EL VALLE DE LOS CAIDOS COMO EXPRESIÓN DE UNA IDEOLOGÍA.
ANÁLISIS SOCIOMORFOLÓGICO.
Teresa Bartoll Andrés.
“El poder político, así denominado propiamente, es sólo el poder organizado de una clase para oprimir a otra”.
Karl Marx. (1848)
“La ideología urbanística, no sólo sirve a la legitimación de la coerción, procurando un envoltorio técnico aséptico, aparentemente neutral incluso en el tratamiento de las formas, sino que además contribuye a definir una hegemonía, una forma de vida, unos comportamientos sociales, unas prácticas concretas en el espacio. El urbanismo es una estrategia de dominación que adormece las conciencias. El espacio es político-instrumental”.
H. Lefebvre. (1976)
ÍNDICE.
1. RESUMEN. ..... 4
2. INTRODUCCIÓN. ..... 5
3.. DESARROLLO. ..... 5
A. El concepto de ideología. ..... 5
B. Marco socioeconómico. ..... 8
C. El Valle de los Caídos. ..... 11
D. Análisis sociomorfológico del.
Valle de los Caídos. ..... 14
4. CONCLUSIONES. ..... 23
5. FOTOS. ..... 25
6. NOTAS. ..... 28
7. BIBLIOGRAFÍA. ..... 29
1. RESUMEN.
A lo largo de este artículo, intentaremos analizar el complejo arquitectónico que conocemos como El Valle de los Caídos, monumento funerario en honor a los caídos en la Guerra Civil española. Dicho monumento está compuesto por una gran Cruz, una Basílica y un Monasterio, regido por monjes benedictinos. Se encuentra en el Valle de Cuelgamuros, en el término municipal de San Lorenzo del Escorial (Madrid). En particular, se especificará su valor como transmisor de una determinada ideología, en este caso, la franquista. Con este objetivo, en primer lugar se analizará el término ideología desde diversas perspectivas centrándonos, principalmente, en la acepción de marxista; ésta se basa en la función legitimadora del poder de la clase dominante. Seguidamente, para comprender mejor la obra en su conjunto, estudiaremos el marco socioeconómico y político de la época, así como la estructura, historia y otros elementos importantes. Por otra parte, es necesario profundizar también en el concepto de religión (como justificadora de los privilegios de los detentadores del poder y como alentadora de la resignación entre los dominados), en la dimensión funeraria de la obra, y en el proceso de alienación y sometimiento de las personas al régimen.
Concluiremos el análisis afirmando que, para construir un complejo arquitectónico de tales dimensiones y de tal majestuosidad, necesitamos algo más que poder económico, hablamos entonces de poder ideológico, de alienación, de sometimiento.
2. INTRODUCCIÓN.
A lo largo del trabajo, vamos a analizar el Valle de los Caídos como expresión de una ideología. Empezaremos definiendo qué entendemos por ideología, centrándonos especialmente en cómo entiende Karl Marx el concepto. Posteriormente, se analiza el marco socioeconómico y político en la época de construcción del complejo arquitectónico, así como la historia, estructura y otros elementos a tener en cuenta para el análisis posterior del Valle. Por último, se procederá a dicho análisis, relacionando todo lo visto anteriormente junto con otros aspectos importantes. Así, podremos observar: cómo el entorno construido se lleva a cabo bajo términos sociales como puede ser la ideología, cómo el régimen se basa en los aspectos materiales de la religión y los santuarios, y cómo el espacio representa los intereses de una clase social.
3. DESARROLLO.
A. El concepto de ideología.
En la acepción más corriente, las ideologías son creencias acerca del modo en que debería organizarse políticamente una sociedad. El socialismo, el nacionalismo, el liberalismo, son ideologías. Las ideologías totalitarias, en extremo, son aquellas más hostiles o intolerantes hacia otras ideologías y dictan a la vez un estilo de vida para sus creyentes.
Para la sociología del conocimiento, las ideologías son sistemas de creencias acerca del mundo, verdaderos o falsos, no importa, pero causados o determinados socialmente.
Como vemos, el concepto de ideología se plantea desde diversas aproximaciones. Podemos decir, entonces, que: a) se trata de un conjunto de construcciones mentales con diferentes grados de racionalización y distintas formas discursivas, b) su necesaria referencia a la práctica vital conlleva una
dimensión moral y política (valorativa) no fácilmente discernible, aunque se postule su distinción con respecto a las meras creencias y a los sistemas de pensamientos o puro conocimiento, c) plantean un sentido global o de totalidad (incluso, pretenden cierta universalidad y no evitan el esquematismo) para una esfera amplia de experiencia colectiva: sociedad o actores sociales estructuradores de la sociedad; d) por último, su validación por referencia a la práctica social-histórica no puede restringirse a la pertinencia lógico formal o a la capacidad explicativa de esa construcción, pero tampoco a la simple constatación de la existencia de esos discursos. Su significatividad descansa en su capacidad legitimadora, persistente y amplia, de la acción social.
Respecto a este concepto, Norberto Bobbio (1982: 785) propone distinguir entre ideología débil e ideología fuerte. En su significado “débil”, ideología designa el genus de los sistemas de creencias políticas: un conjunto de ideas y valores concernientes al orden político, que tienen la función de guiar los comportamientos políticos colectivos. El significado “fuerte” tiene su origen en el concepto de ideología de Marx, entendido como falsa conciencia en las relaciones de dominación entre las clases. Este concepto, se diferencia claramente del primero porque mantiene en el propio centro (diversamente modificada, corregida o alterada por los distintos autores) la noción de falsedad: la ideología es una creencia falsa. En el significado “débil”, la ideología es un concepto neutro, que prescinde del eventual carácter mistificante de las creencias políticas; en el significado “fuerte”, ideología es un concepto negativo que denota precisamente el carácter mistificante, de falsa conciencia, de una creencia política.
El significado fuerte de ideología ha sufrido, por su parte, una singular evolución. En Marx, ideología denotaba las ideas y las teorías que son socialmente determinadas por las relaciones de dominación entre las clases, y que justifican tales relaciones dotándolas de una falsa conciencia. En la evolución posterior del significado de la palabra, ha sido generalmente olvidada la conexión entre ideología y poder. En cuanto al resto, este significado se ha planteado en las relaciones entre dos de los elementos constitutivos de la formulación original: el carácter de falsedad de la ideología y su determinación social. Por una parte, se ha mantenido firme y se ha generalizado el principio de la determinación social del pensamiento, perdiendo así de vista el requisito de la falsedad: la ideología está disuelta en el concepto general de sociología del conocimiento. Por otra parte, se ha mantenido firme, se ha generalizado y se ha reinterpretado el requisito de la falsedad, olvidando a su vez la determinación social de la ideología: el punto de llegada es aquí la crítica neopositivista de la ideología (N. Bobbio y N. Matteucci, 1982: 785-786).
En relación a la función social de la ideología, el problema más espinoso es, probablemente, el de explicarla como una creencia que cubre o enmascara los intereses de los detentadores del poder, que puede operar como una falsa conciencia incluso en quienes se encuentran subordinados al poder, ya que refleja los intereses inmediatos y, por tanto, diferentes tanto de los dominadores como de los dominados. La creencia ideológica puede desarrollar su función de integración política y social.
La tradición sociológica arranca, sobre todo, de la propuesta polémica de Marx, que se rebela en La ideología alemana (escrita en Bruselas entre mediados de 1845 y Agosto de 1846) contra las ideas falsas que los hombres se han forjado desde siempre sobre sí mismos, y ataca corrosivamente a los ideólogos, que creen que cambiando las ideas cambia el hombre, contribuyendo con sus quimeras o sombras de la realidad a la ensoñación y somnolencia del pueblo. El desarrollo crítico avanzado por Weber derivará hacia el análisis objetivo de los valores y los correspondientes intereses ideales y materiales que las distintas sociedades propugnan en la legitimación de sus acciones. En ambos casos, se trata de hacer patente la particularidad histórica y social de las ideologías y sistemas ideales valorativos, frente a su pretensión de eternidad, naturalidad o universalidad. En resumen, el concepto ideología, en su acepción marxista, es el conjunto de creencias falsas de las que se han servido las clases dominantes para mantener su posición privilegiada. Por ello, es necesario prestar especial atención sobre el vínculo existente entre ideología y poder. Los sistemas de creencias políticas, que pueden tener un carácter ideológico, interpretan y justifican situaciones de poder dadas. En ellas, los juicios de valor califican como legítimo, bueno y/o útil el poder. De este modo, motivan los comportamientos de dominación y los comportamientos de obediencia.
En la definición de Giddens (S. Giner y E.Lamo: 1998:367), el concepto de ideología está estrechamente relacionado con el poder, puesto que los sistemas ideológicos sirven para legitimar el poder diferencial que mantienen los grupos.
B. Marco socioeconómico.
El franquismo, como tipo de régimen político y como sistema de dominación institucional, rigió los destinos del país durante casi cuarenta años del siglo XX.
En 1939, a partir de la definitiva derrota de los últimos focos de resistencia republicana, el régimen franquista extendió su poder y dominio sobre el territorio de España. Podemos decir que las etapas del régimen fueron:
1ª. De 1936 a 1939. Configuración inicial del régimen durante la Guerra Civil.
2ª. De 1939 a 1945. Etapa nacional-sindicalista en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
3ª. De 1945 a 1959. Etapa nacional-católica de breve aislamiento y posterior reintegración internacional.
4ª. De 1959 a 1969. Etapa autoritaria de desarrollismo tecnocrático y expansión económica.
5ª. De 1969 a 1975. Tardofranquismo y crisis terminal del régimen.
A pesar de todos los cambios, más o menos profundos, operados en el franquismo durante su larga existencia, hubo un elemento permanente y constante que nunca sufrió menoscabo alguno: el enorme grado de concentración de la autoridad en una sola mano y persona.
Tres pilares institucionales sostendrían el régimen desde su etapa de configuración en la Guerra Civil: el ejército, la Iglesia y la Falange Unificada.
El primero constituiría el arma indispensable para vencer en la Guerra Civil, y sería, posteriormente, garantía coactiva y represiva de la irreversibilidad de dicha victoria frente a las fuerzas de la oposición interna o externa. La segunda iba a proporcionar un catolicismo militante y beligerante que habría de ser, hasta el final, la ideología suprema y omnipresente del régimen triunfante. Finalmente, el partido único sería el instrumento clave para organizar a sus partidarios, suministrar fieles servidores administrativos, y encuadrar y controlar a la sociedad civil a través de sus órganos dependientes.
“El régimen murió a cámara lenta, como Franco” (Gallego Díaz, 2000)
La España de 1939 era una sociedad de vencedores y vencidos. Los vencedores crearon un nuevo orden político, pero pretendían mucho más, querían un nuevo orden social, cultural y económico. Los dirigentes franquistas querían una sociedad jerarquizada, armónica, al menos aparentemente, y movilizada, al menos parcialmente, al servicio de los superiores “intereses nacionales”. El nuevo orden franquista combinaba componentes tradicionales con innovaciones “modernizadoras”: se asentaba sobre concepciones procedentes del tradicionalismo católico y, al mismo tiempo, incorporaba los procedentes de la “modernidad” fascista.
El nuevo orden, por una parte, tenía un carácter restaurador: la propiedad privada de los medios de producción, una sociedad clasista, una jerarquía social indiscutible; por otra parte, establecía nuevos instrumentos de control social y proclamaba su voluntad de configurar una comunidad superadora de la lucha de clases y basada en el orden social. El objetivo de una sociedad jerarquizada y disciplinada estaba claramente definida, tanto entre quienes querían una sociedad con perfiles más tradicionales, como entre los defensores de las nuevas formulaciones relativas al papel de las minorías dirigentes y conductoras de las masas. Jerarquía y disciplina eran, por otra parte, valores especialmente presentes en instituciones como el ejército y la Iglesia católica. El régimen quería que su nuevo orden redefiniera todos los aspectos de la vida social. Para ello, debían reestructurarse los espacios y las formas de sociabilidad para adecuarlos al ideario y a los valores del nuevo estado. Así, por una parte, debía completarse la destrucción de las redes asociativas vinculadas a las tradiciones políticas y culturales de signo liberal, democrático, etc. Por otra parte, las autoridades franquistas crearon un conjunto de organismos para ocuparse de la actividad cultural, recreativa y deportiva, habitualmente en el marco del partido único y de sus organizaciones (C. Molinero y P. Ysàs, 1999: 274-279)
La voluntad totalitaria del nuevo estado aparece claramente en múltiples aspectos de la vida social: en la vida y en los espacios públicos, todo el mundo debía actuar conforme a las pautas impuestas por la dictadura. En política y en religión, el Nuevo Estado no toleraba la indiferencia, era necesario adherirse al nacional-sindicalismo o , al menos, que lo pareciera. Era necesario ser católico, o al menos, simularlo. Pero el Nuevo Orden franquista iba más allá de la vida pública y determinaba también la privada. La acción de la Iglesia Católica destaca singularmente en esta dirección, no satisfecha con la incorporación a la legislación civil de sus concepciones, especialmente sobre la familia, y del papel conseguido en la educación, la Iglesia quiso imponer a toda la sociedad su moral, e incluso sus preceptos. El nuevo orden
social franquista iba acompañado de un nuevo orden económico, cuyas características fundamentales eran la defensa de la propiedad privada de los medios de producción, el intervencionismo del Estado en la economía, y la voluntad de alcanzar la autosuficiencia económica, la autarquía.
Considerando todo lo anterior, no debe extrañar que las actitudes predominantes entre las clases trabajadoras españolas durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta fueran de clara hostilidad hacia el régimen dominador. Pero, el rechazo y la hostilidad coexistió con una notable pasividad, fruto del éxito de la dictadura en generar un miedo intenso y extenso. Por otra parte, la dureza de las condiciones laborales y de vida favorecía también la pasividad política, aparte del recuerdo de la Guerra Civil como factor paralizador, y la ausencia de expectativas razonables de cambio.
C. El Valle de los Caídos.
El Valle de los Caídos es básicamente una obra personal de Franco[1]. El día 1 de Abril de 1959 fue inaugurado el monumento por él mismo, coincidiendo la fecha con el vigésimo aniversario de la victoria en la Guerra Civil[2]. Es el templo excavado en roca granítica más grande del mundo. Su longitud de 255 metros, supera a la de San Pedro del Vaticano, y es bastante mayor que la de Santa Sofía de Constantinopla.
“Él mismo lo mandó confeccionar para la exaltación de su persona y de su régimen, con el secreto designio de reposar algún día lejano junto a ellos”.
(Ricardo de la Cierva, 1976: 11)
La gran Cruz, que corona el monumento, tiene 150 metros de altura y cada uno de sus brazos 24 metros. No existe en Europa un monumento funerario comparable y, en el Mediterráneo, sólo puede tener rival en las pirámides de Egipto.
Ya durante la Guerra Civil Española (1936-1939), Franco tenía la idea de construir un monumento funerario en honor de los caídos en defensa de la religión cristiana, coronada por una gran Cruz que simbolizara “la paz y el perdón entre los españoles” y recordar así la guerra, “el dolor y la sangre derramada”. Veía el lugar como “refugio para las almas sedientas de meditación y silencio y faro para los espíritus atormentados por el ansia de la verdad”. ( en www.service.emory.edu/bfratki/cruzman.htm).
“Franco, ideador del proyecto, supervisó en persona los detalles de la construcción del Valle de los Caídos, en cuya basílica reposarían sus propios restos; los de José Antonio Primo de Rivera fueron trasladados allí cuando terminaron las obras”.
(Historia de España: El régimen de Franco y la transición de la democracia, 1995: 102)
Para el diseño de la Cruz, se celebró un concurso, en 1943, al que concurrieron gran número de arquitectos. De todos ellos, destacaron los de Moya y colaboradores, y Corro y colaboradores; el primero, como primer premio y éste como segundo, pero estos anteproyectos no llegaron a satisfacer, ni siquiera a conectar, con la idea requerida. Pedro Muguruza hizo después del concurso dos anteproyectos para la cruz, a instancias de Franco y según su gusto: el segundo más simplificado, pero respondiendo en el fondo a una idea arquitectónica y solemne. Abandonó las obras por enfermedad en 1949. Su sello especial fue el de severidad remontada a la grandeza estática e imperecedera de las antiguas arquitecturas imperiales de todos los tiempos. Tras la breve gestión de una junta de dirección de obras provisional, Diego Menéndez es nombrado arquitecto definitivo de las obras por Franco.
El monumento se encuentra a 58 Kilómetros de Madrid, en el valle de Cuelgamuros, destacándose en la Sierra de Guadarrama; Franco quería que los brazos gigantescos de la Cruz “abrazasen a la comunidad española”. En el primer basamento están los Cuatro Evangelistas, obra de Juan de Ávalos, cada uno de 25 metros de altura; en el segundo, las Cuatro Virtudes Cardinales, cada una de 42 metros de altura, desde este basamento a la Cruz hay 150 metros de altura. Cada brazo de la Cruz mide 24 metros, dentro de cada uno puedes manejar dos coches uno al lado de otro sin tocarse. En total, la Santa Cruz del Valle de los Caídos levanta 300 metros, la misma altura de la Torre Eiffel.[3]
Elemento importante de este monumento es la gran iglesia subterránea. La entrada a la basílica, por su túnel, se hace a partir de una puerta de bronce. Siguen el vestíbulo, el atrio y la reja de hierro forjado, obra de José Espinós. La gran Basílica de 260 metros se orna con estatuas de mármol y colgaduras apocalípticas.
“En los cortejos de los bienaventurados de la bóveda de la Basílica se conservan en la gloria eterna algunas banderas de este mundo: la nacional española, la de la Falange y la del Requeté. El programa teológico-político de esta gran visión del más allá es muy complejo, y sin duda se hizo en consulta con la comunidad de benedictinos a los que se encargó la animación del Valle de los Caidos”.
(Historia de España: El régimen de Franco y la transición de la democracia, 1995: 102)
La nave de la Basílica tiene tres capillas a cada lado, las capillas están presididas en su entrada por las alegorías a la Virgen. En el centro del crucero, delante y detrás del altar, las tumbas de Primo de Rivera y de Franco.
“ Bajo esa cúpula de la gloria está sepultado el fundador de la Falange. En el proyecto inicial personal y secreto de Francisco Franco, el constructor y destinatario de está inmensa construcción tendría otra lápida mayor a más alto nivel”
(Historia de España: El régimen de Franco y la transición de la democracia, 1995: 102)[4]
D. Análisis sociomorfológico del Valle de los Caídos.
Comenzamos este punto diciendo que para construir el entorno construido es necesario cierto poder económico y social, y este poder social se alcanza bajo la explotación de otros sectores sociales; para la construcción del Valle de los Caídos se invirtieron enormes sumas de dinero, que apenas había en la etapa de autarquía, y veinte años de trabajo, realizados en gran parte por presos políticos.[5]
Anteriormente, veíamos que los sistema de creencias políticas justifican situaciones de poder dadas; así, los juicios de valor califican como legítimo, bueno y/o útil el poder. Sabemos que, en la acepción marxista de ideología, ésta es el conjunto de creencias falsas de las que se han servido las clases dominantes para mantener su situación privilegiada. Para Marx, “la ideología denota las ideas y las teorías que son socialmente determinadas por las relaciones de dominación entre las clases, y que justifican tales relaciones dotándolas de una falsa conciencia” (Bobbio, 1982: 785). Entonces, la función social de la ideología, es la de cubrir o enmascarar los intereses de los detentadores del poder, la creencia ideológica desarrolla así su función de integración política y social. Por lo tanto, es necesario prestar especial atención sobre el vínculo existente entre ideología y poder. Los sistemas de creencias políticas, que pueden tener un carácter ideológico, interpretan y justifican situaciones de poder dadas. Como veíamos antes, en la definición de Giddens, “el concepto de ideología está estrechamente relacionado con el poder, puesto que los sistemas ideológicos sirven para legitimar el poder diferencial que mantienen los grupos” (en Giner y Lamo, 1998: 367-368).
“ Desde el principio, el franquismo estuvo centrado en la figura de su creador y director”.
( Historia de España. La época de Franco, 1997: 5)
“ Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido, y que constituyan lugar de meditación y reposo, en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que legaron una España mejor”. Decreto de 2 de Abril de 1940, Francisco Franco.
“Así, primero bajo la dirección de Muguruza y después de Diego Méndez se procedió a su construcción, siempre bajo la supervisión del caudillo, el cual en una de sus visitas semanales dijo que aquello perecía el metro y dió la orden de ampliar las dimensiones al doble en anchura y altura”.
( en www.geocities.com/Eureka/Pauk/3167/valle.htm)
Siguiendo esta línea marxista, es necesario citar a Lefebvre, cuando éste habla del fenómeno urbano, hace una distinción entre tres niveles, éstos son: global, mixto y privado. “A nivel global se manifiesta el poder político del Estado; una ideología y una estrategia ordenan la acción. La influencia del Estado se manifiesta esencialmente como agente de mera conservación que tiende a mantener, reproduciéndolas, sus bases de máxima institución. Separa así a gobernados y gobernantes.” (Bettin, 1982: 129). Por tanto, la ideología urbanística, no sólo sirve a la legitimación de la coerción, sino que además contribuye a definir una hegemonía, una forma de vida, unos comportamientos sociales, y unas prácticas concretas en el espacio.
“A estos fines responde la elección de un lugar retirado donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos que, por los siglos, se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco en el campo en que reposan los héroes y mártires de la cruzada”.
(en www.sevice.emory.edu/bfratki/cruzman.htm).
“ Terminada la guerra, el Gerenalísimo recorría la sierra con frecuencia en busca del lugar que tenía en su imaginación, así, al fin en 1940, el Caudillo acompañado del general Moscardó vio a su derecha una gran vaguada. El paisaje divisado era lo que Franco buscaba hacía tiempo: la sierra formaba un gran anfiteatro, todo cubierto de pinares y bañado por ese aire limpio de la sierra, y con el fondo del cielo azul de la meseta. Era la finca de Cuelgamuros, de 1.377 hectáreas, perteneciente al término municipal del Escorial, en la provincia de Madrid y dentro de ésta el lugar elegido fue “Risco de la Nava””.
( en www.geocities.com/Eureka/Pauk/3167/valle.htm)
Todo conocimiento se sitúa en un marco de valores clasificados jerárquicamente y no es ajeno a operaciones de legitimación de las instituciones sociales que crean y mantienen el orden social. “Lefebvre plantea el urbanismo en términos de una coherencia ideológica: el urbanismo es una estrategia de dominación que adormece las conciencias, fragmenta el espacio y lo hace equivalente de cara al mundo; reúne en piezas homogéneas y funcionales la vida en el espacio y el espacio mismo. El espacio es político-instrumental.” (Martínez, 1995: 53).
Todo lo visto hasta ahora nos lleva a comprender mejor la forma en la que el Valle de los Caídos transmite una determinada ideología, y cómo se logró justificar la dominación y explotación del pueblo a partir del poder religioso e ideológico.
“El caudillo continuamente hablaba con arquitectos y escultores, dando ideas, corrigiendo propuestas o presentando modelos a imitar; demostraba un largo tiempo invertido en pensar y documentarse para ello”
( en www.service.emory.edu/bfratki/cruzman.htm)[6]
Es necesario hacer hincapié en un aspecto que no pasa desapercibido. La elección del lugar, no es “aleatoria”, sino que responde a unos fines específicos. El Valle de los Caídos se haya muy próximo a El Escorial, que es un monumento concebido por Felipe II como monasterio y panteón real, símbolo de la grandeza del impero español. Franco, de esta forma, “dormiría siempre” cerca de los grandes monarcas y reyes de España. Se une así, el objetivo del Caudillo de crear un gran imperio español e incluso, intentar “emparentar” con la monarquía. “Descansar” cerca de los reyes de España es una forma de hacerlo, así como la de dejar de sucesor a un monarca, el Rey Juan Carlos I.
El sistema de valores y los sistemas de normas de los diferentes grupos ayudan a entender las formas urbanas. El sistema de valores afecta, pues, a las actividades y a las redes de relación. “Existen situaciones donde aparecen jerarquías rígidas que se apoyan en el dominio público y privado claramente definido, donde el espacio físico es altamente congruente con la estructura social y conceptual.” (Rapoport, 1978:243) (como es el caso que nos ocupa). “El simbolismo del espacio reenvía a una simbolización de la vida social, de las relaciones sociales, que se efectúa a través del entorno construido. La etnología ha mostrado la capacidad simbólica del espacio.” (Martínez, 1995:61).
Analizaremos ahora la función de la religión. Empezamos analizando el término religión. La religión es un hecho social – una cosa social, según Durkheim- presente en todas las sociedades. Consiste en una actitud y una práctica de religación con algo sagrado, tremendo y fascinante desde un punto de vista fenomenológico. La religión es más símbolo que concepto. Existen funciones sociales que sólo son ejercidas por la religión: legitimaciones últimas, cohesión social, etc. En ocasiones, funciona como cortina de humo, con justificaciones interesadas que sirven para explotar los recursos de los dominados. Los sociólogos de orientación marxista tienen una visión muy clara de la religión: para ellos, la clase dominante siempre se ha servido de la religión para justificar su situación de privilegio y para alimentar talantes de resignación entre las clases dominadas. “La esencia de la concepción de la religión de Luckmann es la capacidad del organismo humano de trascender su naturaleza biológica a través de la construcción de universos de significación que son objetivos, imponen una moral y todo lo abarcan. En consecuencia, la religión se vuelve no sólo el fenómeno social (como en Durkheim), sino, en realidad, el fenómeno antropológico por excelencia. La religión es específicamente ecuacionada con una simbólica autotrascendencia. De este modo, todo lo genuinamente humano es ipso facto religioso y los únicos fenómenos no religiosos en la esfera humana son los que pertenecen a la naturaleza animal del hombre, o, más precisamente, esta parte de su construcción biológica que tienen en común con otros animales. ” (Berger, 1981:244).
“Son interesantes las motivaciones del jurado que apreció sobre todo “la fuerza expresiva con que (la obra) expone su fundamento cristiano, claramente, sin necesidad de minuciosas explicaciones”.
( en www.service.emory.edu/bfratki/cruzman.htm)
“... disponiéndose a hacer la Basílica, Monasterio y cuartel de juventudes, en la finca de Cuelgamuros, para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada.”
( en www.service.emory.edu/bfratki/cruzman.htm)
Muy unido con el tema que nos ocupa tenemos el concepto de religión civil . Ésta consiste en el culto que se rinde a ciertos rasgos de la vida de un país a través de rituales públicos, liturgias políticas o cívicas. En el Valle de los Caídos vemos como están unidos ambos conceptos. Un buen número de estudios han interpretado las ideologías totalitarias como dotadas de fuertes religiones políticas, con sus rituales, escatología, conmemoraciones, culto forzoso al jefe supremo, y demonización de enemigos reales o imaginarios (Arendt, 1998; Aron, 1968; y, Schmirt, 1985). También se han puesto de relieve sus estrechos vínculos con el nacionalismo. En todo caso, toda religión civil sacraliza la politeya, es algo ambigua y cambiante, se halla fuertemente vinculada a la sociedad civil, tiende a ser nacionalista y, finalmente, coadyuda a legitimar cierto orden social y modo de dominación. “La religión civil entraña un modo de producción numinosa del mundo secular en las politeyas seculares. Es un bien escaso predicado, manipulado, segregado y constantemente modificado por gobiernos, ideólogos, agentes mediáticos y demás productores de discurso público y lealtades populares.” ( Giner y Lamo, 1998:645).
“Los otros caídos, los republicanos muertos en la Guerra Civil, en los campos de concentración y en el exilio, no tuvieron sitio en este monumento. Las cruces de los caídos en los pueblos y ciudades de España tenían, realmente, un brazo”.
(Ricardo de la Cierva, 1976: 183)
El Valle de los Caídos es básicamente una obra personal de Franco, él tuvo la idea, la concepción del programa e hizo la selección del lugar, allí se realizaron diversos actos conmemorativos, festejos, etc, que claramente transmiten ideología fascista. “Los hombres se olvidan de las cosas, y por ello es necesario repetírselas una y otra vez. El ritual religioso ha sido un instrumento crucial en este proceso recordatorio. Una y otra vez, este proceso hace presentes a quienes participan en él las fundamentales definiciones de la realidad y las legitimaciones que a ellas corresponden”. (Berger, 1981:67).
“Desde que el General entregara en la madrileña iglesia de Santa Bárbara su “espada triunfadora”, en mayo de 1939, y desde que Pío XII publicará la Encíclica sobre el final de la guerra, la identificación entre el régimen y la Iglesia oficial fue completa”.
( Historia de España. La época de Franco, 1997: 5)
La muerte es el principal desafío a todas las definiciones de la realidad socialmente objetivadas, tanto del mundo, como de los demás, como de uno mismo, y en tanto que el conocimiento de la muerte no puede ser evitado en sociedad alguna, las legitimaciones de la realidad del mundo social cara a la muerte se convierten en exigencias necesarias para cualquier sociedad. La importancia del lugar que la religión ocupa en este tipo de legitimación es obvia. Ello permite al individuo continuar “existiendo” en el mundo de su sociedad, no como si nada hubiera ocurrido. “ Cuando una determinada sociedad debe “motivar” a sus miembros, bien a matar, bien a poner en peligro su vida aceptando verse en situaciones marginales extremas, las legitimaciones religiosas se vuelven muy importantes”. (Berger, 1981:72-73). El tema que nos ocupa es un claro ejemplo de ello, cómo se tratan de justificar los caídos por “la patria” haciendo creer que sus almas están en reposo eterno y que éstos han muerto por una causa justa. “Las orientaciones religiosas trascendentes, la creencia en otra vida después de la muerte, y determinados rituales facilitan la superación de la muerte. Por otro lado, el miedo a las sanciones en el más allá, tuvo una gran importancia para asegurar un tipo de conducta en las acciones del más acá.” (Hillman, 2001:617-618).
Todos pasamos por este mundo, sin saber cuánto tiempo estaremos. A su vez, el ser humano posee el deseo de perpetuarse y le aterra la noción de quedar en el olvido, y que a nadie le importe si alguna vez existió o no.
“Las ciudades de Lenningrado y Stalingrado, son ciudades de Rusia que antes se llamaban Volgogrado y San Petersburgo. Fueron cambiados sus nombres cuando los mandatarios de alli quisieron adquirir su boleto hacia la perpetuidad. Es costumbre de los dictadores el creer que son irremplazables y eternos. Todos ellos intentaron inmortalizarse mediante monumentos que colocaron en plazas y lugares públicos para ser venerados. Sin embargo, serán recordados por sus actos atroces más que por sus monumentos”.
( en www.ajdnt.com.ar/ajdnts/208.htm)
“Tras la muerte de Franco, sus estatuas ecuestres empezaron a desaparecer con mucha lentitud y discreción, pero permanecen algunas tenazmente en su sitio”.
(Historia de España: El régimen de Franco y la transición de la democracia, 1995:8) [7]
La arquitectura contemporánea está muy alejada de aquella imagen de poder que en su momento desarrollaron hasta el cansancio los regímenes totalitarios de Stalin, Hitler y Mussolini. Allí el simbolismo de poder estaba dirigido a exaltar el culto a la personalidad, dentro de un revival de la arquitectura clásica.
En estos regímenes, se utiliza el monumentalismo arquitectónico como propaganda política. El desprecio de las proporciones armónicas y la tosquedad de los detalles condujeron a la construcción de edificios que servían sólo como decorados colosales que escenificaban el poder del estado, dejando de lado consideraciones artísticas. Los planes de Albert Speer para Berlín, o los proyectos para Núremberg, la ciudad de las celebraciones del partido nazi, evidenciaron los delirios de grandeza arquitectónicos, al igual que las construcciones de Marcello Piacentini en Roma. Paradójicamente, el monumentalismo estaba al servicio de modelos sociales ideológicamente contradictorios. Era a un tiempo seña de identidad del fascismo italiano o alemán, y símbolo del socialismo de la Unión Soviética.
“En un primer momento hubo un deseo de imitación de la arquitectura de la Alemania nazi. De acuerdo con estas pautas estéticas, se proyectó, por ejemplo, el Ministerio del Aire y el Valle de los Caídos; a esa misma actitud corresponden muchas de las utopías arquitectónicas de la época que incluso prevén la destrucción de la Gran Vía madrileña. Pero todo ello quedó en nada, en parte debido a las debilidades económicas del momento y en parte también a los propios cambios en la vida del régimen. Sin embargo, si que se siguió adelante con las obras del Valle de los Caídos, lo que supuso un desembolso económico que la España de la autarquía difícilmente podía soportar”.
( Historia de España. La época de Franco, 1997: 182)
La sociedad es un producto de la actividad humana colectiva, como tal, y solamente como tal, enfrenta al individuo como una realidad objetiva. Este enfrentamiento, por opresivo que pueda parecer al individuo, requiere de una continua interiorización de aquello mismo con lo cual se enfrenta. La alienación es el proceso a través del cual la relación dialéctica entre el individuo y su mundo se pierde para la conciencia. El individuo “olvida” que este mundo fue y continúa siendo coproducido por él. Una conciencia alienada es una conciencia no dialéctica. La diferencia esencial entre el mundo sociocultural y el mundo natural se oscurece, más exactamente, ya no se ve claro que el hombre hizo al primero de estos mundos y, en cambio, no hizo al segundo. En el pensamiento marxista-lefebvriano, la alienación designa un estado que impide el desarrollo del hombre. “Ésta se genera como consecuencia de una falta de control sobre los procesos y medios de producción y sobre el producto. Puede vivirse de las siguientes formas: a) como segregación ( en relación al conjunto social de la ciudad). b) como dominación ( en relación al medio institucional). c) como agenitud ( desorientación geográfica y extrañeza).” (Martínez, 1995:75-76).
La religión ha sido uno de los baluartes más eficaces contra la anomia durante toda la historia humana. Es importante darnos cuenta de que este hecho está directamente relacionado con la propensión alienadora de la religión. L. Feuerbach habló de la religión como una forma de alienación de los hombres, que proyectan sus ideales elevados y su propia esencia en un objeto religioso trascendental, Dios. La religión ha sido tan fuerte como agente nomizador, precisamente, porque ha sido una fuente de alienación muy poderosa, probablemente la más poderosa. Y por las mismas razones, y en el exacto sentido antes indicado, la religión ha sido una importante forma de falsa conciencia. “La receta fundamental de la legitimación religiosa es la transformación de los productos humanos en facticidades suprahumanas y no humanas. El mundo hecho por los hombres es expuesto en términos que niegan esa producción humana”. (Berger, 1971:72-73) Por todo esto, las grandes dimensiones y majestuosidad del monumento.
Por otro lado, la élite apoderada, explotadora de la época, era creyente y partidaria de un estado fuerte, dictatorial. Los pilares que sostenían el régimen eran el ejército, la Iglesia y la Falange. La Iglesia proporcionó un catolicismo que habría de ser hasta el final la ideología suprema y omnipresente. Los vencedores de la guerra querían un nuevo orden social, cultural y económico, una sociedad jerarquizada y disciplinada, valores ambos presentes en la Iglesia. El régimen quería que su nuevo orden redefiniera todos los aspectos de la vida social, para ello debían reestructurarse los espacios y formas de sociabilidad, así la voluntad totalitaria del nuevo estado aparece claramente en múltiples aspectos de la vida social, como por ejemplo en los espacios públicos. “Las ideas dominantes de cada época han sido siempre las ideas de su clase dominante”. (Marx, 1848).[8]
Por último, comentar que, como hemos mencionado antes, el régimen se sustentaba en tres pilares: el Ejército, la Falange y la Iglesia. En el Valle de los Caídos, se encuentran unidos los tres. Al ejército lo representa Franco, que como era militar, necesitó apoyarse en un poder ideológico determinado que le proporcionó la Falange, y de ahí que esté enterrado enfrente de Primo de Rivera. Su mujer, queda relegada a un segundo plano, y no es la elegida para descansar junto a él. La Iglesia, acoge y guarda a los dos bajo su manto y velo.
4. CONCLUSIONES.
A lo largo del trabajo hemos analizado el Valle de los Caídos como expresión de una determinada ideología. El concepto de ideología se plantea desde diversas aproximaciones, nos hemos centrado en el concepto formulado por Marx. Para este autor la ideología es una creencia falsa, denota las ideas y teorías que son socialmente determinadas por las relaciones de dominación entre las clases, y que justifican tales relaciones dotándolas de una falsa conciencia. En resumen, ideología en la acepción marxista es el conjunto de creencias falsas de las que se han servido las clases dominantes para mantener su posición privilegiada. Por ello, es necesario prestar especial atención sobre el vínculo entre ideología y poder. Los sistemas de creencias políticas interpretan y justifican situaciones de poder dadas. En ellas, los juicios de valor califican como legítimo, bueno y/o útil el poder. De este modo, motivan los comportamientos de dominación y los comportamientos de obediencia.
Hemos visto la situación social y política del momento de la construcción, el franquismo. Este régimen se basó en tres pilares fundamentales: el ejército, la iglesia y la falange. Los tres están claramente representados en el Valle de los Caídos. La tumba de Franco como poder militar, la de Primo de Rivera, como poder ideológico, y la Iglesia, que los cubre a los dos bajo su manto y guarda. Ésta proporcionó un catolicismo militante como ideología suprema y omnipresente. El régimen pretendía un nuevo orden social, cultural y económico; una sociedad jerarquizada, armónica, disciplinada, valores especialmente presentes en las instituciones antes mencionadas. Se quería la reestructuración y construcción de nuevos espacios y formas de sociabilidad. La voluntad totalitaria aparece en múltiples aspectos de la vida social, por ejemplo, en los espacios públicos.
Hemos analizado la visión de numerosos autores sobre el espacio, entre ellos a Lefebvre, que sigue la orientación marxista, para el cual el urbanismo es una estrategia de dominación.
También hemos profundizado en el término religión. Para los sociólogos marxistas ambos términos están relacionados ya que la clase dominante siempre se ha servido de la religión para justificar su situación de privilegio, y para alimentar la resignación de las clases dominadas. Es importante, el referente funerario en la obra, la religión permite al individuo continuar existiendo. Cuando una sociedad debe “motivar” a sus miembros bien a matar, bien a resignarse ante la situación de marginalidad, las legitimaciones religiosas se vuelven muy importantes.
Por último, se analiza el concepto de alienación ya que la religión ha sido una fuente de alienación muy poderosa.
El Valle de los Caídos es básicamente una obra personal de Franco, como hemos visto posee grandes dimensiones, impone gloria, majestuosidad. Con todo lo visto, concluimos que, para construir un complejo arquitectónico de tales dimensiones hace falta mucho más que poder económico, es necesario poder ideológico.
A modo de reflexión final, plantear que, en el monumento analizado la arquitectura está íntimamente ligada a la ideología del momento. Es llamativo el hecho de que esté tan próximo a El Escorial, así como, que estén representados los tres pilares del régimen, para que logren “pervivir” eternamente y no se olviden.
El entorno construido, no es un mero espejo, un mero reflejo de las estructuras de poder, sino que continuamente, construye y mantiene el orden social; es un factor activo en la reproducción de las estructuras de poder.
5. FOTOS.
FOTO 1.
VISTA PANORÁMICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS.
FOTO 2.INAUGURACIÓN DEL VALLE DE LOS CAÍDOS.
FOTO 3. FOTO 4.
CRUZ IMAGEN DE LOS EVANGELISTAS.
FOTO 5.
INTERIOR DE LA BASÍLICA.
FOTO 6.
ENTRADA AL VALLE DE LOS CAÍDOS.
FOTO 7.
FRANCO BUSCA EL LUGAR EN LA SIERRA.
FRANCO SUPERVISA LOS PLANOS.
FRANCO Y SU MUJER VISITAN LAS OBRAS.
FUENTE DE LAS FOTOS:
Fotos 1 y 5: www.cas.unt.edu/joxford/caidos.htm
Fotos 2, 3,4 y 7: www.galeon.com/nacionazul/valle/valle.htm
Foto 6: www.usc.edu/dept/spanish/madrid/summer2001/valle
6. NOTAS.
Teresa Bartoll Andrés,
Universidad de Alicante.
Facultad de Ciencias Empresariales y Sociología.
Departamento de Sociología I.
Dirección: C/ Pintor Astorza y Triay, 14-3º B.
03015 Alicante.
E-mail: tba@alu.ua.es
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NOTAS
[1] Ver foto 1.
[2] Ver foto 2.
[3] Ver foto 3 y 4.
[4] Ver foto 5 y 6.
[5] Diversos autores hablan del “secreto de Franco”. Cuando planeaba la construcción del Valle de los Caídos, aunque no existen documentos que lo acrediten así, es posible que el Caudillo, desde el primer momento, pensó en el monumento como lugar donde descansar eternamente, pero era necesario justificar el enorme gasto económico que tal monumento requería, así que, una forma de hacerlo era dedicarlo y decir que había sido levantado en honor de los caídos en la Guerra Civil.
[6] Ver foto 7.
[7] En países donde se dieron dictaduras, todas las estatuas levantadas en honor a los dirigentes fueron destruidas tras la II G.M. En España, el proceso histórico fue diferente y en determinados lugares, todavía continúan alzadas estatuas y bustos de Franco.
[8] Aquí, comentar diversos artículos con los que me he topado a lo largo de la investigación sobre el Valle de los Caídos.; a día de hoy, y aunque parezca mentira, por internet circulan opiniones sobre el monumento del tipo: “hoy es el monumento más visitado de toda España, a pesar de la ocultación sistemática por parte de los poderes fácticos y de la Iglesia Española. Si no lo conoces, no lo dudes, visítalo” (www.geocities.com/eureka/pawk/3167/valle.htm). O si no el de M.A. López Andreu, una salvadoreña que dice que visitó el monumento y escribió un artículo destacando la magnificiencia del lugar, que según ésta se construyó “para la reconciliación, para ser abrazados por la Cruz” y dice que le gustaría que los salvadoreños copiasen un monumento semejante, una “fosa común” donde orar por los que murieron por Dios y por la Patria” (www.elsalvador.com/diariodehoy).
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