LA ETICA Y EL ANTISEMITISMO: UNA REFLEXION DESDE DOS APORTES HISTORIOGRÁFICOS
Marcela Viviana Santillán
Universidad Nacional de Tucumán
Este trabajo forma parte de un estudio más amplio a cerca del Revisionismo Historiográfico del Holocausto. Aquí intentaremos, desde esa perspectiva, comparar dos posturas diferentes sobre el antisemitismo en cuanto a su papel protagónico dentro de las causas que llevaron al Holocausto.
Una de las posturas pertenece al historiador Daniel Goldhagen que plantea, en su obra Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto”, que los perpetradores del Holocausto, denominados “alemanes corrientes”, fueron impulsados por una clase particular de antisemitismo que los llevó a la conclusión de que la aniquilación de los judíos no era algo incorrecto. Ese antisemitismo aniquilador se fue desarrollando en la cultura alemana desde mucho antes de la llegada de Hitler al poder, por ello “cuando los nazis alcanzaron el poder, se vieron convertidos en dueños de una sociedad imbuida ya con ideas sobre los judíos y que estaba dispuesta a movilizarse para la forma más extrema de ‘eliminación’ imaginable”[1].
La otra postura es la expuesta en el libro “La Sinrazón Antisemita y su lenguaje. Diálogo sobre la historia y la identidad judía” de Jean-Pierre Faye y Anne-Marie de Vilaine, un filósofo y una periodista que se proponen reflexionar, entre otras cosas, sobre la “cuestión judía” y el antisemitismo. Para los autores más que de una “cuestión judía” hay que hablar de esa gran cuestión que es el antisemitismo, los mitos que engendró, sus orígenes y sus mutaciones a través del tiempo, su constante resignificación. La importancia otorgada a esa “gran cuestión”, no sólo tiene que ver con lo ocurrido en la Shoá sino también con la idea de que el antisemitismo representa el paradigma de todos los racismos y, también, de otras formas de intolerancia.
Ahora bien: ¿se puede considerar al antisemitismo como uno de los valores que forman parte de una cultura determinada?, ¿es un concepto cuya resignificación le permite ser inmune a quienes intentan combatirlo?, ¿la imputación a los herederos de los responsables de la Shoá no es una forma de racismo?, ¿es posible la superación de aquel credo antisemita a través de la ética?.
Para responder a estos interrogantes vamos a aclarar, en primer lugar, qué entienden por antisemitismo los autores citados. Según Goldhagen, el antisemitismo hace referencia a “las creencias y emociones negativas acerca de los judíos por su condición de tales”[2]. Para Faye y De Vilaine, como decíamos, “el antisemitismo es el paradigma de todos los racismos, es decir de todo movimiento de rechazo, de intolerancia, de no reconocimiento del otro”[3]. Esta última definición parece la más apropiada para explicar las constantes transformaciones que el concepto sufre para mantenerse vigente pero, al mismo tiempo, no desconocemos que en la raíz del mismo está el sentimiento negativo hacia los judíos.
Lo que se plantea en "Los Verdugos Voluntarios de Hitler" es la intrínseca relación entre ese antisemitismo virulento de los alemanes individuales y el aparato político que pone a funcionar la maquinaria contra los judíos. Con relación a las consecuencias del período nazi, el autor, se remite a tiempos pasados y la formación de modelos sociales con los cuales el individuo comprende el mundo que lo rodea y "cuando creencias e imágenes no son objetos de debate, o incluso tan sólo son dominantes en una sociedad determinada, habitualmente los individuos llegan a aceptarlas como verdades evidentes por sí mismas"[4]. A diferencia de Goldhagen, que para hablar del antisemitismo hace hincapié en los antisemitas, para Faye el tema no solo pasa por una determinada nación poseedora de toda la carga antisemita sino también por una cuestión universal que muestra esos rasgos esparcidos por el mundo y que se particulariza en Alemania con la concreción del asesinato masivo. La propuesta tiende más a mostrar al antisemitismo como un vocablo que se apropia de diversas culturas y que se manifiesta en el rechazo y odio al otro, en ese racismo que se refleja cuando se dice, por ejemplo, “a mí no me gustan...los rumanos, los húngaros, los polacos, los chinos, los alemanes, etc”[5].
El rechazo del judío, como parte del orden moral de la sociedad alemana, no constituye para Fernando Savater[6] un universal ético; los universales éticos son esas propiedades esenciales de la moralidad que no pueden suprimirse históricamente a pesar de los cambios y las transformaciones culturales. Ellos también sufren esas modificaciones pero de manera cualitativa en busca del desarrollo de la individuación ético. De esos universales es apropiado en este tema, tener en cuenta aquel que Savater llama reconocimiento y que hace referencia a “el valor ético como señal primordial de humanidad propia y de aceptación de la humanidad del otro, en imprescindible interrelación”[7]. Esto a modo de respuesta a nuestro planteo a cerca del antisemitismo como uno de los valores negativos que han permitido definir a la sociedad alemana como antisemita; tal sentimiento no puede formar parte del marco moral de una sociedad sin ningún tipo de cuestionamiento. Esto se demuestra con los innumerables actos de salvataje, desde el anonimato, que parte del pueblo germano se arriesgó a realizar para proteger la vida de aquellos seres humanos perseguidos.
Por otro lado, la permanente capacidad de adaptación a las diferentes épocas históricas de ese antisemitismo le ha permitido sobrevivir e, incluso, atravesar uno de los momentos más extremos de su razón de ser. Un ejemplo concreto de que ese antisemitismo fue acompañando a los diversos tiempos es el paso a la modernidad. Es decir, que la concepción cristiana medieval tenía como propósito la conversión de los judíos pero dentro del marco de la sacralidad que caracterizaba a la época. Pero lo que introdujo la modernidad fue la idea de secularización que buscaba la eliminación de aquella concepción de “judío” con justificaciones seudo-científicas. En este planteo ambos autores coinciden pero se distinguen en el hecho de que para Goldhagen las creencias antisemitas nunca logran evaporarse sino que persisten en forma latente. De esta manera, deja de lado la idea de que un determinado contexto histórico genera el antisemitismo, como por ejemplo las crisis económicas. Para él “las creencias preexistentes de la gente canalizan su infortunio, frustración e inquietud en dirección a las personas a quienes ya desprecian: los judíos”[8].
Sin embargo, para Faye y Vilaine lo más importante de esa palabra “antisemita” es que “no es una palabra eterna, es una palabra que surgió, es un vocablo variable"[9]. Considerar a las palabras como variables implica que en cada momento tiene su significación y que se excluye a todo tipo de prejuicio a cerca de ella. Así se asiste a lo que los autores llaman la inversión del lenguaje que se manifiesta cuando los antisemitas cientificistas rechazan de forma superadora al antijudaísmo confesional que, a su vez, se considera la inversión en su forma más antigua que se relaciona con el choque entre la cultura judía y las culturas que la rodean Siria y Egipto de la época helenísitica. “Esas inversiones del discurso son tales que se pierde el rastro y la figura del lenguaje precedente"[10], por eso para ellos a las palabras es necesario escucharlas en cada momento teniendo en cuenta el concepto “antisemitismo” que no es inmóvil ni de criterios fijos. Lo que significa la constante resignificación del lenguaje que se torna peligroso cuando se lo utiliza con sentido de descalificación pero con apariencia de objetividad y seriedad científica; lo cual puede ser aprovechado por maquinarias de poder como el nazismo. En esto coincidimos con Faye pues lo peligroso son los relatos que ese tipo de palabras concentran, narraciones que si logran alguna forma de legitimación pueden conducir a la persecución e incluso a la muerte.
De esta manera, cuando hacemos referencia a los herederos de los responsables de la Shoá, creemos que no se puede acusar de la existencia de hombres como los nazi o Hitler a la actual población alemana pues se caería en un prejuicio que solo estaría a un paso del racismo. Y, en este aspecto, es que el papel de la historia adquiere una responsabilidad de carácter trascendente por el análisis y la reconstrucción de la memoria colectiva; la historia debe tener una mirada crítica y reflexiva en función de lo que se pretende de una sociedad. Por ello, compartimos con Faye en que “hay que ver claro en esta historia, salir de los clichés, de los estereotipos, de la reiteración, de un lado o del otro, de los slogans asesinos. Hay que salir de eso para abordar un alba de reconciliación”[11].
Tomando del antisemitismo aquello que lo torna más despreciable, es decir el odio al Otro, encontramos que la afirmación de Goldhagen a cerca del apoyo a las acciones perpetradas por los nazis representa, y en esto coinciden diversos historiadores, el resurgimiento del debate sobre la culpa colectiva. Una postura de este tipo, “impide que las acciones del pasado puedan ser elaboradas críticamente y no repetidas peligrosamente de forma compulsiva, situación que ejemplifican los sucesivos casos de los ataques xenófobos y la recepción de literatura neonazi en algunos estratos de las fuerzas de seguridad de la actual Alemania reunificada”[12] .
La propuesta de Faye apunta a una idea superadora de ese antisemitismo y tiene que ver con la reconstrucción de la genealogía del antisemitismo, a la cual denomina “genealogía de la anti-ética”. Es una tarea que nos remonta en el tiempo y de la cual nuestra propia ética necesita para moldearse. Esto estaría más de acuerdo con la idea de ética como “una propuesta de vida de acuerdo con valores universalizables, interiorizada, individual y que en su plano no admite otro motivo ni sanción que el dictamen racional de la voluntad del sujeto”[13]. Es posible, creemos, desde esta ética, intentar apagar las llamas de la destrucción que se desprenden de tal antisemitismo.
CONCLUSIÓN
De acuerdo a lo planteado es importante tener en cuenta que las posturas historiográficas que hemos analizado a groso modo, forman parte de los más actuales análisis sobre el Holocausto y el Antisemitismo.
En el caso de Daniel Goldhagen, su postura de carácter extremo y generalizador fue ampliamente rechazado por el ámbito historiográfico del momento. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que, al haber tratado el tema de ese modo, mantiene viva la memoria de lo ocurrido en la Shoá. O como Finchelstein dice de las consecuencias que trajo este planteo que “el debate Goldhagen puede ser visto como los preliminares de una necesaria discusión sobre la memoria de la Shoah que incida y pueda formular ‘políticas de la historia’ apropiadas para contemplar el pasado con una actitud crítica, que lleve, en último término, a un proceso de autocomprensión colectiva...”[14]
La tarea no es sencilla y demanda permanente acción y en esto es importante la función de la educación pues la enseñanza de las causas de lo acontecido en la Segunda Guerra Mundial implica luchar contra lo que no queremos; es una forma de “limitar el genocidio cultural, impedir el borrado de las huellas deseado por los nazis, reconstituyendo esa parte de nuestra humanidad y de nuestro patrimonio que fue destruido con ellos”[15].
Valga este trabajo como modesta contribución a esa lucha contra lo que enferma a los individuos, los anula y desvaloriza. Que es, estamos convencidos, lo que debemos evitar y tratar de construir en cada individuo aquello que a través de la ética pretende Savater, es decir, valores universalizables que permitan la superación del odio y el rechazo a nuestros semejantes.
BIBLIOGRAFIA
FAYE, Jean-Pierre y VILAINE, Anne-Marie de (1995): La Sinrazón Antisemita y su lenguaje. Diálogo sobre la historia y la identidad judía. Buenos Aires. Ed. Ada Korn Editora.
FINCHELSTEIN, Federico (1999): Los Alemanes, el Holocausto y la Culpa Colectiva. El Debate Goldhagen. Buenos Aires. Ed. Eudeba.
GOLDHAGEN, Daniel (1997): Los Verdugos Voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto. Madrid Ed. Taurus Pensamiento.
HOBSBAWM, Eric (1996): Historia del Siglo XX. 1914-1991. Madrid. Ed. Crítica.
SAVATER, Fernando (1988): Ética como amor propio. Barcelona. Ed. Grijaldo Mondadori.
[1] GOLDHAGEN, Daniel (1997): Los Verdugos Voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto. Madrid. Ed. Taurus Pensamiento.
[2] GOLDHADEN, Daniel: Op. Cit. Pp. 59
[3] FAYE, Jean-Pierre y VILAINE, Anne-Marie de (1995): La Sinrazón Antisemita y su lenguaje. Diálogo sobre la historia y la identidad judía. Buenos Aires. Ed. Ada Korn Editora. Pp.249
[4] GOLDHAGEN, Daniel: Op. Cit. Pp.74
[5] FAYE, J. P y VILAINE, A. M: Op. Cit. Pp. 88
[6] SAVATER, Fernando (1988): Ética como amor propio. Barcelona. Ed. Grijalbo Mondadori.
[7] SAVATER, Fernando: Op. Cit: Pp.88
[8] GOLDHAGEN, Daniel: Op. Cit. Pp. 73
[9] FAYE, J. P.y VILAINE, A.M: Op. Cit. Pp. 26
[10] FAYE, J. P y VILAINE, A.M: Op. Cit. Pp. 29
[11] FAYE, J.P. y VILAINE, A.M: Op. Cit. Pp. 198
[12] FINCHELSTEIN, Federico (1999): Los Alemanes, el Holocausto y la Culpa Colectiva. El Debate Goldhagen. Buenos Aires. Ed. Eudeba.
[13] SAVATER, Fernando: Op. Cit. Pp. 33
[14] FINCHELSTEIN, Federico: Op. Cit. Pp. 71.
[15] FAYE, J.P: Op. Cit Pp 269.
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