3ra Jornadas Internacionales
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Centro de Estudios Avanzados (CEA - Universidad de Buenos Aires -UBA)Octubre de 1998 |
Ponencias publicadas por el Equipo NAyA https://www.equiponaya.com.ar/ info@equiponaya.com.ar |
30 de septiembre, 1y 2 de octubre de 1998.
Autor: Claudia Marcela Woods. Lic. en Cs. Antropológicas.
Institución: Carrera e Instituto de Cs. Antropológicas, Facultad de Filosofía y letras, UBA.
Correo Electrónico: antrec@filo.uba.ar area Temática 3: El papel de la sociedad civil en la reconstrucción de la esfera pública: nuevas formas de representación y participación social.
Título de la ponencia:
Redes clientelares en el Conurbano Bonaerense: usos del espacio y formas de estructuración del poder local.
Introducción.
Los objetivos de este trabajo se recortan dentro del campo genérico de la antropología política. Partimos de una mirada sobre el funcionamiento de redes de mediación clientelar entendidas como una orientación, una forma activa, de las intervenciones sociales estatales, con el objetivo de explorar la dimensión espacial presente en estos arreglos sociales. Es decir, considerar los usos del espacio social en función de la propensión normatizadora y de actualización de relaciones de poder que conllevan los mecanismos de clientelización, para iluminar desde ese ángulo una modalidad de gestión local.
La relevancia de esta cuestión se vincula al nuevo ímpetu que parcen tomar los mecanismos de clientelización en el marco de las transformaciones en el estado que se produjeron en los últimos años, y del lugar que consecuentemente pasarían a ocupar en la estructuración del poder como parte misma de este proceso, en contextos sociales y espaciales específicos.
Esta tendencia va de la mano con la redefinición de la orientación político- ideológica de las políticas sociales, como parte y expresión de tales cambios en el estado. En este nuevo régimen se trata cada vez menos de reconocimiento de derechos y mas de "ayuda": solo quienes no logran resolver los problemas de reproducción en el mercado, los excluídos, los que muestran una deficiencia, merecen "asistencia" (Grassi, Hintze, Neufeld 1996).
Desde esta perspectiva el espacio municipal como ámbito de referencia del análisis cobra importancia ya que se tiende a descargar en este nivel del estado, el más descentralizado, no solo los llamados "costos sociales" de estas transformaciones (mientras se mantienen centralizados los recursos y las decisiones), sino también la necesidad de encarar problemas de legitimación de politicas públicas. Los sectores populares se ven en la necesidad de asumir cada vez en mayor medida la responsabilidad sobre la producción y reproducción de sus condiciones de vida, como consecuencia de lo cual los frentes de conflicto tanto como los intentos de resolución y de institucionalización tienden a "territorializarse", cobrando nuevos sentidos el espacio barrial y la trama de organizaciones sociales y dispositivos estatales que operan en él.
Siguiendo esta orientación, la elección del municipio de Florencio Varela como ámbito de investigación responde a su situación dentro del conurbano bonaerense (ubicado en el segundo anillo, con los mas altos índices de hogares con NBI y los más bajos de cobertura de servicios públicos) y en relación a ello a las modalidades de gestión local de planes y programas sociales y la relación particular con el gobierno provincial. Estos factores constituyen condiciones específicas para los modos de hacer política, que pretendemos relacionar con los usos del espacio implicados y ciertos tipos de discursos producidos desde el poder local. Nos basaremos principalmente en algunos aspectos de la implementación del Plan de Generación de Empleo para familias sin ingresos (Programa Barrios Bonaerenses), financiado por el gobierno provincial.
Para ello hemos realizado un acercamiento al campo desde un enfoque etnográfico, que consistió principalmente en un seguimiento a nivel del municipio de ámbitos de interacción dentro del plan mencionado (observación y registro) y entrevistas con dirigentes barriales, "punteros políticos" y funcionarios locales, relevando también la información secundaria pertinente en dependencias municipales.
La decisión metodológica de hacer un seguimiento a nivel del municipio, de acuerdo al ritmo de convocatorias, reuniones, etc. que se proponen desde el gobierno local en distintos barrios o en el centro de Varela, no es secundaria para nuestra aproximación. Si bien ello implica perder de vista la densidad relacional de las tramas clientelares, y al mismo tiempo no es posible abarcar la actividad en todo el municipio, nuestros objetivos nos marcan la necesidad de no acotar la perspectiva al barrio, sino de aceptar estas limitaciones a cambio de intentar esclarecer el lugar del estado dentro de los procesos de relacionamiento clientelar que efectivamente se dan en el espacio barrial.
Los barrios y el centro.
Habiendo señalado esta tendencia hacia la "re-territorialización" de las intervenciones sociales, que como advierte Castel (1997: 474), es un movimiento que va más allá de la descentralización estatal en cuanto a sus implicancias para la administración de lo social, (para la producción de sujetos, agregamos) se hace necesario tener en cuenta la ubicación de este municipio en el proceso de urbanización del Gran Buenos Aires.
Existe una estrecha relación entre los procesos urbanos y la estructura social, que permite examinar a aquellos como una expresión de las contradicciones de ésta (Castells 1975). De manera que si bien no podemos describir en este lugar las características de este proceso (consultar Pírez 1994), es pertinente mencionarlo puesto que configura mediaciones territoriales sobre las condiciones de la práctica política, expresadas como segregación socio-económica. En el municipio considerado las formas de urbanización son producto de la combinación de las demandas de infraestructura y servicios de la población que fue asentándose, con las limitaciones de las instituciones estatales para satisfacerlas. Tal como sucedió en general en el segundo anillo, hubo un incremento del crecimiento demográfico en los años '70 y '80, coincidiendo con la tendencia hacia el "achicamiento del estado", lo que significó concretamente por un lado, una urbanización muy deficiente, y por otro, una fuerte actividad de las organizaciones vecinales para intentar satisfacer las necesidades de infraestructura urbana mínima en base a la acción colectiva.
Entonces, esta diferenciación marcada entre "los barrios" que manifiestan esa urbanización en muchos casos reciente y en gran medida espontánea, y el "centro" urbano del distrito, resulta relevante en cuanto centro y barrios se constituyen en espacios diferenciales donde la práctica y los discursos políticos adquieren especificidad. Es que "esta adscripción 'geográfica' habla de distancias sociales, solidaridades y tratos diferenciales que moldean y dan contenido a las diversas interacciones de la vida local", tal como advierte Scotto (1993: 45). Sin embargo desde ya sugerimos que estos códigos políticos ligados a un uso o concepción del espacio no están en una relación de simple oposición, sino de disputa hegemónica por una definición de "lo político", entendiéndolo como lugar de enunciación de discursos totalizadores referidos al orden social y como lugar también de constitución de sujetos colectivos y de expresión de intereses (Grassi 1996, Wallace 1998). Por lo tanto deben entenderse estas disputas dentro de un contexto que excede el ámbito local, y que están en relación en primer término con los procesos políticos en que está involucrado el partido gobernante en la provincia, y en general con los procesos globales de cambios en el estado a que aludimos antes.
En el municipio de Varela se reconocen, de manera no siempre definitiva y clara, 91 barrios, distribuidos en 10 localidades, que sin duda presentan conformaciones diferentes que se deben básicamente a la antigüedad y calidad de la urbanización y a dinámicas sociales variables, según la relación que sus dirigentes vecinales han mantenido y mantienen con el gobierno municipal.
Sin embargo, a pesar de las diferencias entre ellos se mantienen características comunes que los definen como tales frente al "centro". En principio porque éste es el lugar de la fundación histórica del pueblo (a fines del siglo pasado), que hoy deviene centro comercial y político, donde las actividades de las organizaciones vecinales no se definen preponderantemente en torno a los consumos colectivos (como sucede en los barrios) pues éstos han sido en gran medida satisfechos, respondiendo más a actividades de socialización de los vecinos, y en especial porque concentra los rituales y símbolos que lo caracterizan como centro del poder, dentro de los límites políticamente definidos del municipio como instancia más descentralizada del estado. Aquí se encuentra la plaza central, frente a ella el edificio de la municipalidad y del Concejo Deliberante, a su lado la Iglesia mas importante, y ocho cuadras mas abajo la estación de tren que lleva el nombre del distrito, todo sobre la avenida principal, en cuyas plazoletas se levantan bustos de próceres locales y nacionales, y el mástil.
Espacios "fijados".
El primer eje que queremos analizar entonces es el de la relación problemática entre estos dos espacios (centro/barrios) y dos tipos de discurso y comportamientos políticos que muy esquemáticamente podríamos definir como democrático-universalista-impersonal uno, y personalista-jerárquico el otro.
Este tema ha sido abordado de manera muy original por Da Matta (1985), quien propone que las llamadas por Weber "éticas dúplices", que éste vio como característica de las sociedades tradicionales, donde avalan conjuntos de relaciones sociales de modo diferenciado, siguen existiendo, y conviviendo en una misma sociedad, en el capitalismo actual (es decir que no han sido desplazadas con el desarrollo del capitalismo por una ética única -universal- como preveía Weber - aquella vieja idea de que el progreso acabaría con las prácticas tradicionales).
Más aún, sostiene Da Matta, estas éticas dúplices no se sitúan solamente en la esfera económica (como en el cuadro de referencia de Weber), sino que se constituyen en esferas de significación social, que contienen éticas particulares y que permiten moralizar o normatizar comportamientos. Estos espacios por él distinguidos y que generan discursos y comportamientos diferenciados aunque complementarios antes que paralelos o excluyentes, son la "casa", la "calle" y el "otro mundo" (Da Matta 1985: 51-61).
De acuerdo a nuestros objetivos nos interesa la oposición casa-calle, pues remite a la dicotomía arriba planteada democrático-individualista / jerárquico- personalista, una problemática central que atraviesa desde sus inicios a la antropología política; tal vez desde la distinción planteada por Morgan entre societas y civitas.
En el esquema de Da Matta, cualquier evento puede ser leído desde el código de la casa, moralizante, naturalizador de relaciones sociales, que apela a lealtades personales, etc., o desde el código de la calle, de individualización, fundado en mecanismos impersonales, abierto al legalismo jurídico, de tendencia universalista, etc. Y plantea además que en la práctica, los sectores populares, los dominados, los marginales tienden a usar el lenguaje de la casa, al contrario de los segmentos dominantes, que tienden a tomar el código de la calle.
Considerando ahora desde esta perspectiva las prácticas políticas en el ámbito local encontramos que el código de la casa es el que pautaría las relaciones clientelares, y en ese sentido es compartido por sujetos ubicados en diferentes posiciones (dominantes y subordinadas) en esas redes2. Pero es el partido gobernante quien promueve dentro de sus estrategias de legitimación política y mecanismos de control3 este tipo de arreglo social, que pone en juego recursos que son reconocidos por todos como pertenecientes al estado, ingresando así una primera contradicción. Contradicción con la noción de la relación política clientelar como patológica y disfuncional a los principios democráticos liberales, o como mas cercana a las necesidades y formas de sociabilidad de los sectores populares (que de los apratos estatales), y por ello reproducidas.
Este código propio de las relaciones clientelares, que apela a lealtad, afecto y reconocimiento personal, este "mundo social específico" del clientelismo (Auyero 1996), se configura como tal en el espacio de los barrios. De qué manera? A través de la mediación que desarrollan los "punteros" controlando de un lado, el acceso a recursos de los programas sociales, y del otro, el flujo de apoyo o votos. Los punteros conectan de una manera particular tanto las organizaciones vecinales como los beneficiarios de programas con determinados políticos locales ("clientes" y "patrones" en la terminología clásica). En este punto es pertinente distinguir dos tipos de mediadores: a) el puntero barrial y b) el puntero político (strictu sensu).
Los primeros son identificados por los vecinos con una organización vecinal de la que en general son miembro directivo o fundadores, y considerados como vecinos, conocedores del barrio y su gente. Veremos como se expresa este código clientelar a través de la presentación que realiza Mónica, una puntera barrial, de su pelea y ruptura con un político local (un "patrón") para el que trabajaba (se trata de aquel primer intendente del distrito que impulsó una gestión participativa): "Yo estuve doce años con él porque creía que tenía el mejor proyecto, y por eso milité tanto tiempo, sacrificando mi familia, mi tiempo libre.... +l siempre me decía que me consideraba una amiga, una compañera que siempre está cuando la necesitan; él me llamaba a cualquier hora cuando necesitaba algo....le organizaba las reuniones acá en el barrio, hablaba con la gente... Así que imaginate como estoy yo ahora, porque él me traicionó.... yo siempre fui leal, siempre hice lo más que pude por él, por el proyecto, pero la lealtad tiene que ser recíproca, eso es lo que más me duele a mí, que me mintió. Y ahora él le está 'reclamando el vuelto' a la gente que él ayudó dándole cosas o protección jurídica o lo que sea4.... Pero si yo no hubiera ido a plantearle el problema a él para que ayude, él ni se hubiera enterado, no lo hubiera hecho. Así que yo fui y se lo planteé así a esos vecinos, les dije que tengan la conciencia bien tranquila de que no le deben nada a él, porque de no ser por mí no pasaba nada." Esta espacialización de lo político que realizan los punteros barriales consiste en "fijar" el conflicto en el espacio barrial, al que ellos mismos deben ser "fijados". El político llega al barrio donde el puntero organiza una relación con sujetos que de otro modo no entrarían en contacto o no tendrían la confianza necesaria hacia él5.
Así, de una manera similar pero a gran escala, puesto que está estructurada desde el aparato estatal, se manifiesta esta dinámica espacial en el funcionamiento del Plan de Empleo provincial. Este plan se lanza en julio del '97 para implementarse en el conurbano bonaerense como respuesta para paliar el desempleo (ver Clarín 03- 07-97) y está destinado a familias sin ingresos que se seleccionan priorizando las que tienen mayor carga de familia. Está financiado por el gobierno provincial, siendo el Instituto Provincial de Empleo (IPE) la unidad ejecutora. La modalidad de ejecución consiste en convocar a entidades intermedias a la presentación de proyectos de mejoramiento urbano ante el IPE o en las intendencias de sus distritos, y también los municipios pueden constituirse en contrapartes del plan.
La preselección de benefiarios la realiza la institución o el municipio patrocinante, pero la selección definitiva, el armado de cuadrillas y elección del coordinador de cuadrilla lo realiza un equipo del IPE. Los proyectos deben durar 6 meses (pensados como módulos de capacitación), pero los trabajadores pueden permanecer hasta dos años como beneficiarios. Se arman cuadrillas de 10 trabajdores, que cobran un salario de $200, con un plus de $150 para el coordinador de cuadrilla.
Un criterio propio de este municipio ha sido el de convocar a las organizaciones vecinales y a las "manzaneras"6 a realizar la tarea de censo de hogares sin ingresos y luego de pre-selección de beneficiarios para los distintos proyectos presentados por barrio, conformando para ello ámbitos barriales interinstitucionales. En estos ámbitos se deciden además otros aspectos referidos al funcionamiento del plan, tales como la elección de un obrador y el "frente de obra" (el lugar por donde comienza el recorrido de trabajo la cuadrilla). Este tipo de decisiones que podrían dirimir los responsables del Plan de Empleo en el municipio, se atomizan, diluyéndose su problematicidad 7 en cada ámbito barrial, donde toman la forma de disputas/acuerdos entre vecinos y punteros barriales. Lo paradójico es que este desplazamiento se expone como un logro de mayor descentralización del plan y participación de las organizaciones vecinales.
El municipio además, como contraparte local de estos proyectos del Plan, ha creado la figura del "coordinador social", que acompaña al coordinador técnico (que sí está previsto por el Plan), en la supervisión de las cuadrillas de trabajo, y están destinados cada 20 cuadrillas, aunque llegan a ser generalmente solo uno o dos por barrio. Se logró la aceptación por parte del organismo ejecutor provincial una vez en marcha el plan, y para el momento de lanzar la segunda etapa del plan (noviembre del '97) había ya 35 coordinadores sociales trabajando en los barrios (y otro tanto de coordinadores técnicos).
Con esta modalidad local novedosa el municipio pretende acentuar esta escisión centro/barrios manteniendo los espacios de interacción conflictiva atomizados y lejos del centro y de las instituciones que allí sostienen un discurso diferente al que desarrollan en los barrios, un lenguaje que habla de instituciones democráticas y derechos iguales para todos. Un discurso mas apropiado también ante los organismos del gobierno provincial, cuando se quiere generar confianza acerca de esta gestión participativa, y de respetar directivas.
Sin embargo el sistema de coordinadores sociales si bien resulta eficiente, sobre todo por su sistematicidad, para una serie de cuestiones en su objetivo de representar al municipio, refrendando en el barrio las decisiones tomadas en el gobierno local ("poniendo la cara", como lo definen ellos mismos), provocó un estado de malestar entre los dirigentes barriales. Esto porque, si bien su posición estructural era semejante a la de los punteros políticos, que son quienes "se mueven" entre punteros barriales y políticos locales (lo que equivale a decir entre espacios y códigos diferentes), los coordinadores sociales no son punteros políticos sino empleados contratados por el municipio para realizar esta tarea, o trasladados para cumplir esta función. Son técnicos que no comparten el código que articula las relaciones clientelares en los barrios; no aprendieron las prácticas, los límites de esta mediación, porque no fueron parte de estas relaciones.
Es así que los punteros barriales se sintieron amenazados por estos mediadores, en el sentido de que, al no manejar el mismo código para las relaciones, parecían desconocer su lugar, su "autoridad". Es que traer al barrio un discurso impersonal y tecnicista, que desconoce el mundo social clientelar construido en base a relaciones personalizadas y jerárquicas, implica confundir los espacios, ya que el discurso de la individualización (cuando todos son iguales y no hay "amigos de...") corresponde al "centro" y a las relaciones hacia afuera, y es formulado desde el estado en ciertas ocasiones ritualizadas (actos, campañas políticas, etc.); es el código de la calle. Y como dice Da Matta (op. cit.: 60) "No se puede transformar impunemente la casa en la calle y la calle en la casa." Esto equivaldría a instaurar el espacio para las contradicciones a que da lugar la restricción efectiva de la ciudadanía social para estos sectores (Grassi 1996), lo que justamente intentan compensar los punteros (en este tipo de intervenciones sociales estatales) con las prácticas de mediación y territorialización.
De manera que, en una reunión de evaluación8 de la primera etapa del Plan de Empleo donde el intendente y el equipo técnico municipal convocaron a las asociaciones vecinales de los primeros 28 barrios en que se implementó el plan, los representantes de estas organizaciones expresaron amargamente que "las instituciones fuimos usadas para el censo y después no tenemos voz ni voto". En la lectura de conclusiones (presentadas por barrios, según la organización de la jornada), hubo una gran coincidencia en las propuestas sobre los coordinadores sociales, que apuntaban a sugerir (aunque sonaba a exigencia) reuniones semanales con ellos para transmitirles información, propuestas y tener mayor control sobre el desarrollo del plan, "ya que somos nosotros los que conocemos al barrio y a la gente".
La movilidad del poder.
Dijimos antes que los "punteros barriales" deben se "fijados" al espacio barrial en esta espacialización de lo político, mientras que los "punteros políticos" se mueven conectando espacios y sujetos contradictorios; y aquí es donde planteamos el segundo eje de análisis: el de la movilidad, que no se aleja del eje anterior (relación barrio/centro y sus códigos diferenciales) sino que lo atraviesa.
Este factor se manifiesta de manera doble: la movilidad del poder, que intenta una mirada global sobre el espacio (construyendo un conocimiento sobre ese espacio) y apunta a reproducir las relaciones de subordinación, y la movilidad de sujetos colectivos dentro de estas redes, y de los que se forman en los instersticios de este espacio marcado y atomizado y desafían o exceden el control social clientelar.
Cuando hablamos de movilidad del poder, una abstracción, nos referimos específicamente, en primer término al intendente, y luego a los punteros políticos9. Es claro que la movilidad del intendente en el distrito es un elemento vital de su poder; y así lo percibe él, pues realiza constantes recorridas por los barrios visitando locales de entidades intermedias, ya sea para renovar las alianzas o para solucionar conflictos. Según sostiene Geertz (1991: 150) "Cuando los reyes viajan a lo largo del territorio, haciendo apariciones, asistiendo a fiestas, confiriendo honores, intercambiando obsequios o desafiando rivales, lo señalan, como algún lobo o tigre que extendiera su olor a través de su territorio, casi como si formase físicamente parte de ellos." Esta marcación del territorio se realiza de un modo particular, imprimiendo signos de dominio. Así por ejemplo, el intendente nunca llega solo, sino acompañado de al menos dos funcionarios más de menor rango (o a veces de la provincia), y nunca llega primero, sino que un grupo de técnicos y los dirigentes anfitriones ya están en el lugar previamente. Cuando se agrupa una cantidad considerada suficiente de asistentes se le avisa por teléfono celular que ya puede llegar. Frente al local se manifiesta esta magnificencia en la fila estacionada de costosos autos del intendente y su comitiva.
Si se trata de una institución que responde al intendente se encontrarán además otros signos que efectivizan esta "presencia" en el lugar: por lo general una foto enmarcada del intendente y un escudo del municipio, que al modo de "mojones" expresan la hegemonía de una agrupación (la agrupación en el poder) sobre ese espacio (Van Gennep 1986). Es posible percibir esta señalización también en relación al lugar ocupado en la articulación provincia-municipio, apuntalando el rol de "mediador ineludible" que parece interesado en construir el gobierno local.
Así, durante la campaña política previa a las elecciones del 26-10-97 podían verse las calles de Florencio Varela llenas de afiches en verde y amarillo, al punto tal que se percibía la diferencia con los distritos aledaños apenas se traspasaban los límites. Lo notorio era que en ellos aparecía tantas o más veces el apellido del intendente (que no participaba en la elección) que el de "Duhalde"10 (sin aclarar el nombre), siempre en asociación, y en menor medida los candidatos locales a concejales En estos espacios barriales los discursos del intendente siempre apelan a la lealtad, al conocimiento de los vecinos, adoptando inclusive un atuendo informal, etc. apostando a la máxima personalización y eliminación de la distancia física, social y política, pero de una manera que, como diría Bourdieu (1993: 130), permite servirse de la distancia objetiva en tanto se tienen "las ventajas de la proximidad y las ventajas de la distancia, es decir el reconocimiento de la distancia que asegura la denegación simbólica de la distancia". En el barrio, un compañero; en los rituales del centro, un intendente que respeta instituciones democráticas, que cumple los deberes del estado para con todos los ciudadanos por igual.
Cuando no está el intendente, están los punteros para mantener esta "dialéctica del control"11 que estructura las relaciones con las organizaciones vecinales.
Para mantener fijo el mapa, los punteros políticos lo recorren en un ida y vuelta entre barrios y centro conectando espacios de una manera que podríamos describir como "radial". Encapsulan las situaciones conflictivas en los espacios barriales.
Este accionar sobre el espacio se manifiesta en una serie de actividades tales como visitas a los punteros barriales para afianzar la relación, distribución de recursos (chapas, alimentos, etc.), ruptura de relaciones y creación de nuevos lazos clientelares llevando propuestas de mejoramiento urbano, de implementación de programas sociales en el barrio, etc.
Un caso ilustrativo es el de Alicia, habitante de un asentamiento muy reciente en el distrito (planificado por el municipio), que fue propuesta en el barrio como manzanera, y luego por las manzaneras como coordinadora de manzaneras, manteniendo de este modo una red de relaciones con sus vecinos a partir del programa VIDA.
Esta actividad social de Alicia (que ya tenía experiencia en trabajo comunitario en el barrio en que vivía antes) fue reconocida por los punteros políticos (empleados municipales del Instituto de Tierras) que trabajaban en el barrio para concretar el plan de regularización de tierras y de construcción de viviendas (por el momento son viviendas de chapas de cartón) que se propone para el lugar.
Estos dos punteros fueron centralizando en ella la relación con el barrio, colocándola como mediadora entre sus vecinos y ellos, es decir como puntera barrial. Para asegurar que su lugar fuera ése (y no promueva otro tipo de organización), la alentaron más adelante a formar la Liga de Mujeres Varelenses del asentamiento, una red de instituciones claramente oficialista, de la que ella sería miembro directivo, apuntalando este rol y compartiendo el código personalista propio de este espacio: "Nosotros acá no nos podemos quejar porque el municipio hasta ahora nos ha dado respuesta; la cosa es pedir bien las cosas, de buena manera" expresa Alicia sobre esta relación. No está de mas aclarar que se trata de uno de los barrios varelenses que más carencias presenta, por lo menos mientras no se finalicen las obras previstas.
Sin embargo a veces hay prácticas que desafían estas relaciones de control, aún sin cuestionar el código de la casa (la legitimidad de las relaciones clientelares a un nivel general) como en el caso ya citado de Mónica. Ella puede ser definida como puntera barrial, surgida del trabajo en la comisión vecinal de lo que fue el primer asentamiento regularizado en Florencio Varela. A partir de los logros en el barrio en aquellos primeros años de democracia ('83-'91) fueron fortaleciendo la relación con el intendente y el equipo de Tierras del municipio, y Mónica fue incorporada como empleada municipal en el centro de salud del barrio (levantado con el esfuerzo colectivo de los vecinos).
A partir de la renuncia de este intendente en el año '92 y su alejamiento de la agrupación política que gobierna, Mónica decide seguir con él y formar parte de su nueva agrupación, enfrentándose al municipio. Como consecuencia, fue conminada varias veces a reintegrarse a la agrupación del intendente, se le negó la personería jurídica de una mutual que gestionaba para el barrio y su incorporación al listado de organizaciones de la dirección de Relaciones Institucionales; en general, se le dificultó el acceso a recursos que solicitara al municipio; pero ella siguió "leal" a su dirigente político. Esta actitud le valió entonces una sanción mayor por parte del municipio: se decidió su traslado a un centro de salud de un barrio alejado del propio, y donde no podía desarrollar una actividad social por no conocer a sus vecinos, ya que toda su trayectoria social estaba vinculada a su espacio barrial. El núcleo de su actividad como puntera era el centro de salud de su barrio.
Como ya adelantamos, es posible percibir otro tipo de movilidad, la de sujetos colectivos que se conforman en los mismos espacios que deja esta malla de contención de las relaciones clientelares, y que intentan generar nuevas formas de organización y/o de relación con el municipio.
La movilidad como desafío.
Si bien surgen formalmente en octubre de 1996, es a mediados del '97 que el Movimiento de Trabajadores Desocupados "Teresa Rodríguez" (MTD) comienza mostrarse como un actor relevante en Florencio Varela. Identificados como "piqueteros" por las formas que asume su protesta (han realizado dos cortes de ruta y otras manifestaciones), demandaban (entre otras cosas) ingresar como beneficiarios al Plan de Empleo provincial que implementa el municipio.
El primer corte de ruta12 lo realizaron el 18-08-97 y se levantó a las 6 hs. del día siguiente bajo la promesa de otorgarles 240 puestos, mas la misma cantidad de cajas de comida, de los 300 (puestos y cajas) exigidos por el Movimiento, y continuar la incorporación de los miembros que quedaron fuera en dos tandas sucesivas: a principios de septiembre y de octubre. El 17 de octubre, cuando era evidente que el acuerdo no se había respetado, el MTD se manifestó rodeando el edificio de la municipalidad (que fue desalojado) y acampó en la plaza central (frente a la municipalidad), siempre acompañados por la presencia amenazante de la Policía Bonaerense. El 22 de octubre entonces, el municipio accedió a otro diálogo y se concretaron nuevas negociaciones: 1000 puestos de trabajo y 1000 cajas de comida para esos beneficiarios, a partir del 1 de noviembre. Por parte del MTD se hicieron presentes en la negociación representantes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Posteriormente, se realizó una "Marcha de la Victoria" por la avenida central de Varela, en la que participaron alrededor de 1000 personas.
El segundo corte se realizó el 10-11-97, pues (según miembros directivos del MTD) no había ninguna notificación por parte del municpio acerca de los puestos prometidos para los primeros días del mes, y estaban atrasados también en la entrega de cajas de comida. Se levantó el 13-11-97 contra un acta de entrega de 800 de los 1000 puestos solicitados, que efectivamente se otorgaron en esa segunda etapa del Plan de Empleo. Al mes de diciembre habían logrado incorporar alrededor de 1000 miembros como beneficiarios (datos contradictorios acerca de la cantidad de bajas hasta ese momento impiden una cálculo exacto).
Hasta aquí las negociaciones. Nos interesa ahora resaltar algunos aspectos referentes a nuestro problema. Primero: El movimiento fue creciendo a partir de sumar miembros que anteriormente estaban adscriptos a organizaciones vecinales13 y esto hizo evidente los límites de la "dialéctica del control" en que están inmersas estas organizaciones. Uno de los motivos de esta "deserción" fue que algunas personas censadas por asociaciones vecinales que habían quedado fuera del plan (en lista de espera) por la aplicación del criterio de selección de beneficiarios por la mayor carga de familia que exigía el municipio, se inscribieron en los listados de aspirantes del MTD. El movimiento no respetaba los criterios de selección impuestos por considerarlos injustos (proponiendo a veces más de un miembro por familia), y decía reclamar por todos "los que luchan" (los que acuden a las movilizaciones, asambleas y cortes de ruta). De hecho, cuando algunas de estas personas ingresaron como beneficiarios por esta vía, generaron una mayor afluencia al movimiento.
En la Jornada de Evaluación del plan que mencionamos mas arriba, estas limitaciones con que se enfrentaron las organizaciones vecinales fueron expresadas como quejas contra las negociaciones pactadas por el intendente: "Haciendo entrar a los del MTD deformaron el programa y dejaron mal a las instituciones ante el barrio, porque nosotros tuvimos que exigir los criterios que puso el municipio y ellos no", "En todo caso deberían entrar las manzaneras a trabajar en el programa antes que los del MTD 14", y se calificó al MTD como la "manzana podrida" de las organizaciones del distrito. Pero estas quejas no deben entenderse como oposición, al menos en esta instancia, sino en todo caso como estrategia15 dentro del espacio de visibilización en que se mueven y han construido su relación con el municipio las asociaciones vecinales. Así, estas organizaciones expresaron también que "Debemos acompañar al intendente en los problemas que origina el MTD" , "Las instituciones debemos solucionarles las cosas al intendente, ser como 'comodines", "Las instituciones debemos definir la política en los barrios junto con el intendente" (de las conclusiones leídas por representantes de organizaciones vecinales).
Segundo: También algunas manzaneras trabaron relación con el MTD, interesadas en su forma de negociación directa con el municipio (fuera de los ámbitos barriales interinstitucionales ideados por éste). Así lo cuenta Juan (dirigente del MTD): "Lo que pasó fue que en El Jardín -nombre ficticio- (un barrio con alto grado de inserción del movimiento) hay un grupo de manzaneras que tienen una relación con nosotros porque nos conocemos hace años y a nivel de vecinos, no? Y saben quién es cada quién. Y ellas quedan afuera del plan de empleo porque siempre chocaron con el puntero del PJ que maneja la zona, sobre todo ahora que subió de concejal y que directamente las margina; y a partir de eso ellas nos plantean si podían entrar con nosotros, y nosotros les dijimos que sí, que traigan las fichas (de censados), entonces trajeron las fichas y se incorporaron, y por ahí entró un grupo de gente también. Y no entraron más porque nosotros estuvimos poniendo el esfuerzo más en el corte y el tema quedó ahí." En el caso de las manzaneras esta opción no se realiza sin riesgos ni costos para su posición ya que se trata ni más ni menos que de una distorsión del rol asignado (o esperado) para ellas por parte del gobierno provincial (se trata de una red social creada por el gobierno). Según Portantiero, por ejemplo: "Es un elemento que puede detonar movilización, pero también es un elemento de control social. El día que la gobernación no tenga nada para repartir, las manzaneras se redefinen absolutamente. Existen, por eso, como un mecanismo del poder, pueden formar parte de una herramienta de reclutamiento político"16. Sin embargo, parece ser que son las propias internas del partido en el poder las que detonan los enfrentamientos con el municipio, aunque el mismo mecanismo de elección popular de las manzaneras, propuesto por los organismos del gobierno (provincial y municipal) les otorga la legitimidad necesaria para mantenerse hasta ahora en su función.
Lo que queremos decir es que si, como propone Bourdieu, lo social tiene una doble existencia, en las cosas y en los cuerpos, las rupturas posibles o reformulaciones de un "habitus clientelar", del código de la casa, no pueden partir de (pensarse como) una dicotomización entre organizaciones sociales y poder (o como prefieren algunos, sociedad civil y estado), sino de las propias contradicciones en las estrategias de control y en la función de legitimación de las actuaciones estatales.
Estas prácticas y formas de movilización , sugerimos, parecen escapar o intentar "contestar" justamente a ese "encapsulamiento" barrial del accionar social y a las relaciones personalizadas que desarrollan los punteros. El MTD lo ensaya de dos maneras; por un lado, utilizando el código impersonal de los derechos ciudadanos, el código de la calle (contrariamente a lo que Da Matta espera de los sectores populares), que, efectivamente, instaura el conflicto al definir las relaciones en función de grupos categoriales17. Es notorio en ese sentido que, si bien se ancla en una organización de base territorial (delegados por barrios, reuniones zonales), el MTD no incorpora (al menos prioritariamente) demandas en torno a consumos colectivos, sino que a partir del reclamo por trabajo como derecho social proyecta un discurso orientado mas hacia la escena política nacional.
Por otro lado (y en relación con lo anterior), se propone salir de los límites locales extendiendo la organización y las alianzas de acuerdo a objetivos comunes con otros grupos: han participado de dos Encuentros Nacionales de Trabajadores Desocupados, y mantienen estrechas relaciones con grupos de desocupados de Quilmes y Mar del Plata, proponiéndose seguir trabajando en ese sentido. Y dentro del distrito genera ámbitos centralizados de encuentro, discusión y manifestación, a los que acuden adherentes de todos los barrios18. Es decir, conecta espacios y trasmuta discursos entre éstos (en los términos que Da Matta propone para el análisis).
Desde el poder local se trata de reenviar el conflicto al ámbito barrial de diferentes modos. Por ejemplo, institucionalizando espacios de control de las organizaciones barriales sobre el funcionamiento del Plan de Empleo: el equipo municipal del plan está trabajando en el diseño de ámbitos de "colaboración" entre los "coordinadores sociales" del plan y las organizaciones vecinales (los punteros barriales), en los que entre otras cosas se darían recomendaciones de altas y bajas de trabajadores. También se propuso que las cuadrillas de trabajadores se armen mezclando miembros del MTD con otros beneficiarios y evitando que se elijan como coordinadores de cuadrillas (que cobran, recordemos, $150 más que el resto), medidas todas que implican un control sobre los beneficiarios que ingresaron por la negociación del municipio con el MTD.
Un punto particularmente álgido fue la discusión en torno al manejo de la distribución de las cajas de comida que reciben los beneficiarios del MTD como parte del acuerdo. El municipio decidió en las negociaciones del segundo corte de ruta repartirlas en los locales de las organizaciones vecinales (contrariando un criterio que ya había sido discutido), con lo cual establecen una interacción personal con cada beneficiario, a través de los punteros barriales, que puede dar lugar a presiones, "crear desconfianza hacia el movimiento" (como sugiere Juan, dirigente del MTD). El MTD era opuesto a esta metodología y proponía que las cajas se entreguen a sus delegados, para que éstos realicen la distribución en sus barrios, pero el punto se puso como condición del municpio para otorgar los puestos y el MTD decidió ceder esa demanda.
El espacio de la disputa.
Nos queda el espacio del centro como lugar de elusión, en tanto el poder entendido como derecho originario que se cede y constituye la soberanía expresada en las instituciones democráticas19 (municipalidad, Concejo Deliberante), sólo se sustancia formalmente o ritualmente en este espacio; mientras los dispositivos efectivos de poder que actualizan relaciones de dominación se desplazan al espacio barrial donde se configuran los sujetos de las relaciones clientelares.
Sin embargo Geertz (op.cit.: 148) nos recomienda comenzar el análisis por el "centro", por los símbolos y concepciones que allí predominan, ya que "Es la participación - incluso la participación antagónica - en esas arenas y en los acontecimientos trascendentes que en ellas se suceden lo que confiere carisma. Es un signo.... de que se está cerca del corazón de las cosas." En ese sentido el centro urbano de Varela, y específicamente el lugar en que se encuentran las instituciones estatales, se convierte en espacio social relevante, tanto por ser lugar de convocatoria a actos ritualizados desde el poder, como de manifestaciones y de interpelación al poder. En la plaza frente al municipio es donde manifestaba el Movimiento de Trabajadores Desocupados, y en la avenida principal se realiza el importante desfile del 9 de julio20 y otros actos oficiales, así como los festejos de victoria política en las urnas.
Pero si bien desde las instituciones estatales y partidarias se formula en estos eventos formales o rituales un discurso "democrático", en el caso del peronismo (el PJ es el partido gobernante en el distrito desde el '83) se trata de un discurso que históricamente ha expresado una permanente ambivalencia entre "universalismo" y "jerarquización" en su interpelación, "un ida y vuelta entre inclusión y exclusión que pueden ser referidas al propio discurso de Perón" (Auyero 1997: 199). Perón es como todos los compañeros, un trabajador más, pero el primer trabajador, un compañero más, pero el único capaz de conducir el Movimiento, etc. (De Ipola 1995, citado por Auyero). Este mismo discurso puede reconocerse en el gobernador de la provincia, quien en las declaraciones brindadas a los medios (26-10-97) aceptando la derrota de su partido en las elecciones legislativas, sostuvo que el se va a seguir ocupando de los más pobres porque "un gobernador es como un padre de familia: quiere a todos sus hijos por igual pero se ocupa más de los que más lo necesitan". Una metáfora que alude al poder como una capacidad personal, adquirida antes que delegada, a la vez que personaliza la relación con los ciudadanos transmutando satisfacción de derechos en "ayuda generosa" (desinstitucionalizando derechos sociales).
Mientras en este mismo espacio del "centro", los actos y manifestaciones de quienes interpelan al poder exigiendo el derecho al trabajo de todo ciudadano (el MTD) restan legitimidad a la intención de cristalizar el código de la casa como política local. Es decir que el campo político que se especifica a través de estas prácticas locales y sus condiciones particulares, constituye sus límites discursivos más acá del horizonte "democrático universalista" por parte de los segmentos dominantes, a la vez que los sectores populares en ocasiones fuerzan este marco normativo, o en todo caso no se sienten interpelados por él.
En definitiva, hablamos de un espacio significado socialmente y en el que se disputa esa significación. Lo que se disputa simbólicamente (y también de forma furiosamente práctica) en este ámbito es el sentido que debe tener el discurso democrático, y por lo tanto la definición de "lo político". Desde este lugar es posible pensar el poder simbólico del habitus, su sentido legitimante, en relación con el estado, con sus dispositivos y estrategias, en procesos de construcción de una hegemonía, entendiendo ésta en tanto relaciones de dominación y subordinación (que implican articulación de mecanismos de coerción y consenso) según sus configuraciones asumidas como conciencia práctica, como proceso social vivido.
Pero se trata de un proceso siempre negociado, contradictorio, que no agota la totalidad de la práctica humana (Williams 1980).
Reflexiones finales.
El argumento central de este trabajo propuso considerar el accionar sobre el espacio social como una forma productiva del poder, como capacidad del clientelismo estructurado desde las instituciones estatales de realizar una mirada "desde arriba" y un ejercicio de fragmentación del espacio local. Sugerimos que se trata de configuraciones específicas de la práctica clientelar, vinculadas con condicionamientos locales, y que emergen en la implementación de los programas sociales considerados. Según dijimos, una construcción del poder local en base "éticas dúplices" y a espacios diferenciados, donde el código clientelar se constituye como tal en el espacio de los barrios a través de la mediación que desarrollan los "punteros", cuyas acutaciones deben ser "situadas" y se proponen encapsular los conflictos en el ámbito barrial y definirlos en el lenguaje de las relaciones personalizadas.
Desde esta perspectiva, entendemos el papel del clientelismo dentro de las intervenciones sociales del estado como un mecanismo revalorizado para la institucionalización de conflictos, que establece un forma de reconocimiento y relación con los sujetos, que debe ser comprendida, valorada, en relación a los procesos de transformaciones estructurales de la sociedad que generan grandes sectores de población excuídos y reenviados al ámbito local. Acordamos entonces con el planteo de Gilsenan (1986) que invierte la mirada habitual sobre el clientelismo fijándose en el acceso, por medio de estas relaciones, del estado y de los grupos dominantes a los sectores subalternos, antes que de éstos a los recursos del estado.
Sin embargo, hemos señalado también las contradicciones específicas que generan estas modalidades de clientelización examinadas. En ese sentido, vale resaltar las relaciones de solidaridad, las acciones de resistencia u oposición, etc., que se dan dentro de las redes de subordinación del clientelismo, puesto que constituyen un capital social (en el sentido que le da Bourdieu -op. cit.-) de los sectores excluídos, que como tal puede ser resignificado en nuevas condiciones o ante nuevas perspectivas.
Notas
1) El trabajo de campo fue realizado en el marco de una beca de introducción a la investigación, de la programación UBACyT 1996-1998. Agradezco los comentarios orientadores para el trabajo de la profesora Claudia Guebel y de mis compañeros, en especial de Corina Courtis, en ocasión de cursar el seminario de grado "Tiempo y espacio social", donde fue presentada una primera versión de este escrito como trabajo final.
2) La relación clientelar consistiría (de acuerdo a ciertas ideas consensuadas en la bibliografía especializada) en intercambios asimétricos de bienes y servicios, generalmente intercambio de favores por votos, entre individuos o conjuntos de individuos, que se reconocen de manera personalizada y estan ubicados en situaciones de desigualdad socioeconómica y de poder para acceder a los recursos.
Se trata de una relación de dominación (siempre negociada y disputada) que se estructura y sostiene no solo, como advierte Auyero (1996: 55), a través del intercambio de bienes, sino también de la creencia en la legitimidad de las diferentes posiciones, creencia que emerge en las prácticas cotidianas de los acores, donde las relaciones aparecen como cooperativas y necesarias para el "cliente".
3) Nos referimos aquí con esta expresión a dispositivos de disciplinamiento actuando a través de una red de relaciones, de instituciones y aparatos de estado, que pueden presentar conflictos o desarrollar contradicciones en su accionar pero que tienden a estrategias de conjunto (Foucault 1992).
4) Mónica cuenta, por ejemplo, que en ocasión de "una tormenta con granizada muy fuerte, que arruinó muchas casas", ella recorrió el barrio "casa por casa" para ver cuántas chapas necesitaba cada vecino, y después le llevó esa información a este dirigente político. También le solicitó una garantía jurídica para un vecino que podía perder su casa por pagos atrasados, y otros casos similares.
5) Si bien al describir mecanismos de clientelización incrustados en los dispositivos estatales no deja de haber cierta ambigüedad al marcar una diferencia en los posicionamientos estructurales entre mediadores ("punteros políticos") y políticos locales ("patrones") puesto que en general ambos son empleados o funcionarios del gobierno municipal, y están inmersos en una dinámica (de los procesos de legitimación del estado) que va más allá de sus propias estrategias de acumulación política, la distinción es válida pues remite a una diferencia en la capacidad de tomar decisiones acerca de la asignación de recursos y de otorgar "favores". Esto, además de la ya planteada actuación de mediación de los punteros que requiere presentarse ante la gente como los únicos capaces de cumplir esa función, de ayudarlos, y hacer "bajar" los recursos, en fin, mantener una relación personalizada.
6) Con este nombre se conoce a las trabajadoras del plan VIDA, un plan nutricional financiado por el Consejo Provincial de la Familia y Desarrollo Humano, organismo provincial que preside la esposa del gobernador. Están encargadas de repartir diariamente y de forma gratuita los alimentos que distribuye el plan en cuatro manzanas de su barrio, donde fueron elegidas por las organizaciones vecinales para esta función.
7) Por lo general se producen fricciones puesto que los punteros barriales intentan imponer su criterio acerca de estas cuestiones, poniendo como prioridad su calle, por ejemplo, o la de determinados vecinos, etc. (Se trata en general de proyectos de desmalezamiento, zanjeo, terminación de veredas, etc.).
8) Se trata de las "Primeras Jornadas de Evaluación del Plan de Empleo para familias sin ingresos", realizada a instancias del equipo municipal (el 21-11-97), logrando una gran concurrencia (alrededor de 80 personas, representantes de instituciones). Además de los funcionarios responsables del plan y el intendente, estaba presente el director de Relaciones Institucionales del municipio (encargado de las relaciones con las organizaciones intermedias), y literalmente se tomó asistencia a los representantes de organizaciones presentes (debían anotar institución y barrio). Se hicieron presentes Sociedades de fomento, Liga de Mujeres Varelenses, cooperadoras, manzaneras, comisiones de parroquias, etc.
9) Es notorio que en esta clasificación los punteros políticos aparcen en una posición dominante antes que subordinada, lo cual no deja de ser relativo al punto de mirada del análisis, ya que planteándolo en otros términos resultan sin duda actores subalternos. Pero existe una diferencia efectiva entre punteros barriales y éstos otros: los primeros no se diferencian de sus vecinos mas que por el "capital social" acumulado (en el sentido de Bourdieu), y comparten las condiciones de vida con ellos a excepción de beneficios muy limitados que puedan conseguir. Los punteros políticos (siguiendo nuestra rudimentaria clasificación) son, en general, empleados muncipales con sueldos mas altos (en comparación con los barriales), y con mayores posibilidades de "progreso" desde su carrera política local. Son además quienes tienen lazos más fuertes con los "patrones" (políticos locales), alineados siempre en alguna de las agrupaciones políticas que forman parte de la alianza que gobierna.
10) Quien participaba en esa elección como candidata a diputada nacional era Hilda de Duhalde, la esposa del gobernador de la provincia.
11) Guiddens (1995: 52) utiliza esta noción para proponer que "todas las formas de dependencia ofrecen ciertos recursos en virtud de los cuales los subordinados pueden influir sobre las actividades de los superiores." Lo cual sostiene el espacio de relación con, y visibilizacion de, las organizaciones vecinales en el distrito por parte del municipio, donde las que responden al intendente tienen un trato diferencial, que es signo justamente de la aceptación de las reglas del juego clientelar.
12) Todos los cortes se hicieron en la ruta 36, que une Capital Federal con La Plata, a la altura del "Barrio Pepsi". El conflicto fue reflejado en distintos medios de comunicación.
13) Según la evaluación de algunos de los miembros de la comisión directiva del MTD, el núcleo mayor de adherentes, los primeros que se sumaron, no tenían experiencia particapativa en organizaciones vecinales. Algunos habrían participado en cooperadoras de escuela, y otros mas estuvieron ligados, de acuerdo a estos informantes, a actividades de la Iglesia. Es un punto a esclarecer.
14) Las manzaneras reglamentariamente no pueden ser empleadas municipales ni ingresar como beneficiarias de planes de empleo provinciales o nacionales. Sí pueden presentar ante organismos financiadores provinciales proyectos de microemprendimientos productivos.
15) Usamos el concepto de estrategia no como producto de un cálculo racional, sino como producto del sentido práctico como sentido del juego, condicionado por las relaciones sociales en que están inmersos los sujetos. Los actores pueden aprender a usar estrategias activamente, sin salirse del marco de las normas, aún poniendo la norma de su lado, empleando sus márgenes de libertad (Bourdieu y Wacquant 1995).
16) "La 'movida' de Duhalde. Qué es el evitismo?" Entrevista a María del Carmen Feijóo y Juan Carlos Portantiero, en diario Clarín, 03-08-97.
17) En una asamblea de delegados del MTD se decidió, por ejemplo, realizar sendos petitorios dirigidos al intendente y al gobernador solicitando que los beneficiarios del plan perciban el salario familiar y el aguinaldo, y se convocó a una reunión a todos los beneficiarios que pudieran invitar para generalizar el reclamo (que firmen el petitorio) e instarlos a participar en el MTD.
18) El MTD se organizaba en ese momento en una mesa directiva de 18 miembros y un cuerpo de delegados por barrios, a razón de un delegado cada 15 miembros aproximadamente, realizando en lo posible asambleas semanales de mesa directiva y cuerpo de delegados y reuniones semanales barriales de miembros y delegados.
19) Seguimos aquí el análisis del poder de Foucault (1992) acerca de la génesis del estado según los filosofos del siglo XVIII.
20) Se trata de una demostración de convocatoria exitosa, y que por lo tanto valida los medios de convocatoria. Así lo cuenta el responsable de organizarlo: "Estamos trabajando para el desfile del 9 de julio, que a ese evento nosotros le damos un valor trascendental. Las entidades se están organizando para participar de ese evento y eso nos dá la pauta de que es algo importante. Va a ser mejor que el año pasado y vamos a tener mayor apoyo militar." (Director de Relaciones Institucionales del municipio).
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