerante y condicionaba la venta de otras mercancías al pago al contado y mediante transporte propio. De igual forma, prevenía a sus ciudadanos de abstenerse de viajar en embarcaciones de naciones beligerantes, bajo el peligro de perder el respaldo político estadounidense.(11)

A pesar de que México suscribió los acuerdos de Lima, la política internacional del régimen de Lázaro Cárdenas no fue del todo concordante con los intereses norteamericanos. El gobierno mexicano sostuvo buenas relaciones diplomáticas con Alemania, lo que repercutió en un sensible crecimiento de las relaciones comerciales entre ambas naciones. Incluso, a consecuencia del boicot económico emprendido por las compañías petroleras inglesas y norteamericanas, después de la expropiación, Cárdenas concertó diversos acuerdos con las naciones del Eje para la venta de petróleo.(12) No obstante, en el ámbito de las relaciones internacionales, el general Cárdenas se expresó en contra Alemania, por la violación de los tratados de Versalles en 1935 y ante la anexión de Austria en 1938. Así también, se opuso a la invasión italiana sobre Etiopía y mostró una política de abierto apoyo a la lucha republicana durante la Guerra Civil Española, incluso mediante el envío de armas y municiones y al recibir a refugiados españoles.

Sin embargo, presionado por las tensiones internacionales y la oposición interna, entre 1938 y 1940, el régimen cardenista moderó sus posiciones. En esos años, según Rafael Loyola el gobierno atenuó el reparto agrario, fue menos complaciente con las demandas obreras y mostró más interés en consolidar las reformas ejecutadas y en salvaguardar el aparato económico.(13) Dicho viraje, repercutió en el ámbito de las relaciones internacionales, ya que el gobierno nacional intentó disminuir la tensión con Estados Unidos, mostrándose más abierto a cooperar en la defensa hemisférica, lo que se reflejó en las siguientes conferencias panamericanas.

Durante la reunión de Lima de 1938, el gobierno norteamericano se esforzó por disminuir la influencia de los regímenes nazi-fascistas sobre América Latina y prácticamente se abstuvo de incluir en la agenda la relación comercial existente entre México y las potencias del Eje.(14) Al año siguiente, durante la Conferencia de Panamá, la tensión interamericana disminuyó por el inicio de la guerra europea que paralizó las relaciones comerciales con Europa, lo que repercutió en una mayor dependencia comercial de Latinoamérica con Estados Unidos.

Los acontecimientos europeos, anunciaban la participación norteamericana en la guerra. A partir de 1937, Estados Unidos entró en una fase de neutralidad armada, al incrementar su presupuesto bélico y el número de efectivos, al tiempo que reforzó sus equipos e instalaciones militares en el mundo.(15) Así mismo, los militares norteamericanos buscaron incrementar las relaciones castrenses con Latinoamérica, mediante el envío de misiones diplomáticas y capacitando a sus oficiales en escuelas estadounidenses.(16) La estrategia defensiva norteamericana amplió su horizonte sobre el resto del continente, en ella, México ocupaba una posición fundamental, no sólo por su cercanía geográfica, sino también porque sus recursos naturales se hacían necesarios para su seguridad., por ello propició el pronto arreglo de diversos problemas bilaterales.

Una vez iniciada la guerra europea, se llevó a cabo la conferencia de Panamá, en noviembre de 1939, en donde se ensayó por primera vez el principio de consulta interamericana y se ratificó la neutralidad y el resguardo de la paz mundial. En dicha reunión, los norteamericanos se comprometieron a apoyar económicamente a Latinoamérica a cambio de su alineación político-militar. En la declaración de Panamá, se estableció una zona de seguridad o neutralidad continental, que cubría las aguas de las naciones americanas en una extensión de 300 millas marítimas, en donde debía llevarse a cabo un patrullaje conjunto para evitar cualquier incursión militar enemiga. Así mismo, en ese año, Estados Unidos aprobó la venta de excedentes bélicos hacia Latinoamérica.(17)

La invasión alemana sobre Francia y la firma de armisticio, en junio de 1940, presionan la toma de posición norteamericana frente al conflicto europeo en favor de Inglaterra. Sin embargo, el Congreso norteamericano se oponía a violar la ley de neutralidad. Tuvieron que pasar varios meses y la tercera reelección de Roosevelt para que, en marzo de 1941, se decretara la Ley de prestamos y arrendamientos, mediante la cual se autorizaba al presidente a vender, transferir, intercambiar o prestar cualquier artículo de defensa, a las naciones cuya defensa fuera vital para Estados Unidos. Apenas decretada dicha ley, los norteamericanos se apoderaron de todas las naves del Eje que se encontraban en sus puertos.(18) De tal forma, Estados Unidos pasó de la neutralidad armada a la no beligerancia. Enseguida, otras naciones latinoamericanas tomaron medidas similares, como fue el caso de México que incautó doce embarcaciones del Eje que se encontraban en Tampico y Veracruz.(19)

La alineación de México a las medidas estratégicas norteamericanas se hizo más evidente en los primeros meses de 1941. Pero, cabe mencionar que desde julio de 1940, en la Conferencia de la Habana, los diplomáticos mexicanos habían manifestado la posición mexicana de apoyar a Estados Unidos en las medidas necesarias para la defensa hemisférica y suscribieron el acuerdo de no transferencia de ninguna colonia europea en América. A cambio de dicha alineación, el gobierno norteamericano apresuró el arreglo de algunos problemas bilaterales, en especial el referente al petróleo. Poco antes de la conferencia, se habían dado a conocer los resultados preliminares de la elección presidencial en México que favorecían al candidato oficial Manuel Ávila Camacho. Su contrincante, Juan Andreu Almazán, inconforme con los resultados, intentó buscar el apoyo estadounidense para un eventual levantamiento armado, pero con ningún resultado.(20) El clima de mejoría de las relaciones México-norteamericanas se observa por el anuncio del presidente Roosevelt de enviar al vicepresidente Henry Wallace a la toma de posesión de Ávila Camacho y su negativa de apoyar algún acto contrario a su gobierno.

En diciembre de 1941, el ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbord, apresura el ingreso de Estados Unidos a la guerra. Inmediatamente después, el gobierno mexicano suspende relaciones diplomáticas y comerciales con Japón, Alemania e Italia y lleva a cabo diversas medidas tendientes a controlar y vigilar las actividades políticas y mercantiles de los súbditos del Eje en México.(21) De igual forma, en enero de 1942, México participa en la Conferencia de Río de Janeiro, en donde reitera su apoyo a Estados Unidos. Así, suscribe los acuerdos creados para mejorar la circulación de materiales estratégicos y los que crean la Junta Interamericana de Defensa y el Consejo de Defensa Política.(22) Incluso, mientras se llevaba a cabo dicha conferencia, se establece la Comisión Mexico-Norteamericana de Defensa Conjunta.

En el primer semestre de 1942, el camino estaba echado para el ingreso de México a la contienda bélica, las relaciones entre México y Estados Unidos mostraban síntomas de una clara mejoría, aunque no dejaron de existir algunos enfrentamientos entre la opinión pública de ambas partes y en el ámbito de la cooperación militar, como se verá adelante.

México en el camino de la guerra

El presidente Ávila Camacho en su discurso de toma de posesión, el 1o. de diciembre de 1940, ratificó su posición de colaborar con las naciones de América en la defensa continental y en el restablecimiento de la paz.(23) Durante el primer año de su gobierno, se fortalecieron las relaciones interamericanas, en particular con Estados Unidos. Prueba de ello, fueron los acuerdos de noviembre de 1941 en materia petrolera y reclamaciones. De igual forma, Estados Unidos concedió un préstamo a México de 40 millones de dólares y otro del Eximbank, de 30 millones de dólares para la construcción de carreteras.(24) De esta manera, México reingresó a los mercados financieros internacionales.

Al tiempo que fluían los beneficios económicos de los acuerdos interamericanos, el gobierno de Ávila Camacho llevó adelante diversas medidas tendientes a cumplir con los acuerdos estratégicos y políticos. En el primer rubro, se autorizó el vuelo a aviones americanos sobre el territorio nacional y se prohibió la venta de materiales estratégicos a naciones no-americanas.(25) En el segundo rubro, en concordancia con los acuerdos del Comité de Defensa Política, se promovió una campaña antifascista, fuertemente respaldada por diversos sectores de la izquierda mexicana y la CTM.(26) De tal forma, diversas organizaciones sociales como la Unión Nacional Sinarquista, el Partido Acción Nacional, las Camisas Doradas, el Partido Autonomista Mexicano y la Falange Española, sufrieron constantes ataques e incluso se obstaculizó su derecho a manifestarse.(27) Dicha actitud, con claros tintes demagógicos y muchas veces exagerada, debido a la escasa fuerza que tuvieron las organizaciones nazi-fascistas en México,(28) le sirvió al gobierno de Ávila Camacho para reprimir cualquier brote de oposición. Así, en octubre de 1941, se modificó el Código Penal, para incluir sanciones contra los delitos de espionaje y disolución social.

A pesar de que los diplomáticos y políticos nacionales intentaban convencer a la opinión pública sobre los beneficios de la buena vecindad y las responsabilidades contraídas en la defensa de la democracia, frente al totalitarismo, la oposición parecía ser la norma.(29) Sin duda, la xenofobia anti-yanqui no podía borrarse de un plomazo. Diversos sectores de la población nacional se expresaron en contra de los acuerdos México-norteamericanos; corrieron distintos rumores sobre la existencia de acuerdos secretos que violaban la soberanía nacional. Así, apenas iniciado el periodo presidencial de Ávila Camacho, el nuevo secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla, fue llamado a comparecer ante las cámaras sobre el alcance de los convenios interamericanos.(30) Presionado por la oposición, el gobierno nacional implementó una campaña de proselitismo, tendiente a crear un clima de opinión favorable a la doctrina panamericana. Para ello, fue vital el papel desempeñado por los medios masivos de comunicación, en especial, después de la declaración del estado de guerra entre México y los estados pertenecientes al Eje, en junio de 1942.

El hundimiento de los buques tanques petroleros Potrero del Llano y Faja de oro, el 13 y 22 de mayo de 1942 por submarinos alemanes, fue el pretexto para la incorporación de México en el conflicto bélico mundial.(31) Como bien escribió Blanca Torres, el hundimiento de los barcos permitió romper la posición de "neutralidad aparente" que México había sostenido a lo largo de la guerra. En este caso, como dice Torres la solución fue inventar "el estado de guerra", concebido como la guerra con todas sus consecuencias pero a la defensiva; no comprometía a pagar una cuota de sangre en el conflicto; cuando mucho, una cuota económica".(32) De esta manera tan ambigua, el gobierno mexicano tomaría parte en la guerra apoyando a las potencias aliadas.

Apenas se dio a conocer la noticia del hundimiento de los barcos, diversos sectores de la población nacional, entre los que destacaban diversas organizaciones obreras, se sumaron a la decisión presidencial de responder a la agresión perpetrada por las naciones del Eje y decretar el estado de guerra, aunque no faltaron quienes se oponían a tales medidas, como los representantes del Partido Acción Nacional.(33) Al mismo tiempo, el ejecutivo, decretó una serie de medidas extraordinarias, como la suspención de diversas garantías constitucionales e instó a la población a sumarse en un plan de ahorro nacional, que contribuyera al esfuerzo de la defensa del territorio.(34)

Enseguida de la declaración del estado de guerra, las páginas de los medios impresos nacionales se inundaron con noticias, editoriales y anuncios que hacían referencia al conflicto mundial, así también la radio y el cinematógrafo contribuyeron para favorecer la causa de los aliados. En dicha campaña propagandística, fue fundamental el papel desempeñado por la Oficina Coordinadora de Asuntos Inter-Americanos, dirigida por Nelson Rockefeller, que invirtió grandes sumas de capital en diversas empresas de comunicación en el territorio nacional; financió, periódicos, revistas, estaciones de radio e incluso a cineastas para que se sumaran a la campaña pro-aliada. De igual forma, según José Luis Ortíz Garza, las empresas norteamericanas en México, compraron infinidad de espacios en los masivos de comunicación, para anunciar sus productos, que incluían frases alusivas a la victoria aliada y a al esfuerzo conjunto.(35)

Esta impresionante campaña propagandística, se acompañó con innumerables actos cívicos, en donde se enaltecían los valores del pueblo mexicano, tales como: patriotismo, honor, valor, virilidad y nacionalismo entre otros, pero, matizados con elementos panamericanos. Hasta en las más apartadas regiones del país, el estado, promovió la organización de comités de Defensa Civil, que serían los encargados de preparar y apoyar a la población en el caso de un ataque enemigo. En las escuelas, los maestros enseñaban a sus alumnos a marchar, al tiempo que organizaban ceremonias tendientes a fortalecer el espíritu patrio. Se llevaron a cabo simulacros en donde se obscurecían las ciudades por las noches, para prevenir ataques enemigos, se persiguió a ciertos extranjeros por sus actividades subversivas, se incautaron sus propiedades e incluso algunos fueron conducidos a campos de concentración.(36) Al mismo tiempo, se impulsó una campaña de ahorro de energéticos y se estimuló la producción de aquellos artículos que contribuyeran al triunfo de los aliados. De tal forma, lentamente se fue creando un artificial ambiente de guerra, a pesar de la distancia con el frente.

A estos actos, también se sumaron diversas organizaciones obreras, incluso la CTM se comprometió a no realizar huelgas en apoyo de la batalla de la producción.(37) Sin embargo, el esfuerzo adicional solicitado por Ávila Camacho, no recibió una acogida unánime. En los medios aparecían críticas a la política económica y social del estado, veladas por el peligro que representaba la censura, en un momento en que se encontraban limitadas las garantías constitucionales, en especial, la libertad de prensa.

Uno de los problemas más espinosos, que se llegó a debatir en los medios, fue el hecho de que muchos mexicanos residentes en Estados Unidos estaban siendo enrolados por el ejército norteamericano. La diplomacia mexicana intervino, evitando por algún tiempo que los mexicanos fueran enviados al frente, pero, una vez que México entró a la guerra, poco se pudo hacer. Finalmente, mediante el acuerdo de enero de 1943, ambas naciones autorizaron el registro y reclutamiento de sus nacionales residentes en cada país, aunque se acordó que su duración sólo se extendería durante el periodo de guerra.(38) Se calcula que alrededor de 15,000 mexicanos residentes en Estados Unidos, participaron en la contienda bajo la bandera norteamericana. Cabe mencionar, que en dicho acuerdo, no estaban incluidos los trabajadores agrícolas mexicanos que habían ingresado a ese país mediante los tratados bilaterales.

Ávila Camacho, desde la declaración del estado de guerra, se había comprometido a no contribuir con ejércitos de sangre al conflicto bélico, sin embargo, hacia el segundo semestre de 1943 la política nacional en ese rubro empieza a virar, de una posición defensiva a una posición combativa. Diversos factores contribuyeron a este cambio de posición del ejecutivo, en primer lugar, en ese año, el gobierno norteamericano mostraba un interés cada vez menor por cumplir los acuerdos pactado, al disminuir su apoyo económico y el suministro de insumos y maquinaria para la industria nacional, al tiempo que limitaba la posibilidad de adquirir armas y municiones mediante el sistema de prestamos y arrendamientos.(39) De tal manera, el viraje de la política nacional hacia una participación directa muy probablemente estuvo dirigida por la búsqueda de una posición de fuerza, que obligara a los Estados Unidos a cumplir con los compromisos pactados.

De igual forma, a nivel interno en la segunda mitad de 1943, el país se enfrentaba a los efectos de una crisis económica, relacionada en buena medida con los acuerdos económicos. El ingreso de capitales extranjeros en ciertas áreas de la industria, aunados a la llegada de capitales golondrinos y el crecimiento de las exportaciones de materias primas, provocó un excedente de circulante en el país. Dicho excedente, no logró invertirse adecuadamente por la escasez de bienes de consumo interno y externo, lo que llevó al país a una inflación galopante, que dejó ver sus peores efectos en las áreas urbanas. Por ejemplo, la carestía en la ciudad de México, provocó un sinnúmero de huelgas y manifestaciones, al grado de que el presidente tuvo que decretar un salario de emergencia y el congelamiento de precios.(40)

En este ámbito, no es difícil suponer, que el gobierno mexicano decidiera incrementar un ingrediente más a su favor, mediante un símbolo que aglutinara las opiniones discordantes y le sirviera como un arma en el debate internacional, como el Escuadrón 201. En medio de una crisis económica y después de unas elecciones empañadas por el robo de urnas y el fraude electoral, la aparición de un conjunto de patriotas nacionales, que arriesgaban su vida por el honor el país y por la conservación de los valores de la democracia, distrajo la atención de la población inconforme con la política económica del régimen. De igual forma, la presión ejercida por ciertos sectores del ejército contribuyó a la toma de decisión presidencial de enviar mexicanos al frente de batalla, como veremos enseguida.

El ejército en guerra

Durante el periodo presidencial de Manuel Ávila Camacho, el conflicto bélico internacional abrió una coyuntura para profundizar el proceso de modernización en el ejército mexicano. Los cambios más significativos estuvieron orientados a la capacitación profesional, para lo cual se incrementó el sistema educativo militar; algunos cuadros se perfeccionaron en las academias militares en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos. Otra de las medias tomadas fue la instauración del Servicio Militar Nacional con lo cual se dió adiestramiento a grandes sectores de la sociedad y se constituyó una importante fuerza de reserva. Asimismo, el gobierno mexicano se vio precisado a establecer una estrategia de defensa y vigilancia en sus litorales, con lo cual el ejército tuvo la posibilidad de modernizar su equipo bélico. Este conjunto de iniciativas propició la participación de México en la segunda guerra mundial.

¿Cuál era la situación del ejército antes de la guerra?. Después de la revolución, el ejército pasaba por un momento de reconstrucción; las fuerzas armadas eran el producto de una alianza de las distintas facciones revolucionarias pero éstas se caracterizaban por una desorganización en sus filas y tenían un equipo, prácticamente, obsoleto. Se calcula que el ejército estaba constituido aproximadamente por unos 50 mil miembros. Ante tales condiciones, los gobiernos posrevolucionarios impulsaron distintos planes para transformar a la institución.

En este sentido, Jorge Alberto Lozoya asegura que desde el periodo presidencial del general Obregón se inició un proceso de profesionalización de las fuerzas armadas. Dicha iniciativa pretendía crear una estabilidad política, fortalecer al ejecutivo y restar poder a los caudillos. Además de capacitar en forma técnica a las fuerzas armadas, el gobierno federal

recompensó sagazmente con puestos políticos y promociones a los jefes y oficiales que en los momentos de rebelión habíanse mantenido fieles a él, como queda demostrado por el número de militares que ocuparon puestos en los gabinetes presidenciales. Resultaba de mayor provecho conservar la lealtad al gobierno que levantarse en rebeliones siempre castigadas severamente.(41)

Como parte de esta política, el gobierno obregonista puso en marcha una depuración en los cuadros armados con el fin de neutralizar o eliminar a los enemigos potenciales. En general, las modificaciones se concretaron en: la separación de las soldaderas, cumplir en estricto con las relaciones jerárquicas, cuidar el orden a través de una policía política, reglamentar en estricto todas las operaciones y reducir el número de efectivos del ejército.

De hecho, como dice Guillermo Garduño, en estos años las fuerzas revolucionarias se transformaron en un nuevo ejército, en el cual existía la posibilidad de un mayor control y la factibilidad de someter a estas fuerzas mediante diversos mecanismos. Según Garduño, uno de los métodos más efectivos para depurar las filas del ejército fueron las rebeliones, las cuales abrieron la posibilidad de suprimir los compromisos y cotos de poder en un cuerpo profundamente dividido.(42)

Con el fin de aumentar el poder estatal, el régimen cardenista continuó con estas reformas, pero cambió sus bases de apoyo. Es bien conocido que el general Cárdenas impulsó una política de masas con la cual promovió a las grandes centrales obreras y campesinas. Así mismo, las reformas sociales fueron acompañadas de una política nacionalista y de expropiación. Durante estos años, otro cambio significativo se dio a nivel de la organización política; en otras palabras, el Partido Nacional Revolucionario fue reestructurado y se convirtió en un partido con bases populares, a las que se incorporaron las fuerzas armadas. De este modo, el Partido de la Revolución Mexicana, quedó constituido por los sectores: campesino, obrero, popular y militar.

La incorporación de los militares al PRM, según Guillermo Boils

trajo consigo ciertos riesgos, en vista de que podía servir como primer eslabón de una cadena que condujera a revitalizar las tendencias hacia una mayor participación política entre los comandantes militares. De ahí que se procedió a una especie de malabarismo político de masas; y si potencialmente se fortalecía a los generales, dicha medida se equilibraba con el fortalecimiento de la base militar. Sobre todo, lo decisivo fue el robustecimiento de los otros sectores del partido, especialmente los aglutinados en la CNC y la CTM.(43)

Si bien es cierto que las reformas llevadas a cabo en el ejército tenían como finalidad reducir el poder de los altos mandos de las fuerzas armadas, incorporar nuevos métodos administrativos y establecer las reglas de premios y recompensas, también es verdad que el sector militar no fue desplazado del control político y continuó manteniendo sus cotos de poder. Pero se les convenció, hasta cierto grado, para que tomaran parte de la distribución y cuotas de poder por la vía civil.

En este sentido, un ejemplo claro de la importancia de los personajes militares es posible comprobarlo en la lucha electoral de 1939. En ella se presentaron seis precandidatos que tenían ciertos rasgos comunes, por ejemplo: habían participado en la revolución, habían logrado escalar a puestos de alto rango militar, habían ocupado distintos cargos en la administración pública, se habían convertido en la segunda generación de los viejos caudillos revolucionarios. Sin embargo, ellos se diferenciaban por sus preferencias ideológicas y bases de apoyo. En el camino se quedaron los de escaso éxito y en la contienda electoral sólo se enfrentaron Manual Ávila Camacho, Juan Andreu Almazán y Rafael Sánchez Tapia.(44)

Según los resultados oficiales, Manuel Ávila Camacho derrotó en forma abrumadora a sus competidores y obtuvo el 99 por ciento de los votos. Pero el triunfo quedó empañado por la sospecha de un enorme fraude electoral. Sobra decir que el resultado de las elecciones fraccionó aún más al cuerpo militar e inclusive se dieron algunas revueltas. La más peligrosa ocurrió el 1° de octubre de 1940, cuando un grupo armado intentó apoderarse de la ciudad de Monterrey y le costó la vida al general Andrés Zarzoza Verástegui, estrecho seguidor de Almazán.

¿Cuál fue la política de Manuel Ávila Camacho respecto a las fuerzas armadas?. Una vez en el poder, el presidente puso en acción un plan para modernizar al ejército; el proyecto siguió tres líneas de acción: organización, defensa hemisférica y educación. Una de las tareas prioritarias del nuevo gobierno fue el de curar las heridas que habían dejado las elecciones pasadas. Para ello se determinó que hubiera una unificación en los mandos y un reconocimiento fiel a la estructura orgánica de la institución, comenzando la pirámide con el presidente, el secretario de la defensa nacional, los subsecretarios, el oficial mayor y el estado mayor.(45) Asimismo, se buscó la armonía de la comunidad militar a través una nueva reglamentación de las funciones administrativas, atribuciones técnicas y distribuciones operativas, para lo cual fueron reestructuradas y creadas distintas direcciones administrativas.(46)

A partir del ataque japonés a la base militar norteamericana de Pearl Harbor, el plan de modernización del ejército dió un nuevo giro. Como se mencionó, el gobierno mexicano se vió comprometido a establecer un acuerdo conjunto con los Estados Unidos, con el fin de proteger los litorales, pues eran flancos que podían convertirse en presa fácil de un ataque enemigo.(47) Antes de este hecho, el territorio nacional estaba dividido en 34 zonas militares. Pero posteriormente se impuso una nueva geografía militar y fueron creadas las Regiones Militares del Pacífico, Golfo e Istmo. El número de zonas militares permaneció sin alteración, pero algunas de ellas pasaron al control de las citadas regiones. Además, la distribución de las fuerzas armadas por las necesidades de la guerra quedaron concentradas en las plazas de Guadalajara, Puebla, Distrito Federal, Irapuato Monterrey y Cuernavaca.(48)

La Región Militar del Pacífico fue comandada por el general Lázaro Cárdenas, quien sirvió como un garante para frenar las ambiciones norteamericanas. Según Arturo Dávila Caballero, subjefe del Estado Mayor Presidencial, en un informe confidencial escribió: "creo que los Estados Unidos tienen un verdadero interés tanto militar como económico en Baja California y que esperan la oportunidad propicia, que por otra parte tratan de provocar, para iniciar una ocupación solapada".(49)

El tiempo le daría la razón a Dávila Caballero, porque las acciones para vigilar y cuidar las costas del Pacífico provocaron serios conflictos entre el ejército norteamericano y el general Cárdenas. Éste defendió la soberanía nacional y se empeñó en establecer un trato equitativo para no verse subordinado a las decisiones norteamericanas. Además, durante los primeros meses de 1942, existieron fuertes disputas entre la Comisión Conjunta de Defensa México-Estados Unidos, el Estado Mayor Presidencial y el general Cárdenas.

En este sentido, existieron diversos hechos que rompieron la armonía de la colaboración entre ambos países. Por ejemplo, un incidente que tuvo una grave trascendencia fue un supuesto ataque aéreo japonés a la ciudad de los Angeles, el cual estuvo acompañado por el rumor de un bombardeo a la bahía de Santa Bárbara. En consecuencia, el ejército norteamericano afirmó que los aviones habían salido de bases enemigas localizadas en Baja California. El gobierno mexicano realizó un enorme esfuerzo para desmentir este hecho y disipar una amenaza de ocupación norteamericana. Otro motivo de conflicto fue que México no aceptó las propuestas norteamericanas para la instalación de bases militares en territorio mexicano y la custodia de buques petroleros por los norteamericanos.(50)

Después de una serie de negociaciones entre ambas partes, sólo se construyeron tres estaciones de radares, con personal norteamericano pero que tenían la misión de entrenar a miembros del ejército mexicano. En cambio, los campos aéreos proyectados, que habían levantado fuertes polémicas, jamás se llegaron a construir. Pero las relaciones con los Estados Unidos no sólo fueron negativas; el ejército salió muy beneficiado por la adquisición de armamento y materiales necesarios que apoyaron su profesionalización.

Entre 1943 y 1944, según lo establecía la ley de préstamos y arrendamientos, México consiguió un crédito por 40 millones de dólares; pero al finalizar el conflicto sólo adquirió armas y equipo por 18 millones, de los cuales, según los convenios, el gobierno mexicano sólo cubriría el 33 por ciento de la deuda y la amortización se llevaría a cabo en plazos muy flexibles. De hecho, el equipo adquirido fue una pieza clave para la modernización del ejército, con lo cual se logró dotar de pertrechos a las divisiones de Infantería, La Brigada Motomecanizada y los Escuadrones Aéreos. Todas estas armas fueron fundamentales para custodiar los litorales y para mostrar a la población el nuevo poderío del ejército.

En septiembre de 1942, el presidente realizó un cambio inesperado en la política de seguridad nacional frente al estado de guerra y reestructuró los altos mandos del ejército. Para ello nombró como secretario de la Defensa Nacional al general Lázaro Cárdenas, en sustitución del general Pablo Macías; éste pasó a hacerse cargo de la comandancia del Pacífico, lo que trajo como consecuencia un reacomodo de funcionarios al interior de la secretaria.(51) Otro de los expresidentes, Abelardo L. Rodríguez, se había hecho cargo de la Región Militar del Golfo. Dicha zona era estratégica por el tráfico enorme de mercancías mexicanas hacia los Estados Unidos y por lo cual necesitaba una estrecha vigilancia.

Por otra parte, la capacitación profesional de los miembros del ejército contempló una amplia gama de planes educativos, que iban desde la alfabetización hasta la instrucción profesional. Para llevar a cabo este propósito se impartieron diversos cursos de instrucción militar en todas las corporaciones y grupos de reservas. Durante el periodo de la guerra, el ejército contaba con doce escuelas militares que cubrían las principales áreas de la secretaría.(52) En ellas se reestructuraron los planes académicos y se modernizaron sus métodos e infraestructura. De igual forma, los jefes y oficiales, como lo habían hecho en forma tradicional, continuaron efectuando estudios en los campos de entrenamiento y academias militares en el extranjero. Con lo cual se tuvo una mayor disponibilidad de personal capacitado (o "diplomado") que desplazó a la vieja guardia formada al calor de la contienda revolucionaria.

La Secretaría de la Defensa Nacional también implementó un programa de capacitación para las reservas del ejército, las cuales estaban integradas por obreros y campesinos; dichas unidades estaban comandadas por elementos del ejército y se habían creado antes de la guerra con el fin de ser utilizadas en los momentos de emergencia. De igual forma, el gobierno impulsó la creación de comités de defensa civil para capacitar militarmente a grandes contingentes de la población.

En este renglón, por las circunstancias de la guerra, se puso en marcha el viejo proyecto del Servicio Militar Nacional.(53) En agosto de 1940, El Congreso aprobó la ley del Servicio Militar Nacional; sin embargo, dicha ley entró en vigor hasta el 3 de agosto de 1942. De este modo, los presidentes municipales de todo el país realizaron un empadronamiento para registrar a los jóvenes nacidos durante 1924 y el ejército abrió oficinas de reclutamiento en las distintas zonas militares. Después de un sorteo, a principios de 1943, se contaba con diez mil conscriptos, los cuales fueron divididos en dos grupos para recibir instrucción en forma alternada, ya que el ejército tenía una capacidad limitada para recibirlos a todos.(54)

La ley de reclutamiento, para el general Luis Alamillo Flores tenía un gran significado, según él:

educa y transforma al individuo para convertirlo en ciudadano, y hace de él una unidad de producción, desde el punto de vista técnico militar condensa el principio de preponderancia de las reservas, permitiendo que se reduzca el activo del ejército mejorando su calidad. Su existencia se justifica en virtud de que sirve para instruir a los contingentes de las diferentes conscripciones que moviliza y encuadra, y porque protege en caso de guerra, la ejecución de la movilización general del país.(55)

En el discurso castrense, el Servicio Militar Nacional era considerado como una obligación patriótica que todo ciudadano debía cumplir. Los nuevos conscriptos debían estar preparados para la guerra moderna y existía el compromiso -presidencial- de que sólo era un entrenamiento, ya que la instrucción militar se había impuesto sólo con miras defensivas. Los conscriptos debían proteger las instituciones, todas las clases debían unirse para defender a la democracia y el ejército mexicano no enviaría tropas a los escenarios de guerra.(56)

En general, los altos mandos del ejército se sintieron satisfechos por el reclutamiento del Servicio Militar Nacional; la convocatoria provocó que un gran número de voluntarios se enlistaran con gran entusiasmo y con deseo de defender la soberanía nacional. Sin embargo, es bien claro que la puesta en marcha del reclutamiento levantó una ola de violencia y abusos de distinta índole. Ante el temor de ser carne de cañón y por disputas locales, algunos grupos aprovecharon la ocasión y se alzaron en armas en los estados de Zacatecas, Puebla y Morelos. Pero, las fuerzas armadas reprimieron los levantamientos y sometieron a los descontentos.

En otros pueblos, el reclutamiento en realidad se convirtió en una leva forzosa tan despiadada como en épocas pasadas. El general Francisco L. Urquizo describió con detalle dicha situación, decía que:

El personal que llegaba era muy bueno; joven sano, fuerte y lleno de optimismo, a excepción de los estados de Guanajuato y Michoacán, que enviaron puros indios reclutados de leva, al margen de la nueva Ley. Algunos pobres muchachos llevaban todavía en sus muñecas huellas de ligaduras, pues los habían atado como a criminales para conducirlos a los lugares de destino. La mayoría de estos indígenas iban casi desnudos y hambrientos; muchos de ellos no hablaban castellano. Daba verdaderamente pena ver aquella pobre gente.(57)

Los preparativos de defensa, la adquisición de un armamento bélico sofisticado y la capacitación profesional crearon un ambiente de guerra. En este tiempo, la Secretaría de la Defensa Nacional realizó un sinnúmero de demostraciones militares, simulacros de batallas y demostró ante el público todos los conocimientos adquiridos y la destreza lograda en el manejo de las armas. Pareciera ser que el ejército mexicano estaba listo para luchar en el frente de batalla, pues su capacitación profesional era similar a la de cualquier parte del mundo.

La fuerza expedicionaria

¿Cuáles fueron los elementos que se tomaron en cuenta para decidir el envío de tropas al frente de batalla?. Por lo que hemos podido investigar, el gobierno determinó que las fuerzas armadas mexicanas unieran su esfuerzo a las potencias aliadas, en un momento en que había disminuido el interés norteamericano por cumplir con los acuerdos estratégicos y en donde se presentaban diversos síntomas de inestabilidad social. De igual forma, era necesario aprovechar la coyuntura mundial, para incrementar la capacitación de ciertos cuadros del ejército. Para conseguir tal objetivo, el gobierno tuvo que conseguir el apoyo de la opinión pública, negociar la participación con los Estados Unidos y lograr un acuerdo entre los altos mandos del ejército.

A mediados de octubre de 1943, en la prensa nacional corrió el rumor sobre la posibilidad de que las tropas mexicanas salieran a combatir a los frentes de guerra. La noticia explicaba que el envío de tropas no se haría en forma inmediata y que se tenía que preparar con todo cuidado la expedición. Así mismo, debido a las carencias económicas del país y a la situación técnica de las fuerzas armadas, el ejército mexicano sólo participaría con un grupo selecto de hombres bien adiestrados que pelearían junto con las potencias aliadas. Según la noticia, la propuesta había salido de algunos "jóvenes oficiales, los jefes y generales".(58)

La noticia provocó un gran revuelo entre la opinión pública, los distintos personajes de la clase política se vieron en la necesidad de manifestarse. Esta nueva situación generó la formación de distintos bandos que lucharon en favor o contra de la guerra. El secretario de la Defensa Nacional mostró una gran cautela para hacer sus declaraciones e inclusive, días después, la propia secretaría, queriendo deslindar su responsabilidad, declaró "que las fuerzas que existen en el país están destinadas a la defensa del propio territorio nacional".(59)

En cambio, en otros sectores el rumor fue apoyado de manera precavida. El canciller, Ezequiel Padilla, declaró que si "se contaba con la oportunidad y el equipo necesario, estoy seguro, porque conozco el espíritu militar del ejército, que nuestro país cumpliría con sus compromisos como beligerante".(60) La noticia reveló que existía un numeroso grupo que estaba a favor de ir a la guerra; entre ellos había senadores, diputados, líderes sindicales, burócratas y muchos más. El Partido Comunista manifestó su total apoyo a la iniciativa, aseguraba que esa idea "coincide con nuestra orientación política". Vicente Lombardo Toledano manifestó que "desde que México declaró la guerra, yo he considerado que nuestro país debía cooperar militarmente y no sólo de una manera económica".(61)

Entre los opositores destacó Salvador Novo, quien a través de varios artículos impugnó la aspiración de que marcharan tropas mexicanas al frente de batalla. Decía que existía el rumor de que México debía ganar un lugar en la mesa de paz para lo cual había que participar militarmente. Además, señaló que las personajes que estaban a favor de la guerra utilizaban el argumento de que las fuerzas armadas debían seguir el ejemplo de los ejércitos de Cuba y Brasil.(62)

Para Novo, en las negociaciones de paz los mexicanos habían ganado un lugar por el hecho de colaborar con las potencias aliadas y en consecuencia no era necesario derramar sangre. Reiteró la idea, como lo había hecho el presidente en varias ocasiones, de que México sólo debía participar en la guerra desde el surco y el taller, ya que para las Naciones Unidas valía más o igual un furgón de semillas que un cañón o un barco. También, afirmó que el ejército mexicano no contaba con la preparación suficiente y mucho menos con el equipo adecuado y, que entre los aliados no pueden "darse regateos mercenarios y anticipados como condiciones de igualdad para la posguerra".(63)

La polémica continuó por algunas semanas; los argumentos esgrimidos eran de toda naturaleza, algunos pensaban que era necesario vengarse de los nazis por el hundimiento de los barcos; otros decían que el gobierno mexicano ya se había tardado mucho y que era imprescindible enviar tropas; para algunos más México debía contribuir a la derrota del hitlerismo por las implicaciones ideológicas y políticas que beneficiarían a todo el mundo.

No obstante, la Secretaría de la Defensa y algunos jefes militares se oponían a que México participara en forma bélica; pensaban que la labor diplomática era más que suficiente. Sin embargo, poco tiempo después, el ambiente de guerra tomó un cause distinto. El presidente, Manuel Ávila Camacho, aseguró, en una reunión del alto mando de las fuerzas armadas, que "el ejército mexicano está dispuesto a actuar donde las circunstancias lo necesiten".(64)

Un seguimiento exhaustivo de las noticias y boletines oficiales en la prensa, nos lleva a suponer que la campaña en favor de ir a la guerra fue una iniciativa del gobierno. Es evidente que en forma artificial se creó un clima de discusión entre la opinión pública, con el fin de que diversos sectores se manifestasen y presionaran al ejecutivo para que lidereara a los batallones en la guerra. De hecho, la campaña funcionó como un mecanismo de unidad de todos los sectores y a pesar de las críticas, consiguió el consenso de la clase política.

Esta medida demagógica distrajo la atención sobre el empobrecimiento de los grandes sectores de la población y en forma paralela, ayudó a presionar a los Estado Unidos para que cumpliera con los acuerdos económicos y militares. Según, el entonces subsecretario de la Defensa Nacional, el general Francisco L. Urquizo, en un escrito autobiográfico, escribió que ya era tiempo de que "comenzáremos a preparar el ánimo de la Nación"; es decir el presidente necesitaba el apoyo de la opinión publica para tomar la decisión de enviar a un contingente.(65)

Tal vez por esta razón el presidente, por varios meses, fomentó con ambiguedad el proyecto de enviar tropas a la guerra. En sus discursos siempre puso como una condición imprescindible que las potencias aliadas solicitaran la intervención de México y manejaba la posibilidad de colaborar sólo en forma representativa. Es decir que México no tendría que sacrificar a grandes contingentes de las fuerzas armadas. Ante la evidente derrota de las potencias del Eje, el envío de tropas se hizo más firme.

Desde un principio, los altos mandos del ejército pensaron que los más idóneo sería enviar a un escuadrón aéreo constituido aproximadamente por unos 300 miembros. De otra forma, México tendría que participar con el envío de un contingente de tierra, es decir, una división. Pero esta medida tenía varias desventajas, primero se tendría que mandar a unos doce mil hombres y preparar otro grupo igual para relevarlos, sin embargo, todos ellos representarían cerca del 50 por ciento de todos los efectivos del ejército; en segundo lugar, el equipo necesario y el mantenimiento de la tropa elevaban en forma desmedida el costo económico y, finalmente una división mexicana entre los millones de combatientes de los aliados iba a pasar desapercibida.(66)

Como parte de la política de profesionalización, la Fuerza Aérea Mexicana fue una de las áreas más beneficiadas del ejército. En forma permanente, los oficiales más destacados fueron adiestrados en los campos aéreos norteamericanos; éstos lograron perfeccionar sus conocimientos y obtuvieron una excelente experiencia por el contacto con la tecnología bélica más moderna. También, la Fuerza Aérea logró desarrollar en forma considerable su infraestructura, se construyeron y acondicionaron nuevos campos de aterrizaje, se mejoró en mucho el equipo militar con la adquisición de una nueva flota aérea, la cual estaba formada por aviones de alta tecnología. Por estas razones, el presidente y el alto mando del ejército decidieron que lo más idóneo era que un escuadrón aéreo fuera preparado para representar a México en la guerra.

En forma paralela, el gobierno entabló una negociación con los Estados Unidos para coordinar la incorporación de un contingente mexicano a las tropas norteamericanas.(67) En el convenio entre ambos países, se estableció claramente que el escuadrón aéreo estaría bajo las órdenes del ejército norteamericano, aunque las tropas serían comandados por un jefe mexicano, cuyas funciones serían las de supervisión, enlace y administración del escuadrón. El comando mexicano debería de adoptar y obedecer las reglas de los Estados Unidos.(68)

En los acuerdos técnicos quedó asentado que los aviones mexicanos llevarían las identificaciones de los Estados Unidos y la insignia mexicana. Los miembros del escuadrón tendrían las mismas condiciones laborales que los norteamericanos, los pagos se realizarían en dólares, para lo cual el gobierno mexicano haría un adelanto de medio millón de dólares al Departamento de Guerra. Todos los equipos y materiales utilizados serían proporcionados por el ejército norteamericano, pero su costo sería cargado de acuerdo a los procedimientos del convenio de préstamos y arrendamientos.(69)

Los jefes del ejército mexicano determinaron formar tres escuadrones de combate a los que se les denominó 201, 202 y 203; el primero saldría a entrenarse a los Estados Unido; el segundo sería instruido en territorio mexicano y en el caso necesario sería utilizado como relevo y, el tercero sería considerado como una fuerza de reserva.

El personal del ejército fue seleccionado de la Fuerza Aérea, Infantería, Artillería y otros oficinas de la institución; pero a falta de todas las especialidades requeridas se les pidió su colaboración a un grupo de voluntarios procedentes de la fábrica de Materiales de Guerra.(70) En esta forma se llegó a constituir un contingente cercano a los trescientos integrantes. El 21 de julio de 1944, se realizó una concentración multitudinaria para despedir a los mexicanos que irían a capacitarse a los Estados Unidos. A partir de ese momento la prensa nacional seguiría cada uno de los pasos de los miembros del 201 y publicaría en abundancia discursos y arengas patrióticas. E inclusive se cantaría con gran virilidad:

Ya somos los más chichos

de todo el escuadrón:

Nos llevan por machitos

En bien de la Nación.(71)

Es importante tener en cuenta que el escuadrón 201 estaba integrado por 28 especialidades distintas y eran encabezadas por los pilotos; sin embargo, éstos estaban apoyados por una amplia gama de técnicos que iban desde armeros, pasando por los mecánicos, médicos, fotógrafos y hasta los cocineros.(72) En los Estados Unidos, el escuadrón fue disperso en varias en varias bases militares, fábricas y centros de perfeccionamiento. Los mexicanos estuvieron en: Randolph Field, Foster Field (Texas), Pocatello (Idaho), Long Island (New York), Boca Ratón (Florida) y otras. El adiestramiento comprendió distintos cursos según la especialidad y los mexicanos permanecieron aproximadamente siete meses en los Estados Unidos. Según la prensa, el escuadrón recibió una preparación excelente y se destacó por su habilidad y disciplina; aunque tuvieron que lamentar el deceso de dos pilotos en los entrenamientos.(73)

En forma paralela, el presidente, Manuel Ávila Camacho, a finales de diciembre de 1944, solicitó ante la Cámara de Senadores el permiso correspondiente para que el escuadrón pudiera tomar parte activa en los combates. En la solicitud, el presidente escribió que México sentía el compromiso moral de ayudar al triunfo contra las dictaduras nazi-fascistas, a pesar de que las potencias aliadas no habían solicitado tal incorporación. Aclaraba que la participación:

por modesta que sea, numéricamente, esa cooperación, su alcance simbólico será grande, porque expresará de manera solemne -y de acuerdo con las tradiciones viriles de nuestra historia- la voluntad nacional de participar en el esfuerzo que es necesario desarrollar aún en la actualidad para conseguir una paz cimentada en los postulados de libertad y justicia humanas que han sido siempre aspiraciones profundas de nuestro pueblo.(74)

Los senadores aprobaron por unanimidad la solicitud por considerar necesario que las fuerzas armadas mexicanas fueran al campo de batalla, pero el permiso abarcaba en forma exclusiva al escuadrón aéreo del 201. En general, la Cámara de Diputados "acogió con satisfacción" el envío de tropas; por consiguiente, el ejecutivo tuvo la facultad de enviar a las fuerzas armadas a los frentes de batalla hasta que concluyera la guerra.(75)

Cabe mencionar que la decisión presidencial de enviar al frente de guerra al escuadrón 201 se llevó a cabo en un momento en que las relaciones interamericanas volvían a entrar en tensión. Hacia finales de 1944 la preocupación norteamericana por consolidar el sistema interamericano había pasado a segundo plano frente al interés por concertar acuerdos con las grandes potencias de Europa y Asia, como fue la reunión de Dumarton Oaks en los meses de agosto y octubre de ese año, en donde se mostraba claramente las intensiones hegemónicas de Estados Unidos , Gran Bretaña, China y la Unión Soviética sobre el resto del mundo.(76)

El desacuerdo mexicano ante las nuevas posiciones imperialista de dichas naciones, en particular de Estados Unidos se observó en la Conferencia de Chapultepec, sobre los problemas de la guerra y la paz, llevada a cabo entre febrero y marzo de 1945. Si bien la iniciativa mexicana al organizar la conferencia iba dirigida a intensificar la colaboración interamericana, sobre todo en materia económica, la posición norteamericana se resumía al logro de una alianza militar. No es difícil suponer que el envío de los mexicanos al frente, estuvo asociada a la idea del gobierno mexicano de sostener una posición de mayor fuerza en la negociación diplomática, al contribuir con una compromiso mayor en el conflicto bélico.

Así, el 23 de febrero de 1945, los miembros del escuadrón fueron concentrados y abanderados en la base militar aérea de Majors Field, en Grenville, Texas.(77) Pocos días antes, se había anunciado que la fuerza expedicionaria iba a participar en el frente del Pacífico del Sudeste; es decir se iba a unir al ejército norteamericano comandado por el conocido general Douglas Mac Arthur. El escuadrón tenía la misión de apoyar al ejército norteamericano para liberar a los territorios filipinos de la ocupación japonesa. Sin embargo, cuando el escuadrón se dirigía hacia Manila, los norteamericanos ya habían ganado la batalla más importante del mar de las Filipinas; éstos habían bombardeado Formosa, desembarcado en Lyte, liberado a Manila e iniciaban la ocupación a la isla de Okinawa.

El 27 de marzo de 1945, el escuadrón, que previamente había sido concentrado en la base militar de Stoneman, California, partió rumbo a Manila. La travesía fue muy lenta porque tuvo que evitar a las fuerzas enemigas y duró 33 días. Durante ese tiempo los jóvenes militares fueron instruidos en las técnicas de combate, fueron informados sobre los peligros a los que se exponían y sobre las costumbres de la población nativa. Como parte del entrenamiento, los miembros del escuadrón participaron en simulacros de combate y de ataque enemigo; de igual manera, se les distrajo con funciones de cine, conciertos de música y torneos de box.

A su llegada a Manila, el 30 de abril de 1945, según las noticias:

los mexicanos se mostraron contrariados cuando supieron que sólo quedaban unos cuantos japoneses en los cielos de Filipinas, y que la mayor parte de las operaciones de caza consistirían en bombardear y ametrallar al enemigo, en apoyo de las fuerzas de tierra.(78)

El escuadrón fue concentrado en la base de Clark Field y se unió a la Quinta Fuerza Aérea Norteamericana. En la región, la situación militar estaba relativamente resuelta, la fuerza aérea y la naval japonesa se encontraban muy diezmadas. Sin embargo, todavía se libraban combates en el sur de la isla de Luzón y en algunas otras regiones donde las tropas del general Yamashita resistían.

Entre junio y julio de 1945, el escuadrón, después de una etapa de entrenamiento y adaptación, entró en combate. Su misión fue apoyar el avance de las fuerzas terrestres norteamericanas, para lo cual realizó distintos bombardeos y ametrallamientos al oriente de Manila, en el valle de Cagayán (Luzón), en Karenko (Formosa) y la isla de Mikado.(79) Debido a estas incursiones, el escuadrón 201 tuvo que lamentar la pérdida de cinco de sus miembros.(80)

En los primeros días de agosto, la situación bélica entró en agonía con el lanzamiento de la bombas atómicas en Hiroshima y Nawasaki. En consecuencia, el Japón declaró su rendición el 14 de agosto.(81) A pesar de ello, los mexicanos continuaron realizando diversas tareas para someter a los japoneses que habían quedado aislados y seguían resistiendo. En realidad, el escuadrón dió por terminada la guerra hasta los primeros días de septiembre. En seguida, los miembros prepararon la evacuación, reunieron el equipo, exhumaron a sus muertos y abandonaron Manila el 23 de octubre. Después de veintitrés días de truculento viaje, el escuadrón llegó a San Pedro California, donde los recibieron con un gran festejo.

Después de cruzar tierras norteamericanas desde California hasta Texas; el 16 de noviembre, el escuadrón entró a territorio mexicano. En Nuevo Laredo, una comisión formada por altos mandos militares y políticos prepararon la primera ceremonia para recibir a los mexicanos que habían ido a la guerra. A partir de ese momentos, los festejos, celebraciones y muestras de afecto se repetirían por algunos meses y por todo el territorio. El pueblo lloraría a los caídos y exigiría al gobierno que premiara, de distinta manera, a los sobrevivientes.

A manera de conclusión

El 1° de diciembre de 1945, por acuerdo presidencial, la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana fue disuelta y sus miembros se reintegraron a sus dependencias anteriores. Era evidente que los héroes de la guerra querrían reclamar mayores privilegios y podrían crear un clima de hostilidad entre las fuerzas armadas. Ante esta posibilidad, el presidente y los altos mandos decidieron dispersarlos. Algunos de ellos hicieron baja en el ejército y se incorporaron a la vida civil. De tal forma, el objetivo de capacitar a un sector del ejército, aprovechando la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, prácticamente no tuvo el resultado esperado. Por el contrario, el gobierno mexicano tuvo que invertir una importante partida del presupuesto bélico que había llegado mediante los acuerdos estratégicos, en los gastos que representó la capacitación y equipamiento del Escuadrón 201, aunque el gobierno norteamericano sin duda también invirtió en el mismo.

De igual forma, la decisión presidencial de enviar al escuadrón al frente de guerra, mientras se llevaba a cabo la Conferencia Panamericana de la Ciudad de México, tampoco sirvió de mucho en el debate diplomático. Es bien sabido que el fin de la Segunda Guerra Mundial consolidó el papel hegemónico de Estados Unidos sobre Latinoamérica, aunque en el caso mexicano, la diplomacia nacional se mantuvo fiel a los principios de no intervención y respeto a la soberanía de los estados. Así también, la capacitación y colaboración directa del Escuadrón 201 por parte del ejército norteamericano, no incrementó sensiblemente las relaciones de tipo castrense entre México y Estados Unidos. En este sentido, la actitud recelosa del ejército nacional, mostrada a través de las distintas acciones en la defensa estratégica, fue mucho más determinante. Pero, el hecho de que el gobierno mexicano, enviara a capacitarse a un grupo tan reducido de militares mexicanos, permitió mantener al grueso del ejército nacional a distancia del área de influencia norteamericana, lo que de alguna manera contribuyó a la consolidación de gobiernos civilistas en México una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. De tal forma, nos atrevemos a pensar que el envío del Escuadrón 201 tuvo un fin político, que en buena medida se logró.

La creación de la Fuerza Expedicionaria Mexicana, también cumplió con otros objetivos. Sin duda, las noticias que circulaban en los distintos medios de comunicación sobre el adiestramiento y las acciones bélicas del los aguiluchos, fueron el centro de atención de grandes sectores de la población nacional entre 1943 y 1945. Todavía hoy en día se cuentan diversas historias sobre el Escuadrón 201. Pero en aquel momento, el escuadrón se convirtió en el símbolo de la "unidad panamericana". La fuerte carga demagógica y propagandística creada artificialmente sobre la figura del Escuadrón 201, logró distraer la atención de la población nacional frente a los efectos negativos de la alianza estratégica y fue un ingrediente más en el fortalecimiento de la llamada Unidad Nacional. Sin duda, arriesgar la vida de 300 hombres, resultó un costo menor, frente a los beneficios que obtuvo el gobierno de Manuel Ávila Camacho con su participación en la contienda.

Notas:

1. Josefina Zoraida Vázquez y Lorenzo Meyer, México frente a Estados Unidos (Un ensayo histórico, 1776-1993) , Tercera edición, corregida y aumentada, México, FCE, 1994, pp. 123-140.

2. Samuel Eliot Morison, Henry Steele Commager y William E. Leuchtenburg, Breve historia de los Estados Unidos , México, FCE, 1980, p. 746.

3. Vázquez y Meyer, op. cit , pp. 148-177

4. Ricardo Pérez Montfort, La quinta columna y el buen vecino en Anuario de Historia , FFyL-UNAM, Año XI, 1983, pp. 115-129; Alan Knight, México y Estados Unidos, 1938-1940: rumor y realidad en Secuencia, núm 34, ene-abril 1996, pp. 129-153.

5. Carl N. Degler, Thomas C. Cochran, Vincent P. de Santís, Holman Hamilton, William H. Harburgh, Arthur S. Link, James M. McPerson, Russel B. Nye, David M. Potter y Clarence L, Ver Steeg, Historia de los Estados Unidos , México, Editorial Limusa, 1986, pp. 528-536.

6. Sobre las primeras reuniones panamericanas véase: Víctor A. Arriaga, México en los inicios del movimiento panamericano, 1889-1890 en Roberto Blancarte (comp.), Cultura e identidad nacional , México, FCE, 1994.

7. Cesar Sepulveda, Las relaciones diplomática entre México y los Estados Unidos en el siglo XX , México, Impresora Monterrey, 1953, p. 46.

8. Remedios Gómez Arnau, México en la organización de la defensa hemisférica en los años de la Segunda Guerra Mundial (1938-1945) , México, 1979, (Tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, COLMEX), pp. 32-33.

9. Vázquez y Meyer, op. cit., p 171.

10. Gómez, op. cit., p.34.

11. Degler, et. al., op. cit., p.531.

12. Verena Radkau, El tercer Reich y México, en Brígida von Mentz, Verena Radkau, Daniela Spenser y Ricardo Pérez Montfort, Los empresarios alemanes, el tercer reich y la oposición de derecha a Cárdenas , México, CIESAS (Miguel Othón de Mendizábal 12), 1988, pp. 69-142.

13. Rafael Loyola Díaz, El ocaso del radicalismo revolucionario , México, IIS-UNAM, 1991, p.29.

14. María Emilia Paz Salinas, México y la defensa hemisférica, 1939-1942 en Rafael Loyola (coord.) Entre la guerra y la estabilidad política. El México de los 40 , México, CEMCA/Grijalbo, 1986, p. 53

15. Desde el punto de vista defensivo, los estrategas norteamericanos, se concentraron en el fortalecimiento de sus posiciones en el Océano Atlántico, ya que no suponían un ataque por el Pacífico.

16. Gómez, op. cit. , pp. 3-17.

17. Blanca Torres, Historia de la Revolución Mexicana 1940-1952, México en la segunda guerra mundial , México, El Colegio de México, 1979, p. 19.

18. Eliot Morison, et al., op. cit., p.754.

19. Gustavo Abel Hernández Enríquez y Armando Trujillo, Manuel Ávila Camacho, biografía de un revolucionario con historia , T II, México, Ediciones del Gobierno del Estado de Puebla, 1986, p. 23.

20. Luis Medina, Historia de la revolución mexicana, Periodo 1940-1952. Del cardenismo al avilacamachismo, México, El Colegio de México, 1978, pp. 126-131.

21. Verena Radkau, op. cit., pp. 113-138.

22. Gómez, op. cit., pp. 45.

23. Hernández y Trujillo, op. cit. , p.12.

24. Torres, op. cit., pp 36-37.

25. Ibídem., pp. 33-34.

26. Medina, op. cit, pp. 157-159

27. Ibídem , p.173.

28. Ricardo Pérez Montfort, El discurso nacional socialista en México en Mentz, et al., op. cit., p. 312.

29. Al respecto véase la apología del panamericanismo que hace Ezequiel Padilla, El hombre libre de América. Un augurio para la postguerra , México, Editorial Nuevo Mundo, 1943.

30. Véase una parte de este cuestionamiento en Gómez, op. cit., pp. 153-156

31. En junio también se hunden los buques: Tuxpan, Chiapas y Monterrey.

32. Torres, op. cit., p. 94.

33. Loyola, op. cit. , p.45. Hernández y Trujillo, op. cit., pp. 50-54.

34. Hernández y Trujillo, op. cit., pp. 54-55.

35. Sobre el papel de los medios de comunicación durante la guerra véase: José Luis Ortíz Garza, México en Guerra, la historia secreta de los empresarios mexicanos de la comunicación, los nazis y Estados Unidos, México, Espejo de México Planeta, 1989.

36. Torres, op. cit., p.106.

37. Medina, op. cit., p.173.

38. Gómez, op. cit., p. 173.

39. Ibídem. , p. 51.

40. Medina, op. cit., p.219-221.

41. Jorge Alberto Lozoya, El ejército mexicano (1911-1965) , México, El Colegio de México, 1970, pp. 51-52.

42. Guillermo J. R. Garduño Valero, "El ejército mexicano, el poder incógnito" en Iztapalapa , núm. 34, julio-diciembre 1994, pp. 94-95.

43. Guillermo Boils, Los militares y la política en México 1915/1974 , México, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, ediciones "El Caballito", 1975, pp. 69-70.

44. Los otros generales fueron: Francisco J. Múgica, Gildardo Magaña y Joaquín Amaro.

45. Gral. Tomás Sánchez Hernández, "Transformación del ejército" en Revista del ejército , Secretaría de la Defensa Nacional, Tomo. I, décima época, núm. 5, noviembre de 1943. pp. 1-4.

46. Por ejemplo la de armas y servicios, la de transporte, intendencia, personal, ingenieros, sanidad, aeronáutica, comandancia general de transmisiones y el estado mayor.

47. Para coordinar dicho plan se creó la Comisión Conjunta de Defensa México Estados Unidos.

48. General de Brigada Othón León L. "Las fuerzas armadas de México" en Seis años de actividad nacional , México, Secretaría de Gobernación, 1946, pp. 531-532.

49. Citado por Ángel J. Hermida Ruiz en Cárdenas, comandante del Pacífico , México, Ediciones El Caballito, 1982, p. 47.

50. Ibídem p. 129.

51. Para una crónica más detallada sobre la Comandancia del Pacífico véase a Hermida Ruíz, op. cit.

52. Las escuelas eran: Escuela Superior de Guerra, Colegio Militar, Escuela Militar de Aviación, Escuela Médico Militar, Escuela Militar de Transmisiones, Escuela Militar de Intendencia, Escuela Militar de Mecánicos de Aviación, Escuela Militar de Meteorologistas, Escuela para Capacitación de Mecánicos y Conductores Militares, Escuela de Tropas de Material de Guerra, Escuela Militar de Enfermeros y Escuela Militar de Enfermeras.

53. Desde la década de los veinte existieron diversas iniciativas para llevar a cabo la instauración del Servicio Militar Nacional, pero por una u otra razón se había pospuesto.

54. El primer grupo de 5 mil entró en enero de 1943 y otros 5 mil entraron en julio del mismo año.

55. Gral. Luis Alamillo Flores, "La Nación en la Segunda Guerra Mundial", en Seis años de actividad nacional , México, Secretaría de Gobernación, 1946, p. 95.

56. Manuel Ávila Camacho, "Arenga del C. Presidente de la República a los jóvenes conscriptos" en Revista del Ejército, Organo de Divulgación militar , México, febrero-abril de 1943, pp. 7-11.

57. Francisco L. Urquizo, 3 de Diana , México, Publicaciones Mundiales, 1947, p. 136.

58. "Ejército expedicionario" en Excélsior , 15 de octubre de 1943.

59. "No irán soldados mexicanos a los frentes de guerra" en Novedades , 26 de octubre de 1943.

60. "México está obligado a pelear en los frentes de guerra. Noticia recibida con plausible necesidad. Ninguna fuente oficial desmiente la información publicada ayer" en Excélsior , 15 de octubre de 1943.

61. Idem.

62. Por el hundimiento de barcos, Brasil se incorporó a las fuerzas aliadas. En 1944, el gobierno envió a la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB) a Italia; dicho ejército tomo parte activa de la reconquista de la península.

63. Salvador Novo, "Ventana", en Novedades , 16 de octubre de 1943 y 14 de diciembre de 1943.

64. "La bandera de México en el frente", en El Popular , 18 de noviembre de 1943.

65. Francisco L. Urquizo op. cit. p. 206

66. Francisco L. Urquizo, "Marcando el paso", en Revista del Ejército , T. I, núm. 4, septiembre de 1949, pp. 3-5.

67. Una de las instancias políticas que decidió el envío de tropas fue la Comisión Conjunta de Defensa México Estados Unidos, véase a Enrique Sandoval, Historia oficial de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana , México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1946, pp. 147-149.

68. "Acuerdo a que se ha llegado entre los gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos y de los Estados Unidos de América, con respecto a la participación del escuadrón aéreo mexicano de pelea 201, en ultramar" en Sandoval, op.cit , pp. 151-154 y 161-166.

69. Francisco L. Urquizo, "Marcando el paso" en Revista del ejército , T. I, núm. 5, octubre de 1949, pp. 4-6.

70. Se tiene noticia de que los voluntarios fueron 64 trabajadores que pertenecían a la Unión de Obreros de Materiales de Guerra.

71. Augusto Focil Díaz, "Salió el primer contingente bélico" en El Nacional , 25 de julio de 1944.

72. Una relación completa de los miembros del escuadrón puede verse en "Lista de honor" en El Nacional , 22 de julio de 1944.

73. Los pilotos fallecidos fueron: Crisóforo Salido y Javier Martínez.

74. "Podrán salir tropas y elementos bélicos de México a los frentes" en El Nacional , 30 de diciembre de 1944.

75. "Preparación excelente del escuadrón 201" en El Nacional , 31 de enero de 1944. A partir de este momento el nombre oficial fue el de Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana.

76. Remedios, pp. 52-53.

77. Jaime Salvador "Historia del Escuadrón Mexicano de Pelea 201" en Excélsior , del 15 al 17 de marzo de 1945.

78. "Llega a Manila el Escuadrón 201, de México" en Excélsior, 1° de mayo de 1945.

79. "Trascendental misión del escuadrón 201" en El Universal , 28 de junio de 1945.

80. El nombre de los fallecidos son: Fausto Vega Santander, José Espinoza Fuentes, Hector Espinoza Galván, Mario López Portillo, Pablo Rivas Martínez.

81. "El escuadrón 201, celebró la victoria contra los nipones" en El Nacional , 16 de agosto de 1945.


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