ALGUNOS MITOS, ESTEREOTIPOS, REALIDADES Y RETOS DE LATINOAMÉRICA
Jose G. Vargas-Hernandez, M.B.A.; Ph.D.
Profesor investigador
Centro Universitario del Sur
Universidad de Guadalajara
Prol. Ave. Colón SN
Cd. Guzmán, jalisco, 49000
México
Telefaxes: +52 341 41 25189, +52 341 41 24044
E-mail: jvargas@cusur.udg.mx
Resúmen (Abstract)
La mayoría de los latinoamericanistas tratan a las naciones Latinoamericanas como si sólo fuera un simple objeto de estudio, el cual tiene características similares. El propósito de este trabajo es analizar algunos de los mitos, estereotipos, realidades y retos atribuidos a una de las más importantes regiones del mundo, conocida como Latinoamérica. Latinoamérica ha sido conceptualizada como una entidad homogénea, significando solamente las naciones actuales que han recibido la herencia Ibérica como resultado de haber sido conquistadas y colonizadas por España y Portugal. La mayor parte de los estudios sobre América Latina descuidan reconocer la influencia de otras culturas de Europa del Norte y devalúan la fuerte herencia recibida de las culturas indígenas o amerindias y los descendientes africanos.
Introducción
En este, argumento que el término Latinoamérica puede solamente aplicarse muy liberalmente a la región y con precaución, estando conscientes de su diversidad geográfica, su medio ambiente físico, y a sus formaciones históricas, económicas, sociales, culturales y religiosas. Demuestro lo inapropiado de etiquetar a todas las gentes y naciones localizadas en América Central, América del Sur, y el Caribe como “latinos” y por tanto, rechazo el supuesto de que Latinoamérica representa una cultura uniforme con los mismos antecedentes, categorías homogéneas raciales y religiosas y elementos económicos, sociales y políticos similares.
Reconozco que la diversidad de América Central, América del Sur y el Caribe está presente no solamente en las diferentes lenguas que se hablan sino también en una diversidad de religiones, heterogeneidad de los grupos raciales y étnicos, expresiones multiculturales, el tamaño de los territorios nacionales y su población, etc., sin dejar de hablar de las diferencias económicas, sociales, y políticas del desarrollo regional incluso cuando un país y entre las diferentes naciones, a pesar del modelo neoliberal dominante, se está imponiendo una tendencia hacia la “Hemisferización” bajo el llamado “Consenso de Washington”. Esta tendencia está presentando serios retos económicos, sociales y políticos para todos los países de la región. Finalmente, algunos de estos retos son analizados.
Escapadas de la realidad
Comala es una villa que existe en el Estado de Colima, México. Parece ser una localidad de ficción, como por ejemplo la villa de Macondo, la cual puede encontrarse en cualquier parte de Colombia o Sur América. Ambas localidades son clichés en la literatura contemporánea latinoamericana. Los temas de estas dos famosas novelas, a pesar de que en parte son ficción y en parte realidad, se refieren a las formas de vida colectiva de las comunidades, visión y sueños de aquéllos que han poblado estas tierras.
Comala fue el cacicazgo de un vicioso y corrupto dictador rural, Pedro Páramo, quien retuvo tremendo poder como un caudillo regional durante los tiempos de la revolución mexicana. Dyson (1987) considera que la personalidad y la historia de Pedro Páramo se revelan a través de visiones y cuchicheos de los fantasmas del pueblo, aún con miedo de levantar sus voces a pesar de que han estado muertos hace mucho tiempo. Comala vive y muere en el rencor no mitigado de Pedro Páramo, su infernal persistencia convergente en una narración fragmentaria de rápidas vueltas y entrecortes de sus voces que van, de historia a la eternidad, de la vida a la muerte.
Cien años de soledad es la historia de un patriarca ficcional, Jose Arcadio. La historia se revuelve alrededor de Arcadio guiando a su familia, los Buendías, a la villa de Macondo, la tierra prometida (la cual nadie ha prometido), lejos de la civilización. La historia de Macondo es revelada usando tanto la ficción como la realidad, a través de la historia del Coronel Buendía, en el cual él recuerda el día cuando su padre le mostró un pedazo de hielo por primera vez en su vida y le hizo creer que estaba tocando un diamante. Sobre la duración de un siglo, cuando la villa se desarrolló, llegó a convertirse en el tenso centro en el cual las confrontaciones políticas y sociales se anudaron y enredaron hasta que algún catalista causó su separación violenta (Dyson, 1987). Esta novela ficcional da significado no solamente a la realidad de la vida social, política, económica y cultural de las naciones latinoamericanas durante el siglo pasado, sino que también nos deja con la impresión de que Latinoamérica está atrasada y todavía está a cien años atrás de la prosperidad.
Ambos trabajos literarios tocan tópicos cruciales del desarrollo Latinoamericano en la búsqueda de las más apropiadas identidades, abandono del retraso de las comunidades y la eliminación de fuerzas, las cuales restringen el logro de mejores estándares de vida económica, social, política y cultural. Sin embargo, la pregunta permanece en cuanto a qué tanta fantasía, ficción o realidad tienen estos clásicos de la literatura contemporánea latinoamericana.? Una cosa conocemos por cierto. Que a pesar de que las dos novelas pueden estar basadas en situaciones reales, los eventos han sido exagerados por las creaciones imaginativas de Juan Rulfo y del Colombiano Gabriel García Márquez. Ambos autores han contribuido a la creación de mitos y estereotipos de la gente latinoamericana y su tierra, tal como otros grandes trabajos artísticos similarmente lo han hecho de otros pueblos. Podemos argumentar también que conocer al real latinoamericano significa invadir la intimidad de su carácter de sus pensamientos comunes, visiones y sueños que han forjado nuestro destino. En el desarrollo de ésta revisión de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de nuestras naciones a través del análisis de las narrativas literarias, uno espera incrementar la conciencia y exponer los obstáculos que conducen a un mayor desarrollo sostenible y a reconciliar nuestros antecedentes de la gente de la nueva Latinoamérica.
Algunos mitos y estereotipos de Latinoamérica los cuales bloquean el camino hacia el desarrollo
El primer estereotipo a rechazar es el etiquetado de una diversa área geográfica como simplemente “Latinoamérica” para referirse a todas las personas y naciones localizadas en América Central y Sudamérica, sin mencionar las localizadas en el Caribe con el mismo término, lo cual es incorrecto. El término “latino” puede ser solamente aplicado muy liberalmente a la región y con mucho cuidado. De tal forma que si por “Latino” queremos significar solamente las naciones actuales que han recibido la herencia Ibérica como resultado de haber sido conquistados y colonizados por España y Portugal por un periodo de tiempo que duró más de trescientos años, por lo tanto excluimos aquéllos que fueron dominados por los británicos, franceses, holandeses y norteamericanos (principalmente de Estados Unidos).
Antes de la conquista de este territorio por los europeos, las tierras estaban ocupadas por diferentes grupos indígenas que variaron en sus herencias culturales, que comprendían desde tribus primitivas hasta más sofisticadas y civilizaciones mejor desarrolladas.
Cuando se considera a Mesoamérica, Sudamérica y el Caribe como una unidad, deberíamos estar conscientes de las diversas formaciones económicas, sociales, políticas y culturales de las regiones. Los medios ambientes geográficos y físicos también varían ampliamente en la región.
Un reporte de la Fundación Canadiense para las Américas, (FOCAL, 1995) reconoce esta diversidad estableciendo que “Más allá de los datos demográficos, económicos y sociales, la cultura probablemente contradice más fuertemente la idea de que Latinoamérica y el Caribe son homogéneos sobre la división colonial de la región en áreas española, portuguesa, británica y francesa, se encuentra un mosaico sobrecargado de la cultura europea así como de las culturas nativa americana, africana y asiática, en varias combinaciones. México, Guatemala, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay están fuertemente influenciadas por la cultura indígena de su gente, a pesar de que ésta última está usualmente marginada social, económica y políticamente. La herencia africana tiene una influencia similar en Haití, Brasil, Cuba, Jamaica, y las islas orientales del Caribe.
Finalmente, la sociedad y la cultura de países tales como Guyana y Trinidad deben mucho a los muchos Indios del Este que emigraron ahí. A pesar de que este reporte descuida mencionar la influencia Holandesa en las anteriores colonias americanas, permanece una influencia importante que necesita ser “factoreada”, sólo para ver por qué y hasta que grado la región puede tener un futuro común. La religión es también diversa, a pesar de que la región es esencialmente dominada por el catolicismo. En Latino América, otras creencias se han desparramado, como por ejemplo las religiones africanas en Brasil, Haití, y Cuba, y el protestantismo es dominante en las antiguas colonias británicas del Caribe.
Un buen ejemplo de la diversidad cultural dentro de Mesoamérica, Sudamérica e incluyendo el Caribe, son los idiomas que se hablan. Más de una tercera parte de la población habla español, los brasileños hablan portugués, y las poblaciones indígenas hablan sus propias lenguas indígenas. Más de 56 diferentes lenguas indígenas se hablan tan sólo en México. En las Indias Occidentales los idiomas oficiales son el Inglés, Francés, Holandés, Papamento y Criollo,
Otros investigadores como Bryan y Serbin (1996) también reconocen que las naciones caribeñas han sido tratadas por académicos y políticos, como los “sobrinos distantes”, mientras que ellos están junto con las naciones latinoamericanas formando “parte de la misma matriz”. Estos autores definen la región del Caribe en su forma más amplia para incluir dentro el Caribe insular, los Estados litorales del Norte de América del Sur, América Central y la Costa Caribeña de México. Esta área comparte como características comunes la herencia anglosajona del Norte de Europa, y está habitada principalmente por gente que habla el inglés y el francés. Después de todo, representa un pequeño segmento si lo medimos por la extensión de su tierra, el tamaño de su población, y la cantidad de recursos y capacidades.
Todavía más, por simple referencia a los territorios conquistados por España y Portugal como “Latinoamérica” y su gente como “Latinoamericanos”, devalúa la fuerte herencia que recibimos de las culturas indígenas o amerindias dentro del mismo territorio. También es importante que esta etiqueta no toma en cuenta la importante participación de los descendientes africanos en la “hechura” de las naciones de las actuales América del Sur, Mesoamérica y el Caribe. Tal como Doughty (1987) argumenta, la clasificación de “Latin” es poco más que una etiqueta conveniente que cobija a una región de 32 países independientes y 17 territorios dependientes de Francia, Gran Bretaña, Los Países Bajos, y Los Estados Unidos. Diferencias en la tierra, el clima, y recursos en sociedades pre-Colombinas, y en grados de influencia cultural por las administraciones coloniales europeas conducen a mayores variaciones políticas y económicas dentro de la América Latina.
Habiendo demostrado lo inapropiado de etiquetar toda la gente y las naciones localizadas en América Central, América del Sur y el Caribe como “Latina”, se sigue que hay una necesidad de rechazar la aserción de que América Latina representa una cultura uniforme, con los mismos antecedentes, Español o Portugués (en el caso de Brasil), religión católica, la categoría racial de “mestizo” como el resultado de una mezcla entre Ibéricos y los Amerindios, y además otros elementos económicos, sociales y políticos los cuales pueden trazarse hacia atrás antes de la caída de Tenochtitlán en 1521 y Cuzco en 1936 bajo una conquista española motivada por Dios y el oro raro, traicionado por esta falta de distinción. Pocos latinoamericanistas actualmente reconocen este hecho, mientras que la mayor parte de ellos tratan las naciones latinoamericanas como si solamente fueran un simple objeto de estudio el cual tiene características similares. Esto por supuesto, no es negar que estas naciones comparten unos antecedentes históricos comunes.
Desde el siglo quince en delante, Sur América, América central y el Caribe, han atestiguado un brutal choque entre sus culturas indígenas, las europeas (Española, Portuguesa, Inglesa, Francesa y Holandesa) y las africanas. Esta región del mundo experimentó el más largo y continuo periodo de ocupación colonial. La destrucción de las más diversas culturas indígenas por los conquistadores europeos resultaron en el ascenso de la cultura criolla y la imposición de las lenguas, religiones, tradiciones, valores, etc. Estoy de acuerdo con West (1982) cuando afirma que la conquista europea de América Latina claramente afectó a las gentes nativas tanto físicamente como culturalmente, y a su vez, las culturas indígenas influenciaron a los europeos.
Sin embargo, estoy en desacuerdo con este autor cuando contiende que en muchas partes de Latinoamérica los elementos de la gente y la cultura del viejo y nuevo mundo se fusionaron para formar una amalgama que caracteriza la escena humana en éstas áreas ahora. Diría que tal fusión ha provocado amalgamientos diversificados. En suma, el proceso de la conquista y asentamiento de América Central, América del Sur y el Caribe, por los poderes coloniales europeos de España, Portugal, Inglaterra, Francia y Los Países Bajos, indujo la fragmentación étnica, lingüística, social, económica, política y cultural, y por tanto, dió nacimiento a una de las más complejas y dinámicas expresiones de las formaciones societales y culturales.
Wiarda (1987), por ejemplo, contiende que “diversidad en la unidad” de los actuales sistemas políticos de América Latina, es el primer hecho que debemos entender. Por lo tanto, debemos reconocer que esta diversidad de América Central, América del Sur y el Caribe está presente no solamente en las diferentes lenguas habladas, sino también en una diversidad de religiones, heterogeneidad de grupos étnicos y raciales, expresiones multiculturales, el tamaño de los territorios nacionales y su población, etc., sin hablar de lo ya mencionado anteriormente, las diferencias económicas, sociales y políticas del desarrollo regional, incluso dentro de un país y entre las diferentes naciones.
Diferentes percepciones de una realidad
Los antecedentes diversos y multiraciales de los habitantes de la región, compuesta de tres principales corrientes, las gentes indígenas, los conquistadores europeos y los esclavos africanos, se han mezclado para crear nuevas formas, manifestaciones y expresiones de la vida diaria. A través de las edades, los habitantes y viajeros de esta entidad geográfica han percibido su diversidad de medios ambientes diferentemente y como tal han desarrollado imágenes e ideas peculiares, las cuales han estado reflejadas en la riqueza de su literatura, música, arte, pintura y asuntos diarios, tal y como Blouet y Blouet (1982) recuentan: El medio ambiente físico ha sido percibido, considerado, categorizado y tratado por latinoamericanos y caribeños a través de diferentes manifestaciones, tales como Dios, rezar, ilusión, e incluso como un obstáculo. Abajo se hace un sumario breve de las descripciones de estas categorizaciones de los medios ambientes físicos, tal como es descrito por los autores.
Los Aztecas en el Valle de México, los Mayas de las tierras bajas tropicales de Yucatán, y los Incas de los altiplanos del Perú, reverenciaron el medio ambiente y a través de su relación exitosa con él, lograron un status alto entre otros nativos americanos. Sus religiones fueron una especie de animismo, el cual consiste de una creencia de que los objetos en el medio ambiente tienen almas. Blouet y Blouet (1982) basado en el trabajo de Nelson (1977), quienes acertaron que la naturaleza es siempre considerada ser la fuente primaria de la contemplación temprana, y en América Central, el desarrollo cultural parece que fue más afectado por un punto de vista del mundo traído desde los tiempos de la caza.
El destino (simbolizado por un zacate alto y delgado) parece ser el concepto central al pensamiento Maya. También el punto de vista cíclico de la existencia que formó una parte importante de la religión posterior probablemente tomó su dirección de la naturaleza, donde las estaciones vienen y van, y la vida sigue a la muerte. La naturaleza también sugiere una unidad, y la idea puede haber existido, también, que todos los elementos de la vida constituyen una parte intrincada de un todo. El escarabajo en la hoja y la nube que pasa son hermanos, en este sentido, partes de la misma absoluta identidad. Nelson concluye que esta vista es cercana a la idea panteísta de que el mundo es Dios y que los objetos en el medio ambiente tienen almas.
Para todos los conquistadores europeos la razón dominante para conquistar y establecerse estaba enraizada en la codicia como una oportunidad para llegar a ser rico pronto. El análisis de West nos da una tipología de los motivos de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. En la esfera española, West (1982) dice, fue la más larga, potencialmente la más rica, y la más diversa cultural y físicamente y fueron atraídos por metales preciosos y por tanto, tendieron a mirar tierra adentro hacia las áreas de los altiplanos con densa población aborigen y riqueza mineral. En contraste, agrega West, los portugueses en Brasil y los del Norte de Europa (Inglés, Francés, y Holandés en las Indias Occidentales y Guyanas) también buscaron oro y plata, pero la mayor parte de ellos se establecieron por una más prosaica persecución agrícola tal como azúcar, tabaco, o producción de índigo.
Los europeos conquistaron el Nuevo Mundo motivados por Dios y oro, con la cruz en la empuñadura de la espada. Vieron estas tierras como prístinas y maduras para el saqueo, y las tierras dieron cosechas para los europeos con pico y arado. Vinieron para rapar con una tecnología superior, la cual tuvo un impacto psicológico para vencer a los amerindios, cuyo modo de vida en algunos aspectos igualó o excedió aquéllos de la sociedad europea del siglo dieciséis (West, 1982). Por medio de la rapacidad, los conquistadores fueron exitosos, ricos y prestigiosos. Los Ibéricos especialmente, motivados por la divulgación de las creencias católicas, tomaron a las mujeres indígenas que eran hermosas y también de “muy buen ver y proceder” y las preñaron. Esta fue además una estrategia inteligente para la consolidación de las colonias. Al menos, podemos argumentar, que los Ibéricos se mezclaron con las gentes indígenas mientras que otros conquistadores no o hicieron, dando paso a procesos profundos de discriminación racial.
El estatus económico y social alcanzado por los conquistadores fue la principal razón para incendiar el espíritu de la aventura, tal como Picon-Salas (1963), ha expresado. Incluso, aceptando la persecución del oro como el ideal, los españoles amaron la aventura de la conquista, más que su valor monetario. Desagradable para ellos fueron las empresas puramente comerciales, aunque de hecho, persiguieron actividades para lograr la eminencia, para convertirse en hombres nobles y para obtener influencia en asuntos de Estado. Estas fueron las razones de por qué perseguían en oro (Bouet y Blouet, 1982). Después de siglos y hasta ahora, el medio ambiente de América Latina y el Caribe ha venido sufriendo el saqueo de depredadores motivados por la riqueza de abundantes recursos naturales, tal como el caso del área forestal del Amazonas, la más grande del mundo.
El Nuevo Mundo fue fascinante, apareciendo como un milagro, creando la ilusión de una imagen del Jardín del Edén no sólo a sus descubridores sino también para quienes llegaron posteriormente, como se confirma por las descripciones de Cristóbal Colón y por el geógrafo alemán Alejandro de Humboldt. Sauer (1969) escribe las impresiones de Colón en los siguientes términos: la belleza de las islas movió grandemente a Colón...las orillas del mar entrecortadas por el viento que encontró como lo mejor de la naturaleza tropical y que reveló en alabanza de su encanto y belleza. El perfume de los árboles y flores que olió fue llevado a los barcos en el mar. Las islas fueron tierras de primavera perpetua. Los pájaros de muchas formas y colores cantaron dulcemente en un vasto jardín de naturaleza inocente, habitada por muy gentiles y muy cordiales nativos.
En otro recuento de Bernal Díaz del Castillo, un soldado de Hernán Cortés, describe lo que vieron los conquistadores españoles del imperio Azteca, a su arribo a Tenochtitlán en el Valle de México, cuando entraron por primera vez en 1519. Estabamos asombrados, describe...eran como los encantos que dicen de la leyenda de Amadís, un recuento de las grandes torres y templos y edificios levantándose sobre el agua y todos construidos con piedras. Y algunos de nuestros soldados incluso se preguntaban si las cosas que veían eran un sueño o no...no sé como describirlo, ver cosas como las vimos que nunca habíamos oído o visto jamás, ni tampoco soñado. Algunos...entre nosotros habían estado en muchas partes del mundo, en Constantinopla, en todo Italia, y en Roma, dijeron que un mercado tan grande y tan lleno de gente y tan bien regulado y arreglado, como nunca lo habían tenido antes (Díaz del Castillo, 1956).
Las impresiones de Humboldt y el impacto que éstas tuvieron, fueron bien capturadas por Blouet y Blouet (1982): el viajero, escritor y geógrafo Alejandro von Humboldt (1769-1859) encontró difícil describir los lugares que vio como visitante de México y Sur América durante su expedición de 1799-1804, de tal forma que él alentó a los artistas a viajar a América Latina para pintar y para dibujar las escenografías de la región y para exponer sus pinturas a los europeos. Johan Moritz Rugendas, el más famoso de los artistas que Humboldt persuadió para que viniera al Nuevo Mundo, vio el continente en términos románticos. Fue entrenado en el arte reporteril y fue atraído por escenas ilustrando conflictos entre la naturaleza y la gente. Sus pinturas son poderosos relatos de las relaciones del medio ambiente, ilustraciones coloreadas por la excitación de o no familiar y la tensión del conflicto.
Pero hay otro lado de la moneda. Mientras que algunos científicos claman que el medio ambiente físico determina el desarrollo, otros lo rechazan sobre la base de que no existe tal determinismo. Los habitantes pueden adaptarse a su medio ambiente, encarar los retos que se les presentan y solucionar los problemas que se les presenten. Por tanto, el medio ambiente físico del Nuevo Mundo ha representado una lucha continua para resolver los obstáculos y sus dificultades.
De hecho, todas estas diferencias pueden ser consideradas como variables contextuales que contribuyen a la formación caótica de patrones de conducta social, política y económica, las cuales a su vez, se agregan a la formación de un medio ambiente de complejidad que rodea a las relaciones latinoamericanas – caribeñas. Tal como Bryan y Serbin (1996) reconocen, éstas relaciones han estado marcadas por la impresión de los legados coloniales reflejados en las actuales barreras lingüísticas, étnicas y culturales; la persistencia de las disputas de fronteras, y las evidentes diferencias económicas en tamaño, estados de desarrollo y potencial económico. Este complejo conjunto de factores ha contribuido al desarrollo de percepciones negativas fuertemente enraizadas y estereotipos de todos lados, los cuales han influenciado no solamente las actitudes populares sino también las relaciones formales entre gobiernos y Estados del Caribe que hablan Inglés y el resto de Latinoamérica.
La historia latinoamericana también ha demostrado que este argumento es aplicable a los diferentes procesos de interacción y cooperación entre los gobiernos Latinoamericanos en varias situaciones específicas, como por ejemplo, la reciente guerra entre Perú y Ecuador con la excusa dada de un viejo problema de disputas de frontera, el fracaso de al menos cuatro de los esfuerzos integradores y acuerdos comerciales multilaterales entre los países Latinoamericanos, o la falta de apoyo y solidaridad cuando en varias ocasiones Cuba o Nicaragua han sido aisladas y atacadas por los Estados Unidos, etc.
En búsqueda de la identidad
Escondidos entre todos estos factores, pero sin embargo, relacionados a los arriba mencionados estereotipos y mitos, descansa una realidad fundamental traicionada por la etiqueta de “Latinoamérica”. Esta realidad es la falta de identidad común entre las naciones mesoamericanas, sudamericanas y caribeñas. Los estudiantes de esta realidad encuentran difícil conceptualizar y definir lo que sería una identidad cultural común “latina”. DeutSchier (1989) encontró que el concepto común de identidad entre las sociedades latinoamericanas es uno de un sentimiento de soledad, la mezcla racial y la dependencia cultural. Cien años de soledad que describe la vida de Macondo es un buen ejemplo, entre otros, de cómo los latinoamericanos comparten un sentimiento de soledad. El famoso ensayo “El laberinto de la soledad” escrito por Octavio Paz, por ejemplo, nos da un acercamiento histórico de este sentimiento de soledad que los mexicanos experimentan.
Este sentimiento de soledad, de ser huérfano, que parece ser la mejor manera de manifestar un rechazo abstracto a la herencia colonial, surgió de los conflictos de un proceso brutal de colonización el cual duró más de tres siglos y los cuales llegaron a ser incluso más fuertes inmediatamente después de las batallas por la independencia de los poderes de Europa. La otra herencia, la indígena, ya se había devaluado al más bajo grado de denigración, dejándonos en el status de ser los hijos de nadie. Ambas herencias, la española y la indígena son todavía fuertes ahora, después de más de 500 años, entendiendo que es necesario dar sentido de los eventos más rutinarios.
Estas herencias dieron vida a las raíces de la crisis socio-psicológica de identidad. Sin embargo, la búsqueda de una nueva identidad “latina” se convierte en el nuevo proyecto de las naciones en formación. Algunos de estos proyectos fueron completamente utópicos con proposiciones radicales e idealistas las cuales fueron obviamente inviables y por tanto imposibles para lograrse no solamente en ese tiempo, los primeros veinticinco años del siglo pasado, sino todavía ahora. Varios ensayos se escribieron entonces, entre los cuales mencionaremos “las pedagogías utópicas” y “La utopía americana”.
Un nuevo concepto de “Latino” basado en las fortalezas de nuestra propia cultura, la cual encontró su máxima expresión en el famoso ensayo “Ariel” escrito por Enrique Rodó, se desarrolló como un modelo antagónico, el llamado “Arielismo”. Este modelo sirvió para oponerse al ya hegemónico proyecto del “Coloso del Norte”. Rodó urgió a la juventud latinoamericana para rechazar el materialismo de los Estados Unidos y para colgarse a los valores intelectuales de su herencia española (Black, 1984). Tal y como Deutschier (1989) explica, Ariel es la figura trágica-homérica que conoce y vive las posibilidades y debilidades de la “latinidad” contra el poder anglosajón de los Estados Unidos. Rodó escribió que la vida en Norte América es un círculo vicioso para perseguir el bienestar cuyo objetivo no es encontrarlo en sí mismo.
El conocimiento de esta “Latinidad” implica un sentido de resistencia moral contra el mundo material Norteamericano. Otros buenos ejemplos son los escritos de José Martí quien refiriéndose a los Estados Unidos escribió en 1895: He vivido dentro del monstruo y conozco sus entrañas y mi arma es solamente la sonda de David. En su bien conocido ensayo “Nuestra América”, dijo que nosotros (Latino americanos) somos muñecos de trapo, con pantalón inglés, suéter de París, chaqueta de los Estados Unidos y sombrero de España. Mas recientemente, el mexicano Octavio Paz, quien quizás mejor describe esta relación de odio - amor entre los latinoamericanos y los norteamericanos, cuando dice que los norteamericanos siempre están entre nosotros, incluso cuando nos ignoran, volteando su espalda de nosotros. Su sombra cubre el hemisferio completo. Es la sombra de un gigante. Y la idea que tenemos de este gigante es la misma que puede encontrarse en los cuentos de hadas y leyendas; un gran tipo de disposición amable, un poco simple, un inocente que ignora su propia fuerza y a quien podemos hacer tonto la mayor parte del tiempo, pero cuyo aliento nos puede destruir (Rangel, 1981). Por tanto, bajo este modelo de búsqueda por una identidad aparece que el concepto de “latinidad” es para definir la esencia propia del Latinoamericano.
Bajo los lemas de “ser los Estados Unidos de Sur América” y “déjanos ser los Yankees del Sur”, un nuevo ideal y una proposición estereotipada de la realidad surge basada en un acercamiento cultural e influenciado por los científicos y pensadores positivistas europeos. Más tarde, el concepto de raza llega a ser importante para establecer la relación entre nuestro origen étnico y nuestro destino. Los trabajos como “La raza cósmica” de Vasconcelos en México da un nuevo significado a la mezcla racial entre las herencias indígena y la española y la fusión espiritual de las diferentes culturas. Otro notable trabajo literario incluyó “El hombre nuevo” en el que escribe José Martí, en mi opinión, en un desplante más radical y una exageración de que in Latinoamérica no hay odio racial porque no hay razas del todo.
Finalmente, hay un modelo de identidad que usa fuertes figuras de nacionalismo apoyado por la influencia de un aparato ideológico, basado principalmente en una mezcla del positivismo Francés, del liberalismo Norteamericano y en algunos países como en México y Perú, de un pensamiento Marxista-Leninista. Pero hablando en términos generales, estas especies de movimientos nacionalistas se oponen, tanto al concepto de “latinidad” como al propósito de una identidad continental.
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