V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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V Congreso Argentino de Antropología Social
Universidad Nacional de La Plata
29-07-97 al 02-08-97
VERSION PRELIMINAR

"Flor de pecado" Los errores de interpretación de la interferencia antropológica

M Carrasco* y B. Kalinsky*

En este trabajo queremos plantear algunos errores que puede suscitar el estilo de investigación antropológica que llevamos adelante en el Chaco Salteño (El reclamo de tierras como proceso de producción cultural entre los wichí- UBACyT FI 188) y en el sur del Neuquén (Salud, participación y conocimiento. Problemas asociados a la salud. El caso de la pena privativa de la libertad - UBACyT FI 072).

Este estilo de investigación no difiere substancialmente de los usuales en cuanto a teoría y metodología pero sí se tiene especial cuidado en conseguir una buena constitución de instancias extrametodológicas que actúen como redes de sostén en la producción del conocimiento. Esto ultimo significa que no sólo la investigación antropológica es una producción de conocimiento; además puede permitir tomar un papel en espacios de discusión de ideas, que se generen a propósito o incorporandose a los lugares sociales ya existentes.

A esto llamamos "formas antropológicas de interferir en los problemas sociales". Un punto de vista, en este caso el antropológico, que puede ejercer cambios en actitudes, perspectivas y aún en los contenidos semánticos que se den a conceptos claves que están en juego.

En estos procesos de interferencia, en el sentido recién descripto, se pueden cometer errores de un calibre que creemos supera la búsqueda de respuestas en teorías y metodologías.

Los errores que eventualmente pueden suscitarse residen fundamentalmente en las malas interpretaciones de la interferencia antropológica. Si bien, como en todo error, es un fenómeno relacional, el peso de la cuestión lo carga el antropólogo. Cuando en un proceso de reflexión en el que intervienen todos los actores el antropólogo, logra darse cuenta de la parte que le corresponde buscará otras vías de acceso o dará las explicaciones respectivas.

En la confianza que una interlocución genuina en el proceso de investigación será reaseguro, no para repartir culpas, ni para buscar verdad o mentira, sino para dar un curso posible a los conflictos sociales pendientes.

I.

Entendemos por interferencia antropológica a un estilo de investigación que le interesa conseguir una constitución de instancias locales o regionales para que puedan actuar como redes de sostén en la producción del conocimiento. Estas redes permiten no sólo co-producir el conocimiento sino que, sobre todo, son espacios públicos que, conformados en virtud de la investigación o no (preexistentes), dan la posibilidad de explicitar y dar cuenta de los diferentes puntos de vista que puedan generarse alrededor de un problema social.

La interferencia antropológica es tan sólo, desde este estricto punto de vista, un argumento más que se confronta públicamente con cualquiera de los otros que se vayan incorporando en el transcurso de la evaluación colectiva del problema social; instancia diferente del proceso de investigación propiamente dicho.

La interferencia antropológica es relativamente autónoma del proceso de investigación porque si bien su contenido nace en él, el lugar y las circunstancias de su explicitación le son independientes.

La interferencia es, entonces, básicamente la comunicación del punto de vista antropológico. Según la literatura clásica en metodología de la investigación, debería apuntarse a que, por ejemplo, las hipótesis no sean conocidas, salvo por el investigador y su equipo. Sobre todo por los problemas de validación que pueda acarrear la publicidad de las hipótesis. La idea de interferencia opina lo contrario. Al tratar de confrontar no es posible ocultar, salvo que se intente solapadamente buscar una hegemonía del discurso antropológico. Por lo tanto la validación de las hipótesis no puede eludir las voces de los otros.

II.

Incluso en nosotras cuando estábamos preparando esta presentación se produjo un deslizamiento semántico, por suerte atacado a tiempo, entre los conceptos de intervención antropológicas. Si bien este último, fuertemente instalado en la Antropología funcionalista de los años 60, cuyas críticas todo el mundo conoce, fue remozado sobre todo en lo que tiene que ver con sus concepciones ideológicas y epistemológicas.

En cuanto a la discusión ideológica quedó más o menos claro que el cambio cultural no funciona unilateralmente. O sea, que si fuera así, sería una lisa y llana imposición.

El concepto de "resistencia al cambio" (Foster 1962 y 1982) muestra en todo su esplendor la idea de que la única manera de avanzar hacia lo que se creyó "el desarrollo" era básicamente un cambio de cosmovisión de las poblaciones indígenas. (Arantes et. al. 1992) En cuanto a las implicancias epistemológicas, si bien no tan sistematizadas, alguna corriente crítica de la Antropología que pone su acento en el momento del trabajo de campo, difiere en la misma concepción antropológica del "otro".

A diferencia del funcionalismo, el "otro informante"se convierte para esta corriente crítica, en el "otro cognoscente" (Blackwell 1991, Gianotten y de Wit 1985, Margolies 1987, Salgado de Snyder et al. 1990, Whittaker 1992) Nuestras interferencias, desde luego, abrevan en estos cambios que recién hemos citado, pero proponen una aminoración del perfil de la Antropología como disciplina, al menos, durante los períodos que solemos denominar de trabajo de campo. (Carrasco m.i) Un discurso dicho por antropólogos, producido desde un cuerpo teórico-metodológico y autorizado por una institución social puede, a pesar de estas restricciones, mantener un perfil, si no bajo, al menos nivelado con el resto de los discursos. Reiteramos, al menos durante el trabajo de campo.

En síntesis, concebimos la interferencia, como un fragmento de discurso antropológico que se manifiesta en un lugar público y que debe confrontarse con otros, en circunstancias equivalentes. ( Carrasco, M. op.cit.; Kalinsky B. y M. Carrasco e.p.). No pretende llevar adelante ningún proyecto de cambio social por las suyas.

Tampoco son meras palabras. Son intentos por plantear coincidencias o disidencias en los contenidos semánticos que se juegan en conceptos claves que generalmente son los que motivan las discrepancias: progreso, tecnificación, delito, cultura, etc. (Ugalde 1987)

III.

Eventualmente se puede perder. Y, de hecho, comentaremos algunos de nuestros malentendidos, sobre todo para evaluar las consecuencias que estos errores pueden tener en lo actuado y trabajado. Y, en la ejemplaridad que estos errores hacen visible en el decurso de los diálogos.

Por qué cometemos errores? En realidad, los errores que a continuación relataremos tienen que ver con la interpretación misma del concepto de interferencia que nosotras postulamos.

No hemos podido en los ejemplos comentados adecuar lo que buscamos como la semántica concreta del concepto de interferencia en el momento en que las cosas pasan.

De nuestra parte, no podemos dejar de poner en primer plano nuestras necesidades, urgencias, resultados que puedan conseguirse lo más pronto posible. Una sobreactuación con el afán de mostrar soluciones al problema.

De parte de la disciplina, una concienzuda alimentación temática, metodológica y del estado del arte no asegura un conocimiento del tema; tampoco lo hace una larga permanencia en el campo. El conocimiento del tema surge básicamente de la relación con los otros frente a quienes solemos desplegar una desmesurada importancia de quienes somos.

También por parte de la disciplina solemos sacar buen provecho de esa cuota magnífica, y a veces irreverente, de la indefinición de la Antropología como disciplina.

Por otra parte entra en juego lo que suele llamarse "distancia metodológica".(Blackwell 1991, Selltiz et al. 1976, Taylor y Bogdan 1986).

Para nosotras la distancia metodológica como prescripción disciplinaria tiene por finalidad el resguardo de la objetividad del conocimiento; el cual no desdeñamos, pero que en este momento no nos es determinante en cuanto a la interferencia antropológica.

Pero sí permanecer ajeno al otro para mantener la propia identidad; ésto que hemos dicho, tiene que ver con un resguardo terapéutico de nosotros y los otros. "Cada uno es cada cual", como nos dijera alguna vez una vieja curandera.

Dicho en el sentido terapéutico, esa distancia metodológica de repente desaparece sin quererlo, sin provocarlo, sin meditarlo mucho. La presencia del otro se va haciendo relativamente igualitaria porque no todas las circunstancias y no todos los resultados son equiparables.

IV.

Primer Caso

Los personajes - José, condenado a 10 años de pena privativa de la libertad por haber sido hallado penalmente responsable de un homicidio. José es oriundo de una comunidad indígena del sur del Neuquén de la cual se fue hace muchos años. Ahora tiene alrededor de 30 años y los lazos con su comunidad son conflictivos. El Tribunal de sentencia consideró que la cárcel iba a ser doblemente perjudicial para José: por un lado, le traería todas las consecuencias muy conocidas de los procesos de deterioro y por el otro, una extrema distancia simbólica y material con su comunidad que, a pesar de todo, sigue siendo una parte no desdeñable de su identidad.

Por ahora, está cumpliendo su pena en un destacamento policial que le permite cultivar una huerta, vender sus productos, utilizar otra parte para autoconsumo y realizar algunos otros trabajitos para las estancias vecinas. José tiene un acompañamiento terapéutico que le soporta, en la medida de lo posible, la angustia de estar preso y haber cometido un delito y un período post-alcohólico que sobrelleva con firmeza.

- Beatriz, una antropóloga de la Universidad de Buenos Aires, que tiene un trabajo de investigación sobre pena privativa de la libertad en ambientes intercuturales. Ha acompañado a José durante su período de detención preventiva y ha hecho una pericia cultural pedida por la defensa. Básicamente se trató de una historia de vida de la familia de José, en la que él tuvo una intensa participación así como muchos de los familiares que fueron consultados. Al respecto, se trató de ofrecer un puente para que los familiares pudieran acercarse a la propia historia y a la situación de sufrimiento de José.

- Alicia, hermana de José, que insinúa la posibilidad de que José cumpla su pena en su propia comunidad. Tiene un papel activo en el enlace entre la antropóloga, José y sus otros hermanos que viven en la comunidad.

- Los jueces, que ante la propuesta de que José cumpla su pena en la comunidad se entusiasman con la idea. Se buscan antecedentes y no se encuentran, al menos hasta ahora. El único requisito que impone la ley penitenciaria y que ellos respetarán es el de que José esté en un lugar de detención, inexistente en la Comunidad. Lo único que está prohibido en una pena privativa de la libertad es la libertad ambulatoria. El resto de las libertades no lo están aunque es difícil, dentro de un régimen penitenciario que se practiquen y respeten.

El problema
Primera parte: analizar las posibilidades de que la Comunidad acepte la pretensión de que José cumpla su pena allí. Analizar la existencia de recursos materiales y el significado que su delito haya tenido en la Comunidad.

La antropóloga, sin embargo, recurre primero al Poder Judicial para asegurarse de que cuando vaya a la Comunidad pueda tener en sus manos una propuesta concreta y no sólo meras palabras o promesas.

Segunda parte: la antropóloga se dirige al Poder Judicial en una segunda instancia y se analiza sólo el tema de los recursos materiales para construir un mini-destacamento donde se aloje José. Por casualidad, unos días después se encuentra con el Jefe de la Comunidad y dice estar de acuerdo en que la propia gente ponga la mano de obra y los materiales podrían ser aportados por el sistema judicial.

Tercera parte: el juez pide que el Jefe de la Comunidad eleve una carta al Tribunal pidiendo la necesidad de un mini-destacamento no sólo por la detención de José sino porque además el Jefe de la Comunidad y otros integrantes se vienen quejando de robos o hurtos de ganado, mucho alcohol y desmanes provocados por estas cuestiones, hasta donde la antropóloga sabe.

Cuarta parte: la antropóloga se va la Comunidad y le dice al Jefe de la Comunidad que por favor redacte "media paginita" (textual) para que ella le lleve personalmente el pedido al Poder Judicial y poder empezar a actuar en vista de lo que creía, hasta el momento un objetivo común.

Adicionalmente, la antropóloga cree que vendría muy bien de que el Jefe de la Comunidad y el Juez pudieran encontrarse en la Comunidad para plantear una agenda de trabajo y sobre todo para poner en claro un tema que ya había sido explicitado incipientemente por ambos acerca de quiénes se harían cargo de la "seguridad" de José: gente de la comunidad o policías de la comisaría correspondiente a la jurisdicción de la Comunidad.

Se fijan una fecha. La reunión fracasa por problemas de último momento. El Jefe de la Comunidad se muestra muy molesto porque había hecho un llamado a una reunión extraordinaria de la Comisión Directiva. La antropóloga pide disculpas, vuelve a hablar con el Jefe de la Comunidad y se logra fijar otra reunión, unos quince días más tarde, en donde hay otro imprevisto.

De tal forma que no hay carta de petición del mini-destacamento ni tampoco reuniones que puedan plantearse en el mediano plazo, al menos.

Quinta parte: El Jefe de la Comunidad se muestra decidido a que sea el Juez quien vaya a la Comunidad y, por otro lado, cree aunque sin decirlo de frente a la antropóloga, que se da cuenta después de bastante tiempo y ayudada por una colega avezada en estos avatares, que la carta no puede ser presentada sin la autorización de la Comisión Directiva. La colega le dijo "si el cacique escribe la carta sería algo así como dormir con el enemigo".

Por otra parte, el cacique recién inicia su período de gestión y el mini-destacamento no sería una propuesta que le diera algún rédito político dentro de la comunidad. La prioridad en este momento es la construcción de un salón de usos múltiples.

Sexta parte: Por la antropóloga se ahonda una fractura entre el Jefe de la Comunidad y el Juez, que si bien tiene un trasfondo histórico totalmente vigente, en este preciso caso pretendió ponerlo entre paréntesis porque todos estarían de acuerdo en que José podría pasar su pena en la Comunidad.

Por otro lado, el papel de la antropóloga queda desdibujado en tanto tal, porque cumple la función de emisaria del juez desde el punto de vista del Jefe de la Comunidad.

De cómo la interferencia antropológica se convirtió en traspié

La antropóloga con sus proyectos, ideología, teorías y pretensiones a cuestas acudió, en primer lugar, al poder judicial porque lo encontraba más cercano y, en segundo lugar, porque indefectiblemente tiene el poder de decisión en cuanto a causas penales se trata.

Pero no fue a hablar con cualquier Juez, sino a aquél que sí había demostrado interés por una adecuación de la ejecución de las pena de encarcelamiento a las condiciones socioculturales de la región. O sea, que conociendo la diversidad ideológica y práctica de esa instancia del Poder Judicial tocó la cuerda que creyó que más le convenía para llevar adelante el reclamo de Alicia, la hermana de José.

La modificación de la situación carcelaria de José bordea los límites de la ilegalidad en lo que se refiere a la ley penitenciaria que es de orden nacional, de tal forma que los requisitos, pensó, debían venir de quienes firmarían la autorización para el traslado. Después de todo, sin el juez nada podría hacerse.

Pero tampoco sin la comunidad. Y así están las cosas. Una interferencia dialógica se transformó en una imposición de construir un mini-destacamento para José. El Jefe de la Comunidad jamás escribió la "media paginita" porque debido a fracturas internas de la Comunidad, debe obtener un acuerdo de la Comisión Directiva, a la que todavía no presentó la idea, que representa todas las orientaciones en pugna.

"La media paginita" se convirtió en el símbolo de la discordia, provocando desconfianza y una fuerte sensación de que nuevamente eran invadidos por las instituciones dominantes. Sonó la alarma en la cabeza del Jefe de la Comunidad que insiste en que el Juez vaya a verlo a él. Porque después de todo no es un problema que sea de la comunidad, aún cuando José haya nacido en ella y sea hermano del Jefe de la Comunidad. José cometió el delito fuera de la Comunidad y por lo tanto los mecanismos que pudieran funcionar para arreglar este tipo de conflictos no son pertinentes a la comunidad en este preciso caso: poder Judicial, juicio oral y condena de por medio.

La antropóloga dio por descontado la buena disposición del conjunto de la comunidad para recibir con los brazos abiertos a un miembro que había cometido un error, aún sabiendo aunque muy superficialmente que había conflictos por cuestiones relativas a proyectos productivos que se están haciendo allí. Pero cuando de cuestiones sentimentales se refiere, no pensó que allí podría residir ningún problema, a pesar de la historia y las circunstancias.

El papel de carta sigue en blanco, el juez siempre sigue bien predispuesto a abordar las cuestiones legales pero sin desquiciarse en cuanto al tema de la "seguridad" y la antropóloga intenta convertir su traspié en una enseñanza que permita, a todos los actores en conjunto, ponerse de acuerdo.

Y, como es habitual en estos casos, el que sufre un dolor irreparable es José.

Una pequeña postdata
La antropóloga sabe que además de haberse pasado por alto, o por lo menos haber acudido en primer lugar a la Comunidad para plantear la idea ha cometido otro "flor de pecado" todavía admitido a regañadientes: como ya hace unos cuantos años viene trabajando con presos, y José es un preso-indio, no tuvo más que usar la propiedad transitiva, para convertir a la comunidad indígena en una gran prisión carente de libertad de expresión y acción. Al revés de lo que piensa sobre la pena privativa de la libertad.

Segundo Caso

Los personajes
- La Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat es una organización indígena que reune a los miembros de 33 comunidades de 5 pueblos distintos en el Chaco Salteño. Se formó en 1992 con miras a recibir el título de propiedad de un "territorio único sin subdivisiones" que reivindican como su posesión ancestral. Luego de cuatro gobiernos sucesivos continúa sosteniendo su reclamo, ante el incumplimiento oficial de diversos compromisos de entrega de tierra. Para un seguimiento de las gestiones, desde esa fecha, el Consejo de Caciques integrado por todas las comunidades se reúne durante dos días, bimensualmente. En estas reuniones se construye el consenso necesario para mantener la unidad de criterio frente al Estado y tomar todas las decisiones referidas al tema y otros temas que afectan la vida de las familias. Aquí se discuten los planes y proyectos oficiales, se intercambia información sobre los derechos indígenas, se denuncian las violaciones y atropellos que cotidianamente los acosan, tanto de parte de los Estados (nacional y provincial) como de parte de algunos particulares.

- Morita, una antropóloga de la Universidad de Buenos Aires, en 1987 inició una investigación en la zona sobre las políticas oficiales seguidas con el aborigen. Desde 1991 viene siguiendo el proceso organizativo y las producciones culturales que ocurren vinculados al reclamo de tierras. Conoce cada paso que se va dando adentro y afuera de la organización y varias veces fue consultada por la Asociación Lhaka Honhat sobre la oportunidad para tomar determinadas decisiones..

- Funcionarios de la Secretaría del Hambre y la Pobreza designados por el presidente Carlos S. Menem para diseñar e implementar el programa Cascos Blancos.

- Médicos, proponentes, de un programa de Atención Oftalmológica, como parte del Plan Cascos Blancos.

El problema
Primera parte: La antropóloga recibe un pedido de colaboación para elaborar un proyecto de atención primaria de la salud en la zona. Para ello viaja con los funcionarios de la Secretaría del Hambre y la Pobreza y los médicos. Mientras unos y otros se entrevistan con las autoridades locales, ella realiza algunas consultas con miembros de dos comunidades para recoger opiniones sobre el proyecto. Todos coinciden en la necesidad de curar los muchos enfermos que hay de la vista, incluyendo algunos ciegos.

Segunda parte: la antropóloga discute los criterios para la elaboración del proyecto con los funcionarios de la Secretaría del Hambre y la Pobreza e ingenuamente les advierte que las necesidades en la zona son demasiadas como para pretender erradicar la pobreza con un plan de estas características. Acepta, sin embargo, colaborar en un programa específico, aprovechando los recursos humanos locales: promotores de salud, agentes sanitarios, maestros, estudiantes de la Universidad de Salta. Sintiéndose actores los participantes haría más viable la actividad. De otro modo, sería uno más de los tantos ejemplos de asistencialismo que más que resolver situaciones concretas, crean conflictos en las poblaciones pobres. Se aceptan las sugerencias y se adoptan estos criterios.

Tercera parte: La antropóloga diseña el proyecto, invita a participar del mismo a los estudiantes de la Universidad de Salta y prepara un viaje para presentar el proyecto a "la gente". Es decir, a los promotores sanitarios, agentes de salud del hospital zonal, autoridades locales, la radio local, dos religiosas que viven en la zona dedicadas a la beneficencia y, a los caciques de las 33 comunidades que forman la Asociación Lhaka Honhat. Adicionalmente la antropóloga cree que esta será una oportunidad para atraer la atención de la prensa nacional sobre las reivindicaciones indígenas y la falta de decisión gubernamental para resolver las causas reales de la pobreza en la zona.

Cuarta parte: Con el proyecto en mano la antropóloga viaja junto a una alumna de la Universidad de Salta para asistir a una de las habituales reuniones bimensuales de caciques de la Asociación Lhaka Honhat. Como el acceso es difícil dado la intransitabilidad de los caminos y escasez de medios de transporte, la antropóloga "aprovecha" el apoyo que brinda gendarmería al Plan Cascos Blancos y solicita su traslado hasta el lugar en un camión de la delegación de la zona. Llega a la comunidad donde se estaba realizando la reunión y al final de la misma expone su proyecto. Ayudada por la alumna explica paso por paso el itinerario terapéutico que deberán seguir los pacientes, asistidos por promotores de salud de sus comunidades, contando con la colaboración técnica de estudiantes de la UNSA que trabajarán en las tareas de elaboración de historias clínicas y estadísticas. Todo este personal -se aclara- será rentado por el Programa Cascos Blancos. Una manera, para la antropóloga, de que el Estado reconozca el trabajo de los promotores, designados por el Estado Nacional, a quienes nunca se les asignó tarea ni retribución alguna.

Quinta parte: La desatención de algunos caciques por el discurso de la antropóloga, la frialdad y el desinterés de otros, los comentarios negativos de los asesores de la Asociación fueron informando a la antropóloga de lo desafortunada que ha sido su propuesta, instándola a la reflexión y la crítica.

Sexta parte: Lejos del contexto anterior, la antropóloga tiene una reunión privada con el Coordinador de la Asociación. Allí, él le hace saber que no están totalmente en desacuerdo con la idea; parecería buena, incluso algunos caciques querrían que los promotores hagan este trabajo para bien de su comunidad, para que aprendan y sobre todo para que tengan su sueldo. Pero quieren conocer, previamente, a las personas que llevarán adelante el trabajo. Quieren tener tiempo para hablar con ellos, conocerlos, discutir cara a cara cada paso y, eventualmente, hacer modificaciones.

De cómo la interferencia antropológica se convirtió en traspié

Todo parecería indicar que hubo otros canales de diálogo que dejaron afuera a la antropóloga. Tal vez, fueron de los asesores de la Asociación, algunos caciques, o cualquier otros. Quizás, pero también empieza a revelarse la cara superficial del proyecto y los reales propósitos de los funcionarios de la Secretaría del Hambre y la Pobreza y el Programa Cascos Blancos. De regreso en casa la antropóloga vuelve a evaluar -lejos del campo- la situación tensa creada aquella tarde. Convencida, en parte, de que el programa no puede llevarse a la práctica, al menos por el momento, dado los condicionamientos impuestos por la Asociación, decide encarar nuevamente a los funcionarios de la Secretaría del Hambre y la Pobreza. Acá le aparecen los primeros síntomas de inseguridad que había planteado el Coordinador de la Asociación. Los responsables eran otros. Nuevos funcionarios insistían ahora con la idea de generar un mega proyecto incluyendo: huertas comunitarias, provisión de agua, atención odontológica, pediátrica, etc. Estos nuevos funcionarios no estaban de acuerdo con que ese proyecto acabara circunscripto a la Oftalmología. Por otra parte, se desconocían las habilidades y destrezas del personal local propuesto y les parecía exagerado pagar tantos jornales.

Percatada del error, de haber pasado por alto las opiniones de la Asociación como cuerpo político de las 33 comunidades -en definitiva los posibles pacientes- , la antropóloga escribe varias cartas dirigidas a todos los que en principio habían sido involucrados por ella en esta actividad. En estas cartas explica las razones que motivan a dejar sin efecto el proyecto entre ellas que : "....nombraron un coordinador médico para hacerse cargo de formular un proyecto integral en el área de la salud. Este funcionario se dedicó a mandar comitivas a la zona -sin un plan de acción- para "ver"que se podía hacer. En virtud de estas visitas se decidió llevar a cabo un plan de atención primaria de la salud en varias especialidades a cargo de médicos que no conocen la zona. Lo más grave es que estos médicos no curarán a la población, simplemente harían una revisación clínica y a los que necesiten atención les otorgarán pensiones de PAMI para que reciban atención desde este organismo. Para atraer a los pacientes a la consulta repartirán ropa y comida, entre los enfermos y hambrientos indígenas. Cuando se les planteó cómo iban a manejar la historia clínica, dijeron que no veían la necesidad de hacer una historia del paciente. En cuanto a la atención oftalmológica se suprimen las cirugías y la entrega de anteojos recetados. Por último, ellos no consideraban importante la labor de los voluntarios locales".

La antropóloga pidió disculpas a los caciques por no haber advertido a tiempo que estas cosas podían suceder.

IV. Conclusiones

Conceptualización de errores

1. Cada caso es primero y único. Con ésto no queremos decir que hablamos aquí de una primera y última vez. Por el contrario queremos enfatizar que cada situación es única e irrepetible. Los actores serán otros, los problemas habrán cambiado y la interferencia antropológica deberá observar cuidadosamente todos estos detalles que, si se dan por descontados, seguramente conducirán a producir los mismos errores, aunque en otras circunstancias.

Tenemos dos o tres puntos para concluír.

Del lado del antropólogo se necesita siempre un tiempo de reflexión, no sólo para evaluar los posibles errores cometidos durante la interferencia antropológica. Sobre todo por las consecuencias que se puedan generar en lo ya actuado, pero también en el futuro.

Tenemos, como antropólogas, que poder entrenarnos en la conceptualización de los errores.

2. Evaluación de Presupuestos Cuando el antropólogo intenta analizar la actuación de una posible interferencia se debe incluír en un conjunto de reglas sociales que ya están preordenadas. Que esté de acuerdo con ellas o las quiera cambiar constituye un tema aparte y posterior. La ignorancia o presunción de esas formas de convivencia social es un obstáculo epistemológico e ideológico que una vez instalado deja poco margen de acción. Por eso mismo tiene necesariamente que construírse un tiempo en el campo, quizás respetando, las viejas reglas de la "observación participante"quiene permiten, al menos en un primer momento, recuperar un período de aprendizaje, que muchas veces nos llevamos por delante.

Lentamente, entonces, el antropólogo puede ir fijándose en los posibles lugares sociales en donde cree posible introducir su eventual interferencia. Como cuestión ineludible tiene que plantear su punto de vista que, aunque provisorio, o mal informado, permiten a los otros participantes in conociendo la pertinencia de la tarea que desea iniciar. Esta es una premisa de carácter ético y que tiene que ver con el consentimiento que necesariamente debe ser previo a su actuación concreta.

Tiene que clarificar su presencia junto con las de los otros protagonistas que pretenda también introducir. El conjunto de presupuestos con que ineludiblemente todos nosotros nos manejamos en la vida diaria deben ser en esta situación sacados a la luz lo más pronto y detalladamente posible para que después los prejuicios y preconceptos no se descuelguen en una mala pasada. Esto no quiere decir un individuo neutral, sino al revés, conciente de sus propias limitaciones En los casos que hemos mencionado se ha pasado por alto nada más y nada menos que la presencia del otro, siempre objeto de desmesurados cuidados de los antropólogos. El porque hemos incurrido en este error, seguramente tendrá muchas explicaciones posible. Algunas venidas de la propia disciplina, en la que hemos sido formadas y hemos practicado buena parte de nuestra vida profesional. Y otras se hundirán en el más profundo de los misterios. Sin embargo, el misterio no podrá nunca ser justificado por cuestiones de los objetivos, tiempos o plazos de ningún proyecto de investigación. La ignorancia del otro revela un profundo desprecio por la capacidad del otro para tomar decisiones en el sentido y el tiempo en que el antropólogo pretende hacer las cosas.

De todos los protagonistas, seguramente es el antropólogo el que está mas apurado, al menos en nuestro caso. Los ritmos y los tiempos de los otros se ajustan a sus propias vidas y en este sentido, nada es de vida o muerte. Porque todo es parte de una dinámica social que se va haciendo si bien con disparidad, según los ámbitos, concordante con proyectos de vida individuales, familiares o comunitarios.

Cabe la msima reflexión para el polo institucional. En muchos casos, la inercia de las actividades institucionales hace que el tiempo cronológico se distancie notablemente de las necesidades de las personas. O, al revés, cuando de políticas institucionales se habla, la urgencia de un rédito básicamente político, vuelve a pasarsepor alto la evaluación de las necesidades y la distribución temporal de las soluciones que por ellos mismos se estén planteando.

Los acuerdos a los que pueda llegar el planteo de un problema respecto de soluciones posibles tienen algunos marcos de referencia provenientes de diferentes frentes y que van marcando pautas que se aceptan o desechan según conveniencias y escrúpulos ideológicos. Seguramente estas pautas estarán planteadas en mayor o menor medida o con mayor o menor claridad, antes de la aparición del antropólogo, porque no es este último el inventor de los problemas sociales.

Primero hay que conocer estos marcos de referencia que son tanto de índole lingüistica como práctica, y eso lleva su tiempo, tanto, a veces, como aprender un nuevo idioma. Recién después el antropólogo se sentirá más seguro, tanto desde su presencia en el campo como desde sus propias categoriasde conocimiento para empezar a hablar. Pero imponiendo a un juego pre-establecido y sin previo aviso, nuevas pautas de referencia quizás ni siquiera sean entendidas pro los otros, marcará un profundo retroceso en l a interferencia antropológica o la impedirá del todo. En nuestros respectivos ejemplo, al menos, fuimos lo suficientemente cautas como para "arreglar"reglas de juego con el polo que nos resultaba más cerrcano, y con los cuales, seguramente si bien preveíamos discrepancias, compartimos un fondo común de comprensión de los acontecimientos sociales que tarde o temprano iban a aparecer. Bien pertrechadas con estos acuerdos originados en el marco de una autoridad competente los transferimos a los otros sin mediatización, en la confianza de que eran los mejores posibles y los que favorecerían al conjunto social.

Ampulosamente nos pasamos por alto a quienes finalmente frenaron o, pusieron condiciones, para llevar adelante los proyectos. O sea que se negaron a jugar con reglas ajenas. En este momento estamos inventando nuevas reglas en donde quisiéramos que todos los protagonistas pudieran ocupar lugares cognoscitivos equivalente, sino políticos. O la posibilidad de irse, abandonar momentáneamente el sistema ya irremediablemente puesto en la arena pública y esperar que los otros sigan su juego, aislada o cooperativamente con el polo institucional.

Y el antropólogo? Seguramente aparecerán nuevas circunstancias. El error no es igual a fracaso

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* Docente-investigadora UBA-FFyL-Sección Etnología y Etnografía
* Docente-investigadora UBA-FFyL-Investigadora CONICET

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