La gestión del turismo y sus problemáticas desde visiones sociales
La gestión del turismo y sus problemáticas desde visiones sociales
Conclusiones:
II Congreso Internacional de Turismo Cultural NAyA
Internet, Octubre del 2003
III Encuentro de Turismo Cultural-NAyA:
"El turismo: espacio de diálogo
intercultural"
Museo José Hernández-Buenos Aires, 30-31 octubre y 1°noviembre de 2003.
TEMATICAS ABORDADAS EN ESTE DOCUMENTO
Políticas
culturales para el turismo.
Patrimonio y turismo
Turismo y comunidades
Turismo-Estado-Indígenas
Turismo y medio ambiente
Turismo y Educación
Museos y sus propuestas
culturales para el turismo
Análisis del mundo
del trabajo en el área de turismo
RECOMENDACIONES PARA CONSTRUIR POLÍTICAS PARA EL TURISMO CULTURAL
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Introducción:
Las recomendaciones que siguen, si bien fueron recopiladas y articuladas en su forma actual por los investigadores del Equipo NAyA que trabajan en el Área de Turismo Cultural, no surgen de su sola reflexión. Por el contrario, son el resultado de un proceso que ha ocupado buena parte de este año 2003 y que ha involucrado literalmente decenas de actores de las diversas esferas involucradas en la práctica del turismo (públicas y privadas, investigadores y técnicos, profesionales y comunidades, para mencionar sólo algunos), particularmente en el marco del IIº Congreso Virtual de Turismo Cultural y el III Encuentro de Turismo Cultural, realizado en la ciudad de Buenos Aires.
La intención de estos eventos fue reflexionar colectivamente, desde las experiencias concretas de los actores involucrados, sobre el "estado de la cuestión" en el turismo y sobre posibles formas de superar - o disolver - los obstáculos (no sólo técnicos, sino tambien ético-políticos) que pudieran existir en esa práctica.
Desde un comienzo el abordaje del campo se planteó como transdisciplinario, en vista de que el turismo es un proceso social complejo, que involucra diversos actores y que verifica impactos en registros muy disímiles. El turismo afecta dimensiones que pueden calificarse como económicas, éticas, políticas, culturales y educativas (para mencionar sólo las más evidentes). A su vez, el turismo, como todo fenómeno social, se encuentra inserto en diversas derivas histórico-políticas, en relación con los contextos en los que se inserta (tanto locales como regionales, nacionales o supranacionales). La propuesta preliminar partía del hecho de reconocer que el "Turismo Cultural" no se limitaba a agregar "experiencias culturales", "exotismo" o "indigenismo" a las habituales prácticas de turismo, sino más bien redefinir la práctica del turismo (y la calidad de la experiencia turística) para desplazarla desde una relación de explotación y consumo superficial, a una experiencia "etnográfica" o, si se prefiere, de respetuosa relación interpersonal, una experiencia de mutuo aprendizaje.
La idea era deconstruir la noción de "Turismo Cultural" como una clase más de turismo entre otras (algo así como un "Turismo de la 'autenticidad cultural' mal entendida") para reemplazarla por una nueva forma de hacer turismo que tuviera en cuenta su carácter de experiencia "cultural" compleja. Para esto, debimos preguntarnos no sólo "¿qué significa hacer turismo?" sino "¿para quién se hace turismo?" o, dicho de otro modo, "¿quiénes deberían ser los beneficiarios del turismo?" y "¿bajo que condiciones el turismo es una práctica legítima, esto es, éticamente sólida?". Estas son preguntas que conciernen, evidentemente, a todos los actores de la práctica turista, en todos los niveles: desde las políticas estatales hasta la "conciencia" de los turistas. Y las posibles respuestas han de tener en cuenta que las comunidades receptoras han de ser los primeros y principales actores, jueces y beneficiarios de cualquier práctica de "Turismo Cultural" rectamente entendida.
2.1. Construyendo Políticas para el Turismo desde el Consenso:
A los fines de establecer las competencias (y los actores) principales en el proceso turístico, podemos considerar - simplificando en extremo - el proceso turístico como atravesado por tres redes principales:
Una red de relaciones principalmente socioeconómicas que involucra a todos aquellos actores que planifican y llevan a cabo proyectos relacionados con el turismo: técnicos, operadores, prestadores y en general las redes de productos y servicios del sector.
La relación recreativo-educativa que involucra a todos los consumidores de turismo en cuanto ejercicio de esparcimiento y distensión, o hablando de modo más general, de uso de su tiempo libre.
Una red de soporte sobre la que las anteriores se despliegan, y que abarca todo aquello que se define como "recurso" "natural", "culturales" o de otra clase, red que involucra por un lado a los "administradores profesionales" de esos recursos entendidos en tanto "patrimonio" y por otro a las comunidades que ocupan las localidades donde esos "recursos" se encuentran y son explotados.
A partir de la idea de que para que una actividad turística pueda desplegarse exitosamente - y desplegar sus beneficios a lo largo de un tiempo prolongado - la misma ha de resultar "sostenible", trabajamos desde la idea de una sustentabilidad "ampliada" que implica no sólo un uso no depredatorio de los "recursos" sino también procesos de decisión abiertos y consensuados, que disminuyan los riesgos, las fricciones y los roces inherentes a las decisiones unilaterales, o impuestas de-arriba-a-abajo, que suelen erosionar muchos proyectos, por más bienintencionados que estos sean. Los actores involucrados en la primera y segunda de las redes deben entender que su actividad es sólo posible a partir de la existencia de la tercera de ellas, y que es esta cuyos derechos (a su existencia y prosperidad en los términos por ella definidos) tienen prioridad ética y política sobre el derecho de la primera de hacer dinero, o de la segunda de consumir y divertirse. Este elemento debe ser parte de una sustentabilidad sanamente entendida.
2.2. Reflexionar sobre el Concepto de Turismo Cultural desde sus Implicaciones Sociopolíticas.
Dado que los proyectos turísticos son dependientes de un gran número de políticas estatales, entrecruzadas a diversos niveles, todo análisis del turismo debe comenzar por el análisis de las construcciones socio-culturales que subyacen a y sustentan las políticas económicas, culturales, educativas y patrimoniales. Por consiguiente - y en vista de que este análisis no ha sido realizado aún con la suficiente extensión, generalidad o rigor - se vuelve imperativo desarrollar investigaciones críticas sobre esos y otros aspectos de las políticas para el turismo, de modo tal que pueda evaluarse el impacto que tienen sobre las actividades turísticas concretas, y de modo tal de que el proceso de diseño, evaluación, implementación, reevaluación continua y continuo rediseño reemplace a la intuición, la improvisación, o las propuestas grandilocuentes con pobre rigor teórico y empírico.
El turismo - en cuanto fenómeno complejo con consecuencias sociopolíticas también complejas - no puede dejarse en las manos de "improvisados", "recomendados" o "condottieri" de los poderes de turno. El turismo requiere de profesionales preparados de diversas áreas, con conocimientos teóricos sólidos, habilidades técnicas y prácticas empíricamente fundadas y validadas y versados en los avatares de la gestión si es que los múltiples y continuos desafíos del área han de ser manejados de manera adecuada y efectiva, en un perpetuo ciclo de aprendizaje. Pero esto no ocurrirá por si sólo: se requiere que todos los profesionales que trabajan en turismo - sea cual sea su extracción profesional - tomen conciencia de que es imperativo formarse en los tres ejes: teórico-epistemológico, práctico-técnico, y político-de gestión para que el turismo esté en las manos de aquellos formados para ello, todo ello en un entorno de práctica ética que implica la idea de "democracia", no como fetiche de legitimación institucional, sino como sinónimo de consenso, apertura y participación. Pero al mismo tiempo debe entenderse que cuando se dice "participación", se dice "participación RESPONSABLE" y que esta responsabilidad implica la formación, actualización e investigación constantes.
2.2.1 Patrimonios Sociales: Exhibición, Intercambio, Venta
El "patrimonio" cultural es resultado de un proceso de construcción y demarcación social, que definen ciertos "bienes" como patrimonio respecto de otros bienes. Este proceso no es, por supuesto "neutro" o "aséptico" sino que está atravesado por relaciones de poder, en una dinámica continua. De este modo, las "lecturas" y construcciones del patrimonio están insertas en procesos histórico-sociales, con consecuencias ético-políticas concretas.
Para dar sólo un ejemplo, muchas veces la definición de un grupo, estructura o práctica como "patrimonio" responde a un proyecto de construcción de un "turismo cultural" como "vidriera de mercancías culturales", estableciendo modelos hegemónicos de "identidad" y "autenticidad" que a través de esas políticas para el turismo, uniforman, simplifican y congelan grupos y prácticas "culturales". Una vez expuesto esto, y toda vez que entendemos que el patrimonio es (y depende de) un proceso de construcción, y que sus alcances y posibilidades exceden el servir de "cebo" a un "turismo cultural" mezquinamente entendido, se impone preguntarse: ¿Quién (o dónde) se establece el "valor" que se le da a las prácticas culturales del lugar (y que suelen materializarse en las frecuencias turísticas y las ganancias dejadas por el mismo)? ¿Cuánto "vale" la cultura? ¿Qué precio ponerle (si es que cabe ponerle alguno) a los saberes de los pueblos?
De acuerdo con lo expuesto en párrafos anteriores, debería quedar claro que las respuestas a estas preguntas (o aún más, su relevancia o incluso la posibilidad misma de plantear estas u otras preguntas) deben involucrar a TODOS los sectores involucrados - y en primerísimo e irrecusable lugar a las comunidades receptoras. Sólo así podrá establecerse de modo legítimo cómo se definirá el patrimonil, qué se dispondrá sobre el patrimonio así definido, qué costos y beneficios implicará un turismo fundado sobre él, quién pagará los costos y quien cosechará los beneficios.
Habitualmente se dice que ofrecer el patrimonio al turismo es una forma eficaz de estimular el desarrollo de las comunidades: pues bien, esto no será más que una frase hueca, una mera expresión de deseo, a menos que esas mismas comunidades definan qué desarrollo quieren y se les den los mecanismos para verificar y asegurar el cumplimiento de ese objetivo. Y resulta oportuno una vez más aclarar que si ese desarrollo ha de ser sustentable, esa sustentabilidad debe incluir la de las prácticas culturales de esas comunidades y garantías para la salvaguarda de sus ecosistemas (entendidos en sentido amplio, esto es, abarcando lo que habitualmente se distingue como los aspectos "natural" "cultural" y "social-interpersonal" ).
Por último, no debe olvidarse que el "patrimonio" de unos es la "identidad" de otros, esto es, que aquello que se defina como "patrimonio" para ofrecerlo al paladar de los turistas no lo sea al costo de expropiárselo a aquellos para quienes ese "patrimonio" es parte indisociable del modo en que se definen y conciben. El "patrimonio" no debe ser declarado tal a expensas de sus presuntos beneficiarios.
2.2.3. Los Museos y demás Instituciones Culturales como parte del Patrimonio: Recursos para el Turismo.
A los museos, casas de cultura y otros espacios institucionales de similar naturaleza y con similares objetivos, les cabe un papel preponderante - para bien o para mal - en el proceso del Turismo Cultural, ya que tienen parte principal en la construcción histórico social de las culturas de los pueblos, construcción sobre la cual el turismo a su vez edificará sus escenarios. Por tanto, la responsabilidad de estas instituciones no puede (ni debe) ser ignorada, y esto implica analizar cuidadosamente cómo se escenifican, construyen y exhiben las prácticas culturales locales. Es por esto que todo planteo de Turismo Cultural sanamente entendido debe incluir y considerar las problemáticas específicas de estas instituciones así como el papel que juegan, y no sólo en el plano de construcción cultural que acabamos de mencionar, sino también a los fines de coordinar estrategias económicas conjuntas ya que el Turismo Cultural ofrece posibilidades concretas a Museos e instituciones similares de entrar en un juego de suma positiva con los promotores del Turismo Cultural. De este modo, al estar firmemente imbricadas con las restantes prácticas del Turismo Cultural, Museos, Casas de Cultura y demás instituciones similares deben ser incluidas en las planificaciones, presupuestos y estrategias de financiación y programas de Turismo Cultural. De idéntico modo, estas instituciones se beneficiarían grandemente si a la hora de definir criterios de presentación, muestras y programas incluyeran explícitamente su papel dentro de los programas de Turismo Cultural del área. Del mismo modo, si consideramos - tal como expusiéramos en el punto anterior - que la construcción de cultura e identidad son procesos DINAMICOS, los Museos y demás instituciones deberán reflejar ese dinamismo si es que pretenden ser intérpretes fidedignos.
Si entendemos el papel de estas instituciones como introductorias al diálogo entre comunidades, presentando de ellas imágenes que sean comprensibles pero no triviales o mutiladoras, deberemos asegurarnos de que las comunidades tengan la última palabra respecto de las representaciones que de ellas se hacen. Sólo así tendrá sentido hablar a la vez de "cultura democrática" y de "democratización de la cultura" y evitaremos la definición de patrimonios culturales, históricos e identitarios colectivos congelados en planos estáticos, construidos para consumo de turistas sofisticados en busca de "exotismo" o "escapismo cultural". Creemos que estas consideraciones permiten plantear SERIAMENTE - más allá de los habituales lugares comunes, sabidos por todos, pero tenidos en cuenta por nadie - los habituales objetivos que proponen las políticas culturales, tales como:
Ampliar el acceso a la "cultura" (esto es, a las prácticas culturales propias y ajenas).
Promover una "cultura pluralista" (esto es, una actitud en la cual la diversidad sea vista como un recurso y un valor, y no como un "mal menor" a "tolerar").
Fomentar el cumplimiento de los derechos humanos, incluyendo en primer lugar la libertad de expresión (esto es, que los derechos sean derechos de TODOS, y que implique el derecho primordial de decidir sobre el propio destino).
Mejorar la calidad de los medios de comunicación de masas (esto es, que más allá de los intereses económico-comerciales inherentes a la industria de los medios, estos sirvan en cuanto MEDIOS, es decir mecanismos, para la expresión de todos los ciudadanos).
Fortalecer el potencial de las protecciones culturales nacionales (esto es, fortalecer los mecanismos con los que el Estado cuenta para asegurar el cumplimiento de los derechos arriba enumerados, en particular aquellos que hacen a la diversidad y el pluralismo).
2.2.4. Patrimonio Natural-Cultural-Social: Invertir en Cultura para un Desarrollo Social ¿en Beneficio de Quién?
El patrimonio colectivamente definido por todos los actores interesados debe ser así integrado a las políticas para el turismo. Pero para que no queden en un plano meramente declamatorio estas políticas deben tener una inserción concreta en las instituciones desde los planos económico-jurídico-administrativo y educativo, sin olvidar en ningún momento que este patrimonio es una construcción ideológico-política, que refiere a identidades encontradas en un relato histórico-material y discursivo.
2.2.4.2. El Turismo en Relación con las Políticas de Patrimonio:
En primer lugar, si el Turismo Cultural habrá de contar con el patrimonio en cuanto "recurso" o "capital", el primer paso habrá de ser, lógicamente, el (re)conocimiento y registro de ese capital. Esto exige múltiples acciones coherentes que involucren y se desarrollen desde los ámbitos de cultura, legislación e implementación de su protección, además del establecimiento efectivo de programas educativos y de difusión. Estas políticas para el Turismo deben apoyarse sobre y construirse sobre la base de visiones integrales donde el turismo en cuanto actividad económica y social involucre discusiones sobre el patrimonio desde una perspectiva de desarrollo sustentable como la que desarrollamos en párrafos anteriores (y que incluye desde lo estrictamente medioambiental, hasta la posibilidad de sostener el propio modo de vida sin ridiculizarlo o reconstruirlo "a gusto del consumidor").
3. Ética y Turismo:
Ahora bien, las políticas para el turismo, las prácticas concretas derivadas de estas políticas, y las acciones de las instituciones e individuos involucrados en estas prácticas deben estar sujetas a una reflexión constante, ya que las mismas forman parte de procesos sociales insertos en construcciones socioculturales y en un determinado momento histórico político, de los cuáles seran deudores y sobre las que deben interrogarse de modo explícito. Caso contrario, no tendremos un Turismo Cultural éticamente crítico y epistemológicamente sólido, sino una ideología (o incluso una metodología) servil a los intereses de los gobiernos de turno.
Esto no implica negar que el turismo esté inserto en relaciones de poder sino todo lo contrario: entender que estas relaciones de poder deben ser expuestas de manera explícita, que debe pensarse sobre ellas de modo tal que de ellas se siga "el mayor bien para la mayor cantidad" (según la frase de los utilitaristas) o, mejor aún, que esas relaciones de poder no vulneren los derechos de los actores más "débiles" en beneficio de los más "fuertes". Esto implica a su vez plantear (y replantear continuamente) qué consideramos como valor, cómo juegan los valroes entre sí, qué pasa cuando dos o más de esos valores entran en conflicto y quién toma la decisión final en caso de qué esos conflictos se muestren irresolubles.
En la medida en que la ética es un quehacer DIALÓGICO, PERMANENTE y COLECTIVO resulta de primordial importancia asegurar las condiciones para que este debate pueda darse, para que involucre a todos los actores pertinentes y para evitar que bajo una fachada de diálogo y consenso se imponga la decisión del más fuerte. Se debe intentar instalar una "cultura del debate ético" que supere la discusión interminable y estéril, que sólo termina con la reafirmación y radicalización de las posiciones previas.
Pero esto no será posible sin un genuino compromiso de todos los sectores involucrados (y genuino implica sin chicanas, ni agendas secretas) y junto con esos sectores sus saberes, formas de reproducir, crear y comunicar información, sus cosmovisiones particulares, sus "estructuras de sentimiento" y sus universos morales, dentro de una perspectiva que considere su pluralidad un capital común de la humanidad, según la conocida definición de UNESCO: "El Patrimonio Cultural de un pueblo también comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas". (Definición elaborada por la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre el Patrimonio Cultural, celebrada en México en el año 1982).
4. Conclusiones: Cultura y Poder en las Políticas para el Turismo.
Dado que el Turismo Cultural, en cuanto construcción sociocultural, resultará de una relación dialógica compleja entre múltiples actores, con objetivos y programas diversos, y con desiguales cuotas de poder, puede verse en definitiva que el debate sobre el Turismo Cultural no puede, ni debe, ni habrá de ser ajeno a los debates sobre Cultura e Identidad, debates también atravesados a su vez por intereses y relaciones de poder.
El Turismo Cultural debe por tanto procurar alejarse de definiciones esencialistas de cultura o identidad, y entender que lo que hoy vemos como "cultura" o "identidad" no es más que una instantánea de un proceso en constante movimiento, que incluye el resultado de "elecciones" pasadas y presentes que surgieron como respuesta a las necesidades de cambio de los diferentes actores y de sus posicionamientos diversos.
En este sentido el Turismo Cultural debe evitar la persistente tentación de homogeneizar la diversidad en una "cultura" o "identidad" singulares, homogeneidad que está lejos de ser inocente ya que esteriliza las capacidades de los actores en cuanto sujetos de creatividad social, y en tanto tales, sujetos políticos. Por el contrario, debe buscar el reconocimiento (y allí donde les haya sido arrebatada, la reconstrucción) del papel de actores políticos de las comunidades, contribuyendo a que sean agentes de sus propios destinos.
Así el turismo puede pasar de ser una denigrante exhibición de exotismo construida para consumo de turistas pudientes a ser un espacio de visibilidad política para comunidades otrora relegadas. Debe recordarse no obstante que "la cultura" no es un espacio homogéneo y que está en perpetua construcción, reconstrucción y contestación. Por esto es que lejos de querer reducir la diversidad a un consenso mutilador o a una hegemonía violenta, lo que debe buscarse es una espacio de diálogo ético-político donde esta diversidad pueda encontrarse sin presiones ni amenazas.
En esto no puede dejarse de lado el papel crucial del Estado y los Estados: se debe pedir de los actores estatales definiciones claras - y dónde fuera oportuno, redefiniciones - de sus responsabilidades y compromisos, sobre todo a la luz del crecientes reconocimiento del carácter plurinacional y multicultural de lo que antes se pensaba como una monolítica "Nación", construida sobre un vacío o un exterminio perfecto de las naciones precedentes, que ya no puede pensarse como tal.
Si no se parte de esta historia y esta "nacionalidad" complejas seguirán sin tener sentido (o peor aún, legitimidad) los debates respecto de qué "cultura" se quiere mostrar, y sobre el "valor" de nuestros saberes. Y el partir de esta complejidad implica nuestro derecho a exigir una participación plural y genuinamente democrática al momento de construir políticas para el turismo cultural, Turismo Cultural reconocido como un espacio político que debería otorgar una participación EQUITATIVA respecto de los derechos humanos, económicos, sociales y políticos.
El Estado sometido a las imposiciones dietarias del "Consenso de Washington" - que sólo ejerce sus atribuciones a la hora de legitimar las acciones de empresas extranjeras o transnacionales que reconstruyen patrimonios ajenos para sufructuarlos en beneficio propio - debe ser reemplazado por un Estado implicado que plantee y asegure las condiciones que hacen al derecho al trabajo en el área del turismo por parte de los miembros de las comunidades locales. Asimismo, como ya dijimos, el Estado debe ser el custodio de los derechos basados en la diversidad cultural, sobre todo cuando el ejercicio de estos derechos involucren conflictos de intereses, ya sea entre comunidades, ya entre comunidades y terceras partes.
Pero mal puede esperarse un diálogo fructífero mientras persista el desconocimiento del "patrimonio" (es decir de su carácter de construcción y de su papel en cuanto constructores) por parte de la mayor parte de los actores individuales o colectivos del Estado-Nación, desconocimiento funcional a los intereses de quienes consideran el patrimonio sólo desde una mirada dónde no es más que una mercancía, la posibilidad de cuyo acceso estará determinado por su valor de mercado. Por eso creemos oportuno y fructífero utilizar una definición amplia de "patrimonio", que supere la materialidad del artefacto o de lo arquitectónico, incluyendo concepciones sobre qué sea el hombre, qué la naturaleza y cuáles sus mutuas relaciones o "mapas cognitivos" que nos hablan de formas de hacer y pensar los distintos momentos históricos.
Es por esto que las declaraciones de "Patrimonio de la Humanidad " deben intentar superar la mera puesta en valor de un paisaje o de un artefacto material para reconocer e incluir las construcciones simbólico-afectivas implicadas en su construcción o reconocimiento. En este debate ciertamente no puede dejarse de lado la omnipresente cuestión de la "globalización". Abordar cuál sea el sentido de "cultura" o "patrimonio" en el marco de los procesos de Turismo Cultural en un mundo "globalizado" implica darse cuenta de la fuerte presión que existe para "naturalizar" las "culturas", en una especie de "parque temático mundial" al servicio de la clase media adinerada, en condiciones de recorrer "distintas culturas" como si se tratara de secciones en una "tienda de departamentos".
Si el turismo cultural se entiende como el poder de las metrópolis urbanas opulentas para "congelar" al resto de la humanidad en un pasado mítico inexistente que les niegue el acceso a una o más de las condiciones de las que esas metrópolis disfrutan comodamente, nada queremos tener que ver en él. Ahora bien, si se trata de instalar un diálogo sobre qué diversidad y en qué condiciones estas comunidades quieren y cómo podemos salvaguardarla, de este debate queremos (y creemos poder) participar. Pero esto implica reconocer la diferencia entre diversidad y desigualdad, y lejos de naturalizar la desigualdad como diversidad, plantear en qué medida son conciliables la diversidad y la igualdad.
En América Latina algo de esto sabemos, en la medida en que durante décadas se enfatizó en nuestro carácter perennemente "subdesarrollado", como si ese "subdesarrollo" fuera parte de nuestra "naturaleza" (o nuestra "cultura") y no de prácticas de dominación concretas y operativas. Del mismo modo, si hablamos de "patrimonio" en un mundo "globalizado" hay que entender que definir algo como "patrimonio global" implica una responsabilidad concreta, que involucra su defensa (sí, incluso por sobre la del petróleo) y la defensa de la posibilidad de acceso de aquellos de quienes se supone que el "patrimonio" es "patrimonio".
De nada sirve un Museo o un Parque Nacional declarados como "Patrimonio de la Humanidad " si la parte de la Humanidad que vive cerca (y que se supone custodia ese patrimonio) debe pagar precios inaccesibles o no sabe leer ni escribir. Todo nuestro trabajo colectivo a lo largo del año confirma una y otra vez que "La política cultural es una forma de vínculo entre la gente y los bienes culturales. Hoy la cultura se ha vuelto visible. No hay una sola cultura legitima".
La cultura se concibe así como producto pero también como herramienta de dimensiones políticas, jurídicas, económicas y sociales, en un campo de acción donde distintos capitales simbólicos se mueven en diversas direcciones, a partir de formas también diversas de concebir la historia, la cual permite se refleja en estructuras persistentes de dominación y explotación que no se extinguen y se manifiestan en la pobreza de los pueblos.
En este sentido las políticas patrimoniales ponen en cuestión parte de los principios y valores que se encuentran en tensión entre un "pasado" que pretende conservar, en un presente donde se hace necesario considerar dimensiones económicas para asegurar su conservación. Es por esto que no podemos separar la cuestión del patrimonio de la del Turismo, y es por esto también que debemos preguntarnos qué papel juega el turismo cómo lo juega en la valorización y revalorización de nuestro patrimonio.
Y junto con los principios y valores debemos incluir, por supuesto, desde el campo de la práctica política, la legislación para el patrimonio, sus postulados epistemológicos y sus consecuencias posibles y probables en el turismo y otros ámbitos, todo esto en el marco complejo de la "mundialización" de la cultura y los patrimonios culturales en el seno de relaciones de poder fuertemente asimétricas.
El Turismo Cultural, en definitiva, es proceso complejo que hace a la vez posible y necesaria una interrogación sobre nuestra(s) historia(s) y nuestra(s) cultura(s), es decir, sobre nuestro(s) patrimonio(s), interrogación que está inserta en relaciones de poder que operan desde y sobre las formas de crear-comunicar de culturas desprotegidas hoy ante una nueva colonización montada sobre una idea de progreso sesgada e impuesta - como de costumbre - por la fuerza.
El Turismo Cultural pone así en contacto la HISTORIA , el PATRIMONIO, las IDENTIDADES y las "CULTURAS". Pero para que sea efectivo, este proceso deberá partir del análisis concreto de realidades concretas, dentro de la paradoja Latinoamericana representada por el estar insertos en un medio que se reconoce como pletórico de riquezas naturales (y culturales) pero en el cual sus habitantes viven (por decirlo de alguna manera) en forma miserable y paupérrima.
Por esto es que proponemos concebir el Turismo Cultural como una experiencia respetuosa de diálogo, contacto y aprendizaje intercultural, que busque valorar nuestras culturas en su diversidad y esa diversidad misma, conocerlas, reconocerlas y saber que "identidad", "cultura", "patrimonio", "historia", etc. son temas que incumben ético-políticamente a TODA la sociedad (y no sólo a uno o unos pocos sectores) tanto en cuanto actores, como en cuanto garantes y beneficiarios del Turismo Cultural.
Claudia Maria Cóceres - Gabriel Noel - Silvia Gómez - Eduardo Biondi
Seguiremos "... en vigilia protegiendo nuestro patrimonio cultural".
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