49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

Marcos González Pérez

TITULO : CULTURA E IMAGINARIOS

CLAVE SIMPOSIO : MENTALIDADES Y CULTURA EN AMERICA LATINA.

LA PUESTA EN ESCENA DE LA NACIÓN

Marcos González Pérez

Santa Fe de Bogotá, D. C., Abril de 1997

Con base en tres momentos de la historia colombiana buscamos explicar la relación entre imaginario y nación. Para ello hemos considerado necesario, en un primer momento introductorio, definir los elementos teóricos de esta correspondencia, a partir de una conceptualización de la idea de nación. Luego, tomando diversas fuentes festivas, analizamos el imaginario de nación colonial para comprender los cambios, mutaciones o rupturas que se produjeron en las celebraciones independentistas o de consolidación de la misma, bajo tres ejes: El 20 de julio de 1810, como mítica fundacional; el homenaje a Antonio Nariño en 1813, como símbolo heroico y finalmente la fiesta de los artesanos a mitad de siglo XIX, como formas de representación.

Introducción

A

La nación, siguiendo a Edgar Morin(1), es una sociedad en sus relaciones de interés, de competiciones, rivalidades, ambiciones, conflictos sociales y políticos. Pero es igualmente una comunidad de identidades, una comunidad de actitudes y una comunidad de reacciones de carácter histórico-cultural. Es cultural, por los valores, costumbres, ritos, normas, creencias comunes: es histórica por los avatares y pruebas soportadas en el curso del tiempo(2).

De esta forma, para su estudio, la nación se debe considerar como una realidad específica y tangible físicamente y como una idea-fuerza de los tiempos modernos, que implica desbordar los particularismos disciplinarios propios de las ciencias sociales y los efectos entorpecedores de las pasiones políticas(3).

Estos elementos nos colocan delante de una pluralidad de sociedades y de comunidades que difieren las unas de las otras por sus actividades de producción, por sus lenguas, sus formas de comportamiento, su diversidad cultural, su pluralidad étnica y por las particularidades de su contexto histórico-cultural. La idea de nación, como la de sociedad o comunidad no es estática; cambia, se transforma y se proyecta de acuerdo a las condiciones concretas de su existencia.

Diversos criterios han sido propuestos para definir el concepto de nación y pueden clasificarse en: 1.- Criterios objetivos, tales como la lengua, la etnia, el territorio, la historia común y las características culturales de una comunidad en construcción(4); 2.- Criterios subjetivos, como la conciencia de pertenecer a una comunidad determinada(5); y 3.- El criterio de proyecto político definido como la voluntad de los individuos de vivir conjuntamente(6), de respetar unos valores, unas normas comunes y de actuar en colectividad(7).

No obstante, tal como lo plantea Pierre Fougeyrollas, la nación es primero una emoción(8). De esta emoción primaria, afectiva, de este primer rasgo de conciencia nacional, hasta llegar a elaborar y conceptualizar la idea de la nación, hay una distancia considerable y compleja.

De esta manera, el estudio de la idea de nación también puede enmarcarse en el terreno de lo imaginario, tomado bajo tres niveles: los mitos, los emblemas y las representaciones(9).

El primer nivel corresponde a las dimensiones de lo psicoanalítico, del inconsciente colectivo desde el enfoque político, donde el mito(10) aparece también como objeto de estudio(11).

El segundo nivel que se expresa en las diversas formas con que se identifica la pertenencia a una nación. En este aspecto son importantes las banderas, los escudos, los himnos, los sellos, los monumentos, la heráldica y el conjunto de los emblemas simbólicos. Lo simbólico, que remite el objeto a un sistema de valores subyacente, histórico o ideal(12).

El tercer nivel es el de la representación, entendida como la abstracción de una realidad(13). Se trata del estudio de las gráficas, de la figuras y de las imágenes con que se representa la nación.

B

La idea de nación no es privilegio de una comunidad en particular: se trata de un estadio de evolución elaborado de la conciencia colectiva, que supone la asimilación de una historia común y de una conciencia de unidad. Se trata de un estadio intermediario en la trayectoria general de la conciencia de socialización y de la conciencia de individualización.

De esta manera lo que se busca es, primero, definir la construcción de la idea de nación a través de una elaboración conceptual: idea a la que no se llega de manera inmediata, sino que supone una larga preparación histórica, la adquisición de un patrimonio de recuerdos donde cada uno puede encontrar su parte, su organización y su memoria colectiva, permitiendo someter esta memoria a un trabajo de simbolización que le da un sentido, alrededor de la construcción de lugares de memoria y de figuras significativas llamadas símbolos. La conciencia nacional supone la adquisición de una memoria que funciona como un lenguaje portador y productor de sentido.

En segundo lugar, si, como lo considera Dubois, C.-G.(14), la conciencia nacional es un estadio intermediario de la conciencia colectiva, la idea de nación, entonces, es una fase intermediaria en el tratamiento conceptual de una mitología nacional. Esta mitología es la forma imaginada, metafórica, y no conceptual, que traduce el trabajo inconsciente anterior a la manifestación del síntoma nacional. Las raíces inconscientes de la idea hacen aparecer símbolos unitarios, unos masculinos, de metáforas paternales como el rey o el héroe, o femeninos como la patria; así como también ideas motrices tales como la voluntad de unión o expresiones de defensa colectiva.

El conjunto de estos símbolos y de estos esquemas definen una mitología en la cual se distinguen:

1.- Los mitos de fundación y de identificación. (Los mitos del nacimiento).

2.- Los mitos del combate, que hacen surgir la idea del héroe nacional, con el cual uno puede identificarse y una emblemática que es el mobiliario de la imagen nacional.

3.- Los mitos de finalidad que se convierten en los imaginarios: La Libertad, El Progreso, La Virtud, etc., generalmente metaforizados por representaciones(15).

I

Los Mitos del Nacimiento de una Conciencia Nacional

Caso Nueva Granada, 1810 - 1819

1.- La nación tradicional

Durante la época colonial, en el Nuevo Reino de Granada, las fiestas religiosas y estatales constituyeron un elemento de importancia en la construcción de unos imaginarios de fidelidad al poder monárquico. El número de celebraciones festivas y las características que asumieron explican su trascendencia desde el punto de vista social y político. En el primer caso, la fiesta posibilito romper la monótona vida colonial, en el segundo, se constituyo en instrumento fundamental de la permanencia de un orden político que se presentaba como eterno e inmutable.

La fiesta colonial, como todas las demás formas de la actividad social, giraba en torno a dos grandes motivos: la monarquía y la religión católica. La celebración y el gozo eran originados por: las juras de los monarcas, la llegada de un virrey, el reconocimiento de las autoridades, el nacimiento de un príncipe, el matrimonio de una infanta, las victorias militares reales, la publicación de una Bula, la celebración del día de un santo patrono, las fiestas religiosas solemnes.

En estas fechas, la actividad del conjunto social se movilizaba: los funcionarios, los dignatarios eclesiásticos, las milicias, las cofradías, los vecinos encomenderos, feudatarios, los mercaderes del comercio y las castas tenían la posibilidad de congregarse en torno a un mismo motivo. Por ello, allí, se pueden observar tanto la unanimidad como la diferencia. Unidad que en el imaginario absolutista significa, centralidad del poder monárquico, manifestación de lealtad, subordinación de los estamentos inferiores a los superiores, uniformidad en las posiciones que se ocupan, los trajes que se visten, las acciones que se emprenden dependiendo del lugar social, unanimidad en cuanto la totalidad de la población se congrega para la exaltación de la nación española. Diferencia en cuanto los privilegios, las posiciones, la participación.

Estos elementos se manifiestan en todos los ceremoniales, independientemente de si su realización se lleva a cabo en la capital como en la provincia. Esto es observable, por ejemplo, en las festividades realizadas en Cali el 17 de diciembre de 1709 en celebración de la jura del príncipe Luis Fernando(16), ceremonias que comienzan con la puesta en escena de los poderes a través del desfile con el Estandarte Real en manos del Alférez Real, a quién acompañan el Cabildo y los vecinos ilustres. El primer día es responsabilidad de los funcionarios de la ciudad, quienes durante la jornada desfilan con las compañías de milicias y en la noche encienden luminarias en las calles principales y en la plaza mayor. Cada día festivo sirve para que los diferentes estamentos manifiesten su lealtad a la monarquía, relacionando el orden cronológico con los niveles sociales. El segundo día es programado por los vecinos nobles de la ciudad con juegos de toros y luminarias por toda la ciudad; continúan los mestizos, con toros, máscaras, arcabucería y luminarias; siguen en su orden los mulatos, con luminarias, montantes de fuego y un toro enluminado y cierran los siete días festivos, los indios quienes vestidos a la usanza antigua hicieron su máscara, tuvieron luminarias y jugaron toros(17).

Fue preocupación especial del gobierno español en una primera etapa, gobierno de los Habsburgo, no solo fomentar las festividades con un protocolo muy estricto que asegurara la uniformidad de las acciones sociales sino, también, asumiendo los gastos que ellas demandaban. Posteriormente durante el gobierno de los Borbones se adopta una posición menos permisiva de las celebraciones, racionalizando los gastos y reduciendo el número de festivos.

Esa primera etapa podemos analizarla a partir del 7 de abril de 1550 cuando el Cabildo de Santafé, siguiendo instrucciones contenidas en Cédula Real, organiza el recibimiento del Sello Real como parte del reconocimiento en la instalación de la Audiencia del Nuevo Reino. La ceremonia se inicia con un desfile desde las afueras de la ciudad encabezado por un regidor que llevaba en una hacanea blanca aderezada de gualdrapa, cojín y reata de terciopelo carmesí(18) el cofrecillo con el Sello, que se conducía bajo un palio llevado por varios oidores, vestidos de ropa de chamelote, y escoltados por los demás oidores que marchaban a sus lados montados en caballos. Hacían parte del cortejo los alcaldes ordinarios, quienes precedían la numerosa asistencia de vecinos. El Sello, construido en plata y con las armas de la monarquía española, fue instalado bajo custodia en una casa adecuada especialmente para tal fin. Este homenaje hace parte de los ceremoniales que buscaban perpetuar los imaginarios de lealtad y de vasallaje a la corona española, y como tal los objetos de ritualización, en este caso el Sello real, construían una representación de la autoridad y del poder del monarca.

Para las ceremonias de fidelidad a la Corona, en cabeza de su monarca, se utilizaba también el Estandarte Real, llevado generalmente por el regidor más antiguo en representación de la autoridad Real. Para esta puesta en escena eran aprovechadas todas las festividades en la colonia, incluyendo los ceremoniales de duelo. Es ese el sentido de lo organizado en Santafé el 23 de julio de 1597, fecha en la cual se le dio sepultura a los huesos de Gonzalo Jiménez de Quezada, fundador de la ciudad de Santafé en 1538. La osamenta puesta en la capilla de la Veracruz recibió inicialmente los honores militares de parte de las compañías de milicias, se batieron banderas y tendidas sobre el cañón, en que estavan los huesos, las levantaron de allí, para su marcha, en señal de ser su Adelantado(19). En la procesión fúnebre participaron todas las compañías religiosas, los cabildos, los miembros de la Real Audiencia y con gran pompa se oficiaron los actos litúrgicos para finalmente enterrar los huesos en la catedral colocando sobre la sepultura la Vandera de la conquista, que en compañía del Estandarte Real, llevo el regidor más antiguo en todo el acompañamiento(20).

Las funciones protocolarias que acompañaban estos ceremoniales eran ejecutadas por orden del Presidente y los Oidores de la Real Audiencia en cumplimiento de Cédulas Reales, dado que del Rey dependían las normas que reglamentaban el orden social, incluyendo los tiempos festivos. Su intervención determinaba, entre otros, el horario de las procesiones religiosas(21), o la calidad de los grupos que debían acompañar los símbolos reales en estos ceremoniales. El Estandarte Real debía ser acompañado por todos los vecinos desde la casa del Alférez Mayor hasta el Cabildo y luego a la iglesia Mayor para finalmente ser retornado a la sede del Cabildo en un paseo al que debían asistir los vecinos encomenderos, los mercaderes y las personas que tuvieren de cuatro mil pesos de caudal arriba, que están obligados a tener armas y cavallo(22), so penas para los vecinos visitantes que no asistieran al acompañamiento a pie, de 10 patacones y para los vecinos encomenderos, mercaderes y personas cuantiosas de caudal de 50 patacones(23).

En varias oportunidades este excesivo control y reglamentarismo genero pleitos y solicitudes de excepción de su cumplimiento por parte de algunos sectores sociales. Estos se hicieron mayormente manifiestos en las festividades religiosas dado que por Orden Real los señores Presidente y Oidores de la Real Audiencia tenían la obligación de ordenar ejecutar, bajo pregón en lugares públicos, la asistencia de todos los vecinos encomenderos, feudatarios y mercaderes del comercio a los actos de acompañamiento del Estandarte Real en las vísperas y días de fiesta del Corpus Cristi, cumplimiento y ejecución que correspondía a los alcaldes ordinarios. Estos autos fueron apelados por los mercaderes del comercio de Santafé, argumentando que como estamos alistados en la milicia y compañías de infantería de la ciudad, solo estamos obligados a tener armas de fuego y no caballo(24), requisito dispuesto para dicho acompañamiento(25).

El reglamentarismo era difundido por las instituciones estatales y eclesiásticas, las cuales aparecían como un cuerpo en las demostraciones de poder.

Es ese el sentido establecido en la entronización de San Luis Beltrán(26), como Patrón principal del Nuevo Reino el 9 de octubre de 1694, en cumplimiento de la disposición que estableció esta fiesta como doble de primera clase. La ceremonia, plena de ostentosas demostraciones, contó con la asistencia del Presidente y Oidores de la Real Audiencia quienes llevaron en hombros la estatua hasta la puerta de la Catedral. El cortejo presidido por el Deán de la Catedral y el Cabildo y en el que participaron los Tribunales, Cabildos, comunidades religiosas y los colegios, desfilo con las imágenes del Príncipe de los Apóstoles, San Pedro; de la gloriosa Reyna de Hungría, Santa Isabel Patrona del Arzobispado y de la Santísima Virgen Rosa de Santa María, Patrona Universal de toda esta América(27).

Es el mismo Rey quién determina la asistencia de la Real Audiencia a los ceremoniales festivos, dispensando su asistencia en algunos casos u ordenando un calendario. En 1731, durante el periodo de los Borbones, por petición expresa del Provincial de la Orden de Predicadores Fray Juan Flórez, se dispensa al Presidente y a los oidores de la Real Audiencia para que asistan a la fiesta de San Francisco y a la de Santo Domingo, no obstante las ordenes reales dadas para que esa Audiencia no asistiese a otras fiestas que a las fiestas de Tabla Las Fiestas de Junio en el Nuevo Reino, Editorial Kelly, Bogotá, 1982, p.131, y GONZÁLEZ PÉREZ, M., El Calendario Festivo, en RUEDA, E. (compilador-editor) Los Imaginarios y la Cultura Popular , Coder-Cerec, Santa Fe de Bogotá, 1993, ps. 23-34. , a través de la Cédula Real del 27 de febrero de 1728(28).

Esta decisión gubernamental de los Borbones de reducir los días festivos, obedecía al criterio ilustrado de que los gastos en las fiestas eran considerados como un despilfarro y sus recursos debían ser invertidos en asuntos de verdadero utilidad. Por ello, con el ánimo de acelerar los asuntos administrativos, evitar el ausentismo, reducir los gastos de las fiestas y asegurar el mejor cumplimiento de las funciones gubernamentales, se expiden varias Cédulas Reales: La de 1747; la del 26 de diciembre de 1779, por la cual el Rey ordena reducir los días feriados de los tribunales gubernamentales a las fiestas que la iglesia celebra como de precepto(29), es decir la del 6 de julio, Nuestra Señora del Carmen; el 2 de agosto, la virgen de los Ángeles; el 12 de octubre, N.S. del Pilar; el domingo de ramos y el martes de pascua, las vacaciones de Navidad hasta el 1 de enero siguiente, y las de carnaval al miércoles de ceniza.

En mayo de 1789, nuevamente se reglamenta y reduce el número de días feriados y de obligaciones protocolarias que cumplían los Oidores, de manera que el despacho sólo podía cerrarse los días de fiesta preceptuados por la iglesia. Se exime de la obligación de asistir al despacho solo los días vacantes y feriados de la semana de pasqua y resurrección y de la navidad del señor, los dos días de carnestolendas y de ceniza. Y el de finados y el de Sta Theresa de Jhs, en que no se ha de hacer nada, pues se ha de observar en estos días la costumbre que ha havido hasta aquí, lo cual mando guardaréis (...)"(30).

El control social se manifiesta no solamente en el intervencionismo de Estado, transciende a las acciones de la vida cotidiana que aparecen reglamentadas al máximo: la ocupación del tiempo y el espacio, los atuendos, las actividades profesionales, las formas de etiqueta, los actos ceremoniales públicos y privados, civiles y religiosos. Control que contribuye al sometimiento al poder establecido(31).

Las reformas iniciadas por los Borbones representan, desde el punto de vista administrativo, un esfuerzo por adecuar las estructuras políticas y económicas de corte mercantilista impuestas por España a sus colonias, medidas tendientes a fundir las partes del Imperio Español en una nación, en un solo cuerpo de nación(32).

La fiesta como espacio de la unanimidad y del conflicto, del goce y de la ceremonia, hace posible la reconstrucción de la manera como se concibe el poder, por parte de los actores individuales y colectivos, así como la relación entre dominantes y dominados. Con ello aspiramos a comprender mejor las tensiones y rupturas propias de un período de transiciones y cambios en el orden colonial cuyas puertas se cierran con el grito de:

VIVA EL REY, MUERA EL MAL GOBIERNO.

2.- La Conciencia Nacional

Se parte del criterio de que la conquista y colonización española significaba no sólo la apropiación de territorios y la organización administrativa de los mismos sino la instauración de un régimen político de dominación al cual subyace una concepción tradicional de nación. En efecto, se concebía por nación a la unión entre los españoles de Europa y los de América dado que sus bases se cimentaban sobre un origen común, un mismo idioma, unas mismas leyes, unas mismas costumbres, una misma religión, una misma fidelidad a principios y sentimientos y unas mismas relaciones e intereses(33).

Pero a comienzo del siglo XIX se marcan nuevos rumbos a la monarquía española, pues a la vez que se inician los movimientos de independenciay empieza a resquebrajarse el imperio colonial, se sucede la invasión napoleónica en 1808, con sus graves consecuencias para la estabilidad política del imperio.

En el primer caso, se agudizan las contradicciones entre las concepciones de lo peninsular y lo americano(34), ya que la élite criolla de la Nueva Granada (...) en vísperas del movimiento de independencia, tenía la conciencia de pertenecer a una unidad territorial y política que se llamaba Nueva Granada(35).

Este hecho se plasma en la Representación del Cabildo de Santafé a la Suprema Junta Central de España o Memorial de Agravios escrito por Camilo Torres en 1809. En este documento se hace distinción entre los diversos pueblos para referirse a los españoles europeos y americanos como partes integrantes de una misma nación española(36), exigiendo igualdad de derechos de representación y proporcionalidad ya que mientras las provincias de España, aún las de menos consideración(37), enviaban dos vocales a la Suprema Junta Central para los vastos, ricos y populosos dominios de América sólo se pide un diputado de cada uno de sus Reinos y Capitanías Generales(38). La representación era de nueve por los americanos y treinta y seis por los Peninsulares. Para los dirigentes criollos americanos el concepto de nación es el de representación de reinos(39), dado que se sentían parte integrante y constituyente de la monarquía española.

En Santafé, con el levantamiento del 20 de Julio de 1810(40), se formó un Cabildo Extraordinario que propició la designación de una Junta Suprema de Santafé, a través de la cual se suscribió el Acta de la Revolución. La Junta impulsó la conformación de unas Cortes del Reino, como primer paso a la reunión de un Congreso Constituyente; tarea imposible de realizar por la desconfianza hacia el centralismo de la capital y a los propios intereses de las provincias que impulsaron sus propias juntas independientes. Con la proclamación de esta soberanía de las provincias, lo que aparecen son las ciudades principales para anunciar su independencia, y reafirmar su autonomía(41).

Enmarcados en estas diferencias se presenta una segunda fase bajo la cual se dictaminan los principios de las Constituciones de Tunja(42), Constitución del Estado de Antioquía(43), Constitución de la República de Cundinamarca(44), y la Constitución del Estado de Cartagena(45) de Indias(46). Partiendo del criterio de que el cuerpo político se forma por la voluntaria asociación de los individuos, como un pacto social en que el pueblo y los ciudadanos estipulan como acuerdo un gobierno de leyes para el bien común, ya no se ubican los territorios americanos como dependientes de la Monarquía Española(47), sino que se busca propiciar el reconocimiento de las provincias como iguales, independientes y soberanas, garantizándose la integridad de sus territorios, su administración interior y una forma de gobierno republicana(48).

A partir de 1815(49), se reforman las constituciones de varias provincias, con el fin de adaptarlas a una sola legislación nacional. Pero eran los momentos de la reconquista española y durante los siguientes años la independencia y la misma delimitación del territorio colombiano se debatirían en el plano militar.

3.- El Mito Fundador

Podemos considerar el año de 1810, como el período en que se inicia públicamente la discusión acerca de la construcción de una nación independiente en la Nueva Granada. El 20 de Julio de 1810, -firma del Acta de la Revolución en Santafé- aparece como una forma-ruptura con el orden establecido, por cuanto se fundamenta en una motivación diferenciada del ámbito monárquico, consagrándose como un acto fundador en la mítica patriótica.

El sentido de la idea de nación intenta desprenderse de la concepción tradicional y el ambiente se llena de símbolos que quieren encarnar los nuevos ideales; la noción de libertad se vuelca a las calles y acompaña los sueños y las batallas por la independencia; los espacios cobran una nueva vida y la pacífica Santafé se ve convertida en escenario del movimiento político. La Plaza Mayor pasa, de la celebración de la jura de los monarcas al juramento por la libertad de este reino. Visiones propias de la dirigencia criolla en Santafé y de su concepción de nación del momento. Se habla de libertad, pero también de lealtad al rey; se cuestiona la legitimidad del gobierno al que se antepone el supremo gobierno y se discute la relación libertad - independencia.

Efectivamente, el contexto festivo comienza a poblarse de las imágenes de los hombres que intentan romper con el dominio político-administrativo del gobierno virreinal. Poco a poco, las entronizaciones reales empiezan a desplazarse en el imaginario para dar lugar a las causas de nuevo tipo: representación, soberanía del pueblo, supremo gobierno, felicidad pública, voluntad del pueblo, libertad de la patria, patriotismo, junta, constitución, revolución, pueblo soberano(50).

Es claro que varios de los elementos de tradición se mantienen: derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra sagrada religión católica, apostólica, romana, nuestro amadísimo monarca Fernando VII(51); pero también se senãla la libertad de la patria y la voluntad del pueblo como unos de los nuevos lenguajes que se entronizan en el imaginario.

La multitud adquiere una nueva significación en el contexto del levantamiento por la designación de un propio supremo gobierno. Se le llama el pueblo que aclama y viva a sus representantes, o el público que exige en los términos más claros, terminantes y decisivos la instalación de la junta suprema. Es un verdadero momento liminar en la cotidianidad de Santafé. La plaza, dispuesta para la Jura, la procesión y el Te Deum, es ahora escenario de la participación política popular. La desobediencia a la soberana voluntad del pueblo, elemento clave de la modernidad política, es elevada a la categoría de delito de lesa majestad y alta traición. El pueblo, la multitud, el público, la representación de los derechos del pueblo, o la soberanía popular, abandona en este día su papel de espectador y se consagra con su participación en actor de primer orden. Es una aparente fiesta de la unanimidad, que abre paso a una reflexión. Que es la representación?, Quienes la ejercen?.

II

El Héroe

Los actos festivos en que se desenvuelve el contexto independentista se viven con las consignas: Muera la Regencia y viva la patria de nuestro gobierno!, Viva Santafé y mueran los chapetones!, Viva la independencia de Caracas...!

Las victorias independentistas, el fervor nacionalista y el peligro que atenta contra los logros americanos, exacerban el patriotismo.

En este marco, se celebran las fiestas organizadas en honor del nombramiento de Antonio Nariño como presidente de Cundinamarca, las cuales se prolongaron desde el 24 hasta el 27 de diciembre de 1811. En estas se resaltan los símbolos militares, los cantos patrióticos, los versos que le odan a la esperanza y a la gloria y se celebra con iluminaciones, repiques de campanas, dianas, marchas y salvas.

Según la crónica de J. M. Caballero(52) el veinticuatro el Colegio Electoral eligió en propiedad a Antonio Nariño, como Presidente del Estado. Dicha elección se festejo con repique general de campanas, pólvora, música, desfiles militares en donde participaron las milicias nacionales, salvas, dianas y vivas por parte de la población que participaba en gran número en la celebración. La participación popular en estos regocijos es notable dado el momento (nochebuena) y el fervor de pertenencia a la ciudad y a la provincia. De esta manera durante la noche se iluminó la plaza, se entonaron canciones patrióticas y se acompaño la festividad con músicas diversas, en una celebración al personaje de mayor aceptación en la provincia de Cundinamarca. Una manifestación, que a diferencia de las Reales, busca poner en escena la participación de la población bajo el criterio de la unanimidad. Las fiestas, que unidas a las celebraciones religiosas propias del calendario se prolongaron, realmente, por dos semanas, se acompañaron con la lidia de toros, con la iluminación de la ciudad durante varios días, con retretas y con marchas marciales permanentes, exhibiendo en un farol de gran diámetro, por un lado las armas de Cundinamarca; por el otro una flor de lis, símbolo del regimiento de Milicias, por el otro una corona con una palma y una espada atravesada, y por el frente una octava de loas a Nariño presidente.

La heráldica se nutre de las imágenes que tienden a la glorificación de los logros militares: la corona de los héroes y la espada como símbolos del poder y la fuerza de la milicia, son ahora los garantes del mantenimiento de un nuevo Estado que en la utopía patriótica representa las riquezas, la felicidad, el amor y la esperanza por legitimar la conquista de la libertad lograda. La fidelidad, jurada poco tiempo antes al Rey, se consagra ahora a la Patria y a sus héroes, en los cuales se deposita la esperanza de independencia. La música, el baile, las luminarias confieren al escenario de la fiesta un tono de regocijo. La plaza es el espacio donde se unifican actores y espectadores alrededor de la libertad.

III

Las Representaciones

La Fiesta de los Artesanos

A partir de la elección de José Hilario López a la presidencia de la República de la Nueva Granada el 7 de marzo de 1849, apoyada de manera decidida por las sociedades de artesanos, éstas se multiplican por todo el país, fundándose en un lapso de tres años alrededor de setenta asociaciones, como táctica para restar influencia a las comunidades religiosas sobre la población.

La Sociedad Democrática que tenía como propósito primario la mutualidad en casos de enfermedad o muerte, creo escuelas nocturnas y se transformo con el tiempo en una agrupación de actividad política a la cual inicialmente se vinculan jóvenes recién egresados de colegios, futuros hombres del liberalismo.

La conmemoración del siete de marzo se convierte entonces en un motivo de regocijo y de fiesta para las asociaciones de artesanos y las liberales. Desde 1851 aparece en los calendarios festivos de Bogotá, fecha en la cual las asociaciones Republicana y Democrática efectúan sus reuniones solemnes y época en que la consigna de la extinción total de la esclavitud y el derecho de asociación y de libertad de prensa se convierten en punto central de los bandos de fiesta.

Con la ley de 21 de mayo de 1851 el gobierno de J.H. López decretó la abolición de la esclavitud, ordenando al mismo tiempo su cumplimiento definitivo a partir del primero de enero del año siguiente. En 1852 "el primero del año fue festejado en casi toda la República con actos solemnes para dar cumplimiento a la ley sobre libertad de esclavos. En Bogotá, en Medellín, en Panamá, en Cartagena, en todas las localidades importantes fueron imponentes y lucidas las ceremonias acordadas, en las cuales jugaron papel predominante las sociedades democráticas. El general López paso ese día en Cartago, donde la emancipación de los negros fue celebrada con diversos regocijos, entre los cuales predominó un baile de africanas"(53).

El programa acordado de la festividades, que se repitieron en varias localidades, incluía iluminación general y música como actos preliminares el 31 de diciembre. El día 1º se celebró la aurora con repiques de campanas, alborada de música y salvas de artillería. Hubo misa y Te Deum, actos a que asistieron los funcionarios públicos, empleados, corporaciones y las democráticas. Luego en la plaza central de cada localidad la junta de manumisión iba declarando libres a cada uno de los esclavos, todo acompañado de discursos. La libertad se anunciaba con salvas de artillería. Los actos se cerraron con cabalgatas "dando vivas al gobierno"(54).

El acontecimiento se vio revestido de las consignas de libertad, igualdad y fraternidad que los manumitidos recibían en un gallardete conmemorativo(55).

Durante los años de 1853 y 1854 se continúa con esta expresión festiva, mucho más si se tiene en cuenta que es la época de mayor auge de las sociedades de artesanos y del movimiento popular en Bogotá y otras regiones del país.

La Sociedad Democrática de Bogotá organiza, en 1854, la conmemoración del arribo al poder de J.H. López, "con un paseo campestre, al cual concurren el ciudadano jeneral López, muchas personas notables, i más de mil i trescientos miembros de la sociedad"(56).

Coreando las consignas de ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Igualdad!, ¡Viva el Congreso!, ¡Viva el Siete de Marzo de 1849!, los artesanos de Bogotá, hacen llamados públicos para la exaltación del que consideran es el día de su propio triunfo. El discurso de los artesanos hace mención al triunfo de la libertad, "cimentando el sagrado principio de la igualdad i de la fraternidad"(57), así como se hace referencia al hecho de que el triunfo de la Libertad, se ha obtenido "sin invocar el santo nombre de Jesús, para engañar a las masas"(58), en clara controversia con los llamados de las cofradías para apoyar al partido conservador.

En 1854 las contradicciones políticas entre los mismos liberales divididos en las dos fracciones de gólgotas y draconianos y la presión de los grupos de artesanos precipita cambios en el poder central.

Los artesanos desengañados de los gobiernos de J. H. López y J.M. Obando por la ausencia de medidas económicas proteccionistas y de un mayor respaldo social, y como principales animadores de una nueva concepción republicana, apoyan el golpe de Estado del 17 de abril de 1854, encabezado por el general José María Melo, lo que provoca la organización del "primer frente nacional" contra la dictadura, hasta derrotarlo militarmente a finales de 1854. Sus simpatizantes, entre ellos los dirigentes de los artesanos, son condenados a trabajos forzosos fuera del territorio.

CONCLUSIONES

Podemos concluir, en primer lugar, que la puesta en escena de unos nuevos imaginarios por parte de los actores que lideran los movimientos de independencia no se traduce en una transformación social, dado que la estructura de la fiesta tradicional se mantiene. Encontramos entonces que se cambia de actores, pero se persiste en un montaje donde reina la fiesta de la diferencia.

Es posible advertir, en segundo lugar, ciertos intentos de ruptura con la concepción tradicional de nación manifiestos en las diferencias que desde el siglo XVI se presentan entre los que propician la puesta en escena de los imaginarios de la monarquía con los que se niegan o buscan ser exonerados de su obligatoria participación. Podrían aducirse razones de otra naturaleza, tales como intereses económicos, o contradicciones con la nobleza o los funcionarios, pero estos episodios acaecidos en momentos en que los valores sociales son los del honor y la fidelidad de los vasallos al monarca, abren por, lo menos, una vía de interpretación que bien merece una relectura y porque no una reinterpretación.

De manera similar se puede entender el intento de construcción de imaginarios diferentes durante la época de los artesanos, proyectos que se frustran por la fuerza del poder político de los sectores dominantes, que crean una idea de nación en el siglo XIX: la mirada desde arriba. El sentido de lo popular conserva el lugar del espectador haciendo que la fiesta como un encuentro de la unanimidad y del encuentro permanezca como un imaginario de nación.

NOTAS DE PIE DE PAGINA Y BIBLIOGRAFIA

(1) MORIN, Edgar, El Estado-Nación, en GIL Delannoi y TAGUIEFF, Pierre-André, Teorías del Nacionalismo . Barcelona, Paidós, ps. 451-458.

(2) Ibíd. p. 454.

(3) FOUGEYROLAS, Pierre. La Nation , París, Fayard, 1987. p. 13.

(4) Una interpretación acerca de las particularidades de estos criterios en la definición de la nación se encuentra en HOBSBAWM E. J., Naciones y Nacionalismo desde 1870 , Editorial Crítica, Barcelona, 1992, p. 13-19. Para este autor ni las definiciones objetivas ni las subjetivas son satisfactorias, y define la nación como cualquier conjunto de personas suficientemente nutrido cuyos miembros consideren que pertenecen a una nación. Ibíd, p. 17.

(5) A nivel universal esta tesis es sostenida por Ernest Renan para quien una nación nace del agrupamiento voluntario de los individuos: La existencia de la nación es un plebiscito de todos los días. El fundamento de ese plebiscito es menos de orden nacional que afectivo: Una nación es un alma, un principio espiritual (...) es el resultado de un largo pasado de esfuerzos, de sacrificios y de privaciones; de tener glorias comunes en el pasado y una voluntad común en el presente, de haber hecho grandes cosas en conjunto y desear hacer otras, estas son las condiciones esenciales para ser un pueblo. RENAN, E. Quest quune nation?, (Conferencia dada en la Sorbona el 11 de Marzo de 1882). En oposición a las teorías alemanas, este autor, considera que la nación no se puede construir sobre la base de una lengua, una raza, ni una cultura. Es más la construcción de una gran solidaridad, un plebiscito de todos los días.

En un similar sentido se expresa BAUER, O., (1882-1938), principal representante de la corriente austro-marxista. El es el primer teórico marxista en reconocer la fuerza del sentimiento nacional y de estudiarla como problema social. A la estricta concepción marxista en término de la lucha de clases, le opone la idea de una nación como realidad histórica y política en permanente renovación.

Ver: La Question des nationalités et la social-démocratie , 1970.

HOBSBAWM, E.J. , critica esta concepción al considerar que definir una nación por la conciencia de pertenecer a ella que tienen sus miembros es tautológico y proporciona solamente una orientación a posteriori de lo que es una nación. Op.cit., p. 16.

(6) En la nación democrática moderna es la comunidad de ciudadanos la que debe portar esta voluntad, pero ella no toma sentido y eficiencia sino se encarna en las formas institucionales de la vida social. SCHNAPPER, Dominique, La Communauté des citoyens- Sur lidée moderne de nation , Gallimard, París, 1994, p. 54.

(7) Ibíd, p. 54. Para esta autora es necesario superar las oposiciones surgidas de los criterios objetivos y subjetivos en la definición de la nación . Considera, más bien, que es necesario tener en cuenta las ideas, los valores y al mismo tiempo la existencia de condiciones concretas en la existencia de la nación. Ibíd, p.51. La nación es concebida como un proyecto político, que designa a la vez las ideas -valores e ideologías- y las realidades objetivas - prácticas sociales e instituciones-, en constante interacción, por medio de las cuales se instaura el proceso de integración nacional. Ibíd, p.55.

(8) FOUGEYROLLAS, P. Op.cit., p.7.

(9) AGULHON, M., LImaginaire des Nations: Réflexions Liminaires sur Lexperience Francais, en LImaginaire de la Nation , Colloque européen de Bordeaux, 1989, p. 14.

(10) El mito definido bajo cinco características: 1.- Como relato ficticio, que imagina una situación y narra una historia; 2.- Que propone un discurso lleno de imágenes; 3.- Como medio para exponer lo verosímil; 4.- Que aspira al sentido y no a la verdad absoluta y 5.- Que contiene una intención pedagógica. DROZ, G., Los Mitos Platónicos . Editorial Labor, Barcelona, 1993. ps. 10-11.

(1) LE GOFF, Jacques. LImaginaire Medieval . Ediciones Gallimard, París, 1985. p. 1.

(2) Ibíd, p. II. En consecuencia, la relación de un objeto como expresión de un referente hace parte de lo imaginario.

(3) Lo Imaginario, según LE GOFF, hace parte del campo de la representación y se ocupa de la parte de la traducción no reproductiva, no simplemente transpuesta en la imagen del espíritu, sino creadora, poética en el sentido etimológico. Para evocar una catedral, desde lo imaginario es necesario recurrir a la literatura o al arte. Ibíd, p. 1.

(4) DUBOIS, C.-G., Quest-ce quune nation?. Consciente didentité et respect de lalterité, en LImaginaire de la Nation , Op. cit , p. 20.

(5) Ibíd, p. 21.

(6) ARBOLEDA, Gustavo, Historia de Cali, desde los orígenes de la ciudad hasta la expiración del período colonial, Biblioteca de la Universidad del Valle, Cali, Carvajal & Cía, Tomo I, ps 391-392, citado en PATIÑO, Víctor Manuel, Historia de la Cultura Material en la América Equinoccial , Instituto Caro y Cuervo, Tomo IV, Santa Fe de Bogotá, 1992, p. 279.

(7) Ibíd, p. 279.

(8) FERNÁNDEZ DE PIEDRAHITA, Lucas, Noticia Historial de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, Editorial Kelly, Bogotá, 1973, ps 648-649, Tomo II.

El Estandarte Real era de tafetán morado y llevaba bordada la imagen de un Cristo crucificado.

(9) DE ZAMORA, Alonso, La Historia de la Provincia de San Antonio del Nuevo Reino de Granada, Tomo II, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Editorial ABC, 1945, ps. 260-261.

(20) Ibíd.

(21) Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Libros Raros y Curiosos, libro 353, f. 201, Cédula de 16 de septiembre de 1595, ratificada el 11 de septiembre de 1601.

(22) Archivo General de la Nación, (en adelante A.G.N.) Sección Colonia, Fondo Historia Eclesiástica, T. 14, fs. 572-582, 5 de junio de 1750.

(23) A.G.N., Ibíd.

(24) A. G.N., Sección Colonia, F. Historia Eclesiástica, T. 14, fs. 572-583, años 1652-1653.

(25) Los autos proferidos por los alcaldes ordinarios, condenaba con multas por no haber cumplido con el acompañamiento al Estandarte Real. A.G.N., Ibíd, f. 583r.

(26) Pertenecía a la Orden de los Predicadores y como tal fue enviado a América en 1562. Murió en España el 9 de octubre de 1581 y fue canonizado por Clemente X en 1671. SGARBOSA, M. y GIOVANNINI, L., Un Santo para cada Día , Ediciones Paulinas, Bogotá, 1991, ps. 388-399.

(27) DE ZAMORA, A., Op.cit., p. 290.

Denominadas así por la costumbre de fijar en tablas de madera, colocadas a la entrada de las iglesias o cerca de ellas o en lugar de acceso común como la plaza mayor , el calendario con las festividades del año. Ver FRIEDMAN, S., Las Fiestas de Junio en el Nuevo Reino, Editorial Kelly, Bogotá, 1982, p.131, y GONZÁLEZ PÉREZ, M., El Calendario Festivo, en RUEDA, E. (compilador-editor) Los Imaginarios y la Cultura Popular , Coder-Cerec, Santa Fe de Bogotá, 1993, ps. 23-34.

(28) A. G. N., F. Reales Cédulas, Sección, Archivo Anexo, T. IX, r. 2, f. 138, año 1731.

(29) A.G.N., Sección anexo, F. Reales Cédulas, T.24, r.5. fs 34-36, año 1779.

(30) Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de libros raros y curiosos, libro 353, f. 565, año 1789.

(31)Esta tendencia propia del absolutismo monárquico en general, se puede observar en la Pragmática sanción "Por la cual mando y ordeno, que (...) ninguna persona, hombre, ni mujer, de cualquier grado, y en calidad que sea, pueda vestir, ni traer en ningún genero de vestido, brocado, tela de oro, ni de plata, ni seda, que tenga fondo, ni mexcla de oro, ni plata, ni bordado, ni puntas, ni passamanos, ni galón, ni cordón, ni pespunte, ni botones, ni cintas de oro, ni de plata, tirado, ni ningún otro genero de cosa en que aya oro, plata, ni otro genero de guarnición de ella, azero, o vidrio, talcos, perlas, aljofar, ni otras piedras finas, ni falsas, aunque sea con motivo de Bodas, y solo permito usar de botones de oro, u plata de martillo...". A.G.N. Archivo Anexo, f.Reales Cédulas, t.XI, rollo 10, f. 64, Cédula Real, nov. 15 de 1723.

(32) "Recomendaciones formuladas en una sesión del Consejo Extraordinario que tuvo lugar el 5 de marzo de 1768.", citado por KONIG, H. J., En El camino Hacia La Nación , Banco de la República, 1994, ps. 59-60.

(33) Junta Central al Ayuntamiento de Bogotá, Sevilla, 14 de enero de 1809, Archivo Histórico Nacional, Madrid, Estado 60, citado en ANNA E. Timothy, España y la Independencia de América, F.C.E, México, 1986, p. 31.

Nos referimos a los movimientos públicos por la independencia, dado que las sensibilidades de una conciencia diferente respecto de la pertenencia a la nación española, o por lo menos de las manifestaciones de lealtad en los ceremoniales de fidelidad, pueden haberse originado desde años atrás. En nuestro criterio, las disputas entre mercaderes de comercio y los alcalde ordinarios en el siglo XVI, sobre la obligatoriedad de acompañar el Estandarte Real, pueden ser indicios de concepciones diferentes en este aspecto. Por ahora, trabajamos en este perspectiva, sin tener todavía conclusiones.

(34) La doctrina política clásica española sobre el origen popular de la soberanía, magníficamente desarrollada por Francisco Suárez en los albores el siglo XVII, al insistir sobre la base contractual del gobierno ofrece el marco idóneo donde renace la vieja reivindicación de la igualdad de derechos entre españoles y americanos. Igualdad que se verá frustrada en la realidad por la negativa de las autoridades peninsulares a que se constituyan juntas de gobierno al otro lado del océano y a aceptar una representación proporcional de los españoles americanos en las Cortes. MARTINEZ DE CODES, R. M.,: La Iglesia Católica en la América Independiente.- Siglo XIX . Colecciones MAPFRE, Madrid, 1992. p. 14.

(35) JARAMILLO URIBE, J., Nación y Región en los orígenes del Estado Nacional en Colombia, en Ensayos de Historia Social . Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1989. p. 109.

(36) ... tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones, privilegios, y prerrogativas del resto de la nación, como los que, salidos de las montañas, expelieron a los moros y poblaron sucesivamente la península. Representación del Cabildo de Santafé a la Suprema Junta Central de España, en POMBO, M.A. y GUERRA J. J., Constituciones de Colombia , Tomo I, Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1986, p. 246.

(37) Ibíd. p. 243.

(38) Ibíd, p. 244.

(39) Ibíd, p. 242.

(40) Con la caída del Virrey Amar y Borbón en Santafé, tanto Popayán como Santa Marta se convierten en el fortín de las fuerzas españolas, nombraron desde España a Benito Pérez Brito como virrey, quien, junto con la Real Audiencia de Santafé, se estableció en Panamá desde 1812.

(41) Las primeras constituciones a veces ni siquiera incluyen la idea de nación y mas bien hablan a nombre de los pueblos, un término cuyo sentido puede incluir tanto la referencia a las comunidades urbanas coloniales como una alusión al pueblo abstracto de los ideólogos políticos del liberalismo naciente.

MELO, J.O., Etnia, región y nación: el fluctuante discurso de la identidad, en Predecir el Pasado: Ensayos de Historia de Colombia , Fundación Simón y Lola Guberek, Santa Fe de Bogotá, 1992, p. 90.

(42) La Provincia de Tunja se declara independiente de toda autoridad civil de España y de cualquiera otra nación, pero sujetándose sobre este punto a lo que se determine por las dos terceras partes de las Provincias del Nuevo Reino de Granada que legítimamente se reúnan por medio de sus diputados en el Congreso General del Nuevo Reino, o de sus Provincias Unidas. Capítulo III de la Constitución de la República de Tunja, en POMBO, M.A. y GUERRA, J.J. ,Op.cit. Tomo I. p. 243. La Constitución fue promulgada el 9 de diciembre de 1811.

(43) El pueblo que habita el territorio de la Provincia de Antioquía, según sus límites y demarcación actual, se erige en un Estado libre, independiente y soberano, concentrando su gobierno y administración interior, sin reconocer otra autoridad suprema, sino es aquella que expresamente delegare en el Congreso general de la Nueva Granada, o en el de las Provincias Unidas. Título II de la Constitución del Estado de Antioquía, promulgada el 3 de mayo de 1812. Ibíd, p. 481.

(44) El Estado de Cundinamarca es una República cuyo gobierno es popular representativo. Título II de la Constitución de la República de Cundinamarca, promulgada en julio de 1812. Ibíd, Tomo II. p. 12.

(45) Cartagena fue una de las primeras provincias en formular su independencia de España al declarar el 11 de noviembre de 1811, que la provincia de Cartagena de Indias es desde hoy, de hecho y por decreto Estado libre, soberano e independiente; que se halla absuelta de toda sumisión, vasallaje, obediencia, y de todo otro vínculo de cualquiera clase y naturaleza que fuese, que anteriormente la ligase con la Corona y Gobierno de España; que como tal Estado libre y absolutamente independiente, puede hacer todo lo que hacen y pueden hacer las naciones libres e independientes. Acta de la Independencia de la Provincia de Cartagena en la Nueva Granada. Ibíd, Tomo II, p. 82.

(46) El Estado de Cartagena será gobernado bajo la forma de una república representativa. Título II de la Constitución, promulgada en junio de 1812. Ibíd, Tomo II, p. 104.

(47) Ibíd, Tomo I, p. 319.

(48) Preámbulo a la Constitución de la República de Tunja. Ibíd, Tomo I, p. 419.

(49) En diciembre de 1814 Cundinamarca es sometido a la Confederación. En enero de 1815 se instala en la capital el gobierno general y el Congreso de la República y en julio se produce un nuevo orden territorial quedando el territorio dividido en Provincias, Cantones y Pueblos.

(50) Términos tomados de una copia del original del Acta de la Revolución, firmada el 20 de julio de 1810 en Santafé.

(51) Ibíd.

(52) CABALLERO, J. M., En La Independencia , Imprenta Nacional, Bogotá, 1902, ps. 97-99.

(53) ARBOLEDA, G. Historia Contemporánea de Colombia , Banco Central Hipotecario, Bogotá, 1990, T. V, ps. 37-38.

(54) Ibíd, p.38

(55) PACHECO, M., La Fiesta Liberal en Cali ,Centro Editorial Universidad del Valle, Cali, 1992, p.109.

(56) El Neogranadino , 16 de marzo de 1854.

(57) Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Pineda 803, Pieza 63.

(58) Ibíd.


Buscar en esta seccion :