V Congreso de Antropologia Social |
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La Plata - ArgentinaJulio-Agosto 1997 |
Ponencias publicadas por el Equipo NAyA https://www.equiponaya.com.ar/ info@equiponaya.com.ar |
LAS MUJERES DE SECTORES POBRES URBANOS DEL GRAN LA PLATA Y EL TRABAJO: UN ESTUDIO DE CASO.
1.
Lic. Dionisi Karina
INTRODUCCION
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación: "Reproducción Social y Pobreza Urbana" que se desarrolla en el marco del Programa de Incentivos de Investigación de la Universidad Nacional de La Plata, en el ámbito del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, bajo la dirección del Dr.Oscar Colman y la Dra. Amalia Eguía.
El objetivo de la investigación vinculada a esta ponencia es el estudio de las pautas de organización familiar y la participación de la mujer en las tareas relacionadas con la reproducción familiar cotidiana. El interés radica en conocer en un grupo social específico la relación entre las características de las unidades domésticas y el papel de las mujeres en el ámbito doméstico y extradoméstico. Se eligió como ejes de análisis las conceptualizaciones que elaboran estas mujeres acerca de la división del trabajo intradoméstico y sus representaciones en torno al "trabajo femenino". Se expondrá en esta oportunidad el análisis realizado hasta el momento respecto a este último punto.
DESARROLLO CONCEPTUAL
MUJER Y GENERO
La Antropología cuenta con una larga tradición de interés por la sexualidad, el parentesco y las expresiones simbólicas de lo masculino y lo femenino en diferentes culturas.
Como plantea González Montes (1994), hasta finales de la década del 70 los estudios estaban dirigidos a hacer "visibles" las actividades desarrolladas por las mujeres, a través de investigaciones que demostraran su participación activa más allá de la familia y del ámbito doméstico. Estos estudios se encuadraron dentro de lo que se denominó "antropología de la mujer" y su objetivo era encontrar los orígenes de la desigualdad social y culturalmente construida entre los sexos.
En la etapa actual, el énfasis está puesto en demostrar que las relaciones de género son una dimensión fundamental, junto con las de la clase y las de adscripción étnica, de las relaciones sociales. Constituyen, por lo tanto, un objeto de estudio válido e indispensable. Con este punto de partida se constituyó "la antropología con un enfoque de género" que tuvo como objetivo entender cómo se construyen y operan las diferencias entre los sexos en los distintos ámbitos de una sociedad (Lamas, 1986).
Desde esta pespectiva, aprender acerca de las mujeres implica también aprender acerca de los hombres. El estudio del género es una forma de comprender a las mujeres no como un aspecto aislado de la sociedad, sino como parte integral de ella.
Se define la categoría género como una construcción social e históricamente determinada que da cuenta de las expectativas y valores que una sociedad asocia al hecho de ser mujer o varón. "Su significado no puede darse por sabido, sino que debe ser investigado" (Ortnes,1981).
El interés en dicha categoría radica en que permite distinguir el plano biológico del nivel cultural y social en que se inscriben los comportamientos humanos. Mientras que el sexo consiste en la posesión de determinadas características anatómicas y fisiológicas, el género es un concepto del orden de la cultura, un modo de referirse a la organización social entre mujeres y varones: el conjunto de propiedades y funciones que la sociedad atribuye como imaginariamente vinculados al sexo. Desde esta perspectiva, Rosaldo (1980) plantea que "el lugar de la mujer en la vida social no es producto de las cosas que ella hace sino del significado que adquieren sus actividades a través de la interacción social". Los estudios antropológicos, desde los años 30 y 40 con los precursores trabajos de Margaret Mead, procuraron demostrar que la identidad de hombres y mujeres no es producto de una "esencia" masculina y femenina inmutable, sino que se construye a través de un proceso de socialización en el que intervienen los modelos de lo que la sociedad define como las actitudes y conductas apropiadas para cada sexo. Los sistemas de género, sin importar el período histórico, han sido tratados como sistemas binarios que oponen lo masculino a lo femenino, generalmente no en un plano de igualdad sino en un orden jerárquico. Una de las tareas de las ciencias sociales ha sido buscar las particularidades histórico-sociales de este fenómeno en apariencia universal. Rubin ha propuesto el concepto de sistema sexo/género, no el de patriarcado, para dar cuenta a un nivel de abstracción general del fenómeno de dominación que estamos planteando. De acuerdo con esta autora, "el sistema sexo/género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en un producto de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas. Se refiere a las relaciones sociales de reproducción, entendidas como una construcción socio-cultural de las jerarquías sexuales que transforman el sexo en género. En el capitalismo esta construcción ideológica enmascara la producción de bienes y servicios privados que implica el trabajo doméstico" (Rubin,1986).
La subordinación de las mujeres ha sido explicada tradicio- nalmante por su papel en la reproducción biológica y por la existencia de una división sexual del trabajo que les asigna la responsabilidad doméstica. Ambas actividades han recibido una valoración social inferior frente a las tareas masculinas. De esta manera, debe incluirse en el estudio del trabajo femenino el sentido y el valor otorgado a las actividades que realizan las mujeres, por ellas mismas y por los hombres. Esta dimensión simbólica forma parte de los límites sociales que demarcan el tipo de trabajo al que pueden acceder las mujeres.
MUJER Y TRABAJO
Desde los tiempos más remotos, el trabajo se dividió siguiendo lineamientos sexuales. La categoría división sexual del trabajo hace referencia a una relación social, alude al tipo de tareas asignadas socialmente a cada sexo en determinado momento histórico.
Con el establecimiento de una nueva forma de producción a partir de la revolución industrial se establecieron distinciones claras entre el trabajo y el hogar, suprimiendo de este último casi toda actividad productiva. De esta forma, el desarrollo del capitalismo implicó una progresiva división social del trabajo en dos esferas diferentes: por un lado, la doméstica con sus funciones reproductivas; por el otro, la esfera de la producción generalizada de mercancías. En este marco se redefinen los espacios sociales asignados a cada sexo. El hombre se relaciona con la esfera de la producción, la realización de valores de cambio, el mundo público. La mujer con la esfera de la reproducción, la realización de valores de uso, el mundo privado.
En este contexto el trabajo socialmente valorado es aquella producción destinada al mercado. El trabajo doméstico es considerado un servicio privado hasta el punto de desaparecer como trabajo y aparecer como un no trabajo; estructura, a su vez, la vida de las mujeres y vuelve invisibles las actividades de producción y reproducción social en las unidades domésticas.
Diferentes investigadores han puesto de manifiesto que la producción de bienes y servicios para el autoconsumo desarrolladas en la esfera doméstica constituye una actividad económica básica, inclusive en las sociedades altamente mercantilizadas.
Topalov (1979) sostiene que el trabajo doméstico es una forma de producción privada de valores de uso, que no tienen valor de cambio porque no son mercancías. Permite satisfacer una parte de las exigencias objetivas de la reproducción, disminuyendo como consecuencia el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y, por consiguiente, su valor de cambio.
En este sentido, se entiende por "trabajo" tanto la realización de tareas domésticas como extradomésticas. La primera abarca todas las tareas ligadas al mantenimiento cotidiano de los miembros adultos y a la socialización y cuidado de los niños y otros miembros de la unidad doméstica. La segunda, incluye la participación en procesos sociales de producción de bienes y servicios para el mercado (Jelin,1984).
Los estudios sobre esta temática se orientaron a evaluar la contribución económica femenina, tanto en el trabajo de reproducción doméstica como en el de producción, buscando entender sus conexiones.
Nuevas perspectivas que analizan el trabajo femenino proponen no sólo conocer en qué están trabajando las mujeres y bajo qué condiciones, sino también entender el significado otorgado a sus actividades.
En este sentido, Narotzky (1988) realiza un estudio que tiene por objetivo conocer bajo qué circunstancias se elabora en el mundo occidental un concepto de trabajo diferente para cada sexo, cuáles son sus distintas valoraciones y las ideologías que acompañan una determinada división del trabajo.
Ubica históricamente la extensión del hábito de la "limpieza doméstica" como tarea femenina a fines del siglo XIX; hasta entonces las tareas de limpieza de las casas comunales eran anuales o bianuales, ocupaban sólo unos días y por dichas tareas las mujeres recibían un jornal.
Para Narotzky la percepción del "trabajo femenino" parece diferir del significado que se atribuye al "trabajo masculino", ubicando al primero más próximo a la "ayuda", como algo secundario y accesorio dentro del entramado de las relaciones sociales. Su tesis se basa en que ciertos conceptos funcionan como metáforas que organizan la percepción, interpretación y realización de determinadas actividades humanas. En su estudio sobre el trabajo asalariado femenino utiliza la metáfora "Trabajar es Ayudar", arribando a las siguientes conclusiones:
-el trabajo extradoméstico es ayuda porque no es el trabajo principal que corresponde a la mujer en la división sexual del trabajo, que establece las funciones masculinas y femeninas dentro del grupo familiar,
-es ayuda porque complementa los ingresos del cabeza de familia idealmente masculino,
-es ayuda porque no siendo la función económica principal de la mujer, su incursión en el mundo productivo se percibe como circunstancial. Este elemento de discontinuidad va ligado al ciclo de fertilidad de la mujer,
-es ayuda porque las relaciones de producción, muchas veces, se imbrican en una red de obligaciones y reciprocidades centradas en el grupo doméstico, como son las de parentesco y vecindad,
-es ayuda porque una gran parte del adiestramiento femenino se realiza dentro del grupo doméstico y, por tanto, de modo no formal. Así el trabajo de las mujeres se convierte en técnicamente cualificado pero formalmente descualificado, lo cual lo ubica más próximo a la ayuda.
MUJER Y PARTICIPACION ECONOMICA
La participación de las mujeres en la esfera del trabajo ha estado condicionada por las características del desarrollo socioeconómico y por su propia situación de género. La incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo es, sin dudas, uno de los cambios más espectaculares y significativos que han experimentado los países latinoamericanos en las últimas décadas, acompañado del proceso de urbanización de la región.
La creciente incorporación de las mujeres en la actividad económica se manifiesta en la proporción que representa dentro del total de la población económicamente activa (PEA) de ambos sexos. Dicha proporción ha crecido sistemáticamente desde los años sesenta hasta el presente.
En los 19 países latinoamericanos considerados en el trabajo de FLACSO sobre "Mujeres latinoamericanas en cifras" (1995), el porcentaje de mujeres dentro de la PEA aumentó de 19,1% en 1960 a 28,1% en 1990. Si se toma en consideración el subregistro censal y se recurre a los datos más recientes de encuestas de hogares, se concluye que de cada tres personas activas en América Latina una es mujer.
Diferentes autoras relacionan este aumento de la participación económica femenina con la situación de recesión económica que atraviesan los países de la región. Son las apremiantes necesidades económicas las que han llevado a la movilización de una oferta potencial de mano de obra constituida principalmente por mujeres con responsabilidades domésticas. Así lo manifiestan Oliveira y Salles (1995), quienes detectan que entre los años 1976 y 1987 se registra en México un importante incremento en la PEA de las mujeres de mayor edad, unidas y con hijos. Por otro lado, Safa (1994) postula que la mayoría de las mujeres latinoamericanas son "obligadas" a buscar empleo remunerado debido a la dificultad cada vez mayor que enfrentan los hombres para conseguir empleos estables.
El crecimiento más rápido del empleo femenino en América Latina continúa en el sector terciario (comercio y servicios), representado por el 67,2% de la población femenina ocupada (Arizpe,1994). Las mujeres trabajan en los empleos peor remunerados y más inestables, constituyen una fuente de mano de obra más barata y más dócil para estas economías en proceso de transformación.
DESARRROLLO DEL TRABAJO
Nuestras investigaciones se desarrollan en tres barrios periurbanos del Gran La Plata: "Villa Rubencito", "El Zanjón" y "EL Molino", localidad de Punta Lara, Partido de Ensenada.
La zona estudiada pertenece al Gran La Plata, provincia de Buenos Aires. La actividad económica de la región en los últimos 20 años atravesó una serie de transformaciones que fueron acompañadas por una caída del nivel de actividad, un proceso de desindustrialización y de terciarización de la fuerza de trabajo, así como por una tendencia al decrecimiento del ingreso medio.
Del estudio realizado por Eguía y Ortale (1996) en el Gran La Plata surge la caracterización socioeconómica de la población investigada. El 86% de las unidades domésticas encuestadas en los tres barrios periurbanos selecionados no contaban con ingresos suficientes para satisfacer la totalidad de las necesidades básicas familiares, según la canasta de subsistencia elaborada por FIDE. El 56% del conjunto se ubicaba por debajo de la línea de pobreza establecida por el INDEC para el Gran Buenos Aires.
Respecto a la participación de las mujeres de esta zona en el mercado laboral, se constató que en los últimos años hubo un aumento de su participación económica, favorecida por la evolución del ciclo de vida familiar.
En el año 1994 el 35% de las mujeres tenía trabajo extradoméstico y un 20% procuraba tenerlo. Para ese año, las mujeres constituían el 21% de la población total ocupada. Debido al tipo de inserción laboral, las mujeres presentaban en dicho período condiciones de precariedad más acentuadas que el grupo de hombres (Eguía, 1996).
Teniendo en cuenta este contexto, se consideró importante plantear una línea de trabajo que tuviera como eje de análisis las prácticas y representaciones de las mujeres pertenecientes a estas unidades domésticas respecto a su participación en el trabajo doméstico y extradoméstico.
Se consideró como unidad de análisis a la unidad doméstica, por tratarse de una instancia mediadora en la que pueden observarse las interrelaciones entre los individuos y la estructura social. Se distingue analíticamente el concepto de familia del de unidad doméstica. La familia remite a una institución social que regula, canaliza y confiere significados sociales y culturales a las necesidades de sexualidad y procreación, conformando una red de relaciones de parentesco que rebasa al grupo corresidente.
El concepto de unidad doméstica refiere a un grupo social de interacción en tanto grupo corresidente, que coopera económicamente en las tareas cotidianas ligadas al mantenimiento de sus miembros unidos o no por lazos de parentesco (Jelin,1980).
Desde la perspectiva adoptada se considera que las actividades desplegadas en el ámbito de la unidad doméstica cumplen una doble función: la de reproducción cotidiana y la de transmisión de una generación a otra de aspectos ideológicos y culturales que fundamentan las diferencias sociales básicas (Oliveira-Salles,1989). En el ámbito doméstico los individuos organizan en armonía o en conflicto diferentes actividades necesarias para el logro de la reproducción de la vida cotidiana. En ésta varones y mujeres internalizan la forma en que su grupo social concibe la división sexual del trabajo y la construcción de géneros.
La unidad doméstica concebida como espacio privado es, según De Barbieri (1980), el lugar de satisfacción de diferentes necesidades materiales y afectivas, donde se realizan una serie de procesos de trabajo cuyo fin último es garantizar la manutención y reproducción de la vida humana.
Simultáneamente la unidad doméstica tiene un importante papel en la formación de la oferta de mano de obra para el mercado (Oliveira,1994). Resulta interesante conocer cuándo la unidad doméstica ofrece a sus miembros como trabajadores, en particular, a sus mujeres; quiénes lo deciden y bajo qué condiciones se produce.
Se parte de la consideración general de que dada la división sexual del trabajo existente en las sociedades actuales, que ubica a la mujer como la responsable de las tareas cotidianas vinculadas a la reproducción de su familia, su participación en el mercado laboral se vuelve subordinada a ese rol.
Se agrega a esto que en la distribución de reponsabilidades en la unidad doméstica, está presente un esquema de autoridad que se apoya en un tipo de división sexual del trabajo y en un sistema de deberes y obligaciones entre padres e hijos (Jelin,1984). Así la unidad doméstica se presenta como una unidad de reproducción, de consumo y de poder, delimitando quién hace qué, quién se responsabiliza por qué y quién juzga el desempeño de cada miembro.
La diferenciación de los roles intradomésticos estará en función de la edad, el género y el grado de parentesco de cada miembro de la unidad familiar.
Se analizan las características que adquiere la participación de la mujer en el trabajo doméstico y extraméstico en relación a las siguientes factores: la composición y el tamaño de la unidad doméstica; la etapa del ciclo familiar; la presencia o ausencia de esposos; la categoría ocupacional del esposo y el tipo de trabajo extradoméstico realizado por las mujeres.
Para el análisis de las conceptualizaciones sobre el trabajo femenino se parte de la consideración de que la dicotomía público /privado afecta la percepción y experiencia de trabajo de las mujeres, particularmente en las evaluaciones valorativas que lo constituyen como algo diferente al trabajo masculino (Narotzky,1988).
TRABAJO DE CAMPO
Sobre la base de la caracterización general de la población de los tres barrios periurbanos mencionados del Gran La Plata realizada por Eguía y Ortale se confeccionó una muestra que incluye mujeres cuyas unidades domésticas tienen diferentes características. En especial, se eligió como criterio de selección su estado civil, su ocupación y la existencia de niños menores de 10 años con el fin de poder comparar el tipo de actividades femeninas y la organización doméstica cotidiana de estas familias.
La técnica utilizada en el trabajo de campo fue la entrevista semiestructurada, de acuerdo al abordaje de esta temática que intenta recuperar el significado dado por las mujeres a sus comportamientos cotidianos. "Se concibe al sujeto actuante como organizador del sentido de la acción y su indagación se constituye en un área específica de la investigación" (Llovet,1986).
El trabajo de campo se llevó a cabo entre los meses de agosto de 1996 y febrero de 1997 en los barrios mencionados. Hasta el momento se realizaron 2 entrevistas a 10 informantes.
CARACTERIZACION DE LAS UNIDADES DOMESTICAS ENTREVISTADAS
Las edades de las mujeres entrevistadas oscilan entre 32 y 38 años; todas tienen hijos cuyas edades están comprendidas entre 1 y 21 años. Se trata, en general, de familias nucleares con un promedio de 5 hijos, sin presencia de otros miembros aunque, en muchos casos, comparten el terreno donde está ubicada su vivienda con otros parientes.
De las 10 mujeres entrevistadas, 6 realizan algún tipo de actividad extradoméstica con ingreso monetario. Sólo 3 de éstas poseen empleo estable, con una jornada laboral que no supera las 4 horas diarias: 2 en el sector formal (empresa de limpieza) y 1 en el sector informal (servicio doméstico). El resto realiza actividades no sistemáticas, como la venta de cosméticos, recolección y clasificación de metales para su venta y servicios domésticos a demanda.
La mayoría de las informantes, en algún momento de su vida, se empleó en el servicio doméstico. En la actualidad 5 de las mujeres entrevistadas buscan empleo.
En 7 casos, la unidad doméstica cuenta con jefe de familia masculino; 4 de ellos tienen empleos estables en el sector formal de la economía; el resto realiza actividades por su cuenta (pintura, herrería) o trabajan como personal contratado, ubicándose en el sector informal.
RESULTADOS ALCANZADOS
Se presentan los resultados alcanzados hasta el momento, clasificando las unidades domésticas entre aquellas donde la mujer-madre tiene trabajo extradoméstico y aquellas en las que ésta no lo tiene.
1) UNIDADES DOMESTICAS: MUJERES CON TRABAJO EXTRADOMESTICO
En este grupo ubicamos las unidades domésticas con presencia de esposo y sin esposo. Estas familias tienen entre 3 y 6 hijos las primeras y entre 4 y 5 hijos las segundas, con edades comprendidas entre 1 y 16 años.
Las trayectorias laborales de las mujeres de este grupo están íntimamente relacionadas con la evolución del ciclo de vida familiar. La mayoría de las informantes trabajaba antes de casarse (en todos los casos en servicio doméstico); luego dejaron de hacerlo y volvieron a participar en actividades extradomésticas cuando los hijos más grandes pudieron hacerse cargo de los más pequeños: E (Entrevistador): Trabajaste? I (Informante): "Antes de casarme yo trabajaba por hora, ayudaba más que nada para salir yo, (...) yo cuando tuve la tercer nena empecé a trabajar. Y si tengo el varón y después ella (la más chiquita) y seguí trabajando, siempre así variado, no era efectivo, trabajo digamos así por jornada como dicen ellos, por hora (...) tuve una etapa que dejé cuando me junté con mi esposo y después nos casamos, entonces ahí ya nació ella, las nenas no trabajaba yo" (Entrevista Nº 1).
La constitución de una pareja, en todos los casos, aparece como un punto de inflexión en la continuidad laboral.
Los motivos por los cuales las mujeres con esposos de este grupo consideran "necesario" realizar algún tipo de actividad extradoméstica que genere ingresos monetarios están especialmente relacionados con la situación laboral del esposo. Se percibe que las mujeres "deben" realizar actividades extradomésticas cuando éstos están desocupados o cuando los ingresos obtenidos por los mismos son considerados insuficientes para el presupuesto familiar. Este deber tiene como objetivo sostener la estabilidad familiar, actividad relacionada con la condición femenina.
El grupo de esposos de estas mujeres desempeñan en su mayoría tareas en el sector informal (como personal contratado de empresas, cuentapropistas en tareas de herrería o pintura); sólo uno de ellos trabaja como personal efectivo en una empresa de electricidad. Sus condiciones ocupacionales se caracterizan por la inestabilidad laboral y la irregularidad de los ingresos. Esta situación presenta consecuencias importantes en el presupuesto familiar cotidiano, que generalmente es manejado por las cónyuges.
La relación del trabajo extradoméstico femenino con el tipo de trabajo realizado por el esposo refuerza la idea del trabajo femenino como "ayuda", siempre transitoria para enfrentar o reforzar alguna situación considerada inestable. El esposo es considerado como el proveedor del grupo familiar.
Los siguientes testimonios expresan esta relación: E: ¿Por qué habías decidido trabajar? I: "Y porque mi esposo es pintor y yo tuve que salir a trabajar, porque él se quedó sin trabajo y como es...y bueno el matrimonio es así, qué se yo, si el esposo se queda sin trabajo la mujer tiene que agarrar y salir, porque hay más posibilidades para las mujeres..." (Entrevista Nº 1).
I: "...si cuando tuve posibilidad de poder trabajar, siempre trabajé para poder ayudar en la casa...yo pienso que cuando uno puede darle una mano se la da, porque hay veces que cobra bien y hay veces que no..." (Entrevista Nº 3).
La situación de ruptura de la pareja es el motivo esencial a partir del cual las mujeres sin esposo comienzan a trabajar.
No presentan mayor experiencia en el desempeño de actividades extradomésticas, pero a partir de este episodio sus trayectorias laborales son continuas y en general manifiestan que con el paso del tiempo esta situación se ha afirmado.
Las mujeres con esposo tienen trayectorias laborales discontinuas, desempeñan por lo general actividades por cuenta propia y su compromiso con el trabajo extradoméstico está subordinado al cuidado y la atención de los hijos.
En cuanto a la conceptualización de estas mujeres respecto a sus actividades extradomésticas se hallaron diferencias en relación al tipo de tareas desarrolladas.
Aquellas mujeres que realizan actividades extradomésticas informales perciben estas tareas como parte de su actividad doméstica. Por un lado, son actividades que desarrollan con otros miembros de la unidad doméstica, o que permiten su articulación con las responsabilidades domésticas. Por otro lado, si bien son actividades que les proporcionan algún dinero son concebidas como "ayuda" y no como "trabajo", al que asocian con la percepción de un "sueldo" y con "salir" y "dejar la casa".
E: ¿Trabajas? I: "No, no, soy ama de casa. Trabajaba antes, antes de que ma casé en casa de familia, después nunca más (...) ahora viste vendo cosméticos, eso sí, pero salir a trabajar afuera de casa eso no" (Entrevista Nº 2).
I: "Nunca trabajé así para afuera" E: ¿Cuáles son tus principales tareas? I: "Salir, a buscar latitas, o ir a la iglesia, o ir a la cooperativa, o buscar mercaderías o ir al colegio para pedir la beca para el nene...a la tarde yo me voy a la picada (basural de la zona), a buscar latitas, cable o aluminio, después lo limpiamos, lo que sirve, lo que es bronce por un lado, lo que es metal del otro lado, lo vamos poniendo en diferentes bolsas para después venderlo, y bueno después no hago más nada...no yo voy con los chicos y mi marido, el más chiquito queda con mi mamá o por ahí si está lindo el día le pongo el gorrito y lo llevo, pero siempre sabemos i los cinco...se encuentra de todo, de todo encontrás, y así mismo vas a ver la gente que hay" (Entrevista Nº 4).
El buen funcionamiento del hogar y la crianza de los hijos tiene un lugar muy importante en la vida de estas mujeres. Las tareas extradomésticas se desarrollan en función de los tiempos y las actividades de los demás miembros de la familia. Así el trabajo extradoméstico es percibido como un obstáculo a su rol principal de madre, como lo expresa el siguiente testimonio: I: "...ir a ver casa por casa no hago eso, no porque no me queda tiempo, si hago eso en qué hora hago las cosas de la casa; así que lo paso así (el librito de venta de cosméticos), a veces cuando voy a hacer los mandados voy de paso y los dejo, al otro día cuando voy a hacer los mandados lo traigo" (Entrevista Nº 2).
Sólo la informante con esposo que desempeña tareas en el sector formal (empresa de limpieza) tiene una valoración positiva de su actividad extradoméstica, tanto en el sentido de su contribución al presupuesto familiar como su aporte a su vida personal: E: ¿Qué te da trabajar? I: "Yo me siento bien, es como una distracción, salís, qué sé yo por hay mucho tiempo encerrada viste, te ponés a pensar, que no podés hacer, entonces trabajando uno se despeja un poco porque no piensa tanto lo que está pasando...ya hace 3 años que estoy trabajando así que es como parte de mi vida trabajar" (Entrevista Nº 4).
El trabajo extradoméstico tiene un valor central en la vida de las mujeres sin esposo. El mismo es relacionado con la posibilidad de independencia personal y del mantenimiento de sus familias: E: ¿Qué te posibilitó trabajar? I: "Estar bien, estar bien yo, no de depender tanto de los demás, no tener que estar esperando, dependiendo...tratar de mantener mi familia, con mi trabajo viste, mantenerlos a ellos más que nada viste..." (Entrevista Nº8).
I: "...ahora estoy mucho mejor, con sacrificio viste, yendo todos los días a trabajar..." (Entrevista Nº 7).
Para estas mujeres no hay posibilidad de elección entre salir a trabajar y quedarse en sus casas. La inestabilidad laboral aparece como una gran amenaza a su nuevo rol de proveedora de la unidad doméstica. Estas mujeres desarrollan jornadas laborales de 4 horas diarias (20 horas semanales). Esto les ha permitido coordinar sus tareas extradomésticas con las responsabilidades domésticas, que aún en gran medida se encuentran a su cargo o son compartidas con los miembros mujeres de mayor edad del grupo familiar.
En cuanto al trabajo doméstico, todas las mujeres de este grupo tienen por propia convicción las tareas domésticas a su cargo, realizando por lo tanto la denominada "doble jornada". En las unidades domésticas cuyas mujeres trabajan en el sector formal de la economía se constató una mayor participación de los demás miembros en las tareas del hogar, aunque en general perdura una división de tareas según el género. Manifiestan una percepción de la limpieza doméstica como una tarea femenina que se aprende en el seno del hogar desde la infancia: I: "me gusta, no hay nada que...sí, porque lo hice desde chica, ya estoy acostumbrada, desde chica que vengo con las actividades del hogar" (Entrevista Nº 3).
I: "...la mujer que se yo sabe más de la limpieza que el hombre, viste que la mujer mira detalles que el hombre por ahí no ve..." (Entrevista Nº 1).
2) UNIDADES DOMESTICAS: MUJERES SIN TRABAJO EXTRADOMESTICO
Este grupo está conformado por unidades domésticas con mayor número de hijos, entre 6 y 9 hijos, con edades entre los 2 y 21 años.
Los esposos de las mujeres de este grupo tienen una situación laboral de mayor estabilidad que el grupo anterior. Todos desempeñan actividades laborales en la rama servicios del sector formal de la economía. Esta situación les proporciona ciertos beneficios a las unidades domésticas: ingreso fijo mensual o quincenal, salario familiar, obra social, acceso a créditos, etc.
Las mujeres entrevistadas realizaron en otros momentos de sus vidas actividades extradomésticas; en general, en el servicio doméstico. Sus experiencias laborales varían en cuanto al tiempo y la cantidad de horas trabajadas. De los testimonios se desprende que los momentos de mayor actividad extradoméstica estuvieron relacionados con períodos de inestabilidad laboral de sus esposos.
Los motivos por los cuales dejaron de trabajar están relacionados con los períodos de expansión del grupo familiar (nacimiento de los hijos) y con la necesidad de estar en la casa a fin de cuidar a los hijos. Dejar de trabajar no influyó en el presupuesto familiar porque, según manifiestan las informantes, sus ingresos eran utilizados en gastos considerados "extras".
Los siguientes testimonios expresan la relación entre sus trayectorias laborales y el ciclo de vida familiar; en éstos la expansión del grupo familiar aparece como un obstáculo para la continuidad del trabajo extradoméstico: E: ¿Trabajaste I: "Trabajaba por hora 2 o 3 veces por semana, dejé después que quedé embarazada del último nene..." (Entrevista Nº 10).
I: "En servicio doméstico, en limpieza...3 años, después dejé porque quedé embarazada del nene de 6 años y ya no trabajé más" (Entrevista Nº 6).
En cuanto a la concepción del trabajo extradoméstico, las informantes manifiestan ciertas ambigüedades respecto a su valoración. Por un lado, es fundamentalmente relacionado con una actividad fuera del hogar, valorada negativamente porque genera el abandono de los hijos: I: "...que yo me fuera de casa a trabajar, y mucho porque yo dejaba mucho tiempo a los chicos solos dejaba...y capaz que ellos era cuando más me necesitaban, porque el padre no estaba en todo el día, y...los chicos tenían que andar cuidando al más chiquito (...) prefiero estar en mi casa" (Entrevista N° 5).
Por otro, manifiestan que trabajarían motivadas por la idea de "ayudar" a sus maridos, para que éstos trabajen menos horas.
Además, el "salir a trabajar" estaría relacionado con la posibilidad de poder relacionarse con otras personas y poder salir del ámbito doméstico. Esto es evaluado positivamente; sin embargo, esto último lo ubican como un deseo, algo que por el momento no pueden realizar con liberta Los siguientes testimonios reflejan esta situación: E: ¿Por qué querés trabajar? I: "...más para ayudar a mi marido, para salir un poco a flote" (Entrevista Nº 10).
I: "...yo quiero ayudarlo para que él se sienta más aliviado...quiero aliviarlo un poco (...) porque sería la manera de como salir un poco, a mí lo que me gustaría trabajar y... por ej. limpieza donde yo pueda hacer compañeras." (Entrevista Nº 6).
Las expectativas de trabajo extradoméstico están limitadas a tareas de limpieza en casas de familia. Estas son las tareas para las cuales se sienten preparadas debido al entrenamiento que realizaron desde pequeñas en el ámbito del hogar: I: "..y sí porque no tengo estudio para trabajar en otro lado, casa de familia para trabajar en limpieza, cocina, todo eso... uno que dinero hace falta y otro que uno se despeja un poco de la casa..." (Entrevista Nº 9).
En muchos casos, la incorporación al mercado laboral de las mujeres de este grupo también está relacionada con la posibilidad de poder llevar a sus hijos más pequeños a los lugares de trabajo. Las entrevistadas manifiestan que la prioridad son sus hijos antes que el trabajo extradoméstico: E: ¿Así que con un bebe trabajabas? I: "Claro, me lo llevaba, la nena más chiquita me la llevaba en un changuito, porque podía llevar chicos yo..la llevaba...hasta que se largó a caminar y ya era imposible" (Entrevista Nº 5).
Las mujeres de este grupo conceptualizan al trabajo doméstico como la tarea que les corresponde por su condición de mujer y de madre, de acuerdo a la división del trabajo imperante en estas familias. Las informantes manifiestan que no comparten su responsabilidad doméstica ni con sus esposos ni con sus hijos: I: "lo tengo que hacer, es una obligación hacerlo" (Entrevista Nº 10).
I: "...yo pienso que es una labor que tiene toda mujer, qué se yo a mí me gusta..." (Entrevista Nº 5).
El trabajo doméstico está principalmente dirigido a aquellas tareas de manutención y socialización que implica la crianza de los hijos, más que a las tareas de limpieza de la casa. Es sobre esta función que estas mujeres construyen su rol principal: el de madre. El esposo es valorado como el proveedor del grupo familiar; por lo tanto, el mundo del trabajo es percibido como el ámbito de desarrollo de los hombres.
CONCLUSIONES
Las trayectorias laborales de estas mujeres son fluctuantes y discontinuas, se hallan sujetas a variaciones de acuerdo a la situación laboral del esposo y a la evolución del ciclo de vida familiar.
Se constató una mayor participación económica de las mujeres en aquellos períodos de mayor inestabilidad laboral de sus esposos, así como ningún tipo de participación extradoméstica de las mujeres con esposos con trabajo estable. La fuerza de trabajo femenina funciona en estas unidades domésticas como una reserva que se movilizada cuando cambian las condiciones de "necesidad" del grupo familiar.
Toma otro carácter la participación en el mercado de trabajo en aquellas unidades domésticas donde la mujer que trabaja es la jefa de hogar. En este caso, el trabajo extradoméstico es el recurso básico para la satisfacción de las necesidades familiares.
En todos los casos, el ciclo de vida familiar aparece como condicionante de las posibilidades de trabajo extradoméstico de estas mujeres. El casamiento y el nacimiento de los primeros hijos son puntos de ruptura en las trayectorias laborales.
El trabajo extradoméstico es valorado de manera positiva por las mujeres jefas de hogar y por las mujeres que trabajan en el sector formal de la economía. En estos casos, el trabajo extradoméstico es experimentado como parte de un proyecto personal aunque sus motivaciones están vinculadas a una responsabilidad familiar.
Las restantes mujeres subordinan las tareas extradomésticas a su rol principal, que es definido en el ámbito del hogar. Las mujeres entrevistadas manifiestan que están adiestradas para las tareas de limpieza y para el cuidado de niños, constituyendo ésta una actividad que aprenden desde la infancia en el espacio de la propia familia. Esta experiencia interviene también en la conceptualización que elaboran para referirse al "trabajo femenino".
Respecto a la división sexual del trabajo intradoméstico, en las unidades domésticas estudiadas hombres y mujeres no asumen simétricamente la carga de trabajo doméstico. Este es llevado a cabo predominantemente por las mujeres (ya sean madres o hermanas mayores), en virtud del proceso de construcción social del género que les atribuye esta responsabilidad.
Podemos concluir que el concepto de "trabajo" que manejan estas mujeres está fuertemente vinculado a las ideas de "salir de la casa", "recibir un salario", "tener un oficio"; éstas serían las características propias del "trabajo masculino" y del trabajo socialmente valorado. Esta concepción se manifiesta principalmente en los testimonios de aquellas mujeres que realizan actividades informales no sistemáticas, las cuales no son percibidas como "trabajo".
Estas mujeres de sectores pobres experimentan y perciben sus actividades siempre en relación a su función en el hogar; el "trabajo femenino" es vinculado con la idea de "ayuda" tanto hacia el esposo como hacia los hijos.
BIBLIOGRAFIA:
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NOTAS
1.
Antropóloga social, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación,UNLP.
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