El Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz: La identidad en movimiento.
(1) HERNÁNDEZ, Juana, (2) PÉREZ Elena (2002): EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DEL PUERTO DE LA CRUZ (Tenerife, Islas Canarias): LA IDENTIDAD EN MOVIMIENTO.
(1) Directora - Conservadora del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz
(2) Becaria en el Area de Investigación y Conservación del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz
A nadie escapa la importancia que para la sociedad actual tiene la labor que realizan los museos como centros de educación y entretenimiento, junto con las tradicionales funciones de conservación, investigación y difusión
Esta apreciación, -sin duda en alza en la misma proporción que se incrementa el nivel cultural de la población y la disponibilidad de tiempo libre-, se debe a la dimensión social que en los últimos años ha adquirido el Patrimonio: Su verdadero valor no está en su mera existencia, sino en el acceso y el disfrute al mismo tiempo por parte del público (López de Aguileta, 2000: 92).
Los museos de hoy en día, grandes y pequeños, se presentan como centros que ofrecen múltiples actividades en respuesta a las demandas surgidas en torno al llamado turismo cultural y al auge de las comunicaciones y las nuevas tecnologías (Alvarez Alvarez, 2001: 47); con fuertes implicaciones en el ámbito económico.
En general, la gestión patrimonial desarrollada hasta el momento se ha caracterizado, por un lado, por el exceso de mercantilización en torno a los bienes culturales y naturales, lo que ha favorecido su degradación; por otro lado, el exceso de fervor conservacionista ha impedido el desarrollo social y económico de muchos pueblos. Lo deseable sería, pues, que los museos, al igual que todos los agentes implicados en la gestión del Patrimonio Cultural, se esforzaran por encontrar un equilibrio entre el desarrollo socioeconómico de una comunidad y la conservación de sus elementos identificadores.
Desde los organismos internacionales se insiste en la responsabilidad que tienen los gobiernos en la conservación de su patrimonio, facilitando las herramientas necesarias para que todos los ciudadanos adquieran el compromiso de valorarlo y protegerlo (Ballart, 2001: 157). Motivo por el cual los museos desempeñan una labor fundamental, pues cada vez más promueven la participación de las comunidades locales en sus proyectos de conservación y difusión, comunicando y educando sobre una visión global del Patrimonio en todos los sectores de la sociedad.
Para los profesionales de los museos no es fácil encarar todos estos objetivos en un mismo proyecto museológico. La dimensión social del patrimonio a través del museo es una labor compleja en la medida en que no existen fórmulas magistrales aplicables, porque en la práctica no hay una población igual a la otra, como tampoco museos idénticos entre sí.
Con frecuencia, se oye hablar en diversos foros sobre la enorme variedad de museos que existen y que, en cierto modo, este hecho ha contribuido a generar una crisis en la concepción y definición de lo que deben ser estas instituciones (Hernández, Hernández, F., 1994:82); ante esto parece imposible “(...) establecer una norma válida para los museos a escala mundial y menos teniendo en cuenta la función cambiante de éstos según las variantes sociales y culturales” (Hernández, Hernández, F., 1994:82). Entonces, quizás, podamos plantearnos que la naturaleza de un museo se encuentra en la necesidad que tiene una comunidad de poseer un mecanismo que permita hacer funcionar de un modo correcto el proceso de su propia evolución cultural.
En este trabajo trataremos de explicar las razones que han llevado al Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz a desarrollar un modelo de trabajo que podríamos llamar de proximidad social, que fue tímidamente iniciado en el año 1991, fecha de su creación, y que se ha ido definiendo poco a poco, a través de una planificación de actividades museológicas pensadas para y por la población portuense.
El Museo Arqueológico del Puerto de La Cruz es de titularidad municipal, aunque se rige por un patronato con amplia representación ciudadana. Se halla enclavado en uno de los barrios más tradicionales de la Ciudad, La Ranilla, justo en la línea divisoria que separa la vida local del ámbito turístico; actividad económica de la que vive la Ciudad. Ocupa una casona de valor histórico-artístico, señera de la arquitectura canaria tradicional de los siglos XVIII-XIX (Foto 1). Más de dos mil quinientos registros que representan diversos elementos de la cultura guanche forman su colección, entre los que podemos destacar los recipientes cerámicos, cuantitativamente mayoritarios (Fotos 2 y 3).
Foto 1. Fachada del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz.
El rasgo más notorio del carácter de este Museo es su propio origen, al ser una de esas obras que se erigen por la voluntad popular. Un hecho que va ocupar un lugar preeminente en la identidad del Museo, hasta el punto que va a condicionar sus propios principios de actuación.
Los antecedentes históricos del Museo se remontan a los años 50 del Siglo XX, cuando se constituye el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, con sede en nuestra Ciudad. Esta institución creó, como complemento a sus actividades, dos pequeños museos: la Sala de Pintura Contemporánea Eduardo Westerdhal y la Sala de Arqueología Canaria Luis Diego Cuscoy; este último, a la postre, la cepa del actual Museo. Diversos motivos hicieron que sólo cinco años más tarde se produjera el cierre definitivo de ambos museos, hasta que a principios de los años setenta comienza a gestarse en la Ciudad la inquietud por recuperar el viejo museo arqueológico, de la que serán partícipes: el Instituto de Estudios Hispánicos, quien solicita de la Administración Local las ayudas necesarias para poder reflotar la Sala de Arqueología; su Sección de Estudiantes, que consigue trasladar los fondos a dependencias municipales, para inventariarlos y catalogarlos; un colectivo de ciudadanos que pone en marcha una campaña de recogida de firmas para avalar la petición de reapertura, con el resultado de casi 3.000 adhesiones; y, desde luego, el propio Ayuntamiento, en respuesta al empuje ciudadano. A todo ello se sumaría una nueva propuesta por parte de colectivos cercanos a las instituciones académicas de la Isla y de un grupo de coleccionistas privados dispuestos a ceder sus colecciones arqueológicas, que planteaba no tanto la reapertura de la Sala de Arqueología como sí la creación de un nuevo museo más acorde con el desarrollo científico y cultural de los nuevos tiempos; idea que definitivamente sería consensuada por todos los agentes implicados en el proyecto. Aún así, con todo este esfuerzo, casi veinte años de gestiones fueron necesarios para que, finalmente, en el año 1991 se llevara a cabo la inauguración del nuevo Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz. La gesta de su creación dotó a este Museo de un especial significado para el pueblo portuense: el valor de su existencia como un logro propio.
Foto 2. Recipientes cerámicos de época aborigen. Isla de Tenerife.
Siendo consciente de este carácter, el nuevo museo surge, entonces, consecuente. Necesariamente, su labor habría de trascender de la conservación, la investigación y de la difusión de sus fondos; además de éstas, su compromiso habría de ser el de continuar siendo un punto de encuentro, de cohesión social, para la población local, como también, convertirse en un referente cultural clave en el desarrollo de la Ciudad.
Con independencia del debido cumplimiento de las funciones reglamentadas y preceptivas que se encomiendan a todos los museos, este Museo desarrolla líneas de acción propias que favorecen unas relaciones muy dinámicas y enriquecedoras con la Ciudad y su población. Unas, lo son de alcance general, y tienen que ver con la dinamización de la Ciudad. Las otras, por el contrario, se dirigen a los distintos sectores de la población, cada uno de ellos tratados como “grupos objetivo” (grupos de escolares, asociaciones y organizaciones de discapacitados, grupos de la tercera edad, etc.), a través de programas de actividades específicas en los que prima el carácter educativo y el sentido lúdico.
Foto 3. Figura antropomorfa. Isla de Tenerife.
En cuanto al compromiso del Museo con el desarrollo de la Ciudad, la primera y más genuina línea de acción, su franca voluntad de contribuir al progreso cultural de la población. Pero no es la única, también se ocupa de otros muchos aspectos, como es su relación con la principal actividad económica del municipio: el turismo. El Museo ha establecido una línea de actuación orientada a revalorizar de un modo eficaz y eficiente el patrimonio que tiene en custodia, aplicando una serie de medidas que hagan de él un centro competente y competitivo en el marco de la variada oferta que pone a disposición del público la Ciudad. La puesta en práctica de estas medidas tiene una doble finalidad: por un lado, y dado que el Museo se financia con fondos municipales, contribuir al mantenimiento de la propia institución, y por otro, determinar un producto de calidad, genuino y rentable de cara al turismo (Foto 4)
Foto 4. Vista general de la recepción del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz (año 2001).
Para una población que vive del turismo, siendo ciertamente enriquecedor el aporte y la fusión con otras culturas, es importante mantener y proteger al mismo tiempo todos aquellos rasgos de identidad relacionados con la memoria colectiva y con la tradición. En este sentido, la responsabilidad del Museo le lleva a participar en buena parte de los acontecimientos y actos populares que se celebran en el Municipio, con el propósito de contribuir a la permanencia de las manifestaciones culturales y de las costumbres sociales locales.
Proteger y defender el patrimonio cultural local es otra de las líneas de acción de alcance general que viene desarrollando el Museo, principalmente asesorando y colaborando con la administración municipal, aunque también con colectivos culturales y para la defensa del patrimonio.
Por lo que se refiere al trabajo más estrechamente relacionado con la población, el Museo desarrolla y promociona todo tipo de programas educativos y culturales (exposiciones temporales itinerantes y actividades complementarias como talleres, concursos, cursos, conferencias...), tendentes a promover el aprendizaje, no sólo referido a la adquisición de conocimientos, sino también a cambios positivos en las actitudes y sentimientos de la población. Estos programas responden a las necesidades y las demandas que plantean los diferentes grupos poblacionales presentes en la Ciudad, por lo que las actividades se diseñan orientadas y adaptadas al perfil de cada grupo objetivo.
Desde su apertura, este Museo ha pretendido conservar y proteger una serie de bienes culturales, difundir sus conocimientos, entretener a la población, educar sobre una consciencia patrimonial cultural y natural, y lo que es más importante dejarse educar por la propia población, haciéndose eco de sus caracteres y circunstancias. Después de diez años de trabajo el Museo se ha convertido en reflejo de la sociedad del Puerto de la Cruz y para la población del Puerto de la Cruz el Museo es reflejo de su identidad, pues contiene elementos que la identifican, elementos que la representan y elementos que aseguran su continuidad.
Estos elementos son, además, activos por lo que podemos hablar de un referente de identificación dinámico en el tiempo, una identidad en movimiento. Este Museo constituye una vía de canalización de las necesidades de la sociedad portuense; por lo tanto, un ámbito abierto, comprometido con los cambios que marcan el desarrollo cultural, científico y social en cada momento, cuyo objetivo principal es el de convertirse en un verdadero ente social, adaptado a las necesidades de la Ciudad y su población, siempre en continua evolución.
BIBLIOGRAFÍA:
Francisca Hernández Hernández (1994): Manual de Museología. Editorial Síntesis, Madrid.
Iñaki López de Aguileta (2000): Ediciones Trea, Gijón.
Josep Ballart Hernández y Jordi i Tresserras (2001): Gestión del Patrimonio Cultural. Editorial Ariel, Barcelona.
José Luis Álvarez Álvarez (2001): Los Museos en la Ley de Patrimonio y en el estado de las autonomías. En Los Museos y la conservación del Patrimonio. Fundación BBVA, Colección Debates sobre Arte, Madrid.
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