V Congreso de Antropologia Social |
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La Plata - ArgentinaJulio-Agosto 1997 |
Ponencias publicadas por el Equipo NAyA https://www.equiponaya.com.ar/ info@equiponaya.com.ar |
Poder y consumo. En torno a la hoja de coca (Argentina: 1924-1990)
Ricardo Abduca *
Busco acá desarrollar ciertos avances en torno a las relaciones sociales establecidas en torno a un bien de consumo cuasi legal. A partir de disposiciones legales análogas a otras que van desarrollándose en Argentina como en otros países -desde, pongamos, 1924-, la hoja de coca (Erythroxilon coca) pasa a tener un status cuasi legal. [ Usamos esta última expresión para referirnos a una serie de contradicciones y ambigüedades presentes en la larga serie de normas legales que el gobierno argentino va implementando desde dicha fecha ]. Se mostrará, en términos generales, cómo el ejercicio del poder se verifica también en la demanda y el consumo. Será objeto de esta comunicación: a) ubicar dicha serie en el proceso histórico, con especial atención a la actualidad; b) Las características del consumo de hoja de coca en Argentina; c) Sus consecuencias sociales y políticas. Queremos llamar la atención sobre una cuestión poco investigada, y sobre sus consecuencias sociales y políticas.
A. Características generales del consumo argentino de coca
Por 'consumo moderno' de hoja de coca1 en Argentina entendemos al que se encuentra hoy día en Salta y Jujuy. Éste tiene por principales atributos el ser tanto rural como urbano; tanto coquean campesinos de Suripugio en la puna de Yavi como un diputado de Salta 'de apellido' o un turco comerciante de Fraile Pintado o Perico (no todos coquean, claro, del mismo modo). Es un tipo de bien de consumo de uso laboral (en el campo) y festivo o de sobremesa (en la ciudad). Hasta donde se puede suponer, a partir de todos los textos consultados,2 desde la Sierra Nevada de Santa Marta frente al Caribe colombiano, hasta San Pedro de Atacama al sur, no hay otra región andina, donde el akulli tenga estas características. ¿Dónde y cuándo podemos ubicar la génesis del acullico argentino? Aparte de ciertos matices, que no se discuten aquí por falta de espacio, no he encontrado nada que me permita contradecir, para tiempos más tempranos, la siguiente afirmación. En su descripción de «La Paz de Chuquiapo», publicada en 1773, Carrió de la Bandera dice que «son muy raros los españoles, mestizos y negros que la usan» a la hoja de coca (Concolorcorvo 1908: cap. XIV).
Paolo Mantegazza, que a su regreso a Europa será, antes de Mortimer y Mariani, el principal publicista de la hoja de coca, fue médico en Salta por varios años, a mediados del XIX.
La coca se vende en todos los almacenes de la ciudad, pero sólo entre indios y pueblo bajo se usa públicamente. Los ricos que la adoptaron se esconden de los ojos del vulgo profano, como cometiendo un pecado, para masticar la preciosa hoja boliviana ¾como si toda cosa bella, buena, y hecha por Dios no entrase en nuestro dominio. Yo mismo, como médico, y por tanto primero en la lista de la jerarquía de los servidores sociales, no he podido huir a la tiranía del prejuicio, y siempre debí hacer uso de la coca con el más grande misterio. ¡Guay si mi boca hubiese revelado a uno de mis clientes el bolo traidor! Para la opinión pública, yo estaría perdido para siempre (Mantegazza 1870: 373)
Según la descripción geográfica de la Argentina hecha por Martin de Moussy, publicada en 1860, la coca como «masticatorio, está reservado a las clases populares dado que la burguesía la toma como té» (1860, cit. por Caro Figueroa 1970: 159).
Asimismo, hacia julio de 1918, el médico argentino J.A. Domínguez dice que «la puna argentina es el límite austral del uso general de la coca, aun cuando existan muchos coqueros en la quebrada de Humahuaca, en los alrededores de Jujuy y en los valles de Salta» (1918: 26-27).
Sugeriré que este tipo moderno de consumo va emergiendo en la década del 1920, quizás no mucho antes. Aunque la evidencia no es aún suficiente, se sugieren ciertos indicios.
Ya hacia fines de la década del 20, ciertos textos de Juan Carlos Dávalos (Los gauchos, y Los valles de Cachi y Molinos) muestran una tolerancia hacia el consumo de la coca que sugiere que ya es una afición de más grupos sociales que el campesinado de tradición indígena. Pero no encontramos nada parecido en los textos contemporáneos de Juan A. Carrizo.
Domínguez contrasta el "uso general" de la coca, (el de la puna jujeña) con el de Salta, Jujuy y de la quebrada, donde encontramos «muchos coqueros» -pero minoritarios al fin. Luego, 1931 es el año del primer informe argentino sobre coca en la Sociedad de Naciones, redactado con conclusiones favorables al uso de coca por el joven médico Carlos Alvarado, luego destacado sanitarista. En ese año 31 (comentará Alvarado hacia 1977), tras entregar su informe a la Sociedad de Naciones, habló con
«... "viejos y acreditados médicos de Jujuy de aquel entonces (Quintana, Bernascioni, Bárcena)". Posteriormente fue a Salta a tratar el tema con otros ilustres médicos de esa provincia (Ortelli, Solá, Cornejo, etc.). "Todos coincidieron con mis puntos de vista, y todos, o casi todos, eran también coqueros..." » [Reportaje a Alvarado, El Tribuno, Salta, 9-IV-77].
Esto coincide con la memoria actual vigente en Salta entre los que eran niños alrededor de 1930. Todas las personas de esa edad con las que hablé allí -algunos de ellos representantes de la bohemia cultural del noroeste que hacia los años 50 y 60 difundió música y poesía llamada "folklórica" por todo el país y más allá- coincidieron en que para esos años era general el coqueo entre gente urbana y propietaria. [Conversaciones mantenidas en Salta, enero de 1997].
Como hipótesis de trabajo creo necesario explorar si hay cambios en el consumo alrededor de 1924, cuando la coca empieza a venderse en farmacias. Por lo pronto, el acullico argentino se hace, dominantemente, con bicarbonato de sodio como álcali. ¿Cuándo se inventó esta clase de lejía? ¿Fue en las farmacias de Salta hacia la década del 1920? Debe distinguirse también el uso público del privado, y el consumo masculino del femenino. Sé de anécdotas sobre ciertos problemas de etiqueta que algunos acullicadores de Salta tuvieron hacia los años 1940 en el Club 20 de Febrero.3 Al parecer, el problema venía por coquear en ciertos salones de carácter más público, aunque no era de mal tono hacerlo en los salones de juego u otro de concurrencia exclusivamente masculina.He oído cierto relatos (que no he podido confirmar con más versiones) según el cual hasta cierto año de la década del 30 en Salta existía un coqueo vergonzante entre las clases altas. Como símbolo del blanqueo de esa situación, en cierta ocasión se celebró una cena en el Club 20 de Febrero, donde se les ofreció a los asistentes coca servida en un plato; se habría hecho un plato recordatorio impreso con dicha fecha.4 Otro indicio lo tomamos de la queja de Gutiérrez Noriega:
«Es de notar que el cocaísmo prevalece... entre quienes desempeñan los oficios más humildes... es muy frecuente entre vagabundos y delincuentes; casi nunca se presenta entre las clases sociales superiores, excepto en un país de Sud-América, donde su difusión entre dicha clase se está desarrollando en forma peligrosa» (1952: 117).
Por todo lo antedicho, cabe pensar que ese «país de Sud-América» es la Argentina. Este fenómeno parece entonces ser bastante reciente, y en expansión, a mediados de este siglo.
A grandes rasgos es flagrante la diferencia entre el consumo argentino de coca con el que se encuentra en los demás países andinos, pero esto tiene matices. Así, en un texto boliviano redactado hacia 1952 se dice que «antes de ahora era costumbre entre los estudiantes de los colegios secundarios masticar hojas de coca con azúcar en el período de preparación de los exámenes de fin de año». Agrega que «los indios» consumen coca con llijt'a, «algunos mestizos y blancos, con bicarbonato de sodio» (Cárdenas 1996: 38). Análogamente, no falta un consumo sofisticado de coca -al parecer, desarrollado recientemente- en ámbitos como La Paz. Allí ciertas caseras venden hoy coca «mat'achada con azúcar» (es decir, humedecida con agua azucarada). [Sobre el mat'achado, v. más abajo].
Otras sofisticaciones son bastante comunes en Argentina. Un ofertante usual de coca en Salta o Jujuy puede ofrecer su coca, en pesos argentinos [1 $ = a un dólar ] y en bolsitas de 25 gramos, como sigue: «Uno cincuenta la común, dos cincuenta la elegida, tres cincuenta la despalillada».
A la coca despalillada se le saca "el palito", es decir el pecíolo de la hoja. Si los consumidores de las ciudades del norte argentino tienden a quitarlo antes de meter cada hoja en su boca, otros estiman esta práctica como una molestia, aunque necesaria; pagan así por coca despalillada. Esto se correlaciona con el tamaño de la hoja: el pecíolo casi leñoso de la hoja grande lastima la boca sin que el usuario se dé cuenta, debido a la anestesia que el akulli produce en el interior del carrillo. No es el caso de la hoja "menuda" de los yungas paceños.5
Podría atribuirse estas características sociales del consumo de coca a un tipo de demarcación cultural nítida con respecto a los porteños ejercida por parte del "criollo" del noroeste. La cuestión (la duda) es ésta: ¿hay un ámbito de interacción donde se demarcasen los norteños de los porteños, cara cara y coqueando? Yo estoy más inclinado a pensar que aquí juega más un tipo de relación de los norteños consigo mismos: de los contemporáneos con los personajes sociales del tiempo de los padres, madres, abuelos, ancestros... Por las décadas del 10 y 20 en toda la Argentina (desde puntos principales, hegemónicos, de emisión) ciertos elementos del gaucho fantasmal se reinscriben como elementos formadores de lo nacional y lo regional.6 Si en la limitación de la venta de hojas de coca, (del almacén a la farmacia) hay un claro proceso reapropiatorio, expropiatorio, que se habría cumplido en Salta hacia mediados de la década del 20. ¿Cómo se vincula este proceso de apropiación con el "problema del indio" en el noroeste argentino, ese problema que era toxicológico para Ricketts, 'de la tierra' para Mariátegui? ¿Somos tan 'blancos' que podemos consumir como, sin confundirnos con? Asimismo el paso del almacén a la farmacia supone quitarle (en principio) carácter de insumo cotidiano para una persona sana; sí es buena, en cambio, para que una persona enferma se cure. Por otra parte, el expenderse en la botica le otorga otro tipo de legitimidad proveniente de la medicina oficial.
B.1) Antecedentes. La coca de Argentina en estudios previos.
Este consumo es antiguo, y no está vinculado con la inmigración boliviana de las últimas décadas. Se cree usualmente que el consumo contemporáneo de hoja de coca para akulliku en Argentina está asociado a la migración boliviana -inicialmente, la migración a ingenios azucareros.7 Sin embargo numerosas investigaciones argentinas han mostrado que en esta última región, la mano de obra era reclutada, hasta esos años, entre pueblos indígenas del Chaco argentino; a partir de los 20, por arrendatarios de haciendas de Salta y de Jujuy o de otras regiones del norte. El arribo de migrantes bolivianos sería más bien posterior, aunque eso no está investigado.8 Es nuestro punto de partida, en cambio, partir de la unidad cultural y económica que el noroeste argentino en general y sobre todo el área salto-jujeña, ha mantenido históricamente con el espacio altoperuano colonial primero, (orientado hacia Charcas y el Pacífico), continuando, con lógicas novedades históricas, en el período republicano temprano, e incluso hasta el presente. Sustenta esta opinión la marcha actual de recientes investigaciones históricas.
Sin entrar a dar opinión sobre el consumo prehispánico de coca en el actual noroeste argentino,9 ni sobre tiempos coloniales, bastará decir que la importación de coca boliviana por Argentina ya es mencionada por Dalence (1840), por M. de Moussy (1860) y por el primer censo argentino (1869).
Sobre la exportación a Argentina y sobre el consumo que allí se realiza, sin embargo, se cuentan con los dedos de la mano los textos de las ciencias sociales dedicados directamente al respecto. Con una excepción (Rabey et al. 1989, -un texto que enfoca ante todo lo jurídico-), los contados textos existentes, casi todos de producción argentina, o enfocan exclusivamente cuestiones jurídicas y de control social.10 Reiteramos, asimismo, que la hoja que llega a Argentina es de la más alta calidad. Puede ser que subjetivamente el consumidor salteño piense que su principal problema como acullicador «es la baja calidad de la coca que llega a sus mercados, debido fundamentalmente a la situación ilegal de su comercio» (COCAYAPU 1992, III: 6). Sin embargo, (aunque la mayoría de los consumidores de las ciudades de Salta o Jujuy, doy fe, no lo sabe) la calidad y frescura de las hojas "elegidas" que ingresan al comercio norargentino es bastante raros de hallar en mercados bolivianos.
W. Carter y M. Mamani dan cifras de exportación boliviana de coca a Argentina que oscilan alrededor de las 800 toneladas, entre 1968 y 1976, con límite mínimo de 632.623 kg en 1971 y un máximo de 938.507 kg. en 1974. El valor en dólares registrado tuvo en el período tendencia al alza: de u$s 555.565 en 1968 a más de un millón de dólares entre 1973 y 1976 (Carter y Mamani 1986: 123).
Ese año fue el último que se exportó legalmente coca a Argentina. Apelando a un decreto del ministerio argentino de salud (Res. 81/1958) se anuló toda importación. Resoluciones complementarias de la ley nacional de estupefacientes colocaron a la hoja de coca, hacia 1974, en sus listas prohibitivas. No obstante, fue imposible hacer cumplir estas normas; la situación de flagrante incumplimiento ya era prevista y temida (todo inefectivo cumplimiento de una ley amenaza a la legitimidad estatal en su conjunto) en las discusiones que se dieron en torno a la prohibición hacia 1976.
Esta situación legal se mantuvo, con matices -derivados del momento histórico- hasta 1989. En setiembre de ese año se aprueba en Argentina la ley actualmente vigente de sustancias controladas y estupefacientes; como tal se incorpora al Código Penal (art. 204). Su inciso 15 dice: «La tenencia o consumo de hojas de coca en estado natural, no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes». Pero la coca en Argentina tuvo un largo itinerario legal.
B.2) Antecedentes. La coca en la legislación argentina.
En 1924, por Ley 11.309, se introducen en el Código Penal argentino normas sobre los "alcaloides". Es entonces una clara adecuación a la legislación internacional que sobre opiáceos se está promoviendo desde la Sociedad de Naciones. El 4 de agosto de 1924 se publica en el Boletín Oficial la modificacación de los artículos 204 y 205, penando con prisión «de seis meses a dos años» para quien «estando autorizado para la venta, venda o entregue o suministre alcaloides o narcóticos sin receta médica». «Serán reprimidos con la misma pena los que introduzcan narcóticos clandestinamente al país».
Ahora bien, ya el 18 de septiembre de ese año se discute en el Senado una «ampliación» de la ley 11.309. Luis Linares, que ocupaba la banca de Salta junto con Robustiano Patrón Costas, presenta un proyecto de ley
1°: declárase comprendido en el art. 1° de la ley 11.309 los alcalóides y narcóticos siguientes: el opio y sus derivados, el cáñamo indiano, la morfina, la heroína, la cocaína y sus sales y derivados.
2°. Prohíbese la venta de la hoja de coca en público por personas o casa no autorizadas para el expendio de medicamentos. Las farmacias, boticas o casas autorizadas no podrán venderla sin receta. Los infractores... seran penados con multa de cien a mil pesos...
Linares argumentó como sigue: ya se han prohibido las sustancias enumeradas en el artículo primero, por estar «la salud pública seriamente comprometida» por el consumo de dichas sustancias: «en todas las clases sociales, y especialmente en las más acomodadas». La Argentina «sigue la tendencia universalmente pronunciada en el mundo civilizado», ratificada en el congreso de La Haya, del que Argentina fue parte. Por otra parte, ninguna iniciativa presentada al Congreso, continúa Linares,
«han contemplado el desarrollo alarmante, por lo funesto, que ha tomado en el norte de la república la toxicomanía de la coca, por la masticación de la hoja de la coca, y constituye un vicio muy difundido en las clases obreras.
«El criollo del Norte, al recibir de sus ascendientes la herencia de la sangre incásica, en mayor o menor proporción, ha heredado también sus tendencias ingénitas, sus gustos y costumbres. (...) Las clases humildes en nuestras poblaciones septentrionales que llevan en sus venas algo de aquella sangre, creen que el uso de la hoja de coca, no es tan sólo inofensivo sino que es conveniente y hasta indispensable para reparar las fuerzas extenuadas por la fatiga, para calmar los dolores, para dar ánimo, y para hacer más amable la vida Con este concepto nacen y se crían, viendo a sus mayores masticar la hoja divina a toda hora mientras sus medios pecuniarios les permiten, sin sospechar siquiera que por los procedimientos de la salivación lenta arrancan de la coca sus alcaloides y los ingieren en fuertes dosis en el organismo, suficiente para cumplir una completa intoxicación (... ) «Los mefíticos efectos de la coca se dejan sentir tanto más intensamente en el obrero de la industria moderna de aquellas provincias, cuanto mayor es el salario que ganan. La miseria del indígena de las serranías lo escudaba de la intoxicación en otros tiempos, porque no le permitía coquear sino en limitada medida; pero ahora se baja al llano a trabajar a los ingenios, en la labranza y en la explotación de los bosques, donde es bien remunerado, se da el placer de consumir mucha coca...
Es un mal que abarca las provincias de Salta, Jujuy, territorios de Los Andes y Chaco, norte de Tucumán y los valles de Catamarca y que en aquellas dos provincias particular produce más males que el alcoholismo, que tanto ha preocupado al Estado...
«El mayor bien que podría hacérseles a esas poblaciones es tutelarlas con una ley severamente prohibitiva del comercio libre de la coca, tan pernicioso para la salud, como oneroso para el bolsillo. [... ] Hay que extirpar esta lacra de nuestra clase obrera, substrayéndole en absoluto el elemento que la produce»
El proyecto fue aprobado sin más trámite. Se puede determinar así que ya en 1924 empezaría a venderse la coca en las farmacias. Como es común con las interdicciones de sustancias, se matan aquí varios pájaros de un tiro. a) Se atribuyen los males de la población trabajadora a la coca: los trabajadores, dice Linares, «son bien remunerados» en los ingenios. b) Hacia 1857 Mantegazza observaba en Salta que «la coca se vende en todos los almacenes de la ciudad» (1870: 373). Ahora se saca al almacenero el comercio de ese "producto noble", de "salida segura" y altos beneficios: se pone en manos de farmacias -y, como se verá luego, de grandes comercios que puedan pasar por tales.
No tengo mayores datos sobre la legislación nacional o provincial referida a la coca para el período 1924-1938.11 Sin embargo, a partir de 1936, y por veinte años, abundan, con frecuencia casi anual, reglamentos sobre la coca. La mayoría son resoluciones del Ministerio de Salud Pública -o del mismo ministerio con otro nombre.12 1936: Decreto 88.125, 10-VIII-936: Aprueba las disposiciones de convenios internacionales de la Sociedad de Naciones, de las cuales la Argentina fue signataria: «Convención Internacional del Opio», de 1912, «Convención Internacional del Opio» y «Protocolo de Ginebra», de 1925, «II° Conferencia del Opio de la Sociedad de Naciones» y de la Convención para limitar la fabricación y reglamentar la distribución de estupefacientes», de 1931.13 1938: El 19 de febrero de 1938 se emite el decreto 126.351 sobre "estupefacientes"; abriéndose la inscripción de firmas importadoras de coca. Considera estupefacientes «a las preparaciones medicinales que contuviesen uno o más por mil de cocaína; ergo, al tener la hoja 5? de cocaína, queda encuadrada en las mismas características.14
1945: Decreto 31.208/45; Ley, 12.912. "Fíjase la cantidad de hoja de coca... " que debe entrar al país. Según este decreto, quien fijaba tal cantidad era el Ministerio de Salud Pública. «con lo propósitos... de restricción del referido vicio, fijando las cantidades máximas de hoja de coca a importase anualmente, otorgando... facultades al Ministerio de Salud Pública... para regular esas cantidades cuando estime que su cifra límite excede la necesaria para un "consumo normal", autorizándolo a efectuar las deducciones que correspondan» (34.869/51: pág. 953).
A unos once años de la primera reglamentación, aparecen con claridad algunos de sus efectos. Tal como se lee en lo que sigue.
«... es evidente la necesidad de poner un límite a la inscripción de importadores de hojas de coca, pues no existen razones de carácter sanitario ni comercial que justifiquen ampliar continuamente su nómina, uniendo a esas razones el propósito de concluir con el permanente juego de influencias que impulsa el interés derivado de situaciones comerciales anormales, suspendiendo la inscripción de nuevos importadores...» Res. 20.507, 1949.
Muy posiblemente, la reglamentación ya había dado lugar: a) a una suba de precio, («situaciones comerciales anormales») que hacía más atractivo a un comercio que ya era jugoso; b) a que las condiciones de acceso a ese mercado adquieran un marcado carácter político («permanente juego de influencias»).
Tras una serie de decretos, entre 1959 y 51 (se creo una Comisión Técnica de la Coca, se reiteró que la coca debe venderse en farmacias), en 1951 se confesaba que
«la consecución de los estudios de orden técnico, estadístico y legal -cuyos resultados iniciales originan la presente concretación- como base para la adecuada acción sanitario-social propendiente al definitivo desarraigo del hábito del "coqueo" en nuestro país».
Los considerandos prosiguen pasando revista a los decretos inmediatamente anteriores, afirmándose que «coinciden ampliamente -pese a su antelación» con el famoso informe de la «Comisión de Estudio de las Hojas de Coca» de la ONU, (publicado en 1950, y básicamente alineado con las posiciones de Gutiérrez Noriega, salvo en caracterizar al coqueo como un hábito más que una toxicomanía).15 Se estableció entonces una «zona de consumo habitual»: Salta, Tucumán y Jujuy [Poco después la provincia de Tucumán sería excluida legalmente de tal "zona de consumo"].
1958: Resolución 81. Fija la cantidad a consumirse en la "zona de consumo habitual". Era un 5 % menos que el año anterior. Propone disminuir el cupo de compra en 10 mil kg. por año. Elimina a Tucumán de la "zona de consumo habitual", en tanto no se han registrado en los años de control partidas con destino a esa provincia. Los importadores debían ser de la "zona de consumo habitual". Se solicita, asimismo a empresas como Bach y otros -que no eran farmacias- que se «inscriban como droguería y farmacia».
La casa Bach, de un inmigrante catalán, con la de sus primos Costa Bach, eran de las dos o tres principales grandes casas de comercio de frontera en La Quiaca; abastecían al campo en las décadas del 20, 30, 40, 50 (de mis notas de campo). Bach tenía también sucursal en el lado boliviano, prácticamente desde la fundación de Villazón (Anónimo, 1923). Presumiblemente, las otras casas mencionadas junto a Bach eran comercios de tipo análogo: grandes almacenes de ramos generales.
En 1969 la dictadura de Onganía emite el decreto-ley 17.818/68, y luego otro que lo corregía, el 18.346/69, que acordaban establecer listas que estableciesen qué constituye un estupefaciente o, en su caso, un psicotrópico. En octubre de 1971, por decreto-ley 19.303 se emiten cuatro listas de "psicotrópicos". Una incluye al LSD, la mescalina, y el THC y otros cannabinoles. La segunda, anfetaminas varias; la tercera, barbitúricos; y la cuarta, productos como el diazepán y el meprobamato. Si los de la lista I están totalmente prohibidos, los de las otras tres pueden venderse, reguladamente, en farmacias.
Para el 14 de noviembre del 74, la Secretaría de salud pública emite la lista de «Estupefacientes... comprendidos en al art. 77... del Código Penal». Se publicó en el n° 13, año 1975, del Boletín de la Aduana, y en octubre de 1975 en el Boletín Oficial -v. más abajo. Allí incluye: «Coca (hojas) / Eritroxilon coca» (Anales de legislación argentina, XXXV-A: 449). Es la caracterización jurídica más grave de la coca (más dañina para el consumidor) ocurrida hasta entonces en Argentina.
La distinción entre "estupefacientes" y "psicotrópicos" tenía consecuencias como ésta: en marzo del 76 -días antes del golpe militar- la Cámara Federal de Córdoba se expidió sobre tenencia de hojas de coca.
Ocurrió allí que las disposiciones que estaban publicadas a la fecha en que procesan al reo (implícitamente: entre 1971 y octubre del 75: antes de la publicación de la lista que incluía a la hoja de coca entre los estupefacientes de tenencia punible -aún ubicándose en el terreno de la ficción jurídica según la cual los pobladores del noroeste argentino deben leer el Boletín Oficial antes de consumir, vender o poseer algo que han hecho consuetudinariamente-) no mencionaban a la hoja de coca. Pero dado que: 1°, la coca es per se, un "estupefaciente", y 2°: que ya había una lista de estupefacientes -aunque olvidó mencionar a la coca- el reo es culpable del delito (La Ley, 1977-A, 547).
Implícitamente, en la reglamentación de la ley se excluiría a discreción a las provincias de Salta y Jujuy. Pero finalmente, el 31 de diciembre del 76 culmina esta situación. A partir del primer día del año entrante quedaba prohibida toda introducción al país, consumo, venta y tenencia de hoja de coca, sea cual sea la cantidad.
Para la prohibición del 76 no se emitió una ley: se limitó a considerar la reducción que, en teoría, debería tener año tras año el cupo anual de importación legal de hojas de coca. Como vimos arriba, en 1958 se había autorizado la importación de 190.000 kg.; para el año entrante debían ingresar 10.000 kg menos: a ese paso, en 19 años la cantidad sería cero.
No obstante, es claro que ese gradualismo paternalista no dio el menor resultado: si en el período 1958-76 el consumo de hoja de coca no cayó, igualmente inefectiva sería la reducción teórica a cero del cupo de importación.
Si se cumplió tal reducción legal, desde 1938, -y especialmente con la reducción constante y progresiva ejercida, en teoría, desde 1958 en adelante, el resto fue suplido con creces por el contrabando [v. más abajo].
C) Magnitud del comercio contemporáneo de coca destinada a la Argentina
Partimos de la base de la distribución de los comerciantes detallistas por localidad. Cada cocani16 (vendedor detallista) debe mostrar su licencia y sacar pase en varias etapas de aprovisionamiento y transporte de coca: -en el mercado de V. Fátima, en la central de DINACO en Miraflores (La Paz), en la terminal de La Paz, y en los siguientes puntos de control de su camino (p. ej., en la de Potosí, aunque se vaya en tránsito hacia Villazón o Sucre). Sólo puede transportar 10 tambores de coca por mes, de acuerdo a lo que le autoriza su "hoja de ruta" mensual. Usualmente, -recurso empleado sobre todo en épocas de mayor demanda- se puede comerciar también con cinco tambores más con otro documento, el "pase". No obstante, no se dan pases a detallistas de frontera; éstos sólo manejan una hoja de ruta al mes.
De acuerdo a información oficiosa proveniente de la Dirección Nacional [boliviana] de Control de la Hoja de Coca, hemos establecido que en el conjunto de áreas fronterizas con Argentina se concentra una cantidad anual cercana a las TM 2.065.
¿Cuánto de este volumen de venta tiene por destino el lado argentino de la frontera? Si en el conjunto de una población andina se registra un consumo global de 2,8 kg. por cabeza,17 y en Villazón de 16,9, podemos estimar así que unos 14 kg excedentarios por persona son exportados a Argentina. Dada la población de la provincia Omiste, estimamos que allí, vía el paso Villazón / La Quiaca, ingresan cerca de 450 TM al año.
El último año en que hubo exportación legal de coca a Argentina, Bolivia registró oficialmente 880 TM -a lo cual habría que sumarle una cifra imposible de ponderar aquí: lo importado por contrabando.18 Estimamos, mediante esta aproximación, 450 toneladas anuales, vía Villazón. Si estimamos que una cifra mayor es exportada vía Yacuiba, y una cantidad menor por Bermejo19 tendríamos una cantidad superior a las 1.100 TM anuales. Cifra compatible con las 800 y hasta más de 900 TM que ingresaban a principios de lo años 70 (cf. supra), si se tiene en cuenta que aquellos registros oficiales bolivianos no incluían al contrabando, -a diferencia de la estimación que aquí hacemos, donde todo es contrabandeo- y teniendo en cuenta el crecimiento absoluto de la población del noroeste argentino del 76 al 91. Pero no tenemos cifras comparables (es decir de DINACO) para Yacuiba ni para Bermejo.
Región Población total Volumen consumido Consumo per cápita20
Departamentos bolivianos donde se coquea (1976) 4.445.428 12.382 TM 3 kg.
Ídem, Argentina (1991)21 1.378.474 c. 1.000 TM 1,38 kg
D) La coca destinada a la Argentina. Consecuencias sobre el proceso productivo.
Áreas de producción. Los cocales de mediana altura (msnm), de Chulumani, en Sud Yungas y Coripata en Nor Yungas. Por un lado, las partes más bajas de esta área producen una coca amarga. Por otra parte, no se puede alzar hoja muy grande -aunque sí "dulce", menuda y muy estimada- en la altura. Al parecer, unas de las áreas que cosechan más coca elegida para Argentina es Huancané (en Chulumani, Sud Yungas).
Proceso de trabajo. a) Mat'achado. Las hojas frescas recién cosechadas (la coca sin secar se llama matu) deben secarse en un patio de piedra negra, el kachi. Recién entonces toman las características que el usuario conoce (una hoja fresca tomada de la planta sabe a cualquier hoja menos a coca). Están, de todos modos, arqueadas y quebradizas. Sabiendo que van a venderse pronto (uno o dos días antes de sacar el producto de los yungas) se hace el mat'achado. Se humedece así la coca con una escobilla de chala; hay riskatiris, no obstante, que usan una mochila de fumigar destinada especialmente a mat'achar; este implemento produce una lluvia finísima, ideal para que las hojas se humedezcan de modo constante, parejo y moderado (el exceso de agua vuelve a la coca 'chhoxita', -i.e. negra, quemada, 'meada' en aymara. Al mat'achar se tamiza. Los bultos de coca se pasan previamente por un tamiz -de alambre de gallinero- donde hojas extrañas u hojas muy grandes de coca quedan retenidas. Estas hojas grandes son así elegidas y destinadas al mercado argentino. "La menuda es para Santa Cruz": ciertos mercados son más exigentes con la hoja menuda que otros, y en general, para el consumidor boliviano, la hoja grande es sinónimo de mandiola;22 la "menuda", de paceña.
Se distingue así entre 'hojeada' y 'elegida'. La 'hojeada' supone una selección más rápida, generalmente resultado de un tamizado: la hoja grande es la preferida en Argentina.
Para la 'elegida' se hace una selección más acabada, para lo cual se suelen emplear niños; supone un trabajo de selección hecho casi hoja por hoja. Incluso hay k'ichiris muy expertas que son capaces de ir eligiendo la coca a medida que van cosechando.23 Se hacen, en este caso, dos cosechas: en la primera, la "elegida" para Argentina, luego, la "menuda", para el mercado interno.
Despalillada. Según he oído decir a rescatadores de Chulumani, había quien hace pocos años despalillaba la coca en este pueblo, para vender ya despalillada a Argentina.
Rescate de coca. Un cocal familiar promedio generalmente no rinde, por cosecha, una cantidad como para costearse el viaje de venta a La Paz. Muchos venden a rescatiris -p. ej. de Huancané o Chulumani-, los cuales compran al productor, mat'achan, takian [guardan en bultos] y llevan a vender. En Villa Fátima aparecen los vendedores agrupados en galpones según origen; son áreas comerciales, pueblos -vg. Irupana, Chulumani, Inquisivi, no productivas -vg. Sanani o Chicaloma. La coca de un taki puede venir entonces de varios cocales distintos; es de un mismo rescatiri y es clasificatoriamente de la misma calidad y precio. Estas características hacen acordar a la antigua distinción entre "coca de hacienda" por un lado y "coca piquera" o "de rescate" por el otro (cf. Santamaría 1987). Aquélla era de mayor calidad. No hay haciendas, casi, desde el 52, no hay productores que concentren volúmenes tan grandes, y, gruesamente, casi toda la coca es de rescate. Son los rescatistas, entonces, los responsables de clasificar coca por calidad. Gente que conoce bien yungas afirma que en el año 1990 empezó a ser un fenómeno notable la producción y clasificación de coca destinada a Argentina.24 Si la fecha es precisa, esto significa dos cosas.
a) Una rápida respuesta del sistema productivo a los cambios legales ocurridos en setiembre de 1989 en Argentina -la despenalización de la tenencia y el consumo de coca.
b) La despenalización trajo un mayor desemboque, con la supresión de cuellos de botella. No un aumento, al menos inicialmente, de la demanda, pero sí una mejor posibilidad de satisfacerla: aumento del consumo argentino.
Asimismo, esto trae consigo otras cuestiones. Al parecer, son los campesinos ricos los que pueden meterse a producir coca elegida para exportación. Esta producción de elegida, asimismo, va llevando a un mayor uso de fertilizantes y herbicidas.25
E) Poder y consumo
La prohibición de ciertos bienes de consumo es parte de un largo proceso histórico de transformación de las relaciones que los individuos de las sociedades occidentales han tenido con su propio régimen de consumo. Es la historia de la distinción acerca de qué es parte del dominio de un individuo (de su dominio sobre sí mismo) y qué parte debe ser dejado al control estatal.26 ¿Cómo se constituye un ejercicio estatal de la prohibición de cierto consumo? «Antes decían que era por la droga, ahora, por la colera»; esta afirmación de un veterano campesino de la frontera argentina (que fue zafrero y arriero de mulas a Bolivia) llama la atención sobre la variedad y la discontinuidad relativa de los discursos sobre la coca: apenas si se habían disipado en 1989 las fuertes prohibiciones legales argentinas sobre la coca cuando, en el verano del 92, ante la amenaza de una epidemia de cólera, el ejercicio de los controles fronterizos impedía el ingreso de coca: antes 'por la droga', hoy 'por el cólera': de un modo u otro la coca es estigmatizada.
Del mismo modo, cuando ya estaban lejos, al parecer, las primeras suspicacias religiosas sobre la coca [ siglo XVI ] aparece el discurso liberal en Perú. Al parecer, en los años 20 confluye la "alcaloidización de la hoja", y las presiones de la Sociedad de Naciones contra ciertos alcaloides, con la tesis de encontrar en el consumo de coca la principal razón de la miseria indígena.
Como simple muestra de los curiosos cambios que estos sistemas clasificatorios jurídicos pueden mostrar en pocas décadas, voy a contrastar a la situación actual los debates peruanos emergentes alrededor de fines de la década del 20.
Ya en 1913 Hermilio Valdizán, influyente médico psiquiatra -la Universidad de Huánuco lleva su nombre- opinó «que el uso de la coca era el problema socio-médico más grave de los Andes» (Gagliano 1978: 803). No obstante, el médico peruano Ricketts dijo que, con Gutiérrez Noriega «iniciamos la campaña contra la coca en 1929». «En 1929 afirmé en la Cámara de Diputados que el problema indígena es ante todo toxicológico, y no he cambiado de opinión desde entonces». Ese año, el presidente Leguía crea el Estanco de la Coca, «a fin de conservar sus beneficios y cortar o... atenuar los males que ocasiona» (Ricketts 1952). En noviembre de 1928, Mariátegui había publicado sus Siete ensayos de interpretación la realidad peruana: «El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra» (edic. de Amauta, Lima, págs. 40 y 44).
El grupo de Gutiérrez Noriega, Ricketts o Zapata Ortiz, al igual que su adversario el experto en medicina y biología de la altura C. Monge, coincidían en que había una "raza india"; o bien un "biotipo" adaptado a la altura -entre otras cosas, gracias a la coca-, o bien una población degenerada por el coqueo, pero que podía rehabilitarse dejando su uso (lo que, se decía, acababa de ocurrir en Ecuador).
«En el Perú y en Bolivia presenciamos una degradación general del indígena, que es atribuible a la coca, como se desprende del informe de la ONU. En el Ecuador los sociólogos de ese país señalan una halagadora regeneración, "resultado de la concurrencia de varios factores; entre ellos figura... la extinción del cocaísmo". El clima hace a la raza... Es un hecho que el indio y sólo el indio se encuentra, al igual que la misma vicuña, en perfecta armonía biológica con este medio, hostil para otras razas, pero ideal para él. Salta, pues, a la vista, la importancia de mantener a esta raza nativa en todo su primitivo vigor y de alejar de ella factores degenerantes, como la coca» (Ricketts, ibíd., -él cita a León (1952).
Hoy vivimos en las afirmaciones cotidianas según las cuales, o bien "coca no es cocaina"; o, siendo la cocaína "mala", la coca lo es. En la primer mitad del siglo la coca podría ser "mala", pero la cocaína era buena. Ricketts proponía, en 1952, que el estado nacionalice los cocales: «en un plazo de 5 a 15 años, se habrían reemplazado los sembradíos de coca, hasta dejar sólo los arbustos necesarios para satisfacer el uso legítimo de la coca y de la cocaína»; Leguía decía enel Congreso Peruano que «la cocaína y sus derivados son de gran utilidad en la Medicina», aunque eso no obstaba para limitar el consumo de coca en la Sierra (Ricketts 1952). Es decir: el discurso anti-alcaloide puede confluir o no con un discurso racista de "pueblo enfermo".
F) La coca de Argentina. Consecuencias políticas.
Actualmente la coca boliviana está bajo tres status jurídicos posibles: a) «Coca legal: permitida para usos tradicionales, medicinales y rituales... llega hasta 12.000 ha., ue no se erradicarán» ; b) «Coca excedentaria». Aquella presumiblemente vendida en circuitos de elaboración de cocaína, y plantada antes de 1988. Su erradicación sería compensada ; c) «Coca ilegal: aquella plantada después de 1988, o cultivada en zonas prohibidas donde ya se erradicó anteriormente» (Bolivia 1996; Bolivia 1988: I, art. 8 a 11). El 21 de junio de 1997 los diarios paceños dijeron que la Comisión Antidroga de la Cámara de Diputados de Bolivia dijo que el Departamento de Estados de los Estados Unidos dijo que entre 1986 y 1996 la producción de coca evolucionó de 37.800 ha. a 48.100. Poco después, el embajador estadounidense C. Kamman hizo una admonición sobre la necesidad de erradicar «la coca excedentaria en los yungas de La Paz, calculada en más de 2.500 ha., sobre las 12.000 que permite la ley 1008 para uso tradicional», pues «informes de la embajada norteamericana sostienen que existen más de 14.000 ha. de cultivos de coca en los yungas». Por su parte, la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcótráfico de la república de Bolivia, FELCN, tuvo a bien estimar que «el excedente apenas si sobrepasa las 12.000 ha. permitidas»; y el Ministerio de Gobierno «afirma que no pasan de 13.000» (La Razón, La Paz, 26-VI-1997, y 21-VI-97). Estas 12.000 hectáreas aparecen en el discurso jurídico a partir del estudio de U.S./AID realizado con la dirección de W. Carter a mediados de los 70. Allí a partir de XX localidades bolivianas donde se hicieron estudios de caso sobre aspectos cualitativos y cuantitativos del consumo de akulli, se concluyó en que cerca de un millón de personas (sin contar los departamentos de Pando y Beni) consumían alrededor de 12,4 toneladas de coca: este volumen podía ser producido, -concluía el estudio al respecto- en 12.000 ha. (Carter y Mamani 1986: ). Hacia 1993 U.S./AID publicó otro texto que repite esta cifra de 12.000 ha. (cit por Lanza 1995: 34-35). La ley 1008 establece en su art. 29: «El Poder Ejecutivo determinará periódicamente la cantidad de coca necesaria para cubrir la demanda del consumo tradicional... , la misma que no podrá exceder la producción equivalente a un área de 12.000 hectáreas de cultivo de coca, teniendo en cuenta el rendimiento de la zona tradicional» (Bolivia 1988: art. 29).
Conclusión: Hemos establecido que más de 1000 toneladas de hoja de coca de primera calidad son vendidas anualmente a Argentina. Esa cantidad supone unas 1.400 ha. sembradas, no contabilizadas dentro de la producción de coca para akulli. Por lo antedicho sobre el rendimiento de coca en la altura, es posible que involucre a una superficie bastante mayor aún. Deberíamos considerar entonces en primerísimo plano a la producción exportada a Argentina a la hora de rediscutir el número de coca "tradicional". Todos los estudios precedentes sobre coca "tradicional" y "excedentaria" suponen que la demanda boliviana absorve y determina al conjunto de la producción de coca para akulli.
APÉNDICE: Determinantes de la calidad de la coca
Condicionante Referencia
Tierra, altitud.
«La coca más dulce sale de arbustos chiquitos y frágiles», en laderas de tierra gastada.
Edad de la planta Arbustos que han sido pillu más tiempo, y sobrevivientes que han quedado en un cocal que se volvió yuyal (chume).
Cosechado temprano Hoja amarilla.
Plagas Hoja comida por el ulu.
Secado En tiempo de lluvias la coca se puede arruinar por * Secada muy de prisa (la coca se mancha) * Mojada por la lluvia (se mancha) * Quemada, por ponerla tarde al kachi.
Fraccionamiento Si, recién cosechada, el matu se guarda muy apretado, puede fermentar (putintaña).
Tiempo previo al secado Si pasa más de 60 horas como matu, antes de ir al kachi.
Tiempo pasado entre secado y venta Secada, puede guardarse algo más de un mes. Luego va volviéndose rubia (paquntaña).
Mat'achado Un rocío no muy fino o otro tipo de exceso de humedad resultante de un mal mat'achado.
Clasificación hecha a partir del análisis etnográfico de Spedding (1994: 60-62), visitas a los yungas, y consultas varias.
REFERENCIAS
Documentos
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* Becario de la Universidad de Buenos Aires, Instituto Interdisciplinario Tilcara. Miembro de COCAYAPU, Estudios Históricos y Agrarios; La Paz, Bolivia.
NOTAS
1 Definiciones: por 'hoja de coca' entendemos en principio a la Erytroxilon coca, la variedad botánica presente en la montaña peruana y en todo Bolivia. Más específicamente aquí nos referiremos siempre a la variedad "paceña", de yungas de La Paz, que aunque no es una subvariedad botánica sí es distinguible por los consumidores de la mandiola [por las yungas cochabambinas de Vandiola] o cochala. Por 'akulliku' (hay otras grafías, más cercanas al castellano o al aymara) entendemos al modo ampliamente dominante de consumo de la hoja, consistente en dejar una bola de hojas cuidadosamente preparada entre el carrillo y los molares (de las escasas descripciones precisas de esto: Henman 1981; COCAYAPU 1992, II; Spedding 1994). Es esencial para casi todo consumidor surandino el preparar el akulli con un reactivo alcalino: llipt'a, llijt'a o toqra en distintos dialectos quechuas, llupt'a en aymara. Aquí diremos simplemente 'lejía', que se usa como sinónimo, en el castellano popular boliviano [e incluso en quechua, sobre todo entre mineros: vg.: lejia], de los términos antedichos quechuas y aymaras. Aquí la usaremos también, por sus usuales connotaciones en castellano estándar, para nombrar tambien a otros reactivos alcalinos como el bicarbonato de sodio de Argentina, o las cales (hidróxido de calcio) norandinas -como el ishku norperuano o el mambe del sudoeste colombiano. [Sobre álcalis norandinos: cfr. Henman, op. cit.; no hay una descripción comparable sobre las lejías surandinas, y menos de su localización cultural -hay decenas de lejías en todo Bolivia, según distintas áreas culturales, sobre esto último se sabe poco y nada ].
2 De acuerdo al rastreo bibliográfico y documental efectuado en torno a este tema desde principios de 1996 en repositorios de Buenos Aires, Cuzco, Jujuy, La Paz, Salta, Sucre y Potosí. La bibliografía sobre coca es extensa -aunque notoriamente escasa en cuanto al noroeste argentino. Los 170 textos que hemos consultado están lejos de ser exhaustivos. La bibliografía del SEAMOS (que menciona varios textos valiosos y contiene varias omisiones y errores importantes) ronda los 500 títulos, generalmente contemporáneos (Castro y Noya 1995). Ya a principios de este siglo W.G. Mortimer manejó articuladamente en su libro unas 600 referencias; ese corpus no era considerado exhaustivo por el autor (Mortimer 1901: 519-44).
3 Asociación al estilo del club inglés masculino, ámbito de reunión del típico salteño acaudalado y con apellidos que sugieran descender de los vecinos del XIX y más atrás.
4 Aclarándo que el coqueo no es exclusivo de ámbitos como el Club 20, un socio del club decía:«Ud. va al club de la colectividad italiana y va a ver gente coqueando; va a la sociedad española, lo mismo; va al club sirio libanés, lo mismo -y entre los turcos, ¡hasta las mujeres!».
5 Esta práctica parece ser corriente en la sierra peruana; jamás ocurre en el sudoeste colombiano (Henman 1981). Debe aclararse también que la hoja colombiana tiende a ser más pequeña que la boliviana, y ésta más chica que la peruana. Un libro de Mariani trae grabados, a tamaño natural, con el tamaño de las hojas provenientes de estos tres países (1895: 8-9). En Bolivia he visto a menudo la costumbre de quitar el pecíolo, aunque no es general: es que la coca consumida en Bolivia es usualmente la llamada "menuda".
6 Es sabido: hacia 1913, Lugones desempolva el Martín Fierro y lo consagra obra nacional. Editado entre 1872 y 1879, había sido bien recibido, en el campo como entre los ilustrados, pero ya olvidado de todos modos. Entre tanto gringo, ahora que ya no había gauchos se invocó a su fantasma. Poco después se recordará la transformación del paisaje mismo al evocar al chingolo, que ya no cantaba en la pampa cambiada por «la jazz, el gringo y el Ford»: «pobre pajarito gaucho / dónde habrá ido a morir». Así cantaba un inmigrante de origen francés, Gardel.
7 Han destacado esto, entre otros, Carter y Mamani (1986: 119), COCAYAPU (1992, III: 5-7); Cajías y Cajías (1995: 191): para la década del 1920 Bolivia exportaría coca ante todo para los bolivianos emigrantes que trabajaban en salitreras e ingenios azucareros. En 1929 un publicista de la Sociedad de Productores de Yungas destacaba la venta de coca a Argentina «para los ingenios azucareros del Morte», y a Chile «para los peones de las salitreras»; no dice que los únicos o principales consumidores fuesen migrantes bolivianos (Morales 1929: 155).
8 En nuestra hipótesis, debemos esperar a acontecimientos como la guerra del Chaco y sobre todo la reforma agraria del 53 para encontrar al campesinado boliviano en disponibilidad migratoria.
9 La extensión del consumo de coca fuera de la élite incaica y el grado de incremento de la producción y el consumo tras la formación del espacio colonial vertebrado en la minería potosina son objeto de discusión entre especialistas del período, y han sido reexaminados recientemente. Cf. los artículos reunidos en Murra 1991; Saignes y Bourliaud 1992. La tendencia actual tiende a moderar la novedad histórica del consumo masivo de coca tras la conquista y la constitución del sistema potosino; asimismo, se refuta la afirmación (muy extendida hasta hoy) según la cual sólo la élite inca consumía coca. Una síntesis reciente que divulga la situación prehispánica se encuentra en Cajías y Cajías (1995, I° parte, cap. 5 y 6, II° parte, cap. 5). Los autores mencionan allí la demanda de coca, hacia el XVII, en el actual norte argentino (pág. 95).
10 Este tipo de estudios fue iniciado a fines de los años 20 en Perú por C. Ricketts, y continuado profusamente en las tres décadas siguientes (llegando al clímax alrededor de la confección del informe de la ONU sobre la coca en todos los países andinos, en 1950) por los peruanos C. Gutiérrez Noriega y V. Zapata Ortiz, entre otros. Cfr. para Argentina, Negrete (1980).
11 Sí algún indicio sobre desregulación de la coca en Salta durante el gobierno conservador 1930-43.
12 Estas resoluciones, por ley 12.912 del 19-XII-1946, tenían fuerza de ley.
13 Viendo las reglamentaciones posteriores, y sus resultados: génesis de capitalismo mafioso, y de la «guerra contra las drogas» llevada por el imperialismo norteamericano -¿cómo llamarlo de otro modo?- cabe lugar para la nostalgia viendo lo que se proponía el derecho internacional décadas atrás. «Limitar la fabricación y reglamentar la distribución». Todavía no había erradicaciones, etc.
14 «Esto significó un golpe para los productores yungueños». Éstos crean Cocalivia S.A., y el gobierno de Bolivia firma con Argentina el "Tratado de cooperación económica, financiera y cultural argentino-boliv.", donde Buenos Aires debe comprar a Cocalivia «un cupo anual de 500 000 kg. coca». (R. Bascopé A., 1982).
15 [En realidad, poco hay de casualidad en esa «amplia coincidencia»; por otra parte, el informe anterior de Argentina ante la Sociedad de Naciones hecho por el Dr. Carlos Alvarado en 1931, mostró un punto de vista disinante con la posición oficial anticoca de los organismos internacionales].
16 Del aymara: «quien tiene coca». La presencia de este término aymara está vigente en toda Bolivia, incluyendo áreas quechuas (y no su análogo quechua kukayuj) sugiere quizás el peso de los arrieros aymaras en la historia del comercio de coca.
17 Según población de 1976, y estimaciones de Carter y Mamani, op. cit.
18 Para los años 1940, Carter y Mamani afirman que «ni la mitad» de la coca boliviana destinada a Argentina «era exportada por vías legales» (1986: 120).
19 Al parecer, por razones de clima, (temperatura y humedad altas) «es costoso hacer internar coca por Bermejo».
20 Este per cápita, claro está, es un abuso estadístico que para ambos países incluye a niños/as, y toda clase de no consumidores, pero tiene utilidad comparativa. Definir cuántos de éstos consumen coca es más difícil. En julio de 1977, cuando la situación legal de la coca de Argentina era chequeada entre varios ministros, el titular de la Dirección General de Estadística e Investigaciones Económicas de Salta; J.J. Cornejo Yofre, se dirigió al ministro del interior comunicando simplemente (sin mayor precisión) que: «Teniendo en cuenta la población radicada en la zona, la tasa de masculinidad y la distribución de aquélla por grupos etáreos [sic] se ha arribado a una estimación de 141.000 personas que coquean» en la provincia.
21 Población de Jujuy y Salta, según censo de 1991. Se está dejando de lado la población de Catamarca, Tucumán, partes de Formosa, que consumen coca: es una estimación conservadora, para no pecar por exceso. Podríamos comparar con cifras bolivianas más recientes, pero sopesar cada una de las distintas cifras divergentes que tenemos (a partir de distintas fuentes) daría lugar a otro trabajo.
22 Variedad cochabambina, llamada tambien chapareña o cochala. De las yungas de Vandiola, principal sitio de producción de coca en Cochabamba en la 1° mitad de este siglo. Otro lugar tradicional de producción de Cochabamba (desde tiempos prehispánicos, comunicaciónpersonal de Mercedes del Río) era Totora.
23 Comunicación de A. Spedding. K'ichiri, (del aymara k'ichiña, escoger con los dedos), es cosechador de coca -tendencialmente son mujeres.
24 Agradezco la comunicación de A. Spedding y de A. Colque.
25 V. nota anterior. Según un estudio de Th. Plowman et al. sobre uso de herbicidas en la coca boliviana hecho a fines de los 70, los niveles residuales eran subtóxicos para consumo humano (cf. Noya y Tapia 1995).
26 Foucault [1984]; otra fuente de muchas sugerencias es Mintz [1985], caps. 3, 4, y 5; y .
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