CULTURA Y TRABAJO EN SAN SALVADOR DE JUJUY.
LOS TRABAJADORES CUENTA PROPIA DEL SECTOR DOMÉSTICO.
Liliana Bergesio [i] .
Resumen.
En la última década ha crecido el interés por las posibilidades que ofrece el trabajo cuenta propia como modo de generar empleos y esto se ha debido a diversos fenómenos de efecto aunado. Por un lado, un crecimiento más lento, hoy en todo el mundo, y una crisis económica en gran parte del tercer mundo, lo cual ha agudizado el desempleo y la pobreza. Por otra, el auge de las teorías del mercado libre, que hacen hincapié en la empresa y la iniciativa privada como fuente principal de progreso económico, y la decepción paralela que suscitan en el presente la planificación centralizada y el sector público como instrumento de fomento del crecimiento.
La Oficina Internacional del Trabajo (1990), sostenía que en el mundo había más de 130 millones de trabajadores no agrícolas que lo son cuentapropistas. A pesar de ello, no se han realizado análisis globales del sector y de la función que desempeña en la creación de empleos, la inversión y el crecimiento económico.
Acerca de estas y estos trabajadores escasean, incluso, los datos sobre los aspectos más elementales, ya que no han sido correcta y explícitamente registrados en censos y encuestas oficiales, que no consideran que este sector se define por la combinación de distintas variables de carácter cuantitativo y cualitativos.
En este trabajo se pretende establecer las dimensiones y características del cuentapropismo en San Salvador de Jujuy y explorar cómo se dá en la vida concreta de esos trabajadores la interacción entre una serie de rasgos. Analizando, a través de sus relatos de vida y desde una perspectiva de género, las motivaciones y expectativas presentes en su iniciativa de trabajar como cuentapropistas.
Texto.
En el caso de Jujuy, y la Argentina en general, resulta de gran interés, para comprender la dinámica del mercado laboral, abordar el impacto de la crisis estructural del modelo de acumulación basado en la sustitución de importaciones cuyos efectos se hacen notar desde mediados de la década del 70. El problema del empleo, y el desempleo como su núcleo problemático, tiene causas muy profundas y llegó para quedarse.
Desde los 50 y durante tres décadas, la Argentina, como el resto de América Latina, fue testigo de un crecimiento sostenido de su economía con sólo algunas fluctuaciones. A partir de los 80, esa dinámica disminuyó de manera drástica para llevar a la Argentina a vivir una profunda crisis económica.
La política económica puesta en práctica a partir de marzo de 1976 planteó la eficiencia y la modernización de la estructura productiva que trajo aparejado un endeudamiento externo
sin precedentes, una disminución del ritmo de crecimiento del empleo y de los salarios reales, un incremento de los precios y de la inflación, desindustrialización y terciarización de la producción y el empleo, un crecimiento significativo de la desocupación, de la subutilización de recursos y de la informalidad y la pobreza.
Los resultados de estas políticas fueron un estancamiento global y una amplia recesión industrial, llevando el producto per cápita en 1983 a una cifra cercana a 11% inferior al de 1975. Así llegó la Argentina a un estancamiento no igualado en su historia luego de la crisis del 30. Los resultados de la política económica no se restringieron a deteriorar fuertemente las condiciones de vida y el bienestar general de vastos sectores de la población, también se manifestaron en una recomposición sectorial de la producción y el empleo bajo la forma de un avance de las actividades terciarias (comercio y servicios) y un retroceso de las secundarias (manufacturas). Esto se tradujo en crecimiento del cuentapropismo y achicamiento del empleo industrial.
El incremento relativo de los trabajadores por cuenta propia se debió principalmente a las dificultades de inserción laboral que tienen los jóvenes sin ocupación anterior y al descenso de los trabajadores asalariados. Este descenso fue consecuencia, en gran medida, de la fuerte disminución de trabajadores en la industria manufacturera y las privatizaciones de empresas del Estado que liberaron mano de obra asalariada de difícil reinserción en el mercado laboral actual. El hecho de que haya aumentado la proporción de cuentapropistas contribuyó a que, por lo menos en los primeros años de la década de los 80, la tasa de desocupación se haya mantenido relativamente baja.
Por otro lado, es importante señalar que estos cambios impactaron de diversa manera para mujeres y varones. Desde la segunda posguerra hasta los años 60 y más aceleradamente después de los 70, las mujeres habían aumentado su participación en la fuerza de trabajo. Este movimiento, del hogar al trabajo, actuó como una contracorriente dentro del panorama de una fuerza de trabajo global decreciente, tendencia a la que contribuyeron los varones reduciendo sustancialmente su participación laboral, los jóvenes prolongando su escolaridad y retrasando su ingreso al mundo del trabajo; y los mayores que adelantaron su salida del mercado en pos de la jubilación y el retiro. A estos grupos se les añadieron, desde mediados de la década del 70 y más aceleradamente desde los 80, los varones adultos jefes de hogar, que redujeron su participación en el mercado laboral por efecto de la crisis, como ya se señaló. Las mujeres concurrieron al mercado laboral y también permanecieron por más años en él y más reingresaron a trabajar a partir de los 30 o 40 años. Aparece así una tendencia a una participación más estable. Desde el lado de la demanda, el crecimiento de la participación económica de las mujeres se vincula al del sector terciario, que comprende actividades ligadas al comercio y a los servicios.
Con la asunción del gobierno democrático, en 1983, se produjo primero una recuperación del salario real pero las dificultades económicas posteriores y los efectos de las políticas de ajuste siguieron afectando negativamente a los salarios y a la demanda de mano de obra. Los altos niveles de inflación que marcaron este período atentaron contra las posibilidades de recuperación de los ingresos reales. El proceso de retirada del Estado como proveedor de bienes y servicios colectivos que se acentuó desde fines de los 80, disminuyendo los aportes a la infraestructura y los salarios en las áreas de salud y educación, empujó el traslado de estos costos a las unidades domésticas, con lo que los costos de la reproducción de las familias aumentaron.
En la década que va de 1980 a 1990, como ya venía ocurriendo en la década anterior, se profundizó el proceso de disminución de la asalarización en beneficio del crecimiento del cuentapropismo, tanto entre las mujeres como los varones, aunque entre éstos últimos es algo más atenuada. En este período las mujeres aumentaron de manera manifiesta su inclinación a concurrir al mercado de trabajo, manteniendo así el proceso de feminización de la fuerza de trabajo que venía ocurriendo en la década anterior. En la década se mantiene y se acentúa la segmentación genérica del mercado laboral ya que las mujeres se concentran cada vez más en el sector terciario, especialmente en los servicios, y el trabajo por cuenta propia disminuyendo su presencia en la industria.
Es así que junto a la feminización de la fuerza de trabajo se produjo una masculinización de la población desocupada. El hecho es digno de destacar dado que implica una inversión de la tendencia histórica en la que siempre las mujeres aventajaron a los hombres en la prevalencia de la desocupación. Por otra parte, la subocupación ha afectado más a las mujeres que a los varones y, en general, lo hizo de modo creciente a lo largo de la década (EPH/INDEC).
Las cifras de desocupación y subocupación nos pone frente a un hecho insoslayable: el deterioro de la situación del empleo de mujeres y de varones de la década. Todo esto trajo aparejado para la sociedad argentina un paulatino aumento de la pobreza acompañado de altos niveles de desocupación, cuentapropismo, informalización y precarización laboral alimentada por los hombres y mujeres desplazados del sector industrial.
En síntesis, el cuentapropismo en la Argentina se inició como fenómeno definido en los 70 como vía de trabajo independiente para los trabajadores expulsados de los sectores agropecuarios e industriales. En los 80 el cuentapropismo creció a consecuencia del proceso de des-industrialización y lo hizo bajo formas precarias e informales. Durante la década de los 90 se acentuó la desindustrialización y fueron los cuentapropistas los que absorbieron a la mayor parte de las y los trabajadores.
En esta perspectiva, el conocimiento detallado de la estructura y dinámica de funcionamiento de los trabajadores por cuenta propia del sector doméstico se convierte en una necesidad imperiosa. Ello no sólo porque ha estado virtualmente ausente de las preocupaciones de un Estado sesgado hacia el segmento "moderno" de la estructura productiva y el mercado de trabajo; también porque como se deduce de lo expuesto, ese segmento está aun en peores condiciones que en el pasado para resolver una problemática social creciente. Por el contrario y aunque desde luego muy imperfectamente, los trabajadores por cuenta propia, expresivo de la insuficiente capacidad de absorción del sector moderno, pero también de la voluntad y creatividad de los marginados de la acumulación capitalista, ha posibilitado la subsistencia y mejoramiento de condiciones de vida de amplias capas que, de otro modo, no podrían satisfacer siquiera sus necesidades más elementales. Ese rol, con toda probabilidad se tornará más importante aún en un futuro inmediato, y con certeza se mantendrá en la economía y la sociedad argentina por muchos años más.
La expansión de los trabajadores cuenta propia del sector doméstico se explica en parte, como se ha señalado, porque el segmento moderno del mercado reaccionó de un modo semejante al de los países desarrollados, pero sólo en cuanto a la forma del ajuste; en cambio, en lo que respecta a la protección de los afectados por el proceso de ajuste, lejos de acceder a los subsidios sociales generalizados en los países desarrollados, debieron afrontar solos su subsistencia. Una parte importante de los desocupados se vió compelida así a buscar refugio en el cuentapropismo, engrosando sus ya abultadas filas e induciendo de este modo una reducción adicional de sus escasos ingresos medios.
HETEROGENEIDAD ESTRUCTURAL Y FORMAS DE ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO.
El estudio de las condiciones en que se desarrolla la reproducción de la fuerza de trabajo en los medios urbanos lleva necesariamente a abordar el tema de la heterogeneidad en la estructura económica urbana, en tanto ésta explica las principales características de funcionamiento del mercado de trabajo y las formas que asume la participación de la población en la actividad económica.
La heterogeneidad de la estructura productiva es una consecuencia del estilo particular de desarrollo seguido por la mayoría de los países latinoamericanos. Esta se manifiesta tanto entre las distintas ramas de la actividad económica como al interior de las mismas. Su expansión en el aparato productivo se da a través de la coexistencia de formas de organización típicamente capitalistas, intensivas en capital y de alta productividad, junto a unidades económicas de mediana y baja productividad, donde no existe una clara división entre los propietarios del capital y del trabajo, y donde la producción de bienes y/o servicios se organiza, en unos casos, combinando el trabajo asalariado con formas domésticas de organización, y en otros, básicamente en torno a la fuerza de trabajo doméstica. Por otra parte, estas estructuras heterogéneas también provocan segmentaciones en la estructura de ingresos y en el mercado de trabajo, dificultando la elaboración de un modelo explicativo único.
Muchas investigaciones, aunque desde perspectivas teóricas y metodológicas diferentes, coinciden en que la explicación de la permanencia y reproducción de estas formas "no capitalistas" de organización, está en el aumento sostenido de un excedente estructural de mano de obra que no logra articularse a los sectores capitalistas más dinámicos y a los servicios públicos del Estado, y busca otras formas de organización que les permita reproducir su fuerza de trabajo. Por otra parte, la persistencia y multiplicación de estas micro-unidades económicas se explica porque algunas ramas de la producción, el comercio y los servicios, no permitirían a las empresas capitalistas una tasa de ganancia que justifique su participación en determinados espacios del mercado de bienes y servicios. (Casanovas Sainz-Escobar, 1988:8)
El grado de control del espacio económico urbano por parte de los sectores empresariales es diferencial según el tipo de actividad económica. En unos casos, las empresas capitalistas más dinámicas han limitado los mercados de las pequeñas empresas. En otros, y dependiendo de los procesos productivos de cada rama y del tipo de producto o servicio, las empresas capitalistas comparten los mercados con los pequeños productores, pero bajo relaciones de fuerte competencia. En este contexto existen también espacios económicos del mercado que son cubiertos casi exclusivamente por estas pequeñas unidades económicas. Este es, por ejemplo, el caso del comercio de algunos alimentos y productos industriales importados, de los servicios de reparación y mantenimiento, y la amplia gama de los servicios personales.
La subsistencia de estas actividades económicas en el mercado supone la adopción de un conjunto de acciones que incluyen, por ejemplo, el aumento de la intensidad y la prolongación de la jornada de trabajo. El desarrollo de estos mecanismos tiene como contraparte un constante deterioro de las condiciones sociales de producción en estos establecimientos, así como de la calidad de vida de los ocupados directos y sus familias.
En torno a este aspecto, es importante destacar que las actividades por cuenta propia, como parte de este conjunto de formas no capitalistas de organización de la producción, responden a una lógica o racionalidad económica esencialmente distinta a la de las empresas capitalistas. En una investigación sobre los trabajadores por cuenta propia en Santiago de Chile, Alois Müller analiza este aspecto señalando que, en sentido estricto, en las unidades económicas de los trabajadores por cuenta propia no se daría un proceso de acumulación sino más bien, en el mejor de los casos, una expansión de las actividades económicas, en contraposición a la racionalidad económica de la empresa capitalista, cuyo objetivo principal es la producción de ganancia. De esta manera, Müller diferencia "la racionalidad de subsistencia" de las actividades por cuenta propia, de la "racionalidad de la acumulación" en la empresa capitalista. (1980:35).
Por todo ello se hace necesario un replanteo de los criterios cuantitativos y operacionales utilizados frecuentemente en el análisis de la heterogeneidad en la estructura productiva urbana, ante la evidencia de que el enfoque dicotómico formal-informal ha conducido a una excesiva simplificación de este fenómeno, donde en el interior de cada sector pueden encontrarse tipos de unidades, relaciones de producción y formas de organización del trabajo esencialmente diferentes. En consecuencia considero, al igual que otros autores para el caso de Bolivia, como un aspecto fundamental la incorporación de variables cualitativas en la "operacionalización" de los diferentes sectores que contribuya a explicar y reflejar de mejor modo la heterogeneidad de la estructura socio-económica urbana y, por otra parte, permita identificar formas más homogéneas de organización del trabajo (Casanovas y de Pabón, 1988).
Este enfoque acerca de la heterogeneidad estructural parte del supuesto de que la segmentación de la estructura productiva urbana condiciona la existencia de formas particulares de organización del trabajo, y ambas, a su vez, inciden de una manera importante en los niveles de ingreso y bienestar de los trabajadores y sus familias. Así, la organización económica de los establecimientos que integran el sector doméstico está basada en la propiedad de los medios de producción y en el trabajo personal del productor directo. Los miembros del grupo familiar del trabajador por cuenta propia participan, aunque no necesariamente, en las actividades del establecimiento como trabajadores familiares no remunerados. Por lo tanto, la organización de la producción gira básicamente en torno a la fuerza de trabajo doméstica con alguna presencia de aprendices y/o trabajadores asalariados eventuales.
El tamaño mínimo de estos establecimientos y la escala de operaciones no da cabida al desarrollo de una mayor división del trabajo. El trabajo manual prevalece sobre la producción mecanizada. La tecnología incorporada en los procesos productivos es mínima, acorde con la sencillez de los procesos de trabajo. En muchos casos, los trabajadores del sector suelen utilizar bienes de consumo durable como bienes de capital, como es el caso de la utilización de la vivienda como espacio para la producción y las ventas, por ejemplo. La relativa "facilidad de entrada" de nuevos ocupados a este sector hace posible una importante participación de la mujer, menores y ancianos en las actividades por cuenta propia.
Trabajadores cuenta propia del sector doméstico.
La importancia de esta forma particular de organización en la economía urbana puede resumirse en los siguientes aspectos:
- abastece directamente de bienes y/o servicios básicos de consumo masivo a los sectores populares de la población urbana a través de su presencia en todo el ámbito espacial de la ciudad;
- ofrece una alternativa ocupacional a un volumen muy importante de la fuerza de trabajo que no logra articularse a los sectores más dinámicos de la economía;
- las actividades manufactureras y/o artesanales del sector doméstico utilizan fundamentalmente materias primas e insumos regionales en sus procesos productivos;
- las modalidades particulares del trabajo por cuenta propia ofrecen alternativas concretas de trabajo para la mujer.
Por lo tanto no se trata de un sector aislado o "marginal" de la actividad económica urbana, ya que participa en el mercado ofreciendo bienes y servicios y también demandando materias primas e insumos y, en el caso del comercio, posibilitando la circulación de mercancías.
Por otra parte, el tipo de relación que tiene el sector doméstico con los sectores empresariales de la economía urbana es dependiente y subordinada. Esta dependencia y subordinación se expresa al menos en tres ámbitos:
1 - su acceso a determinados espacios del mercado depende, en gran medida, de la dinámica del sector empresarial; es decir, ciertos espacios económicos que son cubiertos por el sector doméstico subsisten hasta que sean "ocupados" por la expansión de los sectores empresarial quien los obliga a replegarse o transformarse;
2 - los precios están subordinados como consecuencia de la estructura oligopólica de los mercados donde concurren estas unidades para el aprovisionamiento de ciertos insumos y materias primas. Este es el caso del sector comercial importador que impone sus precios aprovechando la escasa competencia en el mercado;
3 - existe un amplio sector de trabajadores que formalmente son trabajadores independientes pero, de hecho, reciben productos o prestan servicios en una sola empresa o capital. Esta es una forma especial de asalariamiento y subordinación que adoptan algunas empresas para rebajar sus costos de mano de obra. Este es el caso, por ejemplo, de las costureras que trabajan en su domicilio en el armado de piezas y reciben su remuneración "por pieza"; o el de muchos vendedores ambulantes de diversos productos, que reciben de la empresa una "comisión" por unidad vendida. Esta forma de subordinación evita al capital comercial los gastos de infraestructura y de ocupación de fuerza de trabajo que demandaría el desarrollo de sistemas más perfeccionados de distribución y asegura la circulación de mercancías en todo el ámbito espacial de la ciudad.
QUIENES SON LOS TRABAJADORES POR CUENTA PROPIA DEL SECTOR DOMÉSTICO EN SAN SALVADOR DE JUJUY.
El trabajo por cuenta propia evoca una multiplicidad de actividades muy diferentes: lo son tanto los profesionales independientes como algunos pequeños comerciantes y vendedores ambulantes. Para algunos autores (Gallart;Moreno;Cerrutti:1991) en el caso de la Argentina es posible afirmar que existirían, exceptuando a los profesionales, por lo menos dos grandes grupos de trabajadores independientes: uno de carácter más estructural vinculado a un cierto desarrollo histórico en el que la "pequeña producción mercantil" ha tenido un lugar considerable y que presenta niveles educativos y de ingresos relativamente elevados; otro compuesto por trabajadores con niveles educativos y de ingresos más bajos que desarrollan su actividad como alternativa de desempleo, denominándola: actividades refugio. Estos últimos son más claramente el producto de la insuficiencia en la generación de empleo por parte del sector moderno.
Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que realiza el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) se considera trabajador por cuenta propia a la persona que desarrolla su actividad utilizando para ello sólo su propio trabajo personal, es decir sin emplear personal asalariado y sólo sus propias instalaciones, instrumental o maquinaria. También se incluye en esta categoría a la persona que es socio activo de cooperativas de producción o de sociedades de personas que no emplean asalariados y a la persona que es trabajador a domicilio o en su domicilio y que mantiene relación con más de un establecimiento.
El carácter multifacético de todas las actividades desarrolladas por cuentapropistas hace que sea difícil presentar una explicación sobre su naturaleza. Por ello en este trabajo nos concentramos en un subgrupo dentro de los cuentapropia, que son los del sector doméstico, considerando que las características que exhiben estos trabajadores muestran que los ocupados en este sector constituyen un estrato diferenciado de la fuerza de trabajo urbana.
Tomando en cuenta esto en el presente trabajo los cuenta propia del sector doméstico (TCPsD) serán definidos como aquellos trabajadores que desempeñan una actividad económica en forma independiente basada en su trabajo personal y el de su familia, sin tener personal permanente en relación de dependencia, siendo los propietarios de los medios de producción.
Un punto de partida interesante para iniciar la descripción de los TCPsD es el de compararlos con otras categorías de trabajadores. De esta forma, las modalidades de inserción en la estructura económica urbana en el transcurso de la vida laboral de las personas y el análisis comparativo de las características demográficas y socioeconómicas de estos trabajadores respecto a los ocupados en otros sectores, permite ver como las actividades por cuenta propia incorporan mano de obra con características diferentes a las que exhiben los ocupados en los sectores empresarial y estatal de la economía urbana, incorporando especialmente a aquellos que quedan marginados o excluidos como mujeres, jóvenes y ancianos, siendo además, una alternativa laboral en expansión.
Relación de parentesco.
En los diversos trabajos realizados en ciudades de América Latina se sostiene que este sector está constituido, principalmente, por población secundaria, es decir, por personas que no tienen la responsabilidad directa de mantener un hogar. Se trataría, entonces de población joven que recién se integra a la fuerza de trabajo y que, por lo tanto, carecería de calificación y experiencia de trabajo. Asimismo, se plantea que en este segmento del mercado de trabajo la mujer tendría una participación muy importante, ya que estas actividades no le exigirían una relación "formal" de trabajo ni un horario "fijo", factores que contribuirían significativamente a que la mujer pueda combinar actividades típicamente domésticas con las actividades económicas que pueden desarrollarse dentro o fuera del hogar.
La información relevada permite afirmar que no solo predominan entre los TCP los trabajadores primarios (jefes de hogar) sino que además, si tomamos los datos del Censo de Población y Vivienda de 1991 en la Provincia de Jujuy, y los comparamos con los otros sectores, el porcentaje de jefes de hogares en los cuenta propistas es el segundo en importancia. El de mayor porcentaje son los patrones con un porcentaje de 71% de jefes de hogares, le sigue los Trabajadores por Cuenta Propia con el 56%, luego los Obreros y Empleados con el 52% y por último los Familiares sin remuneración fija con el 24,8%.
Migración.
Otro punto que suele aparecer en la bibliografía sobre el sector es si el trabajo por cuenta propia constituye una "puerta de entrada" de los migrantes al mercado de trabajo de las ciudades que concentran la mayor cantidad de población de la región.
Examinando los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, ondas octubre de 1996, mayo de 1997, mayo y octubre 1998, acerca de la condición de migración de la Población Económicamente Activa, tenemos que el 19% son migrantes de países limítrofes, 23% de otras provincias de la Argentina, 56% del interior de la provincia al aglomerado Palpalá -San Salvador de Jujuy. Otro dato interesante es que la mayoría de los TCPsD migrantes entrevistados declararon como lugar de origen un área rural, en la Provincia de Jujuy o su limítrofe Salta. Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares, el 71% de los TCP migrantes provienen de áreas rurales, mientras que en el conjunto de la Población Económicamente Activa esta proporción es del 56%.
Esto mostraría que los migrantes de origen rural presentan una tendencia mayor a insertarse en forma permanente en actividades económicas independientes que en el trabajo asalariado, aunque en un primer momento hayan optado o conseguido trabajo como obreros o empleados (como declararon en situación de entrevista algunos migrantes que en un primer momento, por falta de capital inicial y/o experiencia laboral, se empleaban como aprendices y luego iniciaban una actividad por cuenta propia). Cabe, entonces, formular la hipótesis de que las actividades por cuenta propia en las ciudades permitirían a los migrantes de origen rural la posibilidad de no romper con las formas tradicionales de organización de la familia para la producción y el trabajo, predominantes en la economía de sus lugares de origen.
Si analizamos las entrevistas personales realizadas, en el proceso de inserción de los migrantes en la estructura económica urbana, se puede identificar dos trayectorias ocupacionales:
1 - Conformada por migrantes rurales y ex-mineros para los cuales los trabajos realizados (actividades primarias) en su lugar de origen no constituyen una "experiencia laboral" significativa en términos de las calificaciones ocupacionales que exigen el sector empresarial privado y el sector público. Estos trabajadores se incorporan al mercado de trabajo inicialmente como asalariados de pequeños establecimientos y de unidades familiares (hogares particulares). En este tipo de empleos logran adquirir experiencia laboral y destreza en los diversos oficios que los califican para optar en el futuro por el trabajo independiente.
2 - La segunda trayectoria laboral identificada comprende a todos aquellos migrantes que trabajaron en sus lugares de origen en actividades no primarias. Estos trabajaron en los sectores de servicios, construcción y artesanías en los centros poblados de la región. Todos ellos, a pesar de la migración, mantienen en la ciudad las mismas ocupaciones que desarrollaron en sus pueblos de origen. La tendencia predominante es a desarrollar estas actividades en las mismas categorías ocupacionales que tenían en origen, presentándose alguna movilidad desde trabajos asalariados hacia trabajos independientes en la misma actividad.
Ambas trayectorias señalan la precariedad de las primeras inserciones laborales de los migrantes, en empleos asalariados que no desembocan en un proceso de proletarización y estabilidad ocupacional, y en actividades independientes que reproducen, en muchos casos, las mismas condiciones de vida y de ingreso de sus lugares de origen.
Considerando a los trabajadores por cuenta propia y comparándolos con lo que ocurre en el caso de los obreros o empleados se observa una situación peculiar, siendo importantes las marcadas diferencias observadas entre ambos sexos lo que justifica la realización de un análisis por separado. Así es como entre los varones, la condición de migración no distingue a los TCP de los obreros o empleados, ya que en ambos casos, la condición de migrante es cercana a la mitad del total; en cambio, con respecto a las mujeres el 66% de las TCP son migrantes, mientras que entre las asalariadas la proporción es cercana al 40%.
El hecho de encontrar más migrantes entre las TCP implicaría que para las mujeres, a diferencia de los varones, el trabajo independiente podría constituir, efectivamente, una "puerta de entrada" al mercado de trabajo. Sin embargo, en situación de entrevista, mujeres vendedoras ambulantes, comerciantes minoristas y costuras, todas jefas de hogares migrantes, nos dijeron que inicialmente, es decir recién llegadas a San Salvador de Jujuy, provenientes en la mayoría de los casos de zonas rurales del norte de la provincia y en menor proporción de la zona del ramal (al este de la provincia), se emplearon en casas de familia para cumplir con tareas domésticas. Al quedar al frente de sus hogares, por lo general con un promedio de 2 a 4 niños a cargo, debieron optar por una tarea que pudieran realizar con sus niños o en sus hogares.
En el caso de las costureras, es diferente, éstas "aprovecharon" el trabajo como servicio doméstico para "entrar" a la ciudad y aprender un oficio en institutos privados, comisiones barriales de madres o iglesias y a partir de allí iniciaron esta nueva actividad que les permitía trabajar y "... hacer las cosas de la casa..." porque el lugar de trabajo pasa a ser del domicilio particular.
La información obtenida en entrevistas apoya, más bien, la hipótesis contraria a la presentada antes. Es decir, los migrantes al llegar a la ciudad tienen mayores posibilidades de trabajo como asalariados, en el servicio doméstico las mujeres y en menor proporción, en el sector empresarial público y privado, en mayor número los varones, aunque no precisamente en las ocupaciones más estables sino más bien en los trabajos eventuales de la construcción y los servicios de mantenimiento y reparación. Solamente una vez que los migrantes han logrado un cierto conocimiento del funcionamiento de los mercados de bienes y servicios y de trabajo, y una vez que consiguen un capital de arranque (a través de ahorro personales o préstamos), se incorporan a las actividades por cuenta propia.
Edad.
En la estructura de edades del sector de trabajadores por cuenta propia contradicen algunas de éstas hipótesis que sostienen que este sector es un espacio de trabajo para población más joven que recién se integra a la fuerza de trabajo. La evidencia empírica señala que los TCP son, comparativamente, población de mayor edad que el resto de los ocupados.
La información proveniente de las historias de vida de un grupo de trabajadores por cuenta propia del sector familiar nos brinda algunos elementos para interpretar los hallazgos mencionados anteriormente. Pudo observarse que varios de los entrevistados comenzaron a desempeñarse en forma independiente luego de haber trabajado durante años en relación de dependencia y de haber adquirido experiencia y/o un cierto nivel de capitalización por medio de ahorros. Fundamentalmente en los últimos años, es muy importante la capitalización vía indemnización o retiro voluntario, ya que al quedar sin el empleo anterior y al no poder encontrar uno nuevo, optan por el cuentapropismo como alternativa, quizás única, para generar ingresos.
Este proceso de aprendizaje y acumulación previo de experiencia como asalariado suele ser bastante largo ya que, en promedio, logra independizarse entre los 30 y 35 años, después de diez o quince años como trabajador asalariado.
Por otro lado, se puso en evidencia, en el caso de algunas mujeres, que el trabajo por cuenta propia es la forma mediante las cual se reinsertan en el mercado laboral aquellas que debieron retirarse del mismo cuando contrajeron matrimonio o en la primera etapa de crianza de los hijos. Estas mujeres desarrollaron actividades en forma independiente porque, por su mayor flexibilidad respecto al trabajo asalariado, les permiten articular más fácilmente el rol doméstico y el rol económico. Dicha característica de las TCPsD también podría estar explicando parte de las diferencias de edades encontradas respecto a las asalariadas.
Por último, la sobrepresentación de los TCP en las edades más avanzadas podría deberse a que las personas mayores difícilmente puedan mantener o encontrar un trabajo asalariado. Por lo tanto la única opción que poseen quienes necesiten generar ingresos para sobrevivir es autogenerar algún tipo de actividad para desarrollar en forma independiente. Este último grupo plantea, para algunos autores, una serie de interrogantes relacionados, por ejemplo, con la posibilidades reales de incorporación de nuevas tecnologías o de mejores formas de organización del trabajo en un sector de población adultas que puede estar poco motivada a introducir cambios en sus estilos y formas tradicionales de organización de la producción y el trabajo.
A su vez, es interesante observar las edades de las personas ocupadas como Trabajadores Familiares sin Remuneración Fija. El mayor número se encuentra entre los jóvenes de 14 a 19 años, para ir disminuyendo paulatinamente entre los 20 a 49 años, iniciando nuevamente una suba, teniendo se nuevo pico, entre las personas de 65 y más. Esto coincide con las edades, muy jóvenes o mayores, donde se hace más difícil incorporarse en otros sectores.
Otro punto interesante es notar como el sector de los Obreros o Empleados presentan una baja entre los menores de 20 años para obtener su pico máximo entre los ocupados de 20 a 29 años para luego ir en constante disminución. Esto es opuesto a lo que sucede entre los patrones, los cuales, a medida que disminuye la edad del ocupado disminuye la cantidad de personas con esta categoría ocupacional.
Educación.
En cuanto a las características educativas de los TCP se dijo también al comienzo que, por lo general, se tiende a concebirlos como trabajadores de bajo nivel educativo. Si se controla la edad (comparando los niveles educativos de asalariados y TCP, por sexo) no se detectan variantes significativas en las relaciones que se exponen salvo que, tanto entre los TCP como entre los asalariados, los niveles educativos de los más jóvenes son superiores a los de edades avanzadas y la de los varones supera a la de las mujeres.
Cabe señalar, en principio, que los TCP comparados con el conjunto de los asalariados tienen niveles educativos inferiores. Aunque la brecha no es tan marcada como con los patrones, cuyos porcentajes son altos en los niveles educativos superiores y mucho más bajos entre los que Nunca asistieron o tienen Primario incompleto. A su vez, el grupo de más bajo nivel educativo no son los TCP sino los Familiares sin remuneración fija, quienes tienen el más alto porcentaje personas que nunca han asistido a la escuela o tienen Primario incompleto, esto es 64 de cada 100; así también este grupo tiene los menores porcentajes en cuanto a los niveles superiores y solamente de 1 de cada 600 Familiares sin remuneración fija han alcanzado el nivel Terciario o Universitario completo.
Como se señaló, los TCP poseen niveles de instrucción inferiores a los de los asalariados, y estos a los de los patrones, pero, por el otro, los TCP aventajan educativamente (fundamentalmente en los niveles más elevados) a los familiares sin remuneración fija. Por lo tanto, la probabilidad de poseer niveles educativos más elevados es superior entre los patrones, decrece entre los obreros y empleados, continua descendiendo entre los TCP y alcanza sus niveles más bajos entre los familiares sin remuneración fija.
Pero esta situación sólo es cierta cuando se considera al conjunto de los trabajadores; en cuanto se distinguen subgrupos en función del sexo, la relación establecida anteriormente sufre algunas modificaciones y comienzan a aparecer variaciones que ponen de relieve quiénes se encuentran en peores situaciones relativas en cuanto a sus niveles educativos.
En primer lugar, los varones TCP tienen un perfil educativo relativamente similar al del conjunto de los asalariados, esto se hace más notable en el nivel intermedio de Primaria completa o Secundario incompleto cuyos porcentajes difieren en un 0,2 %. Sin embargo, cuando se consideran separadamente en relación a los Patrones, las cifras son muy inferiores especialmente en los niveles más elevados.
Bastante disímil es la situación en el caso de las mujeres. Las TCP muestran desventaja educativa al compararlas con el conjunto de las asalariadas. Mientras 58 de cada 100 TCP sólo lograron cursar algunos años de escolaridad primaria o nunca asistieron, la proporción es de 28 a 100 en el caso de las Obreras o empleadas. Realizando una comparación entre los varones y las mujeres cuentapropistas surge que los primeros poseen mayores niveles educativos que las segundas. Esto se observa fundamentalmente en los niveles educativos inferiores: mientras 39 de cada 100 varones no poseen instrucción alguna o no han logrado completar la escolaridad primaria, 58 de cada 100 mujeres se encuentran en dicha situación. Estas diferencias se mantienen al examinar los niveles educativos más elevados. La proporción de quienes completaron los niveles primario y secundario sigue siendo superior entre los varones y mientras que 3 de cada 100 varones TCP alcanzan el terciario o Universitario completo la proporción entre las mujeres es de 2 cada 100.
Características laborales.
Las particulares características de los TCP también se manifiestan cuando se examinan las actividades económicas que desarrollan, en contraste con las que desempeñan los asalariados. En este caso se trabajo con tabulaciones propias de la Encuesta Permanente de Hogares de mayo y octubre de 1998. Los rasgos claves disponibles por el tipo de información secundaria utilizada para describir las formas de inserción laboral predominantes en ambos grupos fueron: la intensidad de la jornada laboral y la antigüedad en la ocupación.
La intensidad de la jornada laboral, medida a través del número de horas trabajadas, evidencia por un lado la capacidad de autorregulación del tiempo de trabajo que poseen los TCP pero, por el otro, los niveles de subempleo entre estos trabajadores. A diferencia de los trabajadores asalariados, los TCP muestran una mayor concentración entre quienes se desempeñan a tiempo parcial (menos de 26 horas semanales) y entre quienes trabajan más de una jornada completa (más de 46 horas semanales). Esto se observa tanto en el caso de varones como en el de mujeres, aunque estas últimas (TCP y asalariadas) muestran una mayor propensión a desarrollar actividades económicas a tiempo parcial que los primeros.
El estudio cualitativo sobre un grupo de TCP permitió observar que muchos de los entrevistados regulan la cantidad de horas de trabajo en función de sus necesidades económicas o en relación a otras obligaciones. Una de las razones esgrimidas para sobreextender la jornada laboral fue la de la necesidad de mantener un cierto nivel de ingresos. Ante la caída general del ingreso obtenido por la venta de sus productos o por el servicio, los entrevistados ajustaban sus ingresos vía la extensión de las horas de trabajo.
En una gran parte de las TCP, fundamentalmente las que tenían responsabilidades domésticas y desarrollaban una actividad económica con el objeto de contribuir con su ingreso al presupuesto familiar, la cantidad de horas trabajadas era inferior a una jornada completa. La flexibilidad horaria que permite el trabajo independiente les brinda la posibilidad de desempeñar una actividad productiva y seguir atendiendo las actividades relacionadas con la reproducción de la unidad doméstica. En este caso resulta difícil poder distinguir el carácter voluntario o involuntario del subempleo, especialmente entre las mujeres. En el caso de las que poseen fuertes condicionamientos de tipo doméstico muy difícilmente manifiesten voluntad de trabajar un mayor número de horas.
La cantidad de horas trabajadas es frecuentemente utilizada como uno de los indicadores de subempleo visible. Por dicho motivo se indagó, sin abordar la temática de voluntariedad o no de las personas subocupadas, si existía un comportamiento diferencial de los TCP en función de la calificación de sus ocupaciones. Como se dijo las mujeres muestran una propensión mayor a desempeñarse a tiempo parcial; en cambio en el caso de los varones, la proporción más elevada trabaja más de 45 horas semanales.
Una de las características que diferencian a los TCP de los asalariads es la dedicación horaria. En los TCP se observa una tendencia a la subocupación y a la sobreocupación, en vez de concentrarse alrededor del número de horas habitualmente establecido para los trabajadores en relación de dependencia. En el primer caso, la subocupación, esto puede deberse a varios motivos: la escasez de empleo en aquellos que se han refugiado en el cuentapropismo huyendo de la desocupación; la flexibilización de horarios que permite el trabajo por cuenta propia y que es poco frecuente en el trabajo asalariado; finalmente, el desarrollo de una segunda actividad en relación de dependencia. En el segundo caso, aquellos que trabajan más de cuarenta y cinco horas, el trabajo independiente permite ampliar el tiempo de tareas con el fin de obtener mayores ingresos y por lo tanto graduar la dedicación según sus necesidades o aspiraciones, obviamente cuando existe demanda para el tipo de trabajo o servicio que ofrecen.
Para observar la estabilidad en la ocupación de los TCP y compararla con la de otras categorías de trabajadores se utilizó como indicador el de la antigüedad en la ocupación. El conjunto de los TCP muestra, en comparación con el total de los asalariados, una proporción inferior de personas que se insertaron en la ocupación recientemente (hasta un año). En el mismo sentido, los que ya hace varios años que desempeñan su ocupación se encuentran sobrerepresentados entre los trabajadores cuenta propia.
Hay un dato que consideramos importante destacar en este punto. En situación de entrevista muchos trabajadores cuenta propia en la actualidad nos dijeron que en los últimos años (las fechas que se han rastreado son a partir de 1989) la actividad cuenta propia de secundaria pasó a ser principal. Esto es, hasta 1989 muchos trabajadores tenían como ocupación principal un trabajo asalariado pero al perder éste se concentraron en su actividad secundaria que llevaban varios años para, ejerciéndola, completar el sueldo que en la mayoría de los casos les proporcionaba un empleo estatal cuya principal ventaja eran los beneficios sociales para el trabajador y su grupo familiar. Ellos consideran a ésta la actividad principal no por obtener un sueldo superior o dedicarle más horas, sino porque les proporcionaba un "sueldo fijo".
LOS MOTIVOS PARA TRABAJAR COMO CUENTAPROPISTA.
La existencia de una amplia gama de formas de inserción laboral entre los TCP ha motivado una serie de interrogantes sobre las razones por las cuales los trabajadores entrevistados se desempeñan en forma independiente y el grado de conformidad o disconformidad con su situación actual.
Se pretendió detectar el componente de voluntariedad en la decisión de establecerse por cuenta propia, así como distinguir si los márgenes de elección variaban según las características de los trabajadores. Se examinó, asimismo, si los entrevistados preferían trabajar en relación de dependencia y en aquellos casos que manifestaban dicho interés, se indagó si buscaban activamente un trabajo asalariado y por qué.
Las valorizaciones de los entrevistados difieren según se trate de mujeres o varones. Si bien, existen otras características vinculadas con algunas diferencias en las valorizaciones sobre el trabajo independiente, como por ejemplo el tipo de ocupación que desempeñan, sin duda alguna la que tiene mayor poder discriminatorio es el género.
En términos generales pueden distinguirse tres grupos: el primero está compuesto por personas que valoran positivamente el trabajo en forma independiente; el segundo, por aquellas que no le encuentran mayores ventajas o desventajas en comparación con el asalariado; y el tercero por quienes perciben el trabajo por cuenta propia como la única alternativa laboral en el marco de una situación familiar o personal restrictiva (obligaciones domésticas, edad avanzada o discapacidad física) como así también aquellas personas que, habiendo trabajado durante un número importante de años (más de 10 por ejemplo) en relación de dependencia en alguna institución estatal, desalentados de conseguir trabajo en calidad de empleados, se vuelcan a la actividad independiente pero con una carga emocional de inseguridad muy fuerte.
Una alta proporción de los varones entrevistados valoran positivamente el TCP. Este grupo está conformado por personas que sostienen que no les gusta trabajar bajo patrón, valoran la tranquilidad e independencia, "... no aceptan las injusticias...", consideran que perciben mayores ingresos que los que lograrían con un trabajo asalariado, opinan que mediante este tipo de trabajo pueden progresar más fácilmente que como dependientes y/o simplemente muestran un alto grado de conformidad con la tarea que realizan.
La mayor autonomía no sólo se pone de manifiesto en el hecho de no tener patrones ni jefes, sino también en una de sus consecuencias: el manejo del tiempo y el dinero. Haciendo en algunos casos, en sus respuestas, hincapié en que mediante este tipo de ocupación se obtienen ingresos superiores, considerando la baja calificación laboral que poseen, a la que percibirían como asalariados.
En algunos casos, el trabajo por cuenta propia es visualizado como parte de un proyecto personal, como una forma de progresar no necesariamente en el plano económico, pero si en base a un plan personal de crecimiento.
Otro grupo, en su absoluta mayoría de varones, consideraban que el trabajo por cuenta propia no les brinda mayores ventajas. Exponen como principal razón para desarrollar este tipo de trabajo el hecho de haber sido expulsados por despido o cierre de empresas medianas o grandes, en donde habían estado empleados en relación de dependencia durante un período importante de tiempo.
Estos entrevistados se vieron compelidos a buscar alguna fuente alternativa de ingresos y decidieron instalarse por su cuenta. No le encuentran actualmente grandes ventajas al trabajo por cuenta propia. Pareciera que tienen internalizadas las pautas y valores de la situación de asalariados; en este sentido, a diferencia de los entrevistados con una historia como trabajadores independientes más larga, no se valora tanto la autonomía que brinda la ocupación por cuenta propia y se visualiza como uno de los inconvenientes más grandes el hecho de no poseer ningún tipo de cobertura social.
Las razones esgrimidas por las mujeres se diferencian notablemente de las de los varones, motivo por el cual se presentan ambos grupos por separado. Se puede afirmar, tanto por el testimonio obtenido respecto a estas cuestiones como por la lógica misma desentrañada en las historias de vida, que existen diferencias entre ambos sexos ha cerca de la valoración del trabajo por cuenta propia.
El desempeño de un trabajo por cuenta propia aparece, en gran parte de las mujeres entrevistadas, como la alternativa más viable entre quienes necesitan proveerse de algún ingreso y tienen fuertes restricciones de tipo doméstico. Esta razón se complementa con otras también derivadas del comportamiento económico femenino. Así por ejemplo, las entradas y salidas del mercado de trabajo en función de las etapas del ciclo vital y familiar implican una interrupción de la "carrera ocupacional" con las posteriores consecuencias. Una de estas consecuencias es la descalificación y una cierta pérdida de la experiencia lograda en los trabajos desarrollados en etapas anteriores.
Los condicionamientos de tipo doméstico imponen límites al desempeño del rol productivo. Trabajar en el propio hogar o muy próximo a éste, para no desatender las labores domésticas, resulta sumamente funcional. El grupo que aludió, como razón principal para desempeñarse como TCP, al hecho de que podía trabajar sin desatender su hogar, se caracteriza, en general, por tratarse de personas que, aunque trabajaron cuando jóvenes, se alejaron del mercado laboral en el período de casamiento o de crianza de los hijos. En algún momento de este período se vieron obligadas, por la necesidad de incrementar o principalmente de mantener los ingresos del hogar a incorporarse o reincorporarse al mercado de trabajo desempeñándose como cuentapropistas.
A pesar de que, como ya se dijo, el trabajo por cuenta propia en el propio hogar se presenta como funcional en muchos aspectos, por otro lado implica un cierto aislamiento que es valorado negativamente por las propias entrevistadas. Principalmente la falta de contacto con el mundo exterior, con otra gente, hace que estas mujeres se sientan agobiadas.
En el caso de las mujeres, la autonomía que brinda el trabajo independiente es valorada en función de la posibilidad de organizar el trabajo doméstico con mayor libertad. No es la misma valoración que realizan los varones cuando resaltan como una de las virtudes del TCP el hecho de no poseer patrones o jefes. Hay muy pocos casos de entrevistadas que sientan una cierta aprehensión al hecho de recibir órdenes. Las que manifiestan que no les gusta que las manden han trabajado como asalariadas en algún momento de su vida.
Algunas de las mujeres sostienen que se desempeñan como cuentapropistas porque perciben que no podrían encontrar trabajo como asalariadas.Dos tipos de historias componen este pequeño sector. Uno, las de quienes, habiendo desempeñado en el pasado alguna ocupación con cierto nivel de calificación, tuvieron que interrumpir su carrera ocupacional en el momento de formar su propia familia; cuando se vieron obligadas a retomar alguna actividad, por necesidad de aportar ingresos al hogar, se sintieron descalificadas para desarrollar una tarea similar a la que habían desempeñado en el pasado y optaron por trabajar como cuentapropistas. Otro grupo lo componen las de quienes siempre desarrollaron actividades de escasa calificación y por lo tanto se encuentran en inferioridad de condiciones respecto del grupo anterior. Todas tuvieron recorridos ocupacionales similares, en términos de entradas y salidas del mercado de trabajo, pero las segundas consideran que no podrían trabajar en otra cosa que en la que lo hacen actualmente.
Incluido en el tercer grupo señalado al principio de este capítulo, existe un núcleo compuesto tanto por varones como por mujeres que trabajan por su propia cuenta a causa de discapacidad física o enfermedad, ya que difícilmente podrían desarrollar actividades económicas en otros ámbitos. En el caso de las mujeres, no sólo la propia discapacidad física o enfermedad las impulsa a ser TCP; si otro miembro de la familia presenta un problema similar, son ellas quienes se ocupan de su cuidado. Entonces, cuando por fuerza de las circunstancias deben generar ingresos para su hogar, se ven obligadas a desempeñarse como cuentapropistas.
En la bibliografía sobre el sector de los trabajadores cuenta propia, cuando se intenta caracterizarlo en función de los grupos que lo componen, se ha señalado que tiende a concentrar a los trabajadores más jóvenes y a los más viejos. Asimismo se sostiene que los jóvenes se desempeñan generalmente como empleados y obreros, y los más viejos como trabajadores por cuenta propia. Por otra parte, en el diagnóstico cuantitativo de la primera etapa de la presente investigación, se puso de manifiesto una sobrerrepresentación de personas en grupos de edades más avanzadas en los TCP, respecto de los trabajadores asalariados. Estos datos pueden ser interpretados a la luz de las declaraciones de los propios actores.
El trabajo por cuenta propia resulta para ellos una alternativa a la inactividad, ya que en muchos casos consideran que por su edad no conseguirían trabajo como asalariados o no podrían mantenerse como dependientes por mucho tiempo. También se han podido registrar situaciones de jubilados que se desempeñan como cuentapropistas para aumentar el monto de sus ingresos.
Para terminar cabe señalar que son las mujeres en la confección y los varones en servicios de reparación los que revelan un mayor grado de conformidad con la tarea que desempeñan. Las dos ocupaciones poseen un contenido de "profesionalidad" mayor que el comercio. En este sentido las manifestaciones de los comerciantes son elocuentes. Algunos de ellos expresan que comenzaron a trabajar en esa actividad "por casualidad" o porque se "dieron las cosas". En general se trata de personas sin experiencia previa en el comercio que por diversos motivos se vieron en la necesidad de generar ingresos. Para ello la alternativa de poner un negocio se presentó como la más razonable. Tanto las mujeres en la confección como los varones en servicio de reparación han tenido, en numerosos casos, experiencias previas en la ocupación que actualmente desempeñan, como asalariados, "aprendices" o trabajadores familiares sin remuneración fija.
Desde la perspectiva neoliberal, el trabajador cuenta propia es visto como homo economicus con un comportamiento racional orientado a la maximización de la ganancia a partir del cálculo de costo/beneficio, que constituye el criterio orientador de una actitud marcadamente individualista. Este enfoque puede llevar a concepciones unilaterales que impiden comprender la dinámica de comportamiento (individual y colectivo) de los sectores populares, en sus diferentes manifestaciones económicas, sociales y políticas.
Es por esto que se intentó demostrar que los sujetos trabajadores cuenta propia del sector familiar son portadores de un bagaje cultural que influye sobre la manera como llevan a cabo sus estrategias económicas. La experiencia de todos estos trabajadores forma parte de un fenómeno económico y social probablemente impensable hace algunos años. Sin embargo su emergencia pone en evidencia la envergadura de las transformaciones sociales ocurridas en el país.
A MODO DE CONCLUSIÓN.
En el pasado se consideraba a los trabajadores por cuenta propia del sector doméstico como algo esencialmente ilícito, que no cumplían con las leyes laborales ni pagaban impuestos fiscales, y que, en consecuencia, debía ser reprimido, que perjudicaba a las empresas del sector formal dado que competía ilegal y deslealmente en el mercado y generaba además problemas de tránsito y de contaminación en el medio urbano. Pero la concepción dominante era que se trataba de algo temporario, de un mero proceso de transición de los migrantes rurales recientes hacia el sector formal.
En la actualidad, se hace necesario revisar esos supuestos y pensar que las actividades de los trabajadores cuenta propia del sector doméstico no están precisamente en vías de extinción o de transición, e incluso que admitirlas y promoverlas puede constituir una política activa de empleo orientada a la disminución de la desocupación y de la pobreza urbana.
La alternativa planteada parece ser la siguiente: se permite la existencia de las actividades de estos trabajadores y se las potencia para que aumenten la productividad y mejoren su performance en el mercado; o se incrementará a término el desempleo abierto en las ciudades, con todas sus implicancias sociales y políticas.
No serían actividades ilegales, sino lícitas, aunque no hayan sido correcta y explícitamente registradas por los censos y encuestas oficiales, por diferentes motivos (quizás desinterés o simplemente costumbre). Pero que hoy se hace imprescindible conocer, por su crecimiento notable, y porque presentan una alternativa real de obtención de ingresos para una gran parte de la población de San Salvador de Jujuy, la provincia y el país en general. Y que, una alternativa sería identificarlas en censos y encuestas a establecimientos y hogares (donde muchos hogares funcionan como establecimientos) y medirlas mediante entrevistas directas. Porque consideramos, como ya se señaló, que este sector se define por la combinación de distintas variables de carácter cuantitativo y cualitativos.
La heterogeneidad de las actividades de los trabajadores por cuenta propia del sector doméstico, la diversidad de sus modalidades y sus lugares de ejercicio son tales que puede verse una de las razones por la cuál, esta misma diversidad de formas, no son reconocibles por sistemas estadísticos creados para captar una forma precisa y determinada de actividad económica.
Estas características de los trabajadores por cuenta propia del; sector doméstico han hecho que, hasta el presente, la globalidad de las estimaciones referidas al mismo se hayan realizado a través de un enfoque macroeconómico e indirectos de comparaciones entre las distintas fuentes de datos. Esta búsqueda de exhaustividad fue útil, pero poco satisfactoria en la medida en que se alcanza en detrimento de la precisión y de la confiabilidad. Comparar la población activa en los censos de población (o en las encuestas de hogares) con el empleo registrado, o comparar el Producto Bruto Interno con los resultados contables de las empresas registradas, son estimaciones a través de la técnica del saldo que han permitido una toma de conciencia de la importancia del papel del sector y de la insuficiencia de nuestros instrumentos de medición para el mismo, pero que no permiten profundizar en el conocimiento de sus características y posibilidades futuras.
El tratamiento teórico y empírico de este sector en nuestro medio ha privilegiado los aspectos legales, sociales y económicos de esta problemática. Son escasos los enfoques que tomen en consideración la dimensión cultural de la misma. Vale decir que incorpore en su análisis las motivaciones, valores y actitudes que orientan las prácticas sociales y económicas de estos trabajadores.
Las nuevas teorías vinculadas con aspectos institucionales y económicos, nuevas teorías del desarrollo en última instancia, señalan que, más allá de canalizar las variables en términos muy genéricos, que acaban diciendo poco, los trabajadores cuenta propia del sector familiar representan una gama de posibilidades reales de dar respuesta a problemas sustantivos y a los grandes males de esta época, como es por ejemplo el tema del desempleo.
En este aspecto, el fenómeno de los trabajadores cuenta propia del sector familiar se inscribe en las tendencias globales que se vienen dando en el mundo (la especialización flexible y la segmentación de los mercados entre otras) y están generando un contexto altamente favorable para su crecimiento. Sería importante revisar las trabas concretas que existen para que éste se concrete y así encaminarnos hacia la posibilidad de una solución en el gran tema de preocupación de este tiempo, el desempleo y la pobreza (con todos sus males) que este genera.
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