Relatoría de la Mesa IDENTIDAD Y GLOBALIZACION
Claudia Briones
UBA/CONICET
La primera característica de esta mesa a ser resaltada es que la misma ha sido muy prolífica. Sobre 25 abstracts remitidos se acabaron presentando efectivamente 22 trabajos. A su vez, por las características de la convocatoria, convergieron en ella contribuciones muy dispares. Mientras parte de las mismas han abordado manifestaciones de la globalización en base al examen de la constitución, dinámica y operatoria de redes informáticas, otras han discutido experiencias de aplicación de medios audiovisuales y recursos computacionales alternativos para la difusión, presentación, análisis o enseñanza de temáticas e investigaciones antropológicas. Las restantes se han concentrado sobre cuestiones identitarias desde abordajes si se quiere más convencionales, en el sentido de prestar atención a la semántica y pragmática de ciertas representaciones y/o categorizaciones sociales (auto)adscriptivas, y de ponerlas en relación con procesos de formación de grupos y políticas de inclusión/exclusión social, o con estrategias académicas de construcción de objetos de estudio y de implementación o gestión de proyectos culturales en Ciencias Sociales. Habiendo una relatoría centrada en los trabajos sobre redes y aplicación de medios audiovisuales y recursos computacionales, son precisamente los aportes de las siguientes contribuciones lo que se reseña aquí:
- PONENCIA 1.1 Puesta en escena, consagración y reconocimiento. Política y diferencia en los rituales del "Día de la Raza" de Laura Cecilia Mombello;
- PONENCIA 1.3 "Construção do discurso audiovisual em antropologia sobre a reconstituição de um ritual cabo-verdiano em Lisboa" de José Ribeiro;
- PONENCIA 1.5 "Integración e interculturalidad en épocas de globalización" de
Raúl Diaz y Graciela Alonso;
- PONENCIA 1.6 "Identidad cultural y racionalidad económica en la cuenca Alta del Río San Juan, Chocó Biogeográfico, Colombia" de Aída Giraldo;
- PONENCIA 1.9 "Avances de investigacion. Proyecto: Perspectivas para la integracion. Estudios de etnologia regional. El caso Colonia-Buenos Aires." de Sonnia Romero Gorski;
- PONENCIA 1.10 EL ROL DE LA EDUCACION PUBLICA EN LA INVENCION DEL ESTADO MODERNO URUGUAYO de Mario Consens y Ana Bello;
- PONENCIA 1.11 "¿Crisis ecologica? El quehacer de las ciencias sociales en lo ambiental" de Mauricio Espinoza;
- PONENCIA 1.13 "El indio: entre el racismo, la nacion y la nacionalidad colombiana" de Armando Moreno Sandoval;
- PONENCIA 1.16 "Integración y desintegración indígena en el Chaco: los debates en la Sociedad Geográfica Argentina (1881-1890)" de Carla Lois y Claudia Troncoso;
- PONENCIA 1.17 "La configuración de la identidad y el "otro" en textos del proyecto Mi Comunidad como Museo Viviente: el tema de LOS INDIOS" de Rubén Darío Romani;
- PONENCIA 1.20 "Utilización de los recursos informáticos en el desarrollo de las actividades educativas de una escuela que funciona en el interior de una unidad penitenciaria" de Marcelo Jorge Basaldúa;
- PONENCIA 1.22 ACCIONES Y REPRESENTACIONES EN LOS ESPACIOS URBANOS de Claudio Lobeto;
- PONENCIA 1.24 "Orden y desorden en el Wall Mapu: formas de organización identitaria" de Juan Carlos Radovich y Alejandro Balazote.
A primera vista sorprende que, en una mesa sobre Identidad, sean pocos los trabajos presentados que dediquen parte de sí a problematizar el concepto que los convoca, ya sea como punto de partida para justificar la forma de emprender el estudio de caso, o como punto de llegada donde retomar en qué ha contribuido ese estudio al refinamiento del concepto en cuestión. Podría pensarse que ello es así porque se confía en la (pre)existencia de una comunidad de discusión basada en una tradición ya estabilizada de producción de conocimiento, tradición proveedora de presupuestos comunes e indiscutibles sobre el asunto. Me refiero por ejemplo a certezas que atraviesan explícita o implícitamente la mayor parte de las contribuciones, como la de que las identidades no son reflejo de sujetos unívocos e inmutables, o la de que la negociación de pertenencias múltiples se produce en arenas plagadas de presiones, tensiones y asimetrías.
Sin embargo, podría sospecharse también que --como los usos sociales del concepto-- los académicos atraviesan fases de cristalización e incluso naturalización, al menos en lo que hace a dar por sentada la inevitabilidad de ordenar lo social en términos de identidad. Me refiero concretamente a una especie de rutinización de categorías inicialmente pensadas para interpelar de manera crítica lo que el sentido común tiende a mostrarnos como evidente (por ejemplo, la entitividad de límites sociales en verdad emergentes de relaciones tan oposicionales como dialógicas, tan antagónicas como complementarias). A este respecto me pregunto si no es esto lo que a menudo hace que el rubro "Identidad" funcione en los congresos como "temática-paragua", como significante flotante capaz de reunir análisis de índole en verdad tan diversa que resultan muchas veces difíciles de integrar en una discusión consistente.
Personalmente creo que hay de las dos cosas. Propongo por tanto hacer un recorrido que identifique tanto convergencias de perspectiva como divergencias ligadas al trabajo en y con contextos y problemáticas singulares, para tratar por último de re-pensar cómo hacer para que la estructuración de nuestros espacios de intercambio no acabe fomentando su subaprovechamiento o, lo que sería peor, una peligrosa rutinización conceptual.
Las ponencias 1.16., 1.13, 1.10, 1.1., 1.17., 1.6 y 1.3 se concentran en examinar cómo se han recreado y recrean en la actualidad ciertas alteridades históricas, mayormente ligadas a sectores indígenas y migrantes construidos como otros internos dentro de formaciones regionales y nacionales que, al marcar la otredad de estos sectores, operan su subordinación y construyen a la par su propio sentido de pertenencia y devenir a niveles de nación-como-estado y/o región.
Así, Carla Lois y Claudia Troncoso examinan las publicaciones del Instituto Geográfico Argentino y de la Sociedad Geográfica Argentina --creados en 1879 y 1881 respectivamente-- buscando identificar cómo discursos y propuestas en apariencia contradictorias acerca de posibilidad de redimir al indígena e incorporarlo a la "civilización" muestran por un lado en bajorrelieve las autoimágenes de país que las elites querían imponer y, por el otro, sirven proyectos estatales concretos de expansión económica y consolidación territorial. En verdad, ilustran inteligentemente cómo argumentos supuestamente científicos se van tornando funcionales a proyectos preexistentes de territorialización y proletarización compulsiva en obrajes e ingenios, coadyuvando a la legitimación de esos proyectos por estigmatización selectiva de aspectos de la organización política, social y económica de los indígenas chaqueños. A partir de esta caracterización, sería interesante recentrar el trabajo en dos direcciones. Primero, en la de pensar y explicar no sólo las convergencias sino también las esperables fisuras entre los campos intelectual y burocrático-administrativo. Segundo, en la de identificar estrategias alternativas de triangulación de las relaciones entre Indios-Inmigrantes-Nación que estaban en discusión entre las elites morales, para sopesar mejor los efectos de las que efectivamente fueron primando.
Armando Sandoval aborda procesos ideológicos similares, aunque haciendo un rastreo históricamente mas extenso. Reseña así diversas lecturas que en Colombia se han hecho sobre el indio desde el siglo XVIII hasta este siglo XX y lo que ellas nos dicen sobre transformaciones en la construcción de la nacionalidad en ese país y sobre las consecuentes estrategias de domesticación y silenciamiento de la diversidad étnica y regional que en ese contexto fueron inscribiendo una pirámide social racializada en base a prácticas variadas pero sostenidas de negación y segregación de contingentes indígenas y afro. En dicha trayectoria el autor inscribe la (im)posibilidad de pensar la multiculturalidad a partir de una reforma constitucional como la de 1991, que busca avanzar en esta dirección en un contexto en que el reconocimiento de la diversidad va de la mano con el neoliberalismo y la globalización. Ahora, de poner el caso analizado por Sandoval en un contexto comparativo, el hecho de que "lo colombiano" haya sido y sea una abstracción a la vez homogeneizante y segregadora no parece algo idiosincrático de esta nacionalidad en particular, una falta vinculada a una especie de inoperancia en lo que hace a construir para el país "un arraigo étnico, cultural y lingüístico" capaz de dar respuesta inequívoca a la pregunta de qué es ser colombiano. Advertimos más bien que los procesos de construcción de hegemonía por los que ciertos estados modernos devinieron formas de organización jurídico-política e ideológica basadas en el modelo de nación-como-estado siempre se han caracterizado por reproducir la desigualdad --y renovar consensos en torno a esto-- homogeneizando a algunos y segregando/subordinando a otros. Indudablemente, lo han hecho seleccionando marcas y cuotas de uniformidad y alteridad diferentes. Por ello creo que la posibilidad de adentrarnos en las particularidades de cada formación nacional pasa precisamente por identificar esas marcas y cuotas. Es a este respecto que el trabajo de Sandoval brinda sugerentes pistas para ver en qué términos "la nacionalidad colombiana aún está en construcción". Lo que en todo caso enfatizaría es que no sólo ella lo está. Aun cuando ciertos países parezcan más consistentes que otros en lo que hace a sostener la ficción de ese arraigo, ninguna nacionalidad logra cerrarse por completo, pues términos engañosos de consenso pueden --por suerte-- ser siempre disputados. La pregunta por tanto parece ser cómo, cuándo, en qué términos y por quiénes. Por último, en muchos (si no en todos) los países de Latinoamérica, el reconocimiento de la diversidad institucionalizado mediante reformas constitucionales recientes ha ido de la mano de la globalización y el neoliberalismo. Más que "extraño", este matrimonio parece entonces sintomático. Tal vez entonces la única posibilidad de entender el potencial expansivo de la globalización pase por prestar atención a la discursividad que ella misma genera en torno a la diferencia.
Consens y Bello también analizan cómo se fueron imponiendo en Uruguay arquetipos y paradigmas persistentes sobre el pasado, la historia, la estructura, metas y composicion de la sociedad uruguaya que --aunque ajenos a la realidad social, histórica y cultural del país-- fueron cruciales para la construccion del denominado "estado moderno" y del "ciudadano tipo" que el mismo requería. Se centran para ello en el examen de los modelos impuestos desde el sistema educativo en Uruguay, en tanto producto de las posturas filosoficas, politicas, economicas y religiosas de los integrantes de distintos Consejos Educacionales que, aunque contradictorias, coincidieron y todavía coinciden en negar todo aporte indígena sustantivo y proponer una identidad para el "uruguayo" como "ciudadano (europeizado) del mundo" con ideas de lugar de nacimiento y patria vaciadas de contenidos emotivos. En este marco, los autores presentan la emergencia de distintas ONGs y grupos de trabajo como expresión de la necesidad de la población aún no recogida por el sistema formal de educación de reencontrarse con lecturas alternativas de su pertenencia y devenir. Son precisamente las ricas tensiones que los autores señalan lo que me lleva a preguntarme si y cómo la persistente construcción de Uruguay como "la Suiza de América" pudo tematizar esa trayectoria por la cual se pasa de ser un país de inmigración a ser uno prevalentemente expulsor de población.
En similar dirección, Laura Mombello trabaja sobre los procesos de significación de la alteridad inscriptos en y por la conmemoración del 12 de Octubre en diversas escuelas urbanas y rurales del Neuquén, así como por propuestas alternativas de festejo elaboradas por docentes convocados por la Coordinación de Organizaciones Mapuche a participar de un seminario-taller. Buscando reconstruir qué construcciones del "otro" subyacen a las distintas propuestas, la autora identifica cuatro tipos de enfoques o posturas en lo que hace a representar el pasado de modo que sirva para expresar y reorientar (ordenando, jeraquizando, silenciando, mejorando) las relaciones interétnicas actuales, y sugiere vías para repensar la escuela como lugar de enunciación abierto a dar cabida a --e impulsar-- nuevos tipos de articulaciones inter-identitarias. Como esa posibilidad de transformar la enunciación pasa en buena medida por los mismos docentes, me pregunto si hay posibilidad de profundizar qué tipo de experiencias personales y colectivas tienden a alimentar la variabilidad de enfoques identificada.
Rubén Romani presenta la experiencia de rescate de memorias orales y conocimientos sobre el entorno que se llevara a cabo entre 1988 y 1995 en relación con el Proyecto MI COMUNIDAD COMO MUSEO VIVIENTE implementado en la zona centro sur de la provincia de Mendoza. El autor problematiza primero el rol de los museos como lugares donde la exposición oficia de texto que construye, reconoce, extraña identidades sociales con distinto grado de inclusividad. En tal sentido, el trabajo de armar una exposición en base a los discursos de las comunidades escolares y de pobladores para quienes la cultura oral se mantiene vigente y es eficaz medio de conocimiento del mundo aparece como forma de achicar distancias entre el saber experto jerarquizado por la modernidad que ha creado los museos como artefacto cultural y saberes locales que a menudo han sido objeto privilegiado de ese trabajo experto. En base a los tres planos de análisis de construcciones de la otredad propuestos por Todorov, Romani se concentra sobre todo en ver qué imágenes del otro "ab-origen" van surgiendo de los testimonios producidos por los pobladores de una provincia como Mendoza que ha confinado lo indígena a un pasado remoto. Como era de esperar, se encuentra con un discurso sobre la identidad de composición plural y contradictoria. Nos permite sin embargo entrar en contacto con las ricas reapropiaciones que se hacen a nivel regional de conocimientos científicos e interpretaciones hegemónicas. Entre esas reapropiaciones, cabe destacar la emergencia de una idea de territorio como personaje, como obstáculo y medio de vida a la vez tanto para vencedores como para vencidos, como arena abierta a la inscripción de percepciones diferentes sobre la naturaleza y las relaciones humanas. La ponencia de Romani permite entrever también hasta qué punto imágenes de un otro aborigen más o menos distante (en tiempo y pertenencia) van necesariamente jugando con distintas concepciones de "nosotros" entramados a partir de grados de inclusividad igualmente variados. Me refiero a imágenes también variadas de la comunidad local, provincial y nacional que parecen tan vitales como las imágenes de alteridad para entender lo que hay de hegemónico y alternativo en los procesos de significación de los pobladores cuyos testimonios se analizan.
Giraldo también se interesa por las tensiones identitarias propias de una formación regional. En su caso, la Cuenca Alta del río San Juan en Colombia, conformada por un 40% de habitantes indígenas del pueblo Embera, un 10 % de comunidades afro y un 50% de mestizos. Partiendo de historiar y caracterizar los posicionamientos de cada sector, la autora busca dar cuenta de la racionalidad económica que en función de dispares trayectorias tienen las respuestas de cada uno frente a problemas de contacto cultural y exclusión. Muestra así cómo cada grupo (incluso con variabilidad al interior de cada grupo) alterna diferentes sistemas de producción, y cómo ello los vincula a diferentes esferas de adscripción social y económica a niveles local, zonal, regional, nacional y transnacional. Su propósito último es explorar qué elementos socioculturales deben ser tenidos en cuenta en un contexto de interculturalidad e hibridación, para pensar políticas basadas en un desarrollo sustentable que propenda a la conservación de los ecosistemas sin sacrificar el factor humano. Identifica a este respecto tres unidades básicas de actuación --la región, el territorio y el paisaje-- como marcos específicos dentro de los cuales la racionalidad económica de cada grupo y tomas de decisiones de amplio espectro deben ser examinadas. Precisamente porque Giraldo capitaliza muy interesantemente pioneros aportes de Frederick Barth, me pregunto de qué manera su topologización de espacios de interacción se operacionalizaría para dar cabida a la ósmosis de personal a través de los límites étnicos, una cuestión que siendo también identificada por Barth como relevante ayuda no sólo rastrear las tensiones y ambigüedades de los procesos adscriptivos y adaptativos, sino también la forma en que factores socioestructurales afectan la "racionalidad económica" y configuraciones identitarias de los grupos interactuantes.
José Ribeiro examina reflexivamente la reconstrucción audiovisual de un ritual cabo-verdiano realizado en un barrio periférico y clandestino de Lisboa, viendo al rito de Colá S. Jon como hecho social total mediante el cual una sociedad se explica a sí misma y, al hacerlo, construye y cuenta su pertenencia para sí y para los otros. En tal sentido, la ponencia efectúa una interesante contribución no tanto al entendimiento de cómo el hacer de un grupo migrante representa y recrea un espacio/tiempo fronterizo e híbrido que reafirma y relativiza su alteridad vis- -vis el hacer de la sociedad receptora, sino más bien al cuestionamiento de formas académicas objetivistas de representar esas representaciones. La caracterización de distintos tipos de films (expositivos, de observación, interactivos, reflexivos) y la identificación de las distintas voces a las que --y de las formas en que-- ellos les dan cabida apunta a deconstruir los productos de la Antropología Visual como resultados de un mirar que se lleva a cabo en un contexto de interacciones institucionales y en terreno complejas. Encuentro que su propuesta podría ser mucho mejor aprovechada si cada una de las etapas que propone se ilustrara con momentos concretos de la reconstrucción audiovisual del rito tomado como punto de referencia.
A diferencia de las contribuciones hasta ahora reseñadas, las ponencias 1.22., 1.9., 1.5., 1.24., 1.11. y 1.20. se centran en examinar transformaciones sociales en curso, repensando simultáneamente conceptos y estrategias de abordaje capaces de dar fluida cuenta de realidades emergentes. Es en este conjunto de trabajos donde cuestiones directa o indirectamente ligadas a la globalización o algunos de sus efectos entran más claramente en la mira.
Claudio Lobeto examina estilos actuales de urbanización donde la conformación de ciudades dentro de ciudades habla de una nueva textura urbana signada por la porosidad intercultural, por la diversificación de agentividades sociales y la consecuente multiplicación de prácticas estético-políticas y socioestéticas. No efectúa un estudio de caso, pero introduce algunas de las manifestaciones a las que cabría prestar atención: desde la polución visual de los espacios públicos hasta la reapropiación hecha por los jóvenes de "los no lugares" creados para fomentar un consumo de bajo contacto social. El autor identifica también "huellas" para una lectura del espacio urbano que sea sensible a explicar formas diferenciadas de apropiación y utilización, la nueva dinámica de las industrias culturales y los desafíos abiertos a políticas municipales que deseen aggiornarse a estas transformaciones. En todo caso, resulta interesante preguntarse si y cómo la diversificación de agentividades sociales que se advierte al interior de las megalópolis latinoamericanas opera "entre" ciudades que no quieren perder el tren de la (pos)modernización, pero tampoco quieren renunciar a mantener un perfil distintivo y propio. Sin duda, esta tensión es explotada por las industrias culturales y políticas municipales. Sería en todo caso oportuno preguntarse si y cómo la resignifica en cada caso el "Tercer Sector" del que habla Lobeto.
Sonnia Gorski propone una etnología de la ciudad de Colonia que tenga en cuenta dos vectores de análisis que resultan críticos para el caso. Primero, los efectos de procesos de integración regional en marcha, procesos y efectos que la autora centra en la realización del puente Colonia-Buenos Aires y en el esperable incremento de la industria turística en base a la cual la primera ciudad se vincula ya a la capital de Argentina. Segundo, las problemáticas propias de toda "ciudad de frontera" --en este caso, frontera fluvial-- donde se generan fenómenos diferenciados de los correspondientes marcos nacionales por ser lugares de tránsito y de mezcla. Preocupa así a Gorski especialmente ponderar cómo los posibles escenarios e intercambios socio-culturales ya existentes y a crearse impactarán en la población más joven. A este respecto, la postura de la ponencia se diferencia de lo que los discursos políticos y mediáticos vaticinan. Concretamente la autora sostiene que el progresivo inter-relacionamiento de ambas orillas del Plata se procesará de manera de poder absorber cambios sin desconfigurar identidades locales. Más propiamente dicho, en consonancia con una historia regional signada ya por la interacción, la unión ente ambas ciudades no plantearía mayores modificaciones en términos de conflictos identitarios que ya vienen reflejando una paradójica tensión entre unificación y diferenciación. En verdad, esta tensión parece constitutiva de toda ciudad fronteriza, así como de políticas más amplias de integración regional que propenden a institucionalizar la articulación de diversas identificaciones cívicas. Por ello creo que Gorski hace bien en anticipar cuestiones a seguir de cerca no tanto a nivel de esas identificaciones, como al de los efectos asociados al asentamiento de grandes contingentes de mano de obra durante la realización del puente, o una aún mayor terciarización de la economía. Son estos procesos los que de seguro impactarán la autoimagen y posicionamiento de Colonia respecto de sus vinculaciones con el país vecino pero especialmente en lo que la peculiariza dentro del mismo contexto uruguayo.
La ponencia de Raúl Díaz y Graciela Alonso emprende una tarea tan delicada como necesaria, pues examina cómo la refuncionalización de conceptos inicialmente impugnadores del statu quo en y por tramas discursivas hegemónicas va invisibilizando y agotando la potencialidad subversiva que alguna vez dichos conceptos tuvieron. Concretamente los autores hacen foco en dos concepciones presentes en documentos oficiales --tolerancia y diversidad-- viéndolas como parte de un dispositivo neo-disciplinador donde hablar de pluralismo permite a los grupos hegemónicos enmascarar los múltiples mecanismos que les permiten seguir estableciendo lo que entra en el "nosotros" y lo que sigue siendo índice de alteridad. Desde este encuadre, Integración e Interculturalidad aparecen como "nuevos temas" de un discurso neoliberal que ahora "usa" estratégicamente "diferencias culturales" antes negativamente valoradas, en función del objetivo de controlar las problemáticas sociales derivadas de la flexibilización del capitalismo. Asumiendo que las contradicciones asentadas en intereses de clase no pueden superarse pero las diferencias "culturales" pueden articularse, planteos interculturales de este tipo abonan según los autores un estilo democrático que procura evitar lo político, esto es, la disputa franca y abierta por los derechos fundamentales de individuos y grupos sociales. Confrontando con estos usos hegemónicos, Díaz y Alonso proponen otra articulación posible entre política, pedagogía y cultura, articulación orientada a que la mentada "educación intercultural" efectivamente se base en una política de la diferencia que atienda a la especificidad de subjetividades múltiples sin renunciar a acuerdos de convivencia regidos por principios universales de igualdad y justicia social. Como los mismos autores reconocen, la emergencia de una Filosofía Política capaz de generar un tratamiento de la diferencia verdaderamente liberador no pasa por "salirse de" sino por repensar críticamente la tensión entre universalismo y particularismo desde un encuadre preocupado más por cuestiones pragmáticas (decisiones políticas) que por cuestiones semánticas. En tal dirección, me pregunto qué sería más efectivo, si buscar atender especificidades desde un modelo único de ciudadanía basado en "principios universales de igualdad y justicia social", o intentar articular derechos individuales comunes y derechos especiales en función de grupo mediante el reconocimiento de distintas formas de ciudadanía que, evitando ordinar compulsivamente subjetividades múltiples, hicieran de la igualdad y justicia social más hechos que meros principios.
Juan Carlos Radovich y Alejandro Balazote analizan las percepciones medioambientales de pobladores mapuche asentados en la provincia de Neuquén, ámbito por excelencia de procesos de inversión de capital orientados a maximizar los rindes de las concesiones para la explotación de recursos hidrocarburíferos e hidroenergéticos. Interesados en la relación que se establece entre esas percepciones y las practicas económicas de pequeños productores históricamente pauperizados, los autores examinan cómo la dirigencia de organizaciones etnicistas plantea las demandas de aquellos de sus representados que son afectados por emprendimientos diversos. Sostienen que esas organizaciones construyen "una visión preterista" que "arroja fuera de los límites de la etnía la competencia, la irracionalidad del mal uso de los recursos naturales y la puja por el poder", visión donde "la agresión y el desorden se identifican con el winca y no con el sistema económico capitalista". Observan también que para esas organizaciones lo ideacional resulta explicativo, pues en ningún momento en sus planteos "entra en consideración el grado de desarrollo de las fuerzas productivas disponible por wincas y mapuches". Al analizar cómo los pobladores de la comunidad Painemil ponderan el deterioro ambiental producido por los actividades extractivas que YPF lleva adelante en sus tierras, Radovich y Balazote advierten la producción de un discurso etnicista cuya estructuración --si bien difiere en parte del desarrollado por las organizaciones indigenistas-- también amalgama elementos económicos y simbólicos y construye "un tipo particular de identidad cultural que resulta funcional para viabilizar acciones pragmáticas". Como los autores hablan en sus conclusiones de "distintas racionalidades" entre Mapuches y Winkas que "han desarrollado modalidades diferentes de apropiación de la naturaleza así como también han producido normas acerca del uso adecuado de los recursos", no queda del todo claro en qué nivel operaría la "funcionalidad" que postulan respecto de la identidad cultural mapuche que buscan caracterizar. Esto es, se dice que las organizaciones mapuche realizan "un trabajo simbólico que resulta funcional para expresar demandas y reivindicaciones de tipo socioeconómico", pero no se aclara funcional para o desde qué "racionalidad". Si fuera funcional sólo a la racionalidad mapuche, es lógico preguntarse por el eco que tienen esas demandas y reivindicaciones en la formación regional. Si lo fuera desde o para la racionalidad hegemónica, habría que profundizar un poco más en qué sentido se mantiene la postulación de "dos racionalidades", o al menos en cómo ellas interjuegan. A este respecto correspondería incluso discutir si el desarrollo de "modalidades diferentes de apropiación de la naturaleza" o de "normas acerca del uso adecuado de los recursos" presupone la emergencia de teorías sociales de alteridad también diferenciadas, o si (y por qué) tal desarrollo no obsta la emergencia de una teoría social compartida sobre "la diferencia" como campo discursivo donde la re-producción de alteridades históricas encuentra su propia razón de ser y, por tanto, cierta legitimidad.
Mauricio Espinosa Henao también se centra en procesos actuales ligados al avance del deterioro ambiental y a la proliferación de un discurso sensible a implementar propuestas de desarrollo sustentable, aunque lo hace no tanto para explorar esos fenómenos en sí, sino más bien para reflexionar sobre el papel a desempeñar por las Ciencias Sociales en un campo donde su competencia profesional es escasamente reconocida por las instancias encargadas de tomar determinaciones sobre asuntos ambientales. Partiendo de que la difícil situación ecológica del planeta constituye un problema no sólo "natural" sino también social, económico y político, el autor sostiene que conocimiento científico del mundo social es a este respecto ineludible, y que los científicos sociales por ende tienen bastante para aportar. Para revertir entonces la tendencia hasta ahora prevalente que privilegia los recursos naturales descuidando lo social, Espinosa Henao esboza tanto algunos aspectos generales del quehacer de los científicos sociales en la gestión ambiental, como los desafíos, limitantes y las potenciales áreas de acción al respecto. Además de enfatizar la importancia de formar profesionales preparados mas allá de las fronteras de su propia rama, el autor menciona básicamente tres espacios donde los mismos podrían volcar sus aportes. A saber, la planificación ambiental y del territorio, los estudios de impacto ambiental y la evaluación de proyectos. Como el lugar que se asigne o no al factor humano en situaciones de "crisis ecológica" depende en buena medida de construcciones culturales de "la naturaleza", me pregunto si poner esas construcciones en perspectiva no sería también un espacio de aporte prioritario. Es corriente advertir a este respecto que, mientras visiones estrechas fracasan porque privilegian los recursos naturales descuidando los humanos, visiones ingenuamente "progresistas" que no revisan seriamente la contingencia de las ideas de "naturaleza" y "desarrollo" de las que parten tampoco alcanzan los resultados esperados en lo que hace a fomentar proyectos verdaderamente "participativos" y responsables. En primer lugar y con frecuencia, porque idealizan (naturalizando) las comunidades locales cuyas "particularidades" y conocimientos proponen contemplar.
Por último, Marcelo Jorge Basaldúa presenta la experiencia llevada a cabo por docentes y alumnos de una escuela que funciona en el interior de una unidad penitenciaria, emprendimiento orientado a promover el intercambio con la comunidad no carcelaria a través de la utilización de las nuevas tecnologías (Internet y Correo Electrónico). Partiendo de revisar las implicancias de clases en una escuela en cárcel, el autor discute los propósitos que deben fijarse instituciones cuyos alumnos han permanecido a veces por muchos años desconcectados del mundo social extramuros. Como la meta es favorecer la reinserción social de los reclusos, se busca que la misma no comience con su egreso de la institución penitenciaria, sino desde su ingreso a la misma y, especialmente, desde su acercamiento al establecimiento escolar, donde se le debe hacer tomar conciencia de lo que ocurre fuera de la cárcel, de los derechos y deberes que reglan la convivencia y de los posibles roles de los ex-reclusos en el conjunto social. En este sentido, cabe trabajar con los alumnos un sentido de pertenencia a la sociedad que lo ha segregado que fomente la pertinencia de su protagonismo social. Es en esta línea de "educar para la libertad en el encierro" que la aplicación de nuevas tecnologías procura, según entiendo, tres cuestiones igualmente claves. Además de formar a los reclusos en el uso de medios informáticos y hacer fluido su intercambio de información con el mundo extramuros, trabajar sus configuraciones de identidad de manera de superar el aislamiento y descompromiso global que toda reclusión conlleva.
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Es claro que, por su variedad, las ponencias reseñadas enriquecen nuestro conocimiento de contextos y problemáticas particulares (procesos actuales de integración regional y urbanización; (re)producción y disputa de representaciones hegemónicas sobre la diferencia; operatoria y rescate de la memoria social; el rol de la educación formal en la negación/subordinación/potenciación de alteridades históricas; el papel de las Ciencias Sociales en el estudio y representación de procesos socioculturales). Algunas de ellas hacen además sugerencias para organizar el debate en torno a esas problemáticas más allá de los contextos/casos para los que inicialmente se piensan, proponiendo incluso categorías de análisis para sistematizar los abordajes. Tal es el caso de Giraldo, cuando introduce los conceptos de territorio, región y paisaje.
En tal sentido, me parece interesante que ese debate no se produjera con la intensidad esperable al menos dentro de los espacios de intercambio previstos por los organizadores del encuentro y que, cuando aconteciera, se focalizara prevalentemente en las ponencias que abordan las redes como "nuevo" espacio de intercambio social y, por tanto, objeto de análisis, o en la dinámica misma de los Congresos Virtuales como medios que podrán estimarse "mejores" o "peores" por comparación con los encuentros cara-a-cara, pero ciertamente surgen como alternativa novedosa para la realización de eventos científicos de amplio alcance y bajo costo.
Cabe entonces preguntarse dos cosas. Primero, por qué una interesante respuesta en lo que respecta al envío de trabajos parece ir de la mano con una menor efectividad y compromiso con su discusión. Segundo, cuál es el estado del arte que se perfila a partir de los trabajos presentados a la mesa sobre Identidad y Globalización.
Aunque el tratamiento del primer punto excede esta mesa en particular, aventuraría que son varios los factores que inciden en el consumo no tanto pasivo pero sí solitario de la producción académica de los colegas. Algunos de esos factores parecen más directamente relacionados con los tiempos, dinámica y destrezas requeridas para operar en el cyberespacio. Como este Primer Congreso Virtual puede aún considerarse una experiencia piloto, vale la pena reflexionar sobre su alcance para optimizarlo a futuro.
Sin duda, tener acceso irrestricto a numerosas ponencias ya es en sí un paso fantástico que justifica plenamente la realización de este tipo de eventos. Pero en lo que a la posibilidad de aprovechar plenamente los espacios de debate se refiere, otros elementos entran en juego. Tengo la impresión de que incorporaciones aún diferenciales a estos nuevos medios de comunicación aconsejarían, al menos por el momento, tratar de adecuar los ritmos al tiempo de la mayoría. Si bien es cierto que todos padecemos (o creemos padecer) la imposibilidad material de cortar con otras actividades para "participar" a full de congresos virtuales en los plazos previstos, me parece obvio que hay usuarios de las redes de baja, media y alta intensidad. Mientras los últimos saben administrar su tiempo como para seguir el ritmo de las redes --me parece que los intercambios que sí se dieron lo han demostrado-- el "habitus informático" de quienes nos ubicamos en el primer polo (hacer chequeos de mensajes e información del tipo "abro, respondo y me voy") coarta de alguna manera nuestra predisposición para sentarnos varias horas frente a la máquina a fin de digerir los trabajos y comentarlos casi "on line". Este "habitus" sugeriría revisar los plazos en que se concentran las discusiones. Una semana es demasiado poco para leer, absorber y hacer devoluciones a tal cantidad de trabajos...
Otros factores --tal vez los más preocupantes-- parecen afectar globalmente nuestro intercambio con independencia de cuál sea el canal utilizado. Somos así varios los que venimos sintiendo que tampoco en los congresos cara-a-cara logramos discusiones sustantivas. Y me pregunto hasta qué punto somos concientes de que en muchos de nuestros países la aplicación a nivel general de recetas neoconservadoras conlleva un giro en el modo de producción académica en lo que hace a inscribir un concepto de "productividad científica" relacionado más con la cantidad que con la calidad. Lo dramático es que consentir estas reglas de juego nos induce a una carrera tan vertiginosa como suicida. Corremos para terminar presentaciones que nos permitan engrosar nuestros curricula, pasando en seguida a pensar en la próxima presentación. Por el camino, sacrificamos los pasos que --aunque nos ayudarían a profundizar, capitalizar o recoger los frutos de las anteriores-- no redundan en abultar nuestros CV. Por ejemplo, dedicar tiempo hacer comentarios a nuestros colegas. Y es obvio que si todos nos dedicásemos a ello, cada cual haría y recibiría los aportes sustantivos que la mayor parte de las veces siente no hacer ni recibir.
Se me ocurre también otra familia de factores que está ya más directamente vinculada con el segundo aspecto que quisiera comentar: ¨ es/está-funcionando la Identidad como un eje estimulante de intercambio científico, como categoría académica organizadora de una problemática distintiva, o está más bien actuando como una especie de rubro "misceláneas" tras el cual se agrupan trabajos sobre cuestiones tan variadas que se hace a la larga improbable encontrar ese foco temático común y convocante que alienta la conformación de grupos acotados pero efectivos de discusión?
A este respecto me parece que lo que las ponencias presentadas nos muestran es que dar cabida a configuraciones identitarias como uno de los elementos a tener en cuenta para abordar ciertos procesos no implica necesariamente que la Identidad sea su objeto de estudio. Quiero decir que, a juzgar por la poca atención prestada por las ponencias a la discusión del concepto mismo, parecemos estar en un punto en que la Identidad ha perdido vigor analítico como categoría capaz de alentar per se la conformación de grupos de ese tipo, tal vez porque ha empezado a pesar más el interés por convertir en tema/problema o foco central de intercambio académico los muy variados procesos (de resignificación jurídico-política de modelos de nación-como-estado, de integración regional, de urbanización, de disciplinamiento mediante escolarización, de conformación de redes informáticas, etc.) que cada cual está siguiendo y hacen a su campo de expertez.
Entrando a lo mismo desde otro ángulo, me parece que por alguna razón-- el hecho de que prácticas sociales y culturales amplias de pertenencia y exclusión operen en los muy distintos procesos que las ponencias presentadas construyen como problema y analizan no ha bastado para crear entre ellas afinidad suficiente como para estimular los intercambios deseables entre sus autores, y entre estos y su audiencia. Por ello me pregunto si futuros congresos no ganarían en efectividad de ser propuestas mesas que reorganizaran nuestra participación por expertez, esto es, estimulando la convergencia de colegas involucrados en el estudio de procesos comparables o, en todo caso, interesados en el estudio de regiones particulares donde varios de esos procesos coexistiesen.
Esto esta lejos de sugerir que la Identidad deba verse como un asunto que ha perdido importancia social. Sorprende en verdad el peso que como temática pública crecientemente viene cobrando, entre otras (curiosas pero no casuales) cosas por la forma en que los reordenamientos interestatales, estatales o regionales que van de la mano de la globalización alientan una política de reconocimiento basada (como la de ordenamientos anteriores salvo que ahora de una manera bastante explícita) en recrear y dirimir relaciones y desigualdades entre diversos contingentes sociales en términos de "identidades" atribuidas a, y disputadas por, esos diversos contingentes. Porque este giro requiere sin duda ser examinado, podría a futuro pensarse en una mesa donde los trabajos presentados se concentraran en analizar y discutir los alcances de conceptos que, como el de Identidad, son tanto recursos políticos estratégicos como indicadores de nuevas (o remozadas) teorías sociales de lo social. Ahora bien, respecto de formas de agrupar fructíferamente otros trabajos que rocen la identidad sin hacerla eje analítico, creo que el desafío pasa por identificar cuáles son las circunscripciones de "problemas de investigación" que, basándose en estrategias académicas afines de problematización de lo evidente, nos resultan hoy más pertinentes y por tanto reaglutinantes.
10 de Noviembre de 1998
1er Congreso Virtual de Antropología y Arqueología
Ciberespacio, Octubre de 1998
Organiza: Equipo NAyA - info@equiponaya.com.ar
http://www.equiponaya.com.ar/congreso
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