V Congreso de Antropologia Social |
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La Plata - ArgentinaJulio-Agosto 1997 |
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PROGRAMAS SOCIALES PARTICIPATIVOS: ENTRE LA AMPLIACION DEMOCRATICA Y EL CONTROL POLITICO
Lic. Horacio Roberto Sabarots
Profesor Titular Antropología Sociocultural I - FACSO UNCPBA -
San Martín 3060 Tel Fax 0284-29648 CP 7400 Olavarría.
Profesor Adjunto Antropología - CBC UBA
1. Introducción
Los análisis sociales y políticos actuales se hacen eco hoy profusamente del evidente cambio de rumbo de la política mundial acaecido a partir de la década de los años 80, que ha generado un proceso de transformación que en poco más de 10 años ha vuelto cuestionables principios, categorías y modelos de análisis que gozaban de consenso hasta hace poco tiempo. Conceptos y distinciones establecidos históricamente para dar cuenta de la dinámica sociopolítica, como izquierda y derecha, centro y periferia, política nacional e internacional, por ejemplo, deben ser repensadas a la luz de los nuevos acontecimientos a nivel mundial. Parecería que estamos ante una crisis en los umbrales del siglo XXI que nos empuja a cuestionar todo lo dado y a repensar una sociedad cuya dinámica se escurre continuamente de la comprensión humana. Pero, las dificultades intelectuales no han generado sólo impotencia frente a los acontecimientos, también han producido efectos positivos; ha ganado espacio una conciencia de complejidad de los fenómenos sociales, políticos y simbólicos que sin duda puede abrir el camino a un análisis de las ciencias sociales menos generalizador y predictivo pero a la vez mas específico y enriquecedor, en la medida que pretende captar la heterogeneidad y complejidad de los fenómenos socioculturales.
Las transformaciones que experimentan las m£ltiples relaciones entre la sociedad civil y el Estado, en particular aquellas que hacen al sostenimiento y reproducción de aquellos sectores que escapan a la lógica económica y política dominante, constituyen hoy uno de esos campos de cuestionamiento, debate y experimentación que adquiere peculiar interés por el creciente grado de desigualdad y exclusión social, acompañado de un sentimiento generalizado de inseguridad y precariedad en cuanto a las condiciones que posibilitan una vida cotidiana dígnamente percibida.
La intención de este trabajo es explorar algunas dimensiones de las políticas sociales implementadas en Olavarría, ciudad intermedia del centro bonaerense, en especial los llamados programas sociales participativos que apuntan a familias con escasos ingresos; en condiciones de empleo precario, discontinuo y mal remunerado o directamente excluidos del mercado de trabajo formal e impelidos a labores Òen negroÓ o Òpor cuenta propiasÓ. Nos interesa analizar cómo estos sectores utilizan y resignifican estos programas en tanto una alternativa más en la b£squeda de sus objetivos, manipulando relaciones y adhesiones fluctuantes de acuerdo a las conveniencias circunstanciales dadas por las cambiantes relaciones de poder en la arena política local.
Las políticas de reestructuración económica y ajuste de los años noventa han tenido su impacto a nivel local; el cese de actividades o el redimensionamiento de empresas productoras locales, la transformación y adecuación del área de servicios y finanzas (fusión de entidades y hasta el cierre de bancos con larga tradición local), y el achicamiento de la demanda laboral está generando un cuadro de malestares sociales cuya nota distintiva sea quizás la caída de los sectores medios. El consenso de la política económica nacional con respecto al control de la inflación y a la privatización de algunas empresas del Estado se fue deteriorando frente a la ausencia de reactivación económica, la falta de empleo y el deterioro de aspectos sociales básicos como la alimentación, la salud y la educación. Estos procesos no están vinculados solamente a efectos de exclusión del mercado de trabajo formal, sino también a la pauperización de sectores asalariados y con trabajo precario que generan fenómenos de diferenciación y exclusión sociocultural, delimitando circuitos de interacciones sociales y de consumos culturales más apartados.
En este contexto de escasez de alternativas para una amplia franja, los programas sociales constituyen un lugar de negociación y disputa por los recursos en los que intervienen m£ltiples intereses de grupos, configurando una arena política en la que juegan básicamente las escasas alternativas de supervivencia de sectores vulnerables y la toma de decisiones por parte de diversos actores situados en los distintos niveles del sistema político. Mas allá de su eficacia o inoperancia práctica como respuesta a crecientes demandas sociales, nos interesa en especial sus efectos políticos y su manipulación por parte de los distintos grupos de interés involucrados.
Tal problemática se vincula a los estudios sobre los llamados nuevos movimientos sociales, entendidos como fermentos sociales espontaneos que agrupan a la gente alrededor de objetivos y problemáticas mas específicas y sectoriales, y su relación con el Estado. Su consideración se vincula al papel de las organizaciones de base, relacionadas o no al gobierno, en los procesos de transición democrática, que han mostrado una variedad de alternativas, con distinto significado político: "...a veces, estos procesos toman la forma de movimientos democratizadores; otras, constituyen una reproducción de formas paternalistas, populismo y/o autoritarias de relación entre las clases subordinadas y el poder" (Jelin, 1996:75). Investigaciones específicas han puesto de relieve que en determinadas condiciones, especialmente en gobiernos locales, algunos movimientos sociales urbanos pueden constituirse en actores sociales institucionales, irrumpiendo como un factor de poder local . Existen municipios con mayor espacio para la expresión de las demandas ciudadanas, para el control ciudadano de la gestión y para la cogestión entre gobierno local y organizaciones sociales. La medida de estas posibilidades, que pueden indicar nuevas tendencias en la cultura política amerita el interés de los científicos sociales y de todos aquellos vinculados a la gestión social. La construcción de un funcionamiento mas democrático y participativo constituye una condición necesaria para enfrentar con mayor éxito situaciones de marginamiento y exclusión, aspectos que configura hoy la Òcara feaÓ del modelo económico neoliberal y la globalización. Nuevos consensos sobre las políticas sociales que sean operativas en las actuales condiciones requieren un profundo conocimiento de las características locales y regionales y de las modalidades particulares que adopta dicha transición.
2. Actores, movimientos y políticas sociales
Para el análisis de la temática propuesta se hace indispensable un marco de referencia que nos permita descubrir la dinámica de los procesos políticos en un sentido amplio, entendidos como aquellos que orientan y definen los asuntos p£blicos en los que intervienen actores sociales y ámbitos de disputa por el poder en distintos escenarios. Nos interesa enfocar en la micropolítica observando los modos cambiantes en que los actores se sit£an y desarrollan estrategias para el logro de sus objetivos, teniendo en cuenta los mecanismos informales o Òno políticosÓ, por fuera de las estructuras políticas institucionales, que también influyen en las tomas de decisión. La Antropología Política se ha encargado de descubrir la importancia de esos mecanismos también en las actuales sociedades complejas, debido a que sus conceptualizaciones se forjaron básicamente a partir del estudio de sociedades sin poder centralizado, sin la cristalización del poder del Estado.
En este sentido nos parece un aporte importante la reelaboración de la teoría del poder propuesta por Michael Foucault, que opera en dirección a desconfiar de lo que él llama la reducción del poder al problema del soberano que viene desde el siglo XVI y XVII, y que se vincula con toda una temática de la representación, de cómo las voluntades individuales podían estar representadas en un cuerpo social, en una voluntad colectiva o soberanía colectiva. Uno de los exponentes más acabados de esta tradición es Hobbes, quien elaboró un modelo muy influyente sobre el poder soberano. Allí el soberano aparece como amo de la ley e injusticiable, donde los elementos constitutivos de su poder son la fuerza y el uso de la violencia. Esta idea de que el poder está íntimamente asociado a la imposición forzada, como £nica garantía del mantenimiento del orden se encuentra en muchos intelectuales, pero, como afirma Enrique Marí, esos dispositivos de la violencia constitutivos del poder se frustrarían de no articularse con el discurso del orden y el imaginario social (vinculado al tema del deseo). Estos tres elementos se combinan e interact£an de manera compleja y variable dentro de los dispositivos del poder y se transforman de acuerdo con los cambios históricos. Volvemos, por lo tanto, a retomar una noción más abarcadora y compleja del funcionamiento político, en la que la cuestión de la representación obstaculiza más de lo que aclaran los análisis del poder. Para Foucault el poder se construye y funciona a partir de poderes, de multitud de cuestiones y de efectos de poder, no se construye a partir de voluntades (individuales y colectivas) y de intereses. Constituye un dominio complejo en sí mismo, aunque no sea independiente de las relaciones de producción y los procesos económicos. Sintetizando y en relación con lo dicho, la idea de que el Estado es el centro de acumulación del poder y que por lo tanto en él hay que descubrir todos los dispositivos del poder, se le presenta poco fecundo a la mirada crítica de Foucault. El camino inverso de buscar y descubrir hasta en sus expresiones más sutiles los m£ltiples poderes en su accionar cotidiano, que atraviesan las líneas de fuerza de la sociedad constituye la sugerente propuesta para abordar la dinámica polítca.
Desde nuestro punto de vista el análisis actual de las políticas de los Estados frente a los desafíos que plantean hoy el aumento de la desocupación y, quizás más profundamente el aumento de la brecha entre ricos y pobres, no puede obviar un análisis cualitativo de los movimientos sociales y de las representaciones simbólicas que mueven hoy a los actores mas perjudicados. Ello constituye una condición necesaria para explorar vías posibles de solidaridad que permitan conciliar lo social con la eficiencia económica. No bastan actualmente los estudios que focalizan exclusivamente en los aspectos administrativo-burocráticos de la gestión p£blica o que tengan como £nica meta la eficacia económico-administrativa. La problemática no es sencilla y la toma de posición es a la vez una expresión de deseos y el convencimiento de la necesidad de reconstruir los lazos sociales en un mundo que comienza a tomar conciencia que la ley de "la lucha por la vida y la supervivencia del mas apto" aplicada a la economía tiene sus riesgos y no augura un buen futuro para la humanidad en su conjunto.
En el escenario nacional se ponen en juego una serie de trayectorias políticos que tienen como referentes destacados la recomposición democrática y la hiperinflación a finales de los 80, como contracaras en el plano político y económico, como condicinantes de las políticas de estabilización y ajuste que ganaron consenso en los años 90 y que cambiarán el panorama político en los distintos niveles del sistema. El creciente individualismo y la fragmentación de referentes identitarios se va a combinar con nuevos movimiento sociales que se orientarán hacia reivindicaciones sectoriales y mas específicas ganando terreno una visión de lo político mas pragmática y desconfiada de los grandes objetivos y del aparato burocrático del Estado. El incremento de la pobreza en un contexto resecivo, agudizado a partir de la década del 80, constituye el telón de fondo de este proceso. Las fuentes censales que registran la evolución de datos de carácter económico como el nivel de ingreso, el porcentaje de desempleo o subempleo, etc. confirman lo dicho: En la Argentina, la pobreza se ha constituido en un tema de alta sensibilidad política y ha motivado polémicas con respecto a su nivel. Mas allá de las mismas, es posible señalar que ella constituye un dato de la realidad social circundante, que abarca un significativo porcentaje de familias (entre el 25% y el 30%), que gran cantidad de niños nacen y se desarrollan en situaciones de alta precariedad, que comprende a muchos hogares que en el pasado podían considerarse de clase media, en fin, que éste conforma un escenario que nos acompañará por un tiempo que no puede considerarse breve (Minujin, 1996:17) Junto al aumento del deterioro de las condiciones de vida (INDEC:1994, Murmis:1992, Ministerio de Economía:1993), se manifiestan formas mas autónomas de organización popular y menos dependientes y sumisas con respecto a la administración gubernamental. Los procesos de descentralización y retirada del Estado abonaron el terreno en ese sentido, al comprobar algunos grupos locales que la iniciativa y la organización propia era a lo £nico que podian apostar para resolver poroblemas básicos que hacen a la reproducción social. Esta tendencia se observa en las propuestas y ejecuciones gestadas desde entidades de base (sociedades de fomento, juntas vecinales, entidades religiosas, ONGs, etc.), cuyo pivote es la iniciativa y la participación de la gente, por ejemplo en emprendimientos de autoconstrucción asistida de viviendas o de infraestructura barrial como salas de atención de salud, jardines maternales, servicios colectivos, etc. entre otros aspectos sociales críticos frente a los que se han autoconvocado y autorganizado los propios vecinos. La problemática planteada refiere a las modalidades políticas a nivel barrial-municipal que vienen modificándose tanto en los discursos como en la acción política en función de la instrumentación de un modelo económico que está incrementando la recesión y la desocupación. Desde la política nacional se presiona en dirección a una racionalización de todos los organismos del Estado, buscando una mayor recaudación impositiva y reduciendo y reorientando el gasto p£blica, tanto en su propia esfera de organización burocrática como en los recursos que retornan a la comunidad. Frente a esta situación nos interesa analizar como se posicionan, organizan, negocian y disputan hoy estos sectores vulnerables en la arena política barrial que ha adquirido mayor relevancia como referente de lucha en los £ltimos años.
3. Políticas sociales participativas y contención de los excluidos
Desde los agentes con poder económico y político, la pobreza extrema y la exclusión ha dejado de constituir un tema residual para incorporarse como prioridad, por lo menos discursiva, de los actuales procesos políticos. Sea por razones humanitarias o desde una lógica eficientista o más probablemente por temor al desborde y la amenaza a la estabilidad política, el tema ha ganado espacio en las agendas, y toma forma en variadas estrategias de financiamiento y gestión de políticas sociales desde el nivel local hasta el nivel internacional. Aunque ello, en muchos casos, no armoniza con las políticas de ajuste y la reducción de los gastos sociales en distintos gobiernos de América Latina.
La cuestión de la dinámica actual de las políticas sociales es indisociable de procesos de transformación mas amplios ocurridos en las £ltimas décadas a escala mundial. El tema de las relaciones entre la sociedad civil y el Estado es hoy una cuestión que retoma el interés en los debates políticos y académicos. El reconocimiento casi unánime de la crisis del Estado benefactor, profundizada a partir de los años 80, no ha producido igual unanimidad en cuanto a diagnósticos acerca de su génesis, sus consecuencias y las transformaciones políticas y culturales que se abren a partir del derrumbe de un modelo que hegemonizó durante aproximadamente treinta años. La crisis actual se manifiesta a través de dos dilemas hasta hoy insolubles. Uno de ellos es la creciente desocupación que requiere mas subsidios y financiamiento para cubrir las mayores necesidades insatisfechas, y el otro es el hecho de que una cantidad creciente de inactivos deben ser tomados a cargo por un n£mero decreciente de activos (una especie de deflación social). En los países del capitalismo periférico como Argentina a la crisis fiscal de un imperfecto sistema asegurador se agrega la presión del pago de la deuda externa en continuo crecimiento que condiciona la política económico interna en general y las políticas sociales en particular a los acuerdos con los acreedores externos (FMI, Banco Mundial), quienes imponen modelos mas globales que involucran custiones educativas, culturales y sociales.
Frente a tal crisis del modelo de Estado asegurador, durante los años 80 van ganando espacio político las consignas en favor de separar la esfera de la eficiencia económica de la solidaridad social. La Nueva Derecha propicia el desmantelamiento del estado benefactor, con el fin de liberar las fuerzas de la iniciativa privada y de la competencia de las amarras del Estado. Esto ha conducido a una radicalización de la modernización económica, produciendo desempleo masivo y un corte sin precedentes entre actividad económica y el actual Estado providencia pasivo, tal como lo define Pierre Rosanvallon. Desde el discurso dominante esta nueva cuestión social es vista como un mal necesario que tiende a corregir los vicios del pasado y a sanear los mercados, subordinando lo social a las nuevas condiciones del progreso técnico-económico. La solución de los crecientes problemas sociales se postergan a un futuro económico venturoso que en el caso de Latinoamérica nunca llega.
Desde otras perspectivas políticas y académicas el bloqueo actual de la solidaridad no tendría su origen tan sólo en el sistema de producción propiamente dicho, sino mas bien en las convenciones sociales que le sirven de base. No se agota en una supuesta disfuncionalidad económica; las contradicciones del Estado providencia pasivo provienen también de la radicalización del proceso de individualización, racionalización y concentración del poder. Plantea un problema de índole político y cultural. En esta orientación se enrolan quienes propician una reorientación y reforzamiento de las políticas sociales que no estén supeditadas a las decisiones en materia de "ajuste económico", sino que se articulen (lo económico y lo social) en una relación de poder más equilibrada. Se apunta a potenciar la participación de los grupos locales en la toma de decisiones, focalizando en el concepto de desarrollo humano (Kliksberg y otros).
En cuanto a las orientaciones que guían las políticas sociales, actualmente los especialistas coinciden en el ascenso de la perspectiva de la Participación comunitaria que propicia "...programas sociales que implican conectarse con una población que tiene sus propias ideas de cuáles son sus necesidades, ideas que deben ser profundamente respetadas para llegar a niveles de eficiencia y que por otra parte quiere ser parte activa del programa y no su mero objeto pasivo" (Kliksberg, 1993:100). Esta orientación que hoy es mas bien discursiva que real, pretende superar las tendencias paternalistas y autocráticas implícitas en el concepto de desarrollo de la comunidad que ha demostrado en la práctica serias limitaciones. Otros autores enfatizan los aspectos políticos de la participación de la comunidad: "...entendida como aquella que se opone a la pasividad y la dependencia fortaleciendo la toma de decisiones democráticas, que pueda influir en el proceso de desarrollo y que se asienta en la construcción de actores colectivos que obtienen y utilizan poder" (Midgley, 1993).
Mas allá de esta tendencia generalizada, la cuestión central que divide las aguas en cuanto a las distintas estrategias de las políticas sociales es la caracterización de cómo se define la relación entre la sociedad civil y el Estado. Las diferencias se hacen notorias a la hora de evaluar el papel del Estado, de las comunidades locales, como de sus mutuas relaciones en la gestación de programas sociales. De modo sintético las posiciones se dividen entre: 1. Quienes privilegian la cooperación y el consenso con el Estado, abogando por estrategias en las que las comunidades locales buscan explotar al máximo los recursos del Estado, a través de la negociación para obtener ayuda. Ello supone fortalecer las capacidades negociadoras, la astucia política y la confrontación (sin ruptura) con los agentes gubernamentales, para disputar el control de los recursos obtenidos del Estado. Esta tendencia se alinea con una concepción utilitaria de la práctica política, con valores cambiantes y circunstanciales, que se ha extendido en los £ltimos tiempos.
2. En oposición, están quienes adoptan una postura más antagónica hacia la injerencia del Estado en las políticas sociales. Las críticas se formulan en el nivel económico: ineficiencia y costos elevados, y en el nivel político: por su carácter burocrático, paternalista y desmovilizador, y en algunos casos con tendencias opresoras, manipuladoras y controladoras.
Los £ltimos abogan por la autonomía de la participación comunitaria, siendo la obtención de poder el elemento clave que posibilita la independencia económica y política en la toma de decisiones. Han puesto de manifiesto técnicas más sutiles de control, como la cooptación: "...cuando se hace pensar engañosamante a la gente local que participa en la toma de decisiones cuando en realidad esta siendo manipulada por el gobierno" (J. Midgley, 1993:212). Se trata de lo que Sergio Zermeño llama estrategias de institucionalización de las luchas populares a través de la absorción de los liderazgos hacia las alturas burocráticas de la política. Este autor plantea que en el caso de países como México, constituiría el mecanismo destructivo mas importante de las identidades colectivas intermedias. Desde las estrategias del poder el tejido de redes clientelares constituye otro elemento importante de control y de obtención de apoyo en las elecciones periódicas. El clientelismo representa "... una suerte de alternativa de instrumentalización de las funciones de seguridad social del Estado moderno, por medio del cual el cliente recibe recursos tangibles - bienes y servicios - dirigidos a atenuar su condición de precariedad, y el patrón recibe a cambio bienes menos tangibles que van desde servicios personales - incluyendo el voto - a manifestaciones de estima, deferencia y lealtad que refuerzan su estatus social" (Powel, 1970. Citado por Hernandez-Carrión, 1989).
En esta orientación crítica están quienes creen que el apoyo a la comunidades locales deben provenir de las Organizaciones no Gubernamentales, con el argumento de que escaparían a los vicios burocráticos y clientelares de los gobiernos. Sin embargo y reconociendo las ventajas que supone la independencia con respecto al gobierno, estas generalizaciones pueden ser peligrosas ya que hay ejemplos que las desmienten; el paternalismo, el proselitismo político o religioso, incluso la corrupción entre otros "males" también pueden manifestarse en programas sociales gestionados por ONGs.
Desde nuestro punto de vista es erroneo plantear estas estrategias como alternativas excluyentes. En todo caso podemos prevenir de caer en fundamentalismos abstractos si tenemos presente en cada caso la distinción entre lo deseable para los distintos actores involucrados en programas sociales específicos y lo posible en términos de los límites que impone una cultura política particular. Por otra parte no podemos olvidar que los Estados siguen siendo hoy las organizaciones a través de las cuales los movimientos democratizadores pueden influir sobre la lógica económica (Colhoun, 1993). En definitiva, mas allá de la polémica, los indicadores de las mejores estrategias de los programas sociales serán en qué medida contribuyen al fortalecimiento de la comunidad local unido al mejoramiento de su bienestar. Es en función de esas especificidades que intervienen en los programas sociales que se hace indispensable profundizar en el conocimiento de los procesos micro-políticos.
4. Del barrio al municipio: una transición compleja de los Programas Sociales
El ámbito específico donde estamos investigando la problemática planteada es Olavarría, ciudad intermedia de la región central de la provincia de Buenos Aires, n£cleo administrativo y comercial de una zona de urbanización mas extendida que incluye localidades menores como Loma Negra y Sierra Chica vinculadas a la extracción minera y a la producción de materiales para la construcción.
Nuestra investigación se orientó hacia el relevamiento y análisis de las formas de organización barrial destinadas a enfrentar colectivamente cuestiones referidas a la reproducción de sectores vulnerables, profundizando la investigación en el Barrio Hipólito Yrigoyen, en particular el accionar de sus organizaciones vecinales. Se trata de un caso interesante de construcción de poder desde las bases a partir de emprendimientos originales y con un importante nivel de organización y autogestión que influyeron a nivel municipal1 De esta problemática enunciada sintéticamente queremos tratar algunos temas que creemos relevantes para comprender la dinámica de la lucha política por la reproducción social por parte de familias vulnerables, su asociación con entidades barriales y el uso de programas sociales que circulan por carriles políticos gubernamentales y partidarios. Con ese cometido nos parece pertinente abordar tres cuestiones relacionadas que refieren al tema de la dominación-obediencia y a la legitimidad del poder barrial y municipal: 1. El surgimiento de líderes barriales y la construcción de poder vecinal. Las formas de reclutamiento de los seguidores y de organización en los barrios para el logro de reivindicaciones demandadas colectivamente.
2. La articulación entre los líderes barriales y el aparato municipal, en especial el intendente de la ciudad, como parte de una red clientelar vinculada a los partidos políticos y a personas influyentes a nivel local.
3. Las transformaciones, adaptaciones y consecuencias que se producen cuando algunos dirigentes fomentistas son incorporados a la disputa por el poder municipal, a través de los mecanismos del sufragio, y son cooptados por las instituciones municipales, incorporándolos como ejecutores de Programas Sociales Participativos.
1. Este tema se desenvuelve obviamente en el ámbito barrial. La hiperinflación y la crisis de mercado del año 1989, por sus efectos sociales en los barrios populares de Olavarría y en particular en las estrategias colectivas de organización, constituyó un hito significativo a partir del cual realizamos nuestra investigación. En esa situación de emergencia social, las entidades barriales; juntas vecinales, sociedades de fomento, parroquias, etc., fueron objeto de fuertes demandas de recursos básicas: alimentos, vestimenta, trabajo, salud, vivienda, etc., por parte de un espectro ampliado de vecinos que desbordó de forma inédita las posibilidades de respuesta de dichas entidades de base y que requirió la intervención coordinada de un conjunto de instituciones del ámbito p£blico municipal y privado.
En algunos barrios, como el Hipólito Yrigoyen, tal situación generó condiciones novedosas de organización colectiva de los vecinos que produjeron transformaciones en las tradicionales actividades de las instituciones barriales. Se extendió el abanico de actividades desarrolladas abarcando la casi totalidad de las demandas de los sectores mas pobres del barrio. Ello dio lugar a un salto cualitativo en la organización comunitaria, acompañado del surgimiento de líderes barriales que en algunos casos tomaron mayor influencia y reconocimiento entre grupos de vecinos y adquirieron cierta notoriedad p£blica a nivel de la ciudad. El uso de los medios de comunicación locales - periódico, radio y televisión - fue un factor importante en tal proceso, constituyendo en algunos casos una herramienta importante de difusión de actividades barriales y de reconocimiento local.
Analizando en profundidad el proceso de la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen, quizás la mas activa de la ciudad, hemos podido observar los aspectos organizativos en distintos emprendimientos colectivos: creación de una pequeña fábrica de bloques para construcción, puesta en marcha de un proyecto de autoconstrucción de 16 viviendas denominado por "Ayuda mutua y esfuerzo propio" (concluido en cuatro años), seguido de otros con modalidad similar: construcción de un importante jardín materno-infantil para el cuidado de los niños en las horas de trabajo de sus madres, un centro polideportivo, etc. Estas actividades constructivas de infraestructura, sumadas a otras mas cotidianas como el comedor comunitario y la atención de la salud en una sala de atención primaria, requirieron un gran esfuerzo organizativo y la movilización de fuerza de trabajo voluntario, no asalariada, importante para el barrio. Ello no implica trabajo desinteresado ya que a través de la Sociedad de Fomento se canalizan distintas formas de reciprocidad y redistribución que compensan los distintos esfuerzos de los vecinos.
Como parte integrante de lo que podemos llamar la cultura política de los vecinos se expresa de manera reiterada la necesidad de líderes vecinales, "una persona que los organice" como condición necesaria para emprender y llevar a buen puerto cualquier mejora colectiva. La legitimación de algunos líderes barriales se funda en supuestas características personales destacadas que son reconocidas por un sector de los vecinos: trabajador, honestidad, buena oratoria, tener palabra, sinceridad, solidaridad, responsabilidad, etc. La adhesión que se obtiene de los vecinos se consigue en base a una relación personal, cara a cara, donde esta muy presente lo emocional y afectivo. Gran parte de la influencia y reconocimiento en el barrio la obtienen gracias al cumplimiento de una "misión" que se resume en "dar a la gente lo que se merece", sin engaños ni falsas promesas que en el discurso fomentista configuran el estereotipo de "los políticos", de quienes buscan diferenciarse. Por lo tanto su poder en el barrio, sustentado por una actividad social continua que involucra de manera sostenida el trabajo de un grupo de vecinos, se legitima en la medida que los líderes pueden mostrar resultados de su misión, de lo contrario su influencia se disipa. La obtención de beneficios materiales de distinta índole para los vecinos es su principal capital político interno y externo. En el caso del presidente de la sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen la estrategia de hacer y sobretodo mostrar y difundir sus obras ha producido su mayor rédito, en la medida que le ha permitido legitimarse como líder reconocido dentro y fuera del barrio. Al igual que el tipo ideal weberiano de dominación carismática, su capital político no se funda en el derecho sino en el reconocimiento de supuestas cualidades excepcionales por parte de sus seguidores, lo cual la hace sumamente frágil, expuesta a continuas impugnaciones y le insume una tarea constante y agotadora como fomentista para sostener su legitimidad.
Las formas de organización y la disciplina de los grupos de trabajo se sustentan en la toma de decisiones críticas por parte del líder barrial, quien gestiona y reparte los recursos materiales, las tareas y delega las decisiones menos críticas en un grupo de confianza que lo rodea. La cohesión de los grupos se basa en el reconocimiento y obediencia al líder, la mutua confianza personal y en relaciones de afecto y camaradería. La organización de las obras mas complejas, como el plan de autoconstrución de las 16 viviendas, se sustenta en la imposición de rígidas sanciones para quienes no cumplan con las condiciones mínimas pactadas: pago de la cuota mensual (alrrededor de $ 50) y el cumplimiento en las tareas. La expulsión de un miembro de un grupo en general se produce por el incumplimiento en el trabajo, el pago de la cuota puede flexibilizarse y adecuarse a problemas personales. Si bien existe un debate horizontal en reuniones periódicas en las que se planifica la actividad de los grupos, la verticalidad y la dependencia con el líder es muy fuerte. Ello genera una de las debilidades de esta forma de organización que se basa en la dependencia material y emocional hacia una persona, consistente en la crisis a la hora de la sucesión y el remplazo del líder. Esta situación ya fue advertida por Max Weber en sus trabajos clásicas, cuando analizó profundamente los tipos de dominación, señalando cómo el líder carismático se convierte en pieza irremplazable de una organización sustentada en la dominación carismática, otorgándole un carácter de inestabilidad política.
2. Los líderes barriales mas influyentes de la ciudad han obtenido logros importantes en función de capitalizar políticamente sus actividades de base, legitimándose frente a aquellos poderes municipales y provinciales de los que pueden obtener recursos (créditos, materiales, alimentos, etc.) indispensables para el desarrollo de actividades comunitarias tendientes a ocuparse de temas que hacen a la reproducción social en los barrios. Por lo tanto la articulación política y las estrategias de gestión con el municipio, la provincia, los partidos políticos y ciertos sectores privados locales es un elemento clave en la construcción del poder desde los barrios. El desarrollo de estas capacidades de negociación, de disputa y hasta enfrentamiento violento es una carta fundamental de éxito para la obtención de recursos, que a la vez va a incidir en la trayectoria política de algunos dirigentes fomentistas con aspiraciones que rebasan el nivel de la micropolítica barrial.
Por otra parte, desde la lógica de los que controlan la política municipal, la negociación y la coordinación de actividades con dirigentes barriales reconocidos implica además del control de sectores sociales que pueden ser una amenaza latente o real en momentos de crisis, supone el posible crecimiento de una red de relaciones políticas con características clientelares, que puede ser fundamental a la hora de obtener votos en las elecciones periódicas. Como señalamos en párrafos anteriores el clientelismo es hoy una modalidad presente en distinta medida, que atraviesa las relaciones entre los Estados latinoamericanos, los partidos políticos, las organizaciones intermedias y los sectores crecientemente excluidos.
Las sociedades de fomento han dependido en gran medida de las relaciones clientelares con los poderes políticos de turno, y la habilidad política de los dirigentes para negociar con el intendente y otros funcionarios locales es un factor clave en el éxito o fracaso de los emprendimentos barriales. Las adscripciones partidarias o simpatías ideológicas si bien son importantes, pueden pasar a segundo plano en este tipo de negociaciones. De hecho, un conocido dirigente barrial de tradición peronista puede transformarse en un hombre de confianza del intendente de filiación radical; la flexibilidad y la prescindencia de factores político partidarios constituye un componente fuerte del pensamiento fomentista y conforma un elemento discursivo legitimador que los sit£a fuera de la corrupción y los intereses sectarios de los políticos. En las situaciones sociales donde el clientelismo se torna en mecanismo preeminente de acceso a los recursos para la supervivencia, el carácter de intermediarios y nexos entre actores sociales ha situado a algunos dirigentes fomentistas en agentes claves de control social, operando de hecho como freno al desborde potencial de los conflictos que se generan en coyunturas críticas, como fue la de 1989.
3. Nos referiremos en este punto a algunos aspectos de la situación política actual específica de Olavarría, que nos parece importante en tanto elemento novedoso de la cultura política y que puede anunciar tendencias futuras de "hacer política" a nivel local, renovando las formas de control y legitimación.
En las elecciones locales del año 1995 de renovación de las autoridades municipales, el intendente radical E. E. fue reelecto, situación singular si observamos el contexto político de la provincia de Buenos Aires, hegemonisada por el peronismo. No vamos a intentar explicar los motivos de tal reelección, de por sí complejo, sino observar la participación inédita que tuvieron algunos dirigentes fomentistas en tal proceso eleccionario. Durante la gestión municipal que concluía, un grupo de dirigentes fomentistas encabezados por O. I., presidente de la Sociedad de Fomento Hipólito Yrigoyen, tuvieron un acercamiento cada vez mas estrecho con el municipio, en particular sustentado en una relación personal-clientelar con el intendente. Algunos logros mencionados prescedentemente por las entidades de base fueron posibles en gran medida por esa relación.
No casualmente y en función de la reciprocidad política, en el proceso pre-electoral estos dirigentes barriales crean una comisión vecinal de apoyo a la candidatura del intendente en ejercicio, decisión que sorprendió a muchos dada la tradición peronista del principal dirigente mencionado. El mismo pasa a formar la lista de concejales radicales, apoyado por el intendente, bajo la figura de extrapartidario, situación que generó la ira de algunos militantes radicales que disputaban su lugar en el futuro gobierno municipal. Al ganar las elecciones el intendente, a partir del generalizado discurso de sanear las cuentas p£blicas, pretende romper la estructura burocrática del Instituto Municipal de la Vivienda colocando a O. I. (fomentista) como titular del organismo, quién pasaría a dirigir la política de vivienda municipal en los próximos cuatro años, utilizando las modalidades de autoconstrucción que implementó desde la Sociedad de Fomento, a una escala local ampliada. El proyecto aspira a construir 200 viviendas anuales mediante dicho sistema y se encuentra actualmente en el primer año de ejecución. El seguimiento y evaluación del mismo es parte del trabajo de nuestro equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Sociales que, juntamente con profesionales de la Facultad de Ingeniería, nos hemos comprometido con la Municipalidad de Olavarría en un convenio para el Programa de Vinculación Tecnológica, Subprograma de Gestión Social de nuestra Universidad, que otorga subsidios para este tipo de emprendimientos.
La dimensión política que nos parece interesante en tal proceso es el de la cooptación por parte del poder municipal de los dirigentes de base a través de su institucionalización. La misma estrategia se ha instrumentado con una comisión de desocupados que inicialmente se gestó en el sindicato de ceramistas e inmediatamente fue incorporada o por lo menos controlada por el municipio, a través de cederles un espacio físico para las reuniones. Por otra parte, la captación y capitalización política de experiencias sociales gestadas desde los barrios que han resultado medianamente exitosas, siendo absorbidos por el aparato municipal no garantizan su éxito en otra dimensión y con compromisos políticos y económicos mas complejos. Las modalidades de organización del municipio y en particular el tratamiento de la cuestión social se sustentan en una cultura política que no obedece a una racionalidad burocrática, en el sentido Weberiano. Los intentos de algunos funcionarios de acción social que han bregado por una política de gestión social más "racional y científica", se quejan continuamente de los modos clientelares, patronales y prevendarios que atraviesan el sistema político desde la c£spide hasta las bases. En este sentido es interesante la visión y la actitud del intendente en relación a los "técnicos"; una de sus primeras acciones de gobierno fue despedir a casi todos los asistentes sociales, su discurso presenta fuertes reparos frente a los profesionales y especialistas, por lo menos con respecto a aquellos "burocratisados" o que tienen una visión parcializada y estrecha. Su interpretación de la política privilegia la intuición, el conocimiento por la experiencia vivida, el "olfato" político, por sobre la racionalidad burocrática sustentada en el funcionario especializado. En este aspecto existe un código compartido con algunos dirigentes barriales que él mismo ha convocado a su gobierno. Ellos se oponen a la burocracia en su sentido negativo, es decir como entorpecimiento y traba a las realizaciones necesarias, como así también a los "técnicos" burocratizados que no trabajan y no resuelven los problemas de la gente. En todos los emprendimientos del barrios Hipólito Yrigoyen se prefiere capacitar a gente del barrio "que entiende los problemas y las necesidades de la gente", recurriendo lo menos posible a técnicos de "afuera", sean ingenieros, constructores, asistentes sociales, maestras jardineras, etc.
No obstante, la incorporación de dirigentes barriales a la disputa política partidaria y a la estructura burocrática del municipio no resulta una transición exenta de conflictos, ya que su experiencia se basa en una lógica de organización a pequeña escala con códigos de relaciones fundados en lo personal y emocional. En ese proceso ponen en juego su propia legitimidad como dirigente barrial construida esforzadamente en función de ocupar un lugar en la estructura política local. La construcción del poder desde los barrios lograda en base a la organización popular que posibilitó mejoras en infraestructura y servicios, y que ha llevado a algunos dirigentes al primer plano de las decisiones políticas a nivel local, constituye un proceso sumamente interesante que modifica las formas de la disputa política y de la legitimación de los dirigentes. Ello puede marcar una tendencia hacia la descentralización política, la modificación de las estructuras partidarias tradicionales y el reconocimiento, mediante la sesión de un espacio en el gobierno, de dirigentes con un compromiso real y directo con sectores de exclusión que hoy no pueden ser ignorados.
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